Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

jueves, 30 de junio de 2016

La ex - novia

- Hace años le fue infiel a su novia, naturalmente, se separaron.
Él nunca se dio cuenta de lo ideal que podía llegar a ser ella, curiosamente, estuvo con una y otra chica; pero siempre, lastimosamente para ellas, recordaba a dicha mujer. Su recuerdo nunca fue borrado, estuvo dentro de su mente durante todo el tiempo, generalmente, cuando la pareja de turno, no desarrollaba una actitud y aptitud adecuada según él. En ese momento, se acordaba de quien perdió y se daba cuenta que dichas características le eran inherentes. Es terrible comparar; pero tantas veces resulta inevitable.
En borracheras me contaba: Bryan, perdí a una gran mujer, ella era perfecta para mí.
Juro que jamás he escuchado a alguien decir la palabra perfecta. Ni siquiera yo, en mi total enamoramiento, soy capaz de decirla. Pienso que no existe perfección, sino lo ideal. No obstante, este sujeto decía que ella era perfecta y sus palabras eran honestas. Yo le creía porque me contaba un sinfín de virtudes, cualidades, características y demás que la hacían sensacional para él. Sin embargo, me daban ganas de golpearlo por idiota, imbécil y demás, al haberla dejado por un coito nocturno con alguien que ni siquiera recuerda.
Y la flaca, por el amor de Dios o el Diablo, no estaba con nadie. Vi su cuenta de Facebook en ese momento, víctima de una compleja curiosidad y a pesar de no ser físicamente llamativa, seguramente sus atributos contados la hacían ideal para él, en ese momento lo entendí, “hay mujeres que son ideales para uno, por eso las llamamos perfectas”.
Ahora entiendo porque algunas veces pienso eso de mi novia; pero no se lo digo, reflexioné luego de beber el trago.
Este fulano me coge del hombro y aclara: ¿Qué voy a hacer, Bryan? Llevo saliendo con varias mujeres, he tenido relaciones prolongadas y sigo sin hallar a la ideal. Yo le digo, de repente la buscas a ella en las otras. Así no vas a encontrar a alguien, porque ese alguien ya existe y no son las otras mujeres. Solo queda buscarla y decirle, a pesar que te mande a la putamare, que eres un reverendo imbécil y a pesar de los malditos años, la amas con locura, honestidad y un impresionante y quizá, enfermo, poco sentido de la realidad.
Se queda mudo. Entonces aprovecho para añadir: Ella te va mandar al carajo, pero, ¿Y qué? Te vas a sentir tranquilo, al menos contigo mismo.
Tienes razón, dice, voy a ir a buscarla, añade al instante. ¡No! ¡No lo hagas ahora! ¡No seas imbécil! Le digo tratando de detenerlo.
Me estoy volviendo loco, Bryan, dice. No me siento capaz de amar a nadie como la amo, acota con honestidad.
Pero, carajos, ¿Por qué la cagaste? Le digo. No lo sé, estaba pensando con el pene, me dice. ¡Maldita sea! Le digo. Pienso y añado: Vas a tener que hacer maravillas para conquistarla. Yo no la conozco; pero si todo lo que me cuentas es verdad y si es tan extraordinaria como dices, vas a tener que rajártela para que vuelva contigo, porque de primera, no te va a creer ni un carajo, después, vas a tener que demostrarle que eres distinto, yo se que lo eres, pero vas a tener que hacérselo saber siempre. Y esa es la parte bonita, mi hermano, porque ella conoció a un tipo, a un irresponsable, borracho, medio drogo y pinga loca, y ahora conocerá a un sujeto plantado, pintón (aunque no sé si importe) porque estuvo contigo cuando eras terriblemente feo. Pero, pues, ahora eres un respetado abogado, con tu inteligencia y tu cultura, seguro que puedes hacerla; pero vas a tener que lidiar con su inseguridad, su desconfianza, el recuerdo de tu maldito acto infiel y sobre todo, con su autoestima. Ella va a tener que plantearse la idea de que retomar lo que fueron puede ser algo completamente jodido como totalmente genial. Ya depende de ti.
Mañana a primera hora la busco, me planto en la puerta de su casa, la espero llegar del trabajo, la sorprendo y le digo todo lo que siento.
No, no, no seas huevon. Ella no debe saberlo, que sea un evento casual, ¿Me entiendes? Que salga del trabajo, vaya a un café o al gimnasio o de compras, tú entras, se topan, se saludan e inicias una charla, muéstrate como eres, porque eres diferente, haz que ella piense eso, que piense que eres otro sujeto, con tu mismo cacharro y cabello, pero con otras actitudes. Y luego trabaja en lo que te dije.
Realmente no sé si va a funcionar, han pasado siete años, una infidelidad de por medio y un loco sujeto que todavía anda enamorado; aunque, tal vez, solo tal vez, sea teoría de que existe alguien únicamente para alguien pueda ser descabellada y a la vez, maravillosamente, cierta. Entonces, ella sería para él (pero no quien fue, sino quien es).
II
Fui a verla, me dice por el celular. Loco, ¿te das cuenta de lo que estás haciendo? ¡Son las tres y media de la madrugada!
Entonces, ¿Qué haces despierto? Dice con serenidad.
Ando escribiendo, creo mejor de noche. Y yo estoy pensando, reflexiono mejor a estas alturas.
Bien, ¿Te parece si nos encontramos en el bar de siempre?
Chévere, ahí te veo. Descansa. Igualmente, loco, ve a dormir, no pienses tanto.
Llego al bar, lo veo sentado en la barra, me acerco dándole una palmada en el hombro. ¿Todo bien? Pregunto. Te he pedido ron con Cola Cola, dice, sonrío y añado: Bien, vayamos al grano. ¿Qué pasó? Bebe su whisky en las rocas y empieza a contar.
Estuve revisando su Facebook, en su información vi el lugar donde trabaja. Además, anduve viendo alguna que otra cosa. Entre ellas, si tenía pareja o salía con alguien, vi a sus hermanas, primos y hasta familiares lejanos, inclusive, amigos que no conocía. Vi las fotos donde la etiquetaron, los comentarios que hizo, las veces que publicó en páginas de ventas y compras, los comentarios en otras páginas, etc. Pero no hallé rastro de alguna otra pareja después de mí. Llegué hasta encontrar el perfil de una prima en Toronto, en donde ella pasó las vacaciones del 2010. ¡Pero ningún rastro de otro sujeto!
Bebí para luego decir: Es lo más enfermo que he oído en los últimos años. Pero, dime, así entre nos, porque nos tenemos confianza, ¿Qué siente tu ego al saber que no estuvo con nadie más? Te conozco, pedazo de mierda, no se te ocurra sacar pecho enterándote que no pudo estar con otra persona. Porque si no se volvió a enamorar es porque le jodiste esa idea.
¿Crees que no lo sé? ¡Lo tengo bien en claro, huevon! Deja de pensar que soy un puto ególatra. Ese yo ya está muerto.
Bien, le digo. Bebemos a la par y asevero: Sigue contando.
Trabaja en una agencia de turismo por la avenida Pardo. Fui a la mañana siguiente, mientras caminaba me fumaba los cigarros que me sobraron de la última borrachera. No fui al trabajo, no puedo pensar en nada, solo en ella. Entonces, llegué al lugar. Recordé que te gusta Grecia y que anhelas casarte allá. Me da risa ese comentario, vuelvo a beber y le hago un ademán para que siga.
La señorita que atiende me hizo algunas preguntas, quise saber sobre un tour a Grecia y sus islas, me atendió con amabilidad, el ver a un tipo en traje, bien peinado y con esta pepa (se toca el rostro) hace que cualquiera piense que tengo harto billete. ¡Como si sirviera de algo! Pues, así te atienden bien en todos lados.
Miraba hacia las esquinas donde estaban las otras recepcionistas; pero ninguna era ella, cuando esta chica terminó de dar sus putos argumentos, le pregunté tal cual detective si la conocía. Su respuesta me dejó atónito.
¿Qué fue? Pregunté luego de tomar. Ella es la jefa del maldito local. ¿Entiendes? ¡Es la jefa! O sea, la dueña. Yo la conocí cuando terminaba la carrera y ahora verla exitosa y seguramente radiante me da ganas de pegarme un tiro porque soy un imbécil, un huevonazo por dejarla ir. Ya hubiera estado con ella, hasta ya me hubiera casado con ella, ya tendríamos hijos.
Su voz, sus ademanes, sus gestos, el sonido de su respiración y hasta sus lágrimas cortas y duras, me llegan al corazón. El hombre está hecho pedazos; pero resulta ser, a pesar de haber realizado la gran estupidez, un hombre totalmente honesto.
¿Quieres que te diga algo, mi hermano? Tú serías un gran tipo para cualquier mujer; pero el problema es que andas jodidamente enamorado de alguien que, quizá, ni siquiera te recuerde.
Agacha la cabeza estrellándola contra la barra. Yo bebo otra vez y le digo, vamos, sigue contándome.
¿Sabes, Bryan? Es curiosa la forma como ocurren las cosas, a veces de una manera tan asombrosa. Ella entró al local en ese momento.
La putamare, ¿en serio? ¿Y qué pasó? Pues, me puse más nervioso que la mierda. Y encima, para colmo, la cojuda esta, al verla le dice: Señorita, este joven pregunta por usted.
¡No me jodas! Exclamo. Me vio, dice. Y al verme se sorprendió, añade. Ambos nos sorprendimos, no supe que decir, tampoco como rayos actuar. Bryan, tengo 32 años y me comporté como un niño en su primer día de escuela.
Sí, señor, ¿Qué se le ofrece? Me dijo. Yo estaba atónito, solo atiné a decir, estoy consultando sobre un tour a Egipto. La recepcionista interrumpió, ¿No era Grecia? Yo seguí mirándola, mierda, Bryan, se veía hermosa, quería levantarme, abrazarla y decirle: Por la putamare, soy un maldito imbécil, perdóname, ¡Me cago por ti! Estoy años enamorado de ti, no he podido hallar a nadie como tú, vuelve conmigo, te juro que soy totalmente distinto a quien conociste. Pero mantuve la cordura y dije al tiempo que me levantaba de la silla: ¿Puedo hablar contigo un rato?
Pasaron segundos de terror e incertidumbre. Pasa a mi oficina, dijo con una seriedad absoluta. Y la seguí…
¡Camarero, otro par de tragos! Grito en ese momento y apago el pucho en el repleto cenicero.
III
¿Alguna vez has hecho algo extraordinario por alguien? Algunas veces, respondo con rapidez. Ahora dime, ¿Sientes que alguna vez han hecho algo extraordinario por ti? Medito luego de beber, enciendo otro pucho y tras la piteada, respondo: No; pero he sentido un conjunto de pequeños actos que quizá juntos sean algo extraordinario. Él mira su vaso, bebe y dice: Cuando me invitó a la oficina, me senté al frente de su imponente escritorio, la vi acomodarse y luego de colocar los codos sobre la mesa y mirarme fijamente, me hizo una pregunta que aún retumba en mi cabeza.
¿Qué es lo que quieres?
Realmente, mi brother, ¿Qué es lo que quiere un tipo que va a buscar a alguien luego de años? La flaca tuvo completamente toda la razón. Además, déjame acotar antes que sigas, ¿Por qué aparecer tan repentinamente? ¿Por qué no haberlo hecho antes? Y, ¿Por qué de golpe? Yo te dije que lo hicieras de una manera sigilosa.
Piensa, bebe y dice: Bryan, la vi fijamente a sus ojos porque si miraba a otro lado podría evidenciar inseguridad, entonces, le dije: Porque nunca es tarde para intentar remediar mis errores.
No seas huevon pues, ¡Es el típico cliché! Le dije exaltado.
Ella se levantó del asiento con aires de frescura, se llevó las manos al cabello y sonriendo me dijo: ¿Crees que todavía me haces vibrar? Volvió a reír, esta vez con ironía y sentenció: Si tu intención fue creer que aún siento algo por ti y que viniendo de sorpresa me ibas a agarrar fría estas muy equivocado.
Vuelvo a preguntar, querido, ¿Qué es lo que quieres? ¡Y si vienes a decirme que un maldito tour te juro que te boto a patadas!
Ella es de temer, añado con humor; aunque no debo hacerlo.
Solo quiero hablar contigo, le dije con serenidad, sin mostrar la misma inseguridad; aunque seguramente me vio como un gato asustado.
Esa analogía me parece graciosa; pero no sonrío.
Dio varias vueltas sobre el espacio, miraba a otros lados, se mordía las uñas y cogía el cabello, yo andaba sentado, mirándola andar, admirándola porque se veía hermosa con ese atuendo y ese look y esa actuación de sorpresa e intriga, quería levantarme, cogerla de la cintura y besarla; pero a la vez me sentía incapaz, me sentía como un cobarde, como alguien que no la merece, por eso no hice nada y sé que no haciendo nada me veía como un idiota arrepentido que solo espera una oportunidad.
Se detuvo y me encaró como seguramente quiso hacerlo durante mucho tiempo.
¿Me vas a decir, que quieres? La vi directo a los ojos y con una valentía salida desde el fondo de mí ser, respondí: Charlar.
Era como si no esperara esa respuesta, como si ella hubiera deseado una confrontación, tal cual teníamos siempre, ella enojada por mis actitudes, reclamando el motivo de mis idioteces y yo negándolo todo como un patán; pero ahora, calmado y sereno, distinto, le vengo a decir que solo quiero charlar.
¿Te das cuenta de lo inteligente que es eso? Simplemente, pedirle a tu pareja, en un conflicto, ¿Podemos charlar? Le digo y bebo el ron.
Ella hubiera aceptado con facilidad el hecho de charlar, le hubieras explicado tus tonterías y las hubiera acatado o hasta entendido, parece ser una chica inteligente y comprensiva, no debiste ser un ogro despiadado.
Lo sé, a veces llegué a pensar que me comportaba así apropósito, era como si fuera estúpido por conciencia, me gustaba ganar riñas por orgullo, bien dices, por ego, por mero y estúpido orgullo y ego, al final, no sirven de nada, solo son como espejismos, paradigmas, errores tras errores. Pues, entonces, cuando le dije para charlar, todo cambió. Vio el primer cambio en mí, quizá, pensó que vendría luego de años y la trataría como si tuviese un poder sobre ella; pero no, estoy a años luz de ese ser, ahora solo quiero amarla y demostrarlo a carta cabal todo el tiempo posible, no como antes que lo hice por momentos.
Agachó la cabeza, pensó segundos eternos y me dijo, ¿De qué? Entonces, rápidamente, respondí: De cómo hemos estado. Sonrió, esta vez no irónicamente, digamos, de una manera fresca, como si le pareciera graciosa mi respuesta. Aceptó. Dijo que podríamos salir este fin de semana, que la llamara y podríamos ver qué hacer.
Oye, pero eso es fantástico, le digo emocionado y le golpeo la espalda con efusividad.
Me mira, en sus ojos no veo luz, tampoco inseguridad, veo un vacío, como si no supiera que hacer, como si estuviera dubitativo y a la vez sereno. Le digo, ¿Por qué no te agrada esa noticia?
Al salir de la oficina con su tarjeta en mano, me dijo con bastante tranquilidad: No creas que vamos a empezar algo, simplemente, conversaremos como dos viejos amigos. Pues, aunque el término amigos sea más que todo una forma de llamarlo.
¡Oye carajo! No estés todo inseguro. Si la flaca te dijo que si iban a salir solo queda demostrarle lo diferentes que eres ahora. Muéstrate como eres en la actualidad, haz cambiado bastante, ya no eres un imbécil que se quiere coger a todas las nenas y se droga en los baños de discotecas, que anda mintiendo y mintiéndose así mismo, ahora eres un tipo hecho y derecho y perdona si soy duro con mi honestidad, pero tengo una teoría: Esa chica te conoció cuando eras una completa cagada, te dejó; pero cambiaste por ella, entonces, intentas reconquistarla o remediar lo hecho, ahora que eres alguien mejor. Puedes hacerlo, ¡Puedes lograrlo!
Ahora si vi luz en sus ojos, bebió y me dijo: ¿Recuerdas que te dije sobre las cosas extraordinarias? Claro, ¿Qué tiene? Yo quiero hacer algo extraordinario por ella. Eso me parece correcto, le dije. O sea, ella me volvió otro sujeto, yo quiero recompensarlo volviéndola a enamorar.
¡Esa es la actitud, huevon! Salud por eso, carajo. Que se termine esta ronda y nos tomamos más tragos, le digo entusiasmado, adoro cuando mis amigos se vuelven optimistas.
Sonríe por primera vez en toda la noche y me dice: Puta, huevon, ¿Cómo es la vida, no? Uno se comporta como un reverendo imbécil por alguien creyendo inconscientemente que puede encontrar a otras; pero luego se pasa un tiempo importante buscándola de nuevo, remediando errores. Vida solo hay una, añade, no quiero vivir jodido lleno de amores que nunca podré corresponder, quiero este amor, la quiero a ella porque la amo y puede que haya sido una basura; pero hoy, bien dices, soy otro. Voy a reconquistarla.
Quedó admirado con su argumento convincente y positivo, me agrada; pero debo decirle lo siguiente: Solo se tú mismo.
Y a veces uno hace una cagada y se pasa la vida remediándolo, otras veces te pasas el tiempo siendo el buen tipo; pero ahora, es momento de hacer lo que nunca hiciste por ella, amarla de verdad.
Vuelve a sonreír y dice: Lo voy a hacer este fin que nos veremos.
Ah, ¿y sabes una cosa muy importante? Ella conoció a un tipo, ¡Ese tipo, ya no eres tú! Esa es tu oportunidad.
IV
Llegué a la cita puntual, ella todavía no llegaba, tuve tiempo de fumar otro cigarrillo para calmar los nervios y luego la esperé en una mesa del exterior. Pedí dos cappuccinos y un par de croissant, me detuve a ver sigilosamente ambas puertas de entrada, quería verla mientras ingresaba, deseaba intentar descifrar los gestos
de su rostro; pero en un descuido, cuando la camarera se asomó para colocar bolsitas de azúcar, noté que colocaba su bolso de diseñador en el espaldar de la silla y se acomodaba haciendo sonar las pulseras de plata. Me enfoqué en el collar de oro que caía de su cuello y en el color de sus labios, recordé que nunca antes la había visto tan pintada, siempre le gustó andar al natural -y me encantaba; pero era completamente estúpido, no ciego, para no halagarla por eso-. No sonrió, me hubiera caído de espalda si lo hubiera hecho. Al instante, dijo con autoridad: Y, ¿De qué gustas hablar? Enseguida, vi los pendientes de sus orejas, no soy un conocedor de joyas; pero seguramente han de valer una suma importante.
Pues, ¿Cómo has estado? Hice la primera pregunta.
Bien, ya sabes, formé mi empresa, manejo un puñado de empleados que se esfuerzan por sacar adelante el proyecto y tengo estabilidad tanto económica como emocional.
Fue una respuesta extraña, su aire de soberbia me dejó atónito; pero creí que se trataba de una especie de arma de defensa, quizá, pensó que si actuaba de un modo muy defensivo, presumiendo de sus logros y demás, podría llegar a intimidarme.
Qué bueno, me alegra, yo terminé mi carrera, hice algunos libros sobre derecho y pues, estoy ahí, en el trabajo de lunes a viernes y los fines de semana me relajo.
Ah, seguro te emborrachas con tus amigotes, ¿No?
Lo interrumpo con la pregunta, ¿Te refirió a mí cuando dijo eso? Suelto una risa para darle gracia al asunto.
No lo sé, seguro se refirió al grupo en sí. Además, nunca los conoció, solo vio las fotos que circulaban en otros Hi5 y luego en Facebook, responde mi amigo con seriedad.
Bueno, sigue contándome, le digo.
Pues, no, ahora estoy en el gimnasio, ¿ves mi figura actual? Sonreí cuando dije eso para que sepa que fue un chiste. Luego añadí, además, pierde sentido el hecho de hacer algo durante largo tiempo. Uno llega a aburrirse. Ahora hago otras cosas; pero claro, si quieres saberlo, sigo viendo a mis amigos, después de todo, son mis amigos.
Me vio con sorpresa y preguntó, ¿Y qué más deseas saber?
La noté muy defensiva; pero resolví estar calmado. No la había conocido así; sin embargo, si su intención era amilanarme, lo estaba logrando. Pues, ella nunca fue tan agresiva y para colmo, al ver el café sobre la mesa, dijo con rudeza: ¿Qué? ¿Esto es para mí? Yo no he pedido esto. Llamó al camarero y pidió otra cosa. No me hice rollos, resolví beberlo después de terminar el mío.
Veo que te va bien en el trabajo, te felicito, tienes una empresa consolidada. ¿Qué, esperas que te de trabajo? Dijo con rapidez. Fue raro, pensé que se trataba de un chiste y por eso reí. Ella no lo hizo; pero daba igual, yo estaba en falta y debía calarme todas.
Le hablé de mí, de lo que hice los últimos años y demás, ella se vio envuelta en una situación curiosa, como que se sorprendía por lo que le iba contando y a la vez le agradaba, lo veía en el hecho de asentir con la cabeza y decir a cada momento, que bueno, que bueno.
Me conoció cuando era un completo zángano y todo lo demás que me dijiste la otra vez y no voy a repetir.
Río cuando dice eso, bebo el trago -ah, cabe mencionar que estamos en su casa, en su sala para ser especifico- y al arrojar el pucho al cenicero, le digo que prosiga.
Pucha, bro, la flaca se veía distinta, o sea físicamente parece que los años no han pasado; pero su actitud era totalmente diferente, ella nunca fue así. Además, jamás le importaron tanto lujo en bisutería.
Después que yo hablara comenzó a relatarme cada uno de sus viajes de vacaciones, si te contara todo lo que dijo, detalle tras detalle, inclusive, bueno fuera que lo hiciera como algo normal, natural; pero presumía, la oía hablar con una soberbia despampanante y obviamente desagradable.
Al terminar de contarme todo, yo le dije, ¿Te puedo decir algo? Pues, la verdadera razón por la cual estoy aquí. Ella se quedó muda como confundida, entonces, con valentía y arrebato, le dije: Te amo. No, no digas nada, la detuve y se me salió un ademán. Ella parecía inquieta, pero se mantuvo callada.
Sí, sigo enamorado de ti, a pesar que mi acción hizo que todo se vaya directo al carajo; sin embargo, aunque te parezca sacado de una película, yo no he podido amar de nuevo porque sigo amándote a ti. Me di cuenta a lo bruto; pero aquí estoy en un intento maduro y sensato de remediar mis errores. Estoy enamorado de ti y anhelo, quizá, intentar volver a algo, no ahora, ni mañana, con el tiempo, iniciar primero una amistad y luego podríamos salir y quizá, llegue a suceder algo, sin apuros, déjame mostrarte quien soy ahora, puedo tener el rostro y el cuerpo, pero mi actitud y aptitud es distinta. Tengo el mismo nombre, pero otras convicciones y te aseguro, aunque lo dudes, que soy alguien de quien te puedes enamorar y no te va a defraudar. Te estoy hablando con el corazón en la mano y esta es mi pura verdad con total honestidad.
Por poco se me cae el vaso, lo detuve antes de derramar el preciado líquido. Enciendo otro pucho, esta vez ando callado, no quiero interrumpir del todo ni andar aconsejando, solo quiero oír y lo estoy haciendo acompañado del licor.
Creí por su actitud de hace minutos que se torcería en risas y luego se levantaría de la mesa, claro antes tendría que derramar el café en mi camisa; pero, muy serena, respondió: Querido, déjate de cursilerías. Si quieres filtrear conmigo, deja ese argumento barato y llévame de compras o a un viaje.
Bebo con rapidez al tiempo que me pregunto, ¿Y donde están las características que me dijo acerca de ella? La respuesta vino a continuación: Bryan, ¡Ella era otra persona! ¡Era otra! Definitivamente yo no conocí a esta mujer tan materialista y sin sentimientos.
Me quedé mudo, absorto de lo que había oído. En otros tiempos hubiera amado cuando yo le susurraba poesía de Bécquer, que eran casos escasos. Ya no llevaba consigo la pita que se trajo de un viaje a la selva, ahora llevaba una pulsera de plata, ya no se veía natural, se veía pintada de extraños colores. ¿Y el morral de siempre? Un tal Dior lo reemplazó. Tenía al frente a otra mujer. En una ironía, yo era el buen tipo que ella siempre quiso y ella era una mujer de quien nunca me enamoraría.
¿Qué te pasa? ¿Te quedaste mudo? No creas que eres el único
que me pretende, están haciendo cola. Apúrate en hablar que me voy, me esperan en un Mercedes del año al final de esta avenida.
La miré a los ojos fijamente tratando de hallar rastro de la mujer que había conocido; pero no la encontré. Ella había cambiado por completo tanto como yo.
Pagué la cuenta, me levanté y me fui. Al voltear vi que se miraba en un espejo portátil como si nada hubiera sucedido, como si realmente al final de la avenida la esperase un tipo a su medida.
Anonadado, quiero animarlo; pero él se halla bien.
La gente cambia, le digo. A veces para bien, a veces para mal, tú lo hiciste para bien; pero, lastimosamente, ella cambió para mal gracias a ti y en una completa ironía o artimaña del destino, tú cambiaste gracias a ella.
La vida es una completa paradoja, me dice y hacemos salud.
Llega a su casa, se quita las joyas y la cartera rentada, el maquillaje frente al espejo del baño, los zapatos de tacón de su hermana y se coloca la pita de ese viaje estupendo a la selva, arroja las postales de países europeos que adquirió en una tienda cercana, se coloca la pijama que le tejió su abuela y se echa sobre la cama con los ojos húmedos. No te creo, no quiero creerte, repite tanto para sus adentros como para el resto de su habitación. Se echa a un lado, cerca a un peluche por el aniversario número doce y cierra los ojos con la consigna de olvidar todo lo que escuchó en el café a pesar que algo dentro de su corazón sienta que es verdad…


Fin


1 comentario: