Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
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lunes, 28 de septiembre de 2015

Géneros musicales

- Me encantan las baladas, siempre ha sido mi género musical favorito. Tanto en la computadora y el celular tengo una gran diversidad de canciones románticas de distintos cantantes. 
Suelo escucharlas y cantar por momentos mientras escribo o a veces mientras ando en auto para relajarme del tráfico y en tantas ocasiones con los audífonos bien puestos y aventurándome en un bus o deambulando por las calles, tarareando y pensando en distintas situaciones, de las cuales, seguramente trataré de escribir.
Actualmente intento cambiar de aires, quizá, adoptar algunos otros estilos, no de forma abrupta, por supuesto, solo para pasar el rato, por ello le dije a mi buena amiga Fio que me recomendara algunas buenas canciones, debido a que ella se inclina por el Rock.
Es curioso, si la conoces no te percatas que toca la guitarra y visita tocadas y demás. De hecho, no lo sabía hasta que la vi con ese look de rockera, que aunque no se lo dije, se veía muy guapa. Aparte, combina muy bien la chaqueta negra con los zapatos y los jeans rasgados, junto a ese cabello alborotado y los ojos bien negros. Me percato que la describo como es, llevamos tiempo en distintos talleres y nos hemos hecho buenos amigos, eso me alegra porque fueron tiempos de escases de los mismos. He ido perdiendo o mejor dicho, abandonando, amigos y conocerla se hizo reconfortante. Una de las tantas razones es que adora escuchar, virtud que muchos han olvidado.
Bueno, volviendo al tema. Ella me sugirió algunas canciones de su género predilecto, inclusive, se dio el tiempo de buscar algunos temas de esos que dijo etiquetar como bravazos. Gustoso, accedí a su amabilidad y comencé a oír las canciones llegando a la conclusión que me resultaron bravazas, tal cual lo dijo.
Quise sugerirle que oyera una de Arjona; pero no quiso, entonces tuve que insistir hasta acceder.
¿El resultado? Le gustó Acompáñame a estar solo. Ella creyó que lo que la gente suele pensar: Que no tiene buenas letras; pero existen algunas que si valen la pena oír. Luego escuchó Desnuda y también le agradó. Fue curiosa la manera como intercambiamos gustos musicales siendo tan distintos.
Aquello sucedió antes de iniciar el curso que llevamos juntos, saliendo nos pasamos canciones por WhatsApp y durante el camino oí las que me recomendó para aprenderme las letras.
No se sorprendan si publico fotos en conciertos de Rock, es solo que me dio por incursionar en nuevos horizontes, solo por curiosear y pasar el rato. Siempre es bueno.

Fin


domingo, 27 de septiembre de 2015

Te amo

- Te amo, le dijo mirándola a los ojos. Ella sonrió e inmediatamente respondió, yo también te amo. Llevaban treinta días de enamorados.
¿Cómo puedes amarlo tan pronto?
Se podría decir tanto, fundamentar y explicar con infinidad de testimonios; pero ninguno estaría acertado. Las dos personas que lo saben son quienes lo viven.
Es como si sintieran que se conocen de tiempo, el hecho de pasarla extraordinario y llegar a sentir una gran cantidad de emociones y sensaciones conlleva a enamorarse con rapidez y por ende, sentir que se ama. O sea, es real. No existe argumento que pueda refutar esa realidad que ambos sienten en ese preciso instante.
Válgame Dios, puedo no andar en amoríos; pero nunca voy a dejar de creer en el amor y quizá, alguna vez lo intente de nuevo.

Beso

- Lo único que te voy a pedir es que cuando estés conmigo te sueltes el cabello. Deja caer su melena ondulada por los hombros y realiza un natural movimiento de cuello sin saber que me encanta. 
Sintonizo una de Sabina y me acomodo a su lado para enseguida acercarme y olerle el cabello sin que dijera nada. Me encanta, se lo hago saber y sonríe. Tararea la canción, le canto un par de párrafos al oído al tiempo que débilmente muerdo su oreja y luego aspiro el aroma de su cuello, le da un hormigueo sensual, me gusta. 
Me encantas, le digo, sonríe y añade, y tú a mí, me encantas. Entrelazo mi brazo por su cuello y la miro a los ojos, se ruboriza. 
¿Sabes que puedo detener el tiempo? No me entiende al inicio. Enseguida, la beso y luego le digo, ¿Lo notaste? Abre los ojos y anonadada responde dándome un beso.





miércoles, 23 de septiembre de 2015

Yo

- Soy el tipo que te va a invitar a tomar un café, no un trago. Quien te va a mirar a los ojos mientras hablas y no a los pechos sin atender. El sujeto que te pregunte si deseas ser mi novia antes de darte un beso. Y voy a terminar acurrucado a ti luego de hacer el amor. Escribiré cartas, no solo publicaré en tu muro, escucharé y comprenderé, confiaré y respetaré y seremos mundos distintos que convergen ahora y dos corazones que palpitan al mismo tiempo. Te diré que te amo y lo voy a demostrar.
Si aceptas empecemos a escribir esta novela que charlando contigo corro riesgo de enamorarme.
Me describo un poco y reflejo mi libro al mismo tiempo.
Mi libro “Una noche, una musa y un teclado” contiene textos de amor, reflexiones, cuentos y frases, de venta en Lima, pero lo puedo enviar a cualquier parte del mundo.

Abrazo grande.


Instantes eternos

- Mientras esperaba el bus vi a una pareja de enamorados acurrucados sobre la banca de un parque miraflorino. Pensé, el amor en su más sublime expresión. 
El brillo en ambas sonrisas era único, puedo afirmar que se trataba de alegría pura. Ella lo miraba y él acariciaba su mejilla. Vi un beso y luego volví a verlos sonreír, pareciera como si solo hicieran eso.
Resolví ponerles nombres, me gusta imaginar historias. Creí que tal vez, esa enorme mochila a un lado significaba el hecho de una posible próxima partida; pero, no se enfocaban en eso, sus sonrisas evidenciaban un amor transparente y sincero. 
Quizá, se trataba de un reencuentro. Y por eso dicha emoción y entusiasmo. 
Ya los veía parados y abrazados a un lado de la banca, intercambiando palabreo bonito, mirándose y olvidándose del mundo, del universo, de repente de cuantos problemas puedan tener o cuantas situaciones complicadas tengan que vivir.
Enfocándose únicamente en vivir ese instante.
Me percaté de un bolso de regalo con imágenes de corazones y pensé enseguida que se trataría de un aniversario (un mes, un año, un compromiso, de repente el simple y maravilloso hecho de tener un detalle) y liberé un suspiro. 
La pareja empezó a danzar levemente sobre sus ejes, él la sujetó de la mano y ella siguió el paso a un -quizá, imperfecto vals- pero hermoso a la misma vez. ¡Qué le iban a interesar que los mirasen!
Tal vez, hayan fugado por un breve tiempo de sus respectivas universidades, institutos, academias, para encontrarse en dicho lugar, -su favorito, o tal vez, hacen de cualquier lugar su predilecto- olvidando las diferencias entre familias, el tiempo que no se ven por parciales o bimestrales, tal vez por el trabajo, quizá por la falta de permiso, sea cual sea el motivo, sentí que vivían el momento a plenitud y sentí un extraño orgullo, una fuerza en mi corazón, unas ganas de ver a mi novia y decirle que la amo. 
¡Sí, me sentí inspirado! Me dije a mi mismo que llegaría a casa y no dejaría de escribir, porque esto -ellos- son la razón porque me gusta escribir sobre el amor.
Tal vez, Daniel y Lucia, como les puse, se vayan a separar en unos minutos; pero ni siquiera piensan eso, quizá, ni se extrañen porque van a llevarse ese momento a cada lugar y por más problemas, situaciones complicadas o irregularidades en lo cotidiano que intenten ahogarlos, van a tener la convicción de encontrarse y vivir un breve momento en donde van a ser completamente felices.

Fin

Ese lugar

- Volví. Atravesé la ancha reja negra y me detuve un instante a observar el panorama. Desolado como nunca lo imaginé, acongojado por su ausencia era el retrato del lugar. Van casi diez años que no está y parece que todos decidieron marcharse cuando supieron que se fue sin despedirse. Pisé un arenoso parque recordando que alguna vez tuvo un obelisco y brillaban las rosas. Parece que el tiempo deshizo el lugar; pero fue su desaparición la colisión que conllevó a la soledad. Nada era como un lejano 2005.
Pero allí estaba yo, distinto por el físico que madura con los años; sin embargo, recordando como si el tiempo nunca pasara. Como si jamás me hubiese detenido a contar lo que siento, como si nadie supiera que los viernes voy a visitarla donde imagino que todavía puedo hallarla.
Elevé la mirada y caminé hacia su casa. Al tercer paso vi florecer las rosas, se abrieron destellando belleza y luciendo un brilloso jardín. El obelisco reflejaba el rojo y negro recién pintado, un buen vecino me agitaba la mano y vi sonrisas entre señoras platicando.
Toqué el timbre y me detuve en el banco pulido. Ella salió de inmediato como supiera que los dos sonidos rápidos fuesen mi señal. Corrió hacia mí y nos abrazamos. ¡Sí, detuvimos al tiempo!
El castaño de un ondulado cabello brillaba con intensidad, el pardo de sus ojos reflejaba el rostro de quien escribe, la sonrisa sincera y luminosa nunca antes la he vuelto a ver y es posible que jamás regrese a verla. El abrazo duró lo que deseamos que dure, millones de años en un momento.
Efímero como el rocío de una rosa fue el instante de ese viernes por la tarde adonde suelo ir a imaginar que todavía se encuentra ahí.
Es como si la vida y la muerte resolvieran asuntos pendientes, es como si escribiendo podría hacerla inmortal.
Tal vez, en algún lugar de mi mente el marchito lugar todavía permanece intacto. Quizá, lo imagino renacer cada vez que vuelvo.

Frase 28

- Estoy completamente enamorado de ti; pero eso no quiere decir que aguante una infidelidad. Me encanta tu personalidad; pero no voy a soportar que me acuses sin razones ni motivos. Disfruto compartir el tiempo a tu lado; pero entiende que a veces necesito mi espacio. Si yo confío en ti, ¿Por qué tú no en mí? 
Vayamos en la misma dirección, no de reversa, el pasado está atrás. ¡Sigamos para adelante!

- Espero que puedan leer el libro.



Frase 27

- ¿Te he dicho que puedo capturar el tiempo? Le dije ante su sorpresa. 
Me miró y de inmediato la besé. 
Después del beso, cuando recuperaba el aliento, le dije, ¿Te diste cuenta? Sonrió y no quiso dejarme.

- Espero que puedan hallar el libro. De venta en Zeta Bookstore de Miraflores, Molina Plaza y La Rambla a solo 25 soles.




Frase 26

- No soy orgulloso. He sabido ofrecer disculpas y he dicho, ¿Podemos hablar? Tampoco suelo tener vergüenza, he caminado con un arreglo floral al tiempo que los curiosos te observan o una vez le hice un cartel enorme en el que decía “Te amo” y me paré en medio de una avenida a esperarla. 
Mi convicción es poderosa, fui a ver una novia al fin del mundo (lo hice cinco veces). Ella nunca tuvo la misma convicción. Pero me alegró tenerla.
Yo soy una persona que hace lo que le nace, si amo a alguien lo expreso y encuentro cientos de formas y maneras para realizarlo.
Me gusta que hagan lo mismo; de hecho, cada persona tiene su modo de demostrar amor. El punto es que cuando se trata de enamorarse y decirlo siempre me gusta hacerlo con honestidad, a veces con una carta, otras veces con alguna sorpresa.
¿Esa es la idea, no?
Algunas actitudes pueden arruinar un momento, otras solucionarlo. No tengo problemas con hacerlo si estoy en error, ni de aceptar si se disculpan. Eso es lo que pienso.
Vivo pensando en positivo y aunque tantas veces el amor de debilite, me gusta saber que puedo incrementarlo. ¿Es la idea, verdad? 


- Espero que puedan adquirir el libro.



Frase 25

- No puedes retener a todas las personas con quienes has compartido grandiosos momentos. Pienso que a pesar de la distancia y diferencias siguen siendo especiales. 
Desde la chica con quien saliste un par de semanas a tomar el café de las tardes hasta con quienes te relacionaste durante tiempo. De todo se aprende, una experiencia es lo mejor que puedes rescatar. 
Desearía poder encontrarme con cada una de las personas con quienes me he relacionado sentimentalmente -Esta bien, incluyendo a mi acosadora- y decirles: ¡Gracias! 
En la madurez en la que me encuentro me siento satisfecho por todo lo vivido, de repente las relaciones culminaron; pero queda algo más bonito que los recuerdos, una historia que escribir.

- Espero que puedan leer el libro. De venta en Zeta Bookstore de Miraflores, Av. Comandante Espinar 219 o en sucursal de La Rambla  y Molina Plaza.


Jueves 17

—Loco, ¿Vamos a comer un ceviche?, pregunta una amiga vía WhatsApp.
—Justo en eso estaba pensando, le respondo rápidamente.
Se me hace agua la boca de solo imaginar el plato con ceviche y su respectiva chicha heladita.
—El clima esta preciso para un ceviche, agrega esa persona.
—Por supuesto, flaca. Entonces, ¿Cómo hacemos?
Acordamos en encontrarnos en veinte minutos en un restaurante cercano.
La hora pactada llega y salgo de casa imaginando que hace lo mismo; pero al llegar no la encuentro y me detengo en la entrada creyendo que aparecerá doblando la esquina.
—Se demora una vida, pienso y me llevo la mano al cabello.
Observo el reloj y me doy cuenta que han pasado cinco eternos minutos. Pasan diez y llegan a pasar quince, para entonces le estoy reventando el WhatsApp con textos tales como: Loca, te estoy esperando. Oye no te demores pues. Pero no responde a ninguno y el celular indica que todavía no le han llegado.
En ese momento, antes que pueda llegar a estresarme por la espera, se aparece doblando la esquina observando el celular.
—Oye, me acaban de llegar tus mensajes, dice.
—Siento la demora, tuve un percance, aclara.
Estoy más hambriento que amargado, entonces le digo: Descuida, vamos a comer de una vez.
—Sí, muero de hambre, dice y entramos juntos.
Nos acomodamos en una mesa para dos, parecemos pareja, lo siento por cómo nos miran algunos conocidos que veo alrededor.
Para hacer más graciosa la escena y llenarlos de curiosidad, la sujeto de la mano repentinamente y mirándola a los ojos con una sonrisa, le digo: Flaca, esos huevones piensan que somos enamorados.
Ella sonríe y me dice: Vamos a seguir con el juego. Entonces, acaricia mi rostro y ambos sentimos que nos observan.
Nos aburrimos rápido y entablamos temas de conversación. Por una parte, la situación que me abruma últimamente debe ser obviada, a pesar que ella piensa que debo contarla reiteradas veces. Lo mejor es no hablar del tema, añado y hablamos de situaciones pasadas en donde nos vimos involucrados y nos divertimos realizándolas.
Por eso me agradan estos encuentros, lo pienso mientras aparece el mozo con el ceviche. Dejo de pensarlo al ver el ceviche sobre la mesa y mientras lo disfruto termino el pensamiento, porque me hacen sentir contento.
Saliendo del restaurante, llevando nuestras respectivas manos a la panza, resolvemos encender unos cigarrillos para bajarla.
Por suerte tengo algunos, encendemos el respectivo y caminamos lento mientras fumamos.
No estoy completamente seguro si realmente los cigarros surgen ese efecto, el de apresurar la digestión. De igual modo todos lo dicen y hacen.
—Te acompaño a tu casa, le comento.
—Vamos pues, responde y señala el camino haciendo chistoso el instante.
No hablamos de mucho, todos los temas se fueron durante el almuerzo, que, apropósito, estuvo delicioso.
Llegamos a su casa y nos detenemos un rato en el pórtico. —¿No quieres pasar a ver una película?, propone; pero realmente me siento agobiado, al punto de necesitar mi cama y un descanso.
—Lo dejamos para otro día, le digo. —Bueno, está bien, dice y me da un abrazo de despedida.
Me doy la vuelta y regreso a mi casa. En el camino voy sintiendo la necesidad de evacuar. Imagino el trono y el placer de liberarme de todo mal; pero todavía estoy lejos y trato de concentrarme para no cometer el mismo error de Jeremy jugando Super Nintendo hace varios años atrás.
Resuelvo detener una mototaxi para acelerar el paso, a pesar que no me guste abordarlas, se me hace necesario.
Llego a casa y lo primero que hago es sentarme en el baño. Una vez relajado, observo en mi celular las notificaciones de Facebook como quien se distrae un rato.
Salgo del baño con las manos y el rostro húmedos. Me siento satisfecho y relajado. Voy a mi habitación y me echo sobre la cama, previo a ello, enciendo la computadora. Tengo ambos controles en la cama, pues, prendo la televisión y busco algo que ver.
Uno de mis programas favoritos acaba de empezar, “Preso en el extranjero” y a pesar que es un capitulo repetido lo observo. Siempre que lo veo afirmo la idea que nunca voy a cometer la estupidez de llevarle un paquete a un desconocido. Debo de ser muy imbécil, pienso y digo en voz alta. Luego me empiezo a reír porque en verdad sería muy imbécil.
Culminado el capitulo me siento mucho mejor, descansado y no tan afligido por el tema de la digestión. Recibo una llamada, es mi misma amiga que quiere que la acompañe a hacer una compra al Jockey Plaza.
Estoy aburrido y sin ideas que escribir, pienso. Además, tengo un dinero extra y ganas de engreírme, agrego, sonrío y le digo: Vamos pues; pero ven a recogerme para no esperar.
Ella no suele ir de compras como suelen hacerlo algunas mujeres que lo hacen prácticamente cada fin de semana. Prefiere hacerlo eventualmente.
A mí me encanta ir al Jockey Plaza, por lo que encuentras todas las tiendas habidas y por haber. Voy con la idea de adquirir solo una prenda, algo que realmente no necesito; pero me gustaría tener, es como dije, me quiero engreír.
Ella compra de todo, hasta cosas que estoy seguro no va a usar, yo a la justa compro un par de prendas. Iba a comprar tres; pero desistí por una.
Aunque parezca divertido al inicio, ir de compras suele ser muy agotador, por ello nos sentamos en una heladería y por haberla acompañado, ella resuelve invitar los helados.
¡Grandioso! Helados gratis, qué más puedo pedir.
Rápidamente se hace de noche y salir del Jockey a esa hora es tedioso. Primero, los taxis te quieren cobrar un huevo. Segundo, algunos no van a querer ir adonde vives y tercero, te pueden robar los malditos amigos de lo ajeno. Sin embargo, ella tiene un as bajo la manga.
Su viejo la viene a recoger y no se imaginan el alivio que me dio recibir esa noticia. Conozco al tío, es un buen tipo, sobre todo tiene un lindo auto, entonces hace confortable el trayecto.
Pues, ¿A quién no le agrada los escritores? Entonces, el señor, amante de la lectura, charla de libros y demás. Se ha leído cientos, yo solo decenas; pero en algunos tenemos algo que hablar y de otros, tengo tanto que aprender. Eso hace que el viaje se haga estupendo. Me agrada la familia Linares, son todos tan amables.
Me quiere dejar en mi casa; pero no acepto. No podría ser tan cara de palo, por ello nos bajamos en su casa y charlamos un rato antes de despedirnos.
Somos amigos hace tiempo, ambos salimos de relaciones prolongadas y decidimos juntarnos a platicar y pasear, ¿Qué divertido, no?
Llegando a casa me encuentro con un amigo, de esos que te vienen a contar una historia. Esta vez es un cuento de desamor, esta con el corazón partido, como diría el gran Alejandro Sanz y yo estoy de igual modo; aunque no “partido”, más bien, intranquilo. Sin embargo, propone unos tragos para ahogar las penas. Ambos sabemos que eso ocurre solo a los 18, no a los 28 cuando utilizas la cabeza para solucionarlo todo. Pero, es jueves y no tengo nada que hacer, aparte, muchos sonsos le dicen “juergues” y pienso, ¿Por qué no? Entonces, dejo las cosas en mi casa y salgo para dirigirnos a la tienda por esas botellitas de cerveza y esos puchitos que tanto deseamos mientras caminamos.
—Demonio, ¿Qué tal vas con esa nota de la ruptura? Dame la receta para sentirme bien, carajo.
—¿Quién dice que estoy bien? Realizo una pregunta retórica.
—No sé qué decirte, loco. Solo debes enfocarte en algo, pensar solo en eso que tanto te puede llegar a apasionar, por ejemplo, tu trabajo o los estudios y darle duro. Los frutos de ese esfuerzo van a reemplazar a cualquier persona, le comento antes de entrar a la tienda y hacer el pedido.
—Interesante, dice.
—Claro pues, bro. No te sulfures ni la pienses tanto. Mente en otra nota y adelante, le digo y recibo las cervezas.
Ambos estamos completamente seguros que no van a ser las únicas; sin embargo, hacemos como si las fueran.
Bebemos y bebemos charlando de nuestras distintas experiencias amorosas, llegando a la conclusión que llega un momento en que simplemente decides quedarte solo.
—Eso es lo que necesito, dice luego de tomar la sexta lata de cerveza.
—Estar solo es bacán, le digo bebiendo mi séptima lata.
—Loco, no te apresures, déjame empatar, dice y coge su séptima.
Nos reímos un instante y llegamos a igualar el número de latas bebidas.
Lo que comenzó con una charla ligera entre amigos acompañados de un par de cervezas siguió hasta la madrugada con un centenar de latas.
No recuerdo como nos despedimos, solo sé que nos fuimos al momento de pensar: ¿Sacamos un ronsito?
De hecho, el despertarme ligeramente tranquilo, me hizo creer que no compramos dicho ron. De lo contrario, combinar cerveza con ron hubiera sido terrible.
Mi buen amigo es un tipo estupendo, algo sonso en algunos aspectos; pero para eso estoy yo, para escucharlo y asesorarlo.
Ayer fue un día agradable, pienso mientras recuerdo lo hecho, todavía echado sobre la cama.

Fin

martes, 22 de septiembre de 2015

Lunes 27

- A esta edad la resaca dura dos días. No pude dormir, nunca se puede dormir con resaca porque me da la perseguidora. 
Suena el despertador a las siete, lo apago y recuerdo que debo asistir a un nuevo taller literario.
Maldita la hora que me inscribí temprano, pienso y me levanto. 
Mientras me ducho soy atacado por una infinidad de flashback que me hacen reír y avergonzarme.
¿Por qué carajos hablé tantas cojudeces? ¿Por qué hice esos ridículos pasos de baile? y demás. Estoy acostumbrado a eso, llega a resultar divertido.
Una buena taza de café, salgo de casa y abordo un bus.
Audífonos puestos y a escuchar Coldplay acordándome de las cosas que pasaron el sábado. La gente me mira cuando sonrío de la nada.
La frase, paseando al perro por Sucre, me deja pensando. Luego recuerdo que no bailé, pues, nunca bailo, solo en mi propio eje, es que ese tema de sacar a alguien no va conmigo, fácil por eso tomo más que otros.
Llego temprano, una amiga está afuera y fumando un pucho. ¿Quieres uno? Dice, sonrío y le digo: No flaca, un pucho y muero. Se comienza a reír y como tenemos confianza le cuento toda la logística porque pregunta -Tres veces, sí, tres veces- ¿Que sucedió? y noto interés, no curiosidad. Eso me agrada.
Entramos y llega el expositor, da la bienvenida y dice, ¿Alguien ha publicado una obra? Alzo el brazo orgulloso y dice: Acércate y cuéntanos.
En ese momento pienso, si hubiera imaginado esto hubiera vestido mejor, no con capucha y jeans, pero bueno la mejor parte es que
ya tengo diez nuevos lectores y como siempre llevo un libro conmigo logran verlo y leer un poco ocasionando que al termino de la clase vayan a Zeta Bookstore y lo adquieran.
Eso me recuerda que debo hacer trabajo de campo y ver cómo van las ventas.
Y se me prende el foco. Saliendo los llevo a todos a la librería. ¡Excelente idea! Pienso y sonrío.

domingo, 20 de septiembre de 2015

La maestra

- Mis amigos dicen que la maestra tiene bien culo, lo repiten durante el recreo en el círculo que hacemos. Cuentan las diversas morbosidades que les gustaría realizarle, de hecho, en algunos recreos sacaron las típicas revistas pornográficas que esconden en la mochila. Todo caleta nomas, como dice un compañero. Checa al toque, mira que ricas tetas, carajo, comenta otro amigo. Todos vemos y a la vez alzamos la cabeza para ver si alguien se asoma. A los profesores le importa un carajo lo que hagamos, ellos están en la cafetería dialogando cojudeces, nosotros vemos la porno; pero igual tenemos miedo, podrían expulsarnos si por mala suerte nos pillan.
La maestra parece joven, tendrá sus treinta y tantos años, admito que me calienta; pero me da vergüenza contarle a alguno, no quiero que sepan que me corro la paja imaginándola calata, lo hago cuando mis padres duermen y me encierro en el cuarto con las luces apagadas, entonces la imagino sobre mi pija, me excito con rapidez y mientras la siento en mi mente voy moviendo el muñeco.
Me he venido cientos de veces pensando en ella, al inicio me daba vergüenza; aunque ahora ya estoy acostumbrado, es como un ritual nocturno. Sin embargo, no quiero contarle a nadie mis intimidades, solo me divierto observando las fotos de las rubias pechugonas.
De hecho, me erecto; pero no me calientan tanto como la maestra Karina. 
Siempre me he preguntado si tendrá novio, también como la cogerá y que diabluras harán en la cama, son pensamientos que al comienzo me aterrorizaron; pero luego se hicieron normales, me masturbo pensando en todo ello y a veces cuando la observo dictar la clase y se pone de espalda le veo todo el ano que quiero lamer. Además, me excita cuando cruza las piernas y esa faldita negra deja visualizar sus piernas. Santo Dios, debería ser pecado hacer eso; pero lo disfruto por la noche. Sin embargo, es posible que esa cojuda crea que me la quiero coger. No, no creo, de repente solo piensa que soy un estudiante holgazán.
Huevones, la maestra se acerca, la putamadre, digo desesperado, en un momento todos nos quedamos enganchados con la revista que obviamos que el recreo había terminado.
Ella se acerca tranquila, no sé como carajos no oí el sonido de esos zapatos de tacón, que no entiendo lo que me hacen sentir, debería indagar en Internet porque me calienta ver los tacos, algo debe provocarme.
Ustedes no deberían ver esas cosas, todavía son niños. 
Maestra, por favor, no le diga al director porque nos podrían expulsar, ruegan todos a la misma vez. Yo no, yo estoy mudo.
No estoy segura, dice y coge la revista para llevársela a sus ojos. Yo le miro los pechos que su blusa semi abierta deja visualizar.
Sonríe, no es una sonrisa normal, no sé como describirla; pero tiene algo de malévolo. Lo voy a pensar, dice y se va llevándose la revista.
Avergonzados y sintiéndonos unos huevones caminamos detrás de ella, yo le veo el culito mientras que los otros se pelean entre sí.
Entramos a la clase, la maestra está ubicada sobre el escritorio, con sus largas piernas cruzadas y también lleva los brazos entrelazados, parece enojada. Sus lentes y sus labios rojos me tienen loco, no sé qué voy a hacer si sigo sintiendo todo esto, me importa un carajo lo que suceda, la maestra cada día me tiene más caliente y ya no puedo seguir sintiéndolo, necesito satisfacer esta maldita necesidad.
Hoy vi a sus compañeros leyendo revistas para adultos, dice y el resto de mis amigos se sienten avergonzados. A mí me importa un pedo, puedo ver lo que me guste porque soy hombre y tengo necesidades, se lo hago saber.
¡Usted se queda después de clase! Sentencia señalándome. 
Termina la clase y los demás se marchan, me mantengo estático en mi asiento, pensando en que voy a tener que lidiar con su enojo, hasta ahora desconocido porque ando viéndole los senos.
Cuando todos se marchan se acerca y ante mi asombro deja la revista sobre la carpeta diciendo, ¿Serías capaz de hacer lo mismo?
Me enciendo y sin pensarlo me acerco para cogerla de la cintura. Retrocede y choca con el pupitre. Se sube al mismo y entrelaza su brazo con mi cuello llevando el rostro a sus senos. Dios, los siento como los imagino todas las noches. 
Me aleja con brusquedad; pero me gusta, obvio y cogiendo mi rostro de las mejillas me jala a su boca y lo que experimentó es indescriptible.
Enseguida, desabrocha su blusa; pero yo la sigo y la termino por sacar quedándome impactado con sus pechos que no dudo un instante en quitarle el maldito sostén. Lo hago como si de un experto se tratase, usando dos dedos y sus pechos, firmes y grandes se encuentran frente a mí. Los sujeto como he visto en películas porno, los amaso con ambas manos, movimiento circular, hincando el pezón, queriendo morderlo y haciéndolo al rato, oprimiéndolos y viendo como se calienta la maestra. Me toca besarlos, ella quiere que lo haga porque vuelve a llevar su mano a mi nuca y me jala con rapidez, le beso los pechos con calma, luego con locura y después con pasión desenfrenada.
Ella se calienta, gime, alza la mirada y luego regresa para cogerme de los cabellos, me encanta que lo haga y yo que no dejo de besar sus senos.
Inmediatamente, se levanta del pupitre y sin hablar, se lleva la mano al trasero y corre el cierre de la falda, yo me encargo de bajarla haciendo lucir poco a poco ese encaje que lleva puesto.
Que rico por el amor de Dios, pienso. Le pido que se quede con los tacos, no estoy seguro porque; pero me excitan todavía más. 
Me acerco y me encargo de tocarle todo el cuerpo, la echo sobre el escritorio y la siento con mis manos, le toco todos los rincones de su ser, se mueve, mueve las piernas, dobla las rodillas, gime, suspira, cierra los ojos, alza la mirada, vuelve a gemir, me encanta.
Le quito las pantis y la ropa interior teniéndola completamente desnuda y la jalo de tal manera que su vagina quede al borde, me fascina esa posición, entonces, le beso la vagina con mucho deseo, pasión y delirio, he anhelado este momento, me he masturbado pensando en eso, con sentir ese olor particular, con sentir su 
humedad en mis labios, momentos de gloria, definitivamente.
Lleva sus manos a mi nuca mientras continúo besándole la vagina, me encanta y podría hacerlo durante horas.
Me bajo el pantalón y saco mi erecto pene, lo acerco rápidamente y comienzo a penetrarla. Tengo sus piernas sujetadas por mis manos, están elevadas y yo hago movimientos rápidos y lentos, lo disfruto y me encanta que lo goce, el sonido que hace me excita todavía más.
Rato después, giro su cuerpo para tenerla de espalda, abre bien las piernas, no se lo pido, lo hago yo mismo y la penetro con brutalidad. Que rico, que rico, pienso y lo digo, no sé si en voz alta o baja, solo sé que estoy en las nubes y le cojo el cabello para sentir que me pertenece. Eres mía, eres mía, se lo repito muchas veces aumentando la presión en su cabello y jalándoselo. 
Si, si, repite y me enciendo más. Suelto un poco el cabello; pero sigo penetrándola velozmente, deteniéndome por momentos para poder observar como entra mi pena en su vagina. Si algo me gusta bastante es mirar, por eso me detengo por ratos y observo cómo se la meto, como entra toda mi pinga en su vagina humedecida.
De repente, se reincorpora y se agacha, coge mi miembro y se lo lleva a la boca mientras me observa por debajo de los lentes, la sensación me lleva a otro planeta y dejo que se encargue de mí. 
Hubiera deseado poder aguantar más; pero en un par de minutos me vengo en su rostro y me traslado al paraíso.
Lo más excitante resulta que al mirar a mi izquierda, en la ventana de la puerta, todos se encuentran curioseando, han visto la forma como hemos cogido y se han masturbado mientras nos miran.
La maestra avergonzada se limpia el rostro y coge sus prendas para salir apresurada, yo sigo sintiéndome un Dios y en ese momento… Abro los ojos y estoy sobre mi cama, desnudo de la cintura para abajo, con una revista porno a un lado y todo el semen rodeado por el edredón. La putamadre, la misma mierda de todas las noches, pienso y suena el despertador.

Fin 



viernes, 18 de septiembre de 2015

Taller de Literatura

- Me acabo de matricular en un nuevo taller de Literatura, específicamente en el tema de cuentos, me pareció interesante desde que leí la metodología que me sugirió una amiga, la dulce Fio, que no tiene nada de dulce, por lo que viste con chaqueta rockera, botines y jeans rasgados; pero curiosamente, cuando visito su perfil veo publicaciones de canciones románticas, entonces me resulta dulce.
Atravieso una ruptura sentimental y por más extraño que sea, empiezo a sentirme bien, pues, me doy cuenta que por fin logro tener el tiempo suficiente para dedicarme a lo que amo, en su total plenitud. Aparte, me mantiene ocupado.
Resulta que ingreso al aula y veo a Fio interesada en una nueva lectura. Me acerco para asustarla, me encanta sorprender a las personas de esa manera.
¡Hey, loca! Le digo enérgicamente y ella se queda anonadada para enseguida decir: ¿Qué carajos…? Pero al instante, me ve riendo y agrega, casi me matas del susto.
Hazme espacio pues, le digo y me acomodo a su lado.
¿Cuántos son? Pregunto. Fácil y serán unos diez, dice.
¿Y cómo va el libro? Tú siempre andas ocupado, ya no te dejas ver, si no te aviso para este curso no te veía nunca, reclama; aunque sonriente.
Tú sabes, andaba ocupado con el tema del nuevo libro y ahora estoy atravesando una crisis emocional, le comento.
Se interesa rápidamente en el asunto del corazón y pues, como le tengo confianza, le cuento lo ocurrido.
Lo entiende con claridad y charlamos del otro asunto. Le cuento que acabo de terminar de escribir la novela y se emociona porque es de las pocas personas que conocían el proyecto, debido a que se inició durante un taller anterior y terminó por ser una novela, no un cuento como tenía pensado al inicio.
Me pide, bueno, exige, que le pase el manuscrito para darle una ojeada, es una chica inteligente, ha estado en cientos de talleres de literatura, su pasión, según dicta, es el teatro; pero en sí, le gusta todo el tema del arte, por ello tiene conocimiento de buenos autores y obras. Se haría estupendo que me diera un comentario honesto.
Dame tu correo y te la paso mañana, le digo y dicta su correo, el cual anoto en las notas de mi celular.
Al rato comienzan a llegar los demás estudiantes, siempre hay de todas las edades, eso me parece estupendo.
Al cabo de unos minutos completamos el grupo de diez personas y aparece el docente, es el mismo de siempre, pues, parece que tiene una gama de conocimientos. Además, le tenemos cierta confianza por ser conocido, por ello se hace bacán que sea él el indicado.
Saluda a los presentas y explica la metodología, lo que me gusta y no vi en el link que me enviaron es que en cada clase tenemos que realizar un cuento y es justamente lo que realizo actualmente que he terminado mi nueva obra. Por ello, puede que los cuentos que escriba los suba al Blog enseguida.
La primera clase resulta chévere, mi cuento trata sobre una relación efímera con una mujer más alta que yo, mientras que Fio escribió un cuento sobre una anécdota familiar.
Para los treinta minutos que tuvimos para escribir debo admitir que me salió bien. Claro que lo siguiente que ocurrió fue el veredicto de la persona que lo había leído, en este caso, mi compañera de al lado, quien, por suerte o de repente, buena onda o quizá, sinceridad, dijo que estuvo bacán.
Bueno, en términos prolongados, dijo lo siguiente: Bryan describe una relación amorosa con una chica que tiene la característica de ser más alta que él, relata el inicio, durante y final con un lenguaje ligero y dosis de romanticismo que ayuda a que la historia de amor pueda enganchar al lector. Concluye con lo siguiente, cualquiera puede llegar a identificarse.
Al culminar el curso quería saber si era verdad lo que conté y yo le dije, obvio como gran parte de los textos que escribo. Quiso saber más detalles; pero no tuve ganas de argumentar. Le dije, todo lo que leíste, es todo lo que ocurrió.
Acerca de su cuento yo dije lo siguiente: ¿Cómo un paseo en familia te puede dejar un cuento? Y enseguida seguí, me gusta lo cotidiano del relato, eso hace que cualquiera que ha visitado Chosica puede sentir que está nuevamente allí. Me ha gustado.
Ella quedó conforme con el comentario y yo con el suyo.
A la salida del centro cultural caminamos un rato hasta llegar al paradero, yo no tenía apuro en llegar a casa, ella tampoco, por eso me dijo para continuar andando mientras le iba contando mi tema emocional.
No soy de contar mis situaciones personales; pero Fio se ha vuelto mi amiga y me da confianza. Además, uno siempre necesita de expresarse para liberar esos asuntos agobiantes.
Hablamos mientras caminamos y sin querer llegamos hasta el Ovalo Gutiérrez y todavía quedaba harto por contar, entonces resolvimos entrar a Starbucks y beber café al tiempo que charlamos.
Hablamos un montón, dejamos ese tema a un lado y nos fuimos por tangentes y demás. Terminamos hablando de fútbol y el próximo encuentro de la selección. Ella me recuerda a mi hermano, no confía en los muchachos y yo la lleno de fe, aunque solo por escasos segundos. Es natural que las personas ya no crean, le digo; pero pienso que vamos a clasificar, tengo fe, agrego emocionado y ella responde, estás loco Bryan, esos tipos son unos borrachos.
Sea como sea, yo nunca voy a dejar de creer, termino diciendo y ella dice al final, ojala pues, es lo que todos queremos.
Después hablamos del concierto de Arjona, le dije que no iba a ir porque fui tres veces, ella respondió con efusividad: ¿Tres veces? A mí no me gusta ese pata. No íbamos a entrar en discusiones.
Sé que te gusta la onda de Calamaro, Soda Stereo y demás, que son buenos; pero se también que te vacila Alejandro Sanz.
Claro pues, sonso. Alejandro Sanz es otro lote comparado con ese tarado, asevera y me da risa la forma como lo dice, haciendo un ademán en señal de menospreciar.
En fin, tantos temas se dialogan una mañana, durante y saliendo del taller.
Uno se reconforta con esta clase de amigos, con quienes se puede
charlar de todo un poco, te escuchan y comparten ideas, algunas
distintas, otras comunes; pero todas respetadas.
Mañana de nuevo vuelvo al taller, resulta genial despegar la mente a base de conocimiento, olvidar algunas situaciones jodidas y alegrarse la vida haciendo lo que uno ama.

Fin

jueves, 17 de septiembre de 2015

Ella me lleva una cabeza

- Era el cumpleaños de Jimena, llegamos a las once y tanto de la noche, tarde como siempre. Diego tocó la puerta, el resto se escondió detrás de mí. Cada uno superaba los veinte y dos años y seguían comportándose como niños.
La cumpleañera salió a recibirnos, amable como de costumbre. La saludamos y deseamos un feliz cumpleaños para enseguida ingresar a su casa en Lince.
Adentro notamos que el número de chicas triplicaba al de varones, entonces, nos sentimos afortunados. Solo sentimos porque de ahí a intentar conquistar a alguna fémina es otra historia.
Una vez acomodados en un largo mueble donde curiosamente entramos todos pegados, comenzamos a preparar el exquisito ron con Coca Cola para deleitar a nuestros paladares.
Previo a ello, Diego le había pedido una jarra y ella trajo la más grande de su casa. Creo que sabía que podrían destruirla, por eso trajo una de plástico, de esas que miden cuatro litros. Se hizo gracioso al inicio, luego servimos el ron y empezamos a disfrutar del mismo.
Todo parecía ir bien, la música de fondo, el ambiente oscuro y por supuesto, las simpáticas mujeres que se aglomeraban en la sala.
Todas son bonitas, me lo dijo un amigo al oído. Claro que intento darle sutileza cambiando el término que utilizó.
Inmediatamente después de haber culminado la primera jarra de ron, Diego y Felipe invitaron a un par de chicas a bailar. Ellas, con únicas intenciones de danzar, acompañaron a los muchachos a la pista y el baile se inició.
Muchos saben que no suelo bailar, no es lo mío, prefiero beber y conversar. Sin embargo, entre tantas mujeres vi a una en especial, debo decir que llamó mi atención con rapidez (lo cual no suele suceder siempre).
Me pareció bonita a primera instancia; pero de ahí a acercarme y conversarle existía un largo trayecto que posiblemente no estaría dispuesto a recorrer.
Por ello seguí bebiendo y observando a mis amigos salir a bailar, desesperados por conocer a una de las tantas chicas.
Me daba gracia la forma como se dirigían a la muchacha elegida, inclinaban un poco el cuerpo y estiraban la mano para invitarla a bailar. Sus bailes también eran graciosos, más que todo por la forma como movían el cuerpo, totalmente distinta al ritmo de la canción.
Llegué a quedarme junto a Steve, un amigo de Diego, que primera vez salía de rumba con nosotros. No teníamos mucha confianza, habríamos hablado anteriormente tan solo un par de veces. El resto estaba bailando y junto a dicho sujeto comencé a beber el ron que quedaba de la segunda jarra.
Steve tampoco bailaba, según decía: Prefiero beber y beber que andar bailando como ellos.
Yo pensaba igual; aunque, de hecho, en algún momento tendría que bailar por si las ganas de querer saber algo de esa chica aumentaran de repente.
Curiosamente así fue, ocurrió cuando fui al baño. Ella se encontraba sentada en la mesa de la sala, no veía que tomara como las otras chicas, por eso, quizá, no la notaba tanto. Llevaba consigo un vaso con vodka y un cigarrillo. Charlaba con una señora, imaginé que se trataría de la madre de Jimena, la vi al cruzar el pasaje que dirige al baño y quise volverla a ver cuando retorné al lugar de la fiesta.
En ese momento, en el regreso, me pareció mucho más bonita que antes. Además, tenía la particularidad de ser bien alta, digamos, una cabeza más que yo. Claro, en ese entonces llevaba tacos; pensé que no habría tanta diferencia si los cambiara por zapatillas.
Me sorprendí imaginando esas cosas, supe entonces que el interés había aumentado y estando en una fiesta, la única razón para poder conversarle era invitándola a bailar.
Y yo que no bailo ni el trompo, pensé para mis adentros riéndome de mi mismo y el buen Steve que hablaba sin parar creyendo que lo escuchaba y me reía de su chiste.
Puede que exista otra manera, pensé y vi a mi derecha para darle la jarra a Steve; pero el sujeto no estaba. Tal vez se fue al baño, pensé y volví a llenarme el vaso de ron.
El resto de los muchachos seguían bailando, al parecer, un remix de veinte minutos.
—¡Dios mío! Se escuchó de pronto. Una voz desesperada y angustiada.
Algunas chicas se acercaron hacia el lugar cruzando el umbral que divide la sala con el pateo donde ocurre la fiesta. Yo también hice lo mismo para curiosear.
La empleada se encontraba intentando sujetar de los hombros al buen Steve, que, inconsciente, se hallaba recostado sobre la pared del pasadizo cerca al baño.
—¿Qué le habrá pasado a ese tipo? Quise saber entre risas.
Se acercó la mamá de Jime y le pregunté con calma: Muchacho, ¿Te encuentras bien? Pero el tipo estaba hecho un desastre.
Enseguida, se apareció Diego y ayudó a la empleada a levantarlo, yo me hice el sonso mirando para otro lado.
—El chico ha orinado en el piso, dijo la empleada de repente.
Me sorprendí negativamente y admito que quise soltar una carcajada; pero no lo hice porque la chica alta que me gustaba se encontraba a mi lado.
—¡Que malcriado ese sujeto! Comenté para que me escuchara.
—Debe haber tomado bastante, dijo la chica.
—Oye, ven a ayudarme a recoger a Steve, dijo Diego señalándome.
La chica me vio y con una sonrisa, me dijo: Parece que te llaman.
Sonreí y me acerqué.
—Vamos a llevarlo a la hamaca del pateo trasero. Que se quede jato ahí nomas.
—Ya, ya, le dije a Diego y lo cargamos juntos hasta llevarlo a ese lugar.
Al regresar, la chica ya no estaba, se había ido a seguir conversando con las tías. Parecía una muchacha seria, no andaba bailando, tampoco tomaba en exceso ni siquiera conversaba con chicos, por eso me llamaba más la atención.
Resolví preguntarle a Jimena por su nombre, para entonces no teníamos tanta confianza, éramos una especie de conocidos que hablaban por MSN. No quería que pensara que tenía otras intenciones; aunque fui un tonto al creer eso.
Ella me llevó donde se encontraba su amiga, nos presentaron y luego se quedó estática a un lado como pensando, que lindos, ¿Y ahora se van a besar?
Jime solía ser fresa, tenía su cara tierna viéndonos a los dos, yo estaba nervioso y su amiga andaba sonriendo.
Decidí romper el hielo con una pregunta, ¿Qué tomas? Ella respondió, vodka, ¿Y tú? Le dije, ron e hilvanamos la charla.
No me di cuenta cuando Jimena se fue a bailar. Seguí hablando con Sandrita, a quien mencionó al momento de presentarnos, como su mejor amiga. Hablamos más que todo del tipo que dormía en una hamaca, también sobre lo que hacíamos y de pasada, acerca de la fiesta que estaba buena.
Sabiendo que en cualquier momento nos separaríamos le pedí el MSN y lo anoté en el celular. Pude sentirme tranquilo teniendo su MSN anotado.
La charla continuó un tiempo más. A ella no le gustaba tomar más que un par de vasos y yo deseaba llenar mi vaso de ron, entonces nos abrimos por un tiempo. Claro que luego nos reencontramos por los espacios de la casa, generalmente cuando iba al baño y atravesaba el pasadizo y podía verla de regreso. Le sonreía, respondía de la misma manera y sentía que existía cierta empatía.
Al terminar la fiesta, en el momento en que su madre les dijo a todos que la jarana había culminado, salimos caminando llevando la botella de ron restante y la jarra a medio llenar, además de un vaso. Cuando todos salieron tuve tiempo de despedirme de Sandrita, claro que después de despedirme de la cumpleañera y le dije que luego nos encontraríamos en el MSN. Aceptó y sonrió, entonces me fui.
Era una chica muy bonita, de cabello negro y lacio, ya he mencionado que muy alta y con una grandiosa y enorme sonrisa. Además, tenía una particularidad, no dejaba de reír.
En la esquina recordamos que habíamos dejado al buen Steve en una hamaca y fue Diego el responsable de ir a recogerlo.
El tipo se puso terco y se quiso ir a su casa. Lo embarcamos en un taxi y nunca más volví a verlo.
Un par de días más tarde, agregué a Sandrita al MSN, a pesar que Jime me dijo que lo hiciera al instante.
La primera charla trató acerca del tipo que se orinó en el pasadizo y lejos de sentir vergüenza ajena, me resultó gracioso que lo tomara como una palomillada de borracho.
En ese rato pensé en Jime y dije para mis adentros: Tal vez nunca nos vuelta a invitar a su fiesta y no vuelva a ver a su amiga. Sin embargo, estaba equivocado, no tanto por el hecho de la fiesta, sino que ella fue Cupido de esta historia.
Conversamos otro par de veces más por el entrañable MSN y acordamos en vernos la semana siguiente, casualmente, cuando salía de vacaciones. Me pareció estupendo y mejor aun que Jime estuviera con nosotros, entonces, no estaría tan nervioso.
El día acordado detuve la D y llegué a Risso cuarenta minutos después, era viernes y tenía planeada una chupeta al regresar. Ella me esperaría en Plaza Vea y no imaginé que tardaría tanto; aunque debí saberlo porque generalmente las chicas demoran en llegar. Lo sé desde tiempos ancestrales y nunca me percato al momento de la cita.
Cuando Sandrita llegó me pareció más bonita que antes, llevaba bien puesta esa gran sonrisa que la caracteriza y se veía reluciente, tal vez, porque su alegría le daba un aura de energía positiva.
Nos saludamos entre sonrisas y risas y caminamos hacia un parque cercano a la casa de Jimena. El lugar era enorme y repleto de arboles y bancas, me pareció un lugar propicio para sentarnos a charlar.
Iniciamos la plática con las preguntas de siempre, ¿Qué tal?, ¿Qué te cuentas? y nos fuimos contando anécdotas.
Ella me relataba algunas historias con Jime y yo le contaba mis días locos con mis amigos enfatizando en los ratos graciosos.
Luego hablamos acerca de nuestros gustos, los cuales eran similares, también teníamos en común el placer por reír de todo, era algo natural en ambos, reír por lo que fuera. Me gustaba que lo hiciera, por lo que me contagiaba con su alegría y se notaba su linda sonrisa. Esa tarde creí que no terminaría diciéndole que me gustaba su sonrisa; pero se lo hice saber poco antes de irme.
En medio de la conversación se apareció Jimena, quien llegaba de las clases de inglés y se acoplaba a nosotros. Ella dio la idea de comprar unas bebidas y entonces fuimos a Vivanda.
Mientras ellas escogían lo que querían tomar, yo me quedaba pegado viendo los libros en un stand imaginando que podría caber el mío. Siempre tuve esa ilusión.
Luego, nos acercamos a la caja y nos encargamos de comprar las cervezas bien heladas.
De regreso continuamos charlando de las situaciones ocurridas en la fiesta, Jime se notaba tranquila con el asunto de la orina en el pasadizo; aunque, de hecho, yo sé que no estaba tan tranquila como parece, debía de haber ardido en algún momento.
De vuelta al parque nos sentamos en la misma banca y seguimos charlando.
Tomamos las cervezas y fumamos puchitos mientras hablábamos de todo un poco, los temas salían y salían, aparte, Jime siempre suele hablar un montón, entonces, se hacía sencillo tener temas de conversación.
Tiempo después, cuando empezaba a anochecer acordamos en volver a juntarnos porque había resultado estupenda la plática junto a las cervezas. Yo encantado porque había quedado enganchado con la chica, aparte, sentía que a Jime le agradaba la idea de juntarnos.
Pues, antes de despedirnos, le dije a Sandrita que me gustaba su sonrisa y para darme un gusto, sonrió.
En el siguiente encuentro Jime se ausentó, por ello tuve la oportunidad de decirle que me gustaba. Fue un momento vergonzoso, hace mucho que no me atraía tanto una chica y decirlo se me hizo complejo; aunque al final tuvo un buen resultado.
Sandrita, la chica alta que conocí en una fiesta, me dijo, también me gustas y nos fuimos acercando lentamente, sentados sobre la misma banca y en un atardecer estupendo, para darnos un beso.
Fue de esa manera como empezamos nuestra relación amorosa. Jime todavía no lo sabía y se asombró para bien cuando se enteró, es más, recuerdo que me envió un mensaje de felicitaciones.
Ella volvió para el tercer encuentro, siempre en el mismo parque y en la misma banca, no era casual, solo llegábamos a ese lugar por naturaleza. Nuevamente compramos cervezas y cigarrillos y el andar cogidos de la mano era gracioso, por lo que ella era alta,
mucho más alta que yo a pesar que no llevaba zapatos de tacón.
Era linda, más cuando sonreía y era muy amable, le gustaba dar antes de recibir, también era dulce y no tan habladora, por eso tenía que hablar de más y llegaba a gustarle porque le decía cosas lindas al oído o mirándola a los ojos, provocando su sonrisa.
Me gustaba que fuera estudiosa; aunque por ello no nos vimos en algunas ocasiones, yo entendía; pero ella pensaba que hacia mal, tal vez se sentía acongojada por ese hecho. Sin embargo, siempre que se podía nos veíamos donde siempre, a veces solos u otras veces con la grata compañía de su mejor amiga.
En dicho tercer encuentro, Jime nos vio besarnos por primera vez y su reacción fue graciosa, recuerdo que le di una carta y le dije que la leyera en su casa; pero su amiga la abrió y le echó un ojo. Me sentí avergonzado; pero noté que ella lo estaba más, llevaba el rostro pintado de rojo y no dejaba de sonreír, entendía que realmente lo hacía por todo, hasta cuando estaba nerviosa. Me gustaba todavía más.
También nos encontrábamos en el MSN. Sandrita me contó que no solía conectarse y que lo hacía más seguido desde que empezó a salir conmigo, me sentí importante.
Hablábamos bastante, colocábamos Web Cam y no nos extrañábamos.
Salimos una cuarta ocasión, claro está, de nuevo en el mismo lugar.
Esta vez tampoco estuvo Jime y en lugar de estar sentados resolvimos caminar por los alrededores del enorme parque, anduvimos cogidos de la mano y como tantas ocasiones me resultaba chistoso que fuera más alta que yo. Ella por buena onda se ponía zapatillas y aún así seguía siendo alta, me gustaba que lo fuera y me daba gracia que algunas personas nos miraran. Para darle un beso debía de elevarme un poco, me resultaba cómico y el beso como siempre exquisito.
Dábamos la vuelta al parque y regresábamos a la misma banca, nunca la ocupaban, siempre estaba dispuesta para nosotros, es un detalle que nunca pensé; pero ahora mientras cuento esta historia lo señalo con claridad.
No solo paramos en dicho parque por Lince, también hicimos una
diversidad de cosas distintas, por ejemplo, una vez fuimos a un bar llamado Sargento, frecuentando por ambas en sus tiempos libres, más que todo por el estilo de música. Era mi primera vez en dicho bar y resultó bacán a pesar que no soy muy apegado a ese estilo. Lo importante era pasarla juntos y tratar de incluir en mi vida sus aficiones, por ello asistí dejando atrás una reunión que tenia con mis amigos.
Nos quedamos hasta las tres y tanto de la madrugada y luego llegaron a recogerlas y nos despedimos. Yo me fui a mi casa en un taxi; pero antes caminé por el Boulevard de Barranco inspirándome, algo que me encanta realizar es caminar y que mejor que hacerlo en lugares en donde uno encuentra inspiración con facilidad.
La mayor parte del tiempo de nuestra relación la pasamos encontrándonos en Plaza Vea de Risso, caminar al enorme parque por la casa de Jime, tomar unas cervezas, a veces vodka y conversar de todo un poco. A mí me encanta hablar de todo y disfruto hacerlo con buena compañía, alguien que charla sin fronteras y adora escuchar tanto como yo lo hago.
Resolvimos quedarnos tiempo en la banca, darnos besos y abrazos y contarnos historias basadas en anécdotas graciosas, lo que ocasionaba que riéramos con estruendo.
Le escribía algunas cartas que siempre leía en su casa y luego respondía en persona porque según decía, no era de escribir y me gustaba que así fuera, que dijera lo que sentía cara a cara y después me diera un beso para decirme al instante, te quiero.
En mi cumpleaños fue a mi casa junto a Jime, tomamos vodka en mi habitación recién restaurada como previo a lo que se avecinaba y daba la lejanía de sus hogares no podrían asistir por la noche; sin embargo, fue maravilloso que vinieran por la tarde y me dejaran mi regalo, nada más y nada menos que un exquisito ron. Creo que es lo mejor que me pueden regalar.
Esa tarde bebimos y charlamos como de costumbre, se quedaron enganchadas con mi cuarto a pesar que recién estaba en renovación. Además, fueron las primeras en saber acerca del primer manuscrito de mi libro, el mismo que luego adquirirían y no dejarían de reír con las situaciones cómicas que relato en el mismo.
No discutíamos mucho, tal vez, no hubo tiempo de conocernos más y probablemente encontrar características desagradables; pero quiero pensar que era porque nos llevábamos genial y teníamos algo especial en común, el hecho de reír y sonreír por todo, eso hacía que nuestros encuentros fueran agradables y divertidos.
Así pasamos gran parte del tiempo; aunque nos veíamos una vez por semana y de hecho, nos extrañábamos, satisfacíamos esa necesidad con el encuentro en el parque de siempre, tantas veces junto a la dulce Jime, tomando chelas y fumando puchos. Platicando de todo y riendo como de costumbre.
Duramos poco menos de cinco meses. Llegaron tiempos complicados, parciales y falta de tiempo, diferencias no tanto, solo que no coincidíamos en el horario y una tarde mientras charlábamos en MSN llegamos a la sana conclusión que deberíamos intentarlo como amigos. Pienso que ambos estuvimos a gusto con el resultado, la habíamos pasado estupendo en pareja y podríamos ser amigos sin rencores. Y así fue como terminó y no volví a ese parque. Tal vez, nadie se haya vuelto a sentar en esa banca.
No obstante, quedan gratos recuerdos de una relación agradable con una muchacha bien alta, de cabello lacio y negro y bonita sonrisa a quien siempre le voy a tener un cariño especial.

Fin

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Maestro Barbieri

—Loco, ¿Y esas flaquitas?, preguntó Maculy al ver el display de la conversación.
—Con quien converso es la del centro, respondí mientras chateaba.
—¿Conoces a sus amigas?, preguntó al tiempo que se apoyaba en mis hombros para curiosear mejor.
—Oye, no seas sapo, le dije estirando los brazos para alejarlo.
—Dile para salir los cuatro. Tú con esa chica y yo con su amiga, la de blusa celeste.
No es mala idea, pensé.
—Espera, le voy a decir, le dije para que se calmara.
Se fue a un lado a encender un cigarrillo.
—Fuma en la ventana, le dije.
—No jodas, huevón, respondió y encendió el pucho.
—Al menos arroja las cenizas al cenicero, no seas sucio.
Le alcancé el cenicero que se encontraba dentro de un compartimiento del escritorio y añadí: Dame un puchito.
—Chapa.
—Chévere. Pasa el encendedor.
—Chapa.
Encendí el cigarrillo y me recosté sobre la silla colocando mis manos en la nuca para relajarme.
—Ya le dije para salir.
—¿Firme? A ver, a ver.
—¡Bien, carajo! Dijo emocionado dándome palmadas en la espalda.
—¿Cuándo salimos? Preguntó de igual manera.
—He quedado para mañana a las seis de la tarde. Me ha dado su dirección, checa en la conversación.
—A ver.
—Sí, huevón. ¡Qué paja! Pero, dice para salir los tres. ¿A qué se refiere?
—Simple pues, huevón, tenemos que decirle a un alguien más. Ellas son tres y nosotros seremos tres.
—¡Buena loco! Pero, ¿A quién le decimos?
En ese momento, tocaron la puerta de mi habitación.
—¿Quién es?
—¡Yo pues, carajo!
Era Diego quien entraba con su cabello largo, lata de cerveza en mano y siguiendo el ritmo de la canción que se escuchaba danzaba mientras ingresaba a la habitación.
Maculy y yo reímos al verlo bailar.
—Súbele dos soles de volumen, dijo y como no le hicimos caso, lo hizo él.
Siguió bailando porque la canción le gustaba, a pesar que le dijimos que mañana saldríamos con tres flacas, él continuó moviendo los pies y las caderas, el cuello y de pasada, el trasero.
—Píntame esa jugada, dijo al terminar la canción.
Bajé volumen y le expliqué la situación.
—Ya pues, bacán. Mañana la hacemos con fuerza con esas tres flaquitas.
—Yo quiero a la de celeste, dijo Maculy señalando la foto en el display.
—Bueno pues. Yo chapo a la otra, dijo Diego.
—Y tú a Mariana, con quien estás hablando ahora, dijo Maculy quien era el más entusiasmado.
—Entonces, acordemos todo, les dije a ambos frotándome las manos y dándole la espalda al monitor.
—¿Cómo hacemos? Nos encontramos acá a las cinco, tomamos unas chelas como previos y nos mandamos a su casa a las cinco y media en un taxi. Llegamos a las seis y armamos la juerga hasta las últimas, relató Maculy con una convicción impresionante.
Diego y yo nos miramos sorprendidos y nos echamos a reír.
—Claro pues, locos, díganme si no estoy en lo cierto, dijo abriendo los brazos.
Ambos volvimos a mirarnos y casi a la par le dijimos: Si pues, tienes razón.
—Bueno, vamos a tomarnos unas chelas y luego calabaza cada uno a su casa, dije y todos estuvieron de acuerdo.
Aunque, obviamente, seguiríamos conversando por MSN.
Y así fue. Maculy me tuvo, literalmente, loco durante gran parte del tiempo que estuvo conectado en el MSN.
Me repitió a cada momento el mismo plan que dijo en la tarde, incluso, añadió a Diego a la conversación para acordar de nuevo.
—¡Sí, carajo! Iremos de todas maneras, escribió Diego, añadió algunos emoticonos chistosos y se fue.
Escribí muchos (jajaja) y añadí varios emoticonos.
Luego, me desvié de la conversación para continuar chateando con otras personas; pero el buen Maculy seguía molestando y cuando no le respondía con rapidez enviaba zumbidos.
Estaba seguro que lo hacía por molestar, el hombre se hallaba desesperado por tener un encuentro casual y sexual con una mujer que deseaba que todo saliera de acuerdo al plan, de alguna manera lo entendía, tal vez, porque era mi amigo.
Al día siguiente por la tarde, después de bañarme y vestirme, tocaron el timbre.
Eran alrededor de las cuatro y media cuando Maculy apareció afuera de mi casa, bien vestido, seguramente perfumado y peinado como de costumbre. Ansioso y probablemente lujurioso.
Lo hice pasar y esperar en la sala mientras terminaba de alistarme.
Algunos minutos más tarde, llegó Diego, quien tenía la costumbre de no bañarse; pero si de perfumarse con exageración.
Ambos esperaban en la sala. Al terminar de alistarme les dije que subieran, por suerte, Maculy se había adelantado trayendo cervezas. Me pareció estupenda su iniciativa. Diego solo trajo su presencia y yo tenía puchos en mi cajón.
Empezamos a tomar las chelas escuchando música y acordando detalles para más tarde.
Al terminar las cervezas, apagué la computadora y salimos de mi habitación, cerré la puerta y le dije a mi vieja que vendría en un par de horas.
Encendí un pucho mientras caminábamos al paradero, nos sentíamos bacán y frotábamos nuestras manos en señal de ansiedad por lo que se venía.
Detuve un taxi, les dije el precio a los muchachos y Maculy accedió con rapidez sin ni siquiera intentar regatear.
Su razón era simple, estamos yendo tarde y estoy cachondo.
Durante el trayecto fumamos cigarrillos, yo estaba adelante y los de atrás no dejaban de joder. Se sentían nerviosos y ansiosos, querían llegar lo más rápido posible, por eso tampoco dejaban de preguntar por la dirección, incluyendo a esto, el hecho de cantar a todo pulmón la canción que la radio sintonizaba. Además, se piñizcaban entre si y también a mí.
—La dirección es Maestro Barbieri 665, repetía a cada rato.
—¿Es calle o avenida? Preguntaban a la vez.
—Calle. Calle Maestro Barbieri, repetía a cada instante.
—Muchachos, aquí es, dijo el chofer tiempo después para alivio de mi piel.
Pagamos y bajamos del taxi. Enseguida, encendimos otros cigarrillos para apaciguar los nervios, yo también comencé a sentirme nervioso, quizá, contagiado por su actitud.
—¿En qué número estamos? Quiso saber Maculy.
Diego se acercó a una casa y leyó en voz alta: Quinientos cincuenta y seis.
—Falta poco, sigamos avanzando, dijo Maculy e inmediatamente empezó a andar. Diego y yo lo seguimos.
—No te apures, loco, dijo Diego. Maculy se detuvo al escucharlo y logramos alcanzarlo.
—Qué extraño, dijo de repente.
—¿Qué sucede, huevón? Pregunté confundido.
—Mira, dijo mostrándome el papelito donde tenía anotada la dirección.
—Aquí dice 663, le dije.
—¿Estás seguro, huevón? Preguntó Maculy dudando de mí.
—Claro pues, gil, le dije con el ceño fruncido.
—A ver, déjame ver, añadió Diego acercándose para visualizar la dirección.
—Sí, dice 663.
—Entonces, ¿Por qué aquí termina la calle y no hay ese número? Preguntó Maculy fastidiado.
—Qué raro. Le voy a preguntar a ese tío, le dije y me acerqué a un señor.
—Buenas señor, ¿Sabe dónde queda esta dirección?
—Claro, joven, aquí a la vuelta sigue la calle, indicó el senil.
Me alegré, agradecí y fui a darles la noticia a los dos muchachos preocupados.
—Huevones, a la vuelta sigue la calle, les dije e hice ademán de tirarles un golpe.
—Vamos, vamos, dijo Maculy desesperado y nuevamente se adelantó.
Para entonces eran más de las seis. Doblamos a la izquierda en la esquina que supuestamente daba fin a la calle y nos ubicamos donde el señor me había indicado.
Efectivamente, leímos Calle Maestro Barbieri en una casa y nos sentimos satisfechos.
—Bueno, aquí fijo es, señaló Maculy una casa. Caminamos hacia allá y leímos el número 666.
—¿Seis, seis, seis? Preguntó Diego confundido y enseguida añadió: ¿No es seis, seis, cinco?
—De repente este huevón se ha confundido al escribir, dijo Maculy y resolvió tocar el timbre.
—¿Cómo se llama la flaca? Preguntó y volvío a tocar.
Definitivamente estaba decidido. Su convicción era impresionante.
—Mariana, le dije.
—¿Mariana, qué?
—No sé cuál será su apellido, huevón, le dije nervioso.
—¡Putamadre! Dijo Maculy y se acomodó el cabello.
Diego y yo nos colocamos a un lado de la puerta.
—Hola, buenas tardes, ¿Se encuentra Mariana? Escuchamos a Maculy.
—¡Aquí es huevones! Dijo enseguida y nos emocionamos.
—Es una de sus amigas, esta rica, carajo, dijo al rato, cuando la supuesta chica salió a recibirlo y se metió para pasarle la voz a Mariana.
—Ya no se queden ahí como giles, vengan para entrar todos juntos, dijo un motivado Maculy.
—Ya, ya, ya, le dije y junto con Diego nos acercamos.
Salió la chica, que no reconocí en las fotos y nos invitó a pasar.
Se me hizo extraño que al ingresar ella se fuera sin despedirse. Vi que abrió la puerta y se marchó.
—Seguramente piensa que esta demás, dijo Maculy con una sonrisa malévola.
Empezamos a reír; pero no tan estruendosamente como solemos hacerlo. Caminamos lento hasta llegar a la sala y escuchamos una voz decir: Siéntense, muchachos.
Hicimos caso a la invitación y nos acomodamos juntos en un largo mueble color negro.
—¿Podemos fumar? Preguntó Maculy con una curiosa confianza.
—Por supuesto, lindo, respondió la chica y vi a mi amigo mostrar su mejor sonrisa.
Enseguida, encendimos nuestros respectivos cigarrillos.
Ya no estábamos tan nerviosos, el escuchar ese comentario halagador nos hizo estar cómodos, era como si entráramos en confianza y estuviéramos dispuestos a pasar una jarana espectacular a base de licor y relaciones sexuales.
—¿Quién es el amigo de Mariana? Preguntó esa voz que no sabíamos de donde provenía.
—¡Yo! Dije con autoridad.
—Estas lindo, eh, respondió con dulzura y me sonrojé.
—¿Y el otro muchacho? Seguramente es para Celeste, añadió la misma voz y enseguida empezaron a escucharse los zapatos de tacón descender por las escaleras.
—Ya bajamos, chicos, dijo otra voz muy sensual que nos estremeció la piel.
Hasta el momento sabíamos que eran dos mujeres quienes estaban en un segundo nivel, una de ellas había descendido un par de escalones y luego subido, de repente quiso curiosear.
—Si gustan pueden servirse unos tragos, añadió una tercera voz.
—En la cocina los pueden encontrar, dijo esa voz.
No quise pasarme de conchudo; pero mis amigos lo hicieron, entonces, me empaté con ellos y nos preparamos un Cuba libre. Nunca antes habíamos probado un ron tan delicioso.
Sin embargo, lo que deseábamos era conocer a las tres féminas que se encontraban arriba, de repente, alistándose.
—Bueno, muchachos, ahí vamos, dijeron las tres al mismo tiempo y nosotros, muy educados, resolvimos dejar los tragos sobre la mesa y pararnos para contemplar a las muchachas.
Se oyeron los zapatos de tacón impactar contra las escaleras, poco a poco se iban escuchando con mayor claridad y repentinamente comenzamos a visualizar la aguja en los zapatos, las pantis negras y unos grandes y provocativos muslos; una falda corta de un color llamativo, otra con vestido y la siguiente de igual modo. Enseguida, el resto del cuerpo hizo su aparición y notamos que las tres llevaban el rostro de un hombre de cuarenta y tantos años que había sido maquillado.
—Nosotras somos las hermanas Celeste, Mariana y Camila, dijeron en coro y fácilmente pudimos notar el tremendo grosor de la pija que una de ellas -bueno, ellos- tenía en la entre pierna haciendo que nos diera cierto repudio.
—Lo siento, señores; pero nos retiramos, les dije y sin embargo, ellos cambiaron de voz y parecieron enojados dejando salir a flote su verdadero tono de voz, el cual fue espeluznante.
No creíamos que eran travestis, tampoco de dicha procedencia, era posible que los hubiéramos visto frecuentando por el puente Atocongo a las dos de la madrugada.
—Señores, no podemos quedarnos. Nosotros nos retiramos, dijimos los tres; pero ellos seguían enojados.
—No nos han hecho cambiarnos por las huevas, nosotros vamos a acostarnos con cada uno de ustedes, aseveraron molestos.
—¡Nicagando, huevones! Dijo Diego enfurecido.
Entonces, corrimos hacia la puerta tan rápido como pudimos. Por suerte, no estaba con seguro, la abrimos y logramos salir.
En ese momento, Diego y yo nos dimos cuenta que Maculy no había salido con nosotros.
—¡No jodas! ¡Se quedó ese huevonazo! Gritó Diego preocupado y cogiéndose los cabellos.
—¡La putamadre, huevón! Le dije asustado y volvimos a tocar la puerta; pero nadie nos abrió.
—¿Por qué no supiste que eran travestis?
—Que voy a saber yo, huevón. Si tenía la foto de una flaca en el display, le dije exaltado.
Nos sentamos al frente de la casa, exactamente en un muro que divide la calzada con el césped y encendimos los últimos cigarrillos.
Pasada la hora, la puerta se abrió y salió Maculy con un rostro alegre, lo cual nos resultó extraño para la ocasión.
—¿Qué pasó, huevón? Putamadre, debiste correr más rápido, dijo Diego cogiéndolo de los hombros.
—Cuenta carajo. ¿Qué pasó? Le dije preocupado.
—Nada, locos. ¿Nunca han estado en un cuarteto? Respondió y se fue sonriendo.

Fin



domingo, 13 de septiembre de 2015

El matrimonio

- No es algo que me quite el sueño. Por ahora tengo varios proyectos en mente que sí me dejan pensando hasta madrugada. Entre ellos, el deseo de culminar mi nuevo libro y luego el tema logístico que se avecina (editoriales, distribuciones, entre tantas otras cosas). Además, reinventarme con otra obra y el hecho de meterme a estudiar Literatura y perfeccionar el talento. Este segundo acto me resulta recontra importante para mis aspiraciones.
Por eso no pienso tanto en el tema de casarme y formar una familia, por el momento, me basta con la que tengo.
Aparte de escribir, pienso en viajar, tengo planeado ir a Grecia, es uno de mis sueños de niño y quiero realizarlo entre este o el otro año, lo he planificado a largo plazo y trabajo en ello.
No obstante, me quiero casar, formar una familia con hijos y mascotas y tener una maravillosa esposa que cocine los fines de semana, trabaje en lo que le apasiona, no me moleste cuando quiero estar en mi escritorio y escribir, que respete esos espacios y me entregue la libertad y la tranquilidad para aventurarme en mis obras que yo haré lo mismo.
Yo sería un esposo espectacular, respetuoso como siempre, fiel como de costumbre, amoroso y detallista como tiene que ser.
Es mi deseo, obvio; aunque, no tanto un sueño, pero es lo que anhelo para el futuro de mi vida.
De hecho que sería estupendo tener hijos, enseñarles mis conocimientos, contarle mis historias y apoyarlos en todo lo que deseen. Obviamente, inculcar la lectura y por supuesto, el fútbol.
Muchas veces he dicho que no me voy a casar, lo digo por joder; es normal que vaya a suceder. No ahora, más adelante.
Creo en el matrimonio por el ejemplo que tengo de mis padres que llevan casados el tiempo que tengo de edad, que realmente es bastante y aquello resulta admirable. Yo quiero tener algo similar; aunque no con los cuatro hijos que tuvieron, solo pediría dos, una pareja para ser feliz y un par de mascotas.
Claro que para ello debo tener una relación amorosa consolidada, basada especialmente en el respeto mutuo, también en el respeto con las aficiones y pasatiempos, sueños y anhelos, donde no existan las presiones tercerías ni las inmadureces, solo el deseo de estar juntos y amarse, incluyendo a ello, claro está, la fidelidad, los detalles y dosis de romanticismo.
Obviamente, ser amigos y amantes, enamorados y novios, todo a la misma vez. Un amorío sólido y estable, eso sería muy importante para lograr subir el peldaño y llegar a un posible compromiso próximo a un casamiento hermoso que conduzca a un constante deseo de andar juntos y pasándola increíble.
Durante el matrimonio no estoy seguro de que cosas puedan llegar a suceder; aunque de hecho que si llegase a tener la solidez del amorío, estoy seguro que todo iría de maravilla. Porque con el tiempo y la convivencia madurarían ambas partes y se compenetrarían todavía más.
Muchos dicen que es importante convivir antes de casarse, puede resultar cierto, yo no lo he vivido, no estoy seguro de algo que no me ha pasado y no puedo aseverarlo. Pero, la idea no me llama mucho la atención, por lo mismo que digo sobre la relación previa que debo llegar a tener para casarme, es decir; si el amorío es sólido y maduro se puede convivir con normalidad, claro que van a ver diferencias y demás; pero se arreglará con charlas, no tanto con escándalos ni tremendas riñas, por lo mismo que se conocen tal cual y son dos personas maduras que llevan tiempo juntos y sabiendo lo que quieren y sienten.
Obviamente, pienso también que se deberían respetar espacios. Yo soy escritor y necesito espacio para crear, si respetan ello, yo feliz.
Son cosas que se verán cuando llegue a suceder.
Antes me aterraba pensar en ello, las pocas veces que lo pensé, me sentí temeroso, ahora no tanto, es más, me llega a parecer bacán el hecho de casarme alguna vez.
En fin, algún día me va a tocar y solo espero estar preparado como persona y como pareja y espero que con quien me toque también lo esté. Y sobre todo, estemos realmente muy enamorados y comprometidos con ello. Entonces, todo saldrá estupendo y seremos felices por siempre. ¿Es la idea, no?

Fin