Mi nuevo libro

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viernes, 28 de junio de 2019

Visita al banco

- Ir al banco es una experiencia mixta. A veces puede ser tediosa y otras veces satisfactoria.
Mucho depende de la bendita cola, pues por las tardas anda repleto aunque temprano, cuando generalmente me gusta hacer las cosas, encuentro poca gente; también depende de lo que hagas, por ejemplo, ir a depositar cheques es excitante, no tanto como un orgasmo pero sí se llega a sentir rico como aumenta esa desquiciada cuenta de ahorros con dinero que no tienes ni puta idea de en qué gastar y un día te vas a morir y otros huevones lo cogerán y tirarán como si fuesen chocolates con maní.
Hoy fui al banco, me recibió una guapísima muchacha de falda y medias largas, quien sonriendo quiso asesorarme. En su cédula junto a su nombre decía 'practicante' (estaba ingles pero no quiero usar anglosajones en mi relato). Mirando su carné colgante le dije: Fabi, quiero pagar mi maldita tarjeta (eso fue mental). Quiero hacer un, ¿cómo dicen? Ah cierto. 'Quiero hacer un abono a mi tarjeta'. Sonrió y con un ademán indicó que la siguiera.
Cualquier pervertido le miraría las piernas, yo sacaba mi billetera Renzo Costa repleta de billetes de lujo. Es joda, los saqué de mi media. También es broma, porque le vi las piernas. Nada, no me creas, hay cámaras en todos lados. Únicamente me dediqué a coincidir con sus pasos como militar. Recto y paso rápido.
Me indicó un sitio, allí esperaba un parroquiano con más gel que cabello, quien sonriendo de forma forzada, me dijo: Buen día, joven, ¿cómo le puedo ayudar?Ya me ayudaste diciéndome joven, hace rato un par de niñas me dijeron: Señor, ¿me puede firmar mi ejemplar de su libro? Ayer por la noche, mi vieja comentó: Te da un resfriado y al toque me llamas, pareces un abuelito. La vez pasada una ex novia me dijo: Oye, ¿vamos a una maratón? Le dije que estaba con flojera. Me llamó anciano. Y para redondear esa faena de apelativos referentes a mi longeva edad, una abuelita, a quien ayudaba a cruzar la pista, me dijo: Gracias, seguro que dentro de poco también te van a ayudar a ti.
Quiero hacer un pago a mi san putisíma tarjeta de jodido crédito. Claro que lo dije sin groserías. ¡Las groserías se usan únicamente para los partidos de fútbol!
Por ejemplo: Cueva y la conch… ¿Por qué te fallaste ese maldito penal? Pero, ya pasó más de un año.
Igual me sigue jodiendo y la put…
Él tipo me vio medio sospechoso, habrá pensado que tengo un arma detrás, creí; pero ante mi asombro mencionó: ¿Usted es escritor, verdad? Mi novia es fan de sus historias.
(La risa que se meterá cuando lea esto en mi Blog).
Aproveché para dar mi cherry: Sí, mi libro estará en la feria. Espero que puedan ir y adquirir sus ejemplares. Uno para ti y otro para ella y si pueden uno para la suegra.
El tipo soltó una risa.
Excelente, dijo con el pulgar elevado.
Todo estaba lindo, la experiencia resultaba fenomenal hasta que tuve que sacar el dinero.
Lágrimas de cristal cayeron de mis ojos. Fue como si el gran Thanos hubiera hecho un chasquido en mi billetera. Sentí que una mariposa saldría, como si un mago haría desaparecer mi saldo.
Al momento de pagar y ver el voucher en el cual salía escrito el calendario divisé con una sonrisa: 4/6 lo que hacía referencia a que restan tan solo 2 malditas, putas, desgraciadas y lindísimas cuotas para terminar de pagar ese grotesco, alucinante, increíble, irresponsable y muy hermoso ‘Tour a Atenas’ (incluyendo algunas islas) a realizarse dentro de algunos meses. Fue un viaje que adquirí en un momento de locura, cuando tuve ganas de zafar de mi confort y envolverme en una situación locuaz que compré para dentro de una cierta cantidad de meses, lo que me daría tiempo para recuperar mis ingresos.
Saliendo del banco, tranquilo y feliz, con lo justo y necesario para un pack de Tambo y el pasaje en tren, recordé a mi contador: Oye, ¿ese viaje es necesario? A mi madre: No gastes en huevadas. A mi ex: A mí no me llevaste ni a Chincha. A mi socio: Y dijiste que no tenías dinero para invertir.
A la bailarina: ¿Hoy no habrá show privado? A mi amigo en la casa de apuestas: Ya no te veo por estos lares. A mi hermano: ¿Y ahora quien me presta para salir con mi novia de turno? A mi cita de la otra vez: Dividiste la cuenta. No soy machista, cariño.
A mi tía Conchita: Me negaste 800 soles para arreglar mi cabello, mal sobrino. A mi abogado: Te quise dar asesoría para un futuro divorcio a precio de colegas y no quisiste. (Ese cretino, ni siquiera estoy casado y ya piensa que me voy a divorciar). Al tipo que limpia el auto en el grifo: Esas lunas piden a gritos un poco de agua. Al chico de la tienda donde compro los rones: Ya no te veo llevando los Havanna Club.
A mi ex editor: Te dije que quería publicar contigo y no quisiste por falta de dinero. ¡Te fuiste con otros! A mi asesor de imagen: Te iba a cobrar menos por unos retoques a tu look. A mi vecino religioso: Me negaste un par de soles para el padresito de la iglesia. No, a ese lo mando a la mierda con la mirada. A la chica que quiere remodelar mi habitación: Yo te iba a cobrar menos por haber sido compañeros de clase y quisiste mantener tus pósteres.
Al padre de la iglesia que ha fundado una ONG y quería que le diera dinero: Me negaste 100000000000000 soles para comprarme una casa con piscina en Miami.
A todos ellos: ¡Conocer Atenas era mi sueño de toda la vida!
(Dedo del centro elevado).
Dejen que me divierta un rato con el dinero del trabajo.
Ahora seguiré comiendo galletas de agua, tomando café en sobre y no gastando en cenas para que todo siga de acuerdo al plan.
No me digan que soy más duro que poto de muñeca, entiendan que todo está fríamente calculado.
Qué triste es ver mi billetera nula pero mi viaje lo amerita.
Así es la vida.
Y por favor, inviten un poco de café real.

Fin

domingo, 9 de junio de 2019

Croquetas

- Sus zapatillas blancas y de marca con líneas estaban atadas de una forma muy particular, pues sus nudos se anteponían ante sí luciendo un grotesco garabato de nudo por encima de todos.
Al darme cuenta le conté la historia de un nudo, el cual mi personaje histórico favorito rompió con absoluta soberbia y singularidad. Ella se quedó enganchada con la anécdota como si fuese yo quien la habría inventado o vivido.
Enseguida, debido a la circunstancia de andar contando experiencias pasadas o vividas, quiso compartir una muy personal hablando acerca de un perrito llamado Croquetas.
Resulta que Croqui (para los amigos) es un can muy guapo y amigable que saluda desde su reja a todo caminante. Suele mover la cola y lamer algunas manos cuando siente el calor del amor en quien se detiene para hacer reverencia a su belleza física y su encanto particular. Croquetas es un animal salido del paraíso, pues nunca ladra y siempre anda teniendo empatía con todo transeúnte de su pasaje que conecta cuadras enormes de un distrito repleto de parques.
Ella no es la dueña de Croquetas, yo nunca conocí a Croqui, pero su forma de contarla hizo que fuera real, como si en alguna parte del mundo existiera un can llamado de ese modo y saludara a cualquier personaje que se le acercara como si la bondad fuese su segundo nombre.
Pensé, en ese momento, que esta muchacha de cabellos rizados y rubios, adicta a las donas y el café por las mañanas, debería de tener una mascota y llamarla de tal modo para hacerle una especie de homenaje a su personaje canino ficticio; sin embargo, respondió que en su departamento no cabían los animales de tal gigantesco tamaño, pues nuestro amigo Croquetas era en si un Pastor alemán de alta gama y exuberante cuerpo. Entonces, creí que sería sugerente preguntar: ¿Qué harías si tuvieras una mascota? Enseguida fue hablando de sucesos supuestos acerca de Croqui y al tiempo que argumentaba yo iba pensando en una línea paralela acerca de una vivencia personal la cual, particularmente, también se prestaba para la suposición. Por ende, mientras ella hablaba en cuestiones imaginarias, yo pensaba de la misma manera pero con algo enteramente privado y sumamente sentimental que nunca he hablado en carne propia pero cuento en textos como si estuviera rodeado de metáforas. Pues, Croquetas se volvió una artimaña para ocultar algunas emociones íntimas.
Fiel a una constante de hablar sobre lo que siento con ejemplos o analogías, quise usar a Croqui para compartir mi pensar privado con el único propósito de contar y librarme del sentir.
Dije entonces: En una línea paralela, Croquetas fue mi perro, estuvimos juntos, la pasamos bonito viéndolo crecer, compartiendo momentos juntos, dejándolo en su casa y viendo como saluda a la gente durante la tarde lamiendo muchas manos o rostros y moviendo la cola al verme llegar; pero en dicho universo alterno, Croquis era humano, pues una mujer que me espera en casa, tal cual esposa o novia, de alguna manera u otra, teniendo una belleza única y esperanza de vivir por siempre, ¿estupendo, no? Ella entendiendo claramente los conceptos analógicos, añadió: Croqui siendo mujer sería yo, bella e inteligente y te daría la patita a cada llegada. Reímos enseguida sabiendo la conexión que hubo, esa mirada persuasiva que proyecta seguramente un futuro beso.
Se dio, obvio; aunque sea el punto álgido o final de la historia, pues lo que trato de enfatizar fue el uso de analogías para explicar algo. A veces me gusta hablar así.


Fin