Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

martes, 25 de febrero de 2020

Ella es


- Ella se detiene en el umbral de la entrada apoyada y viendo las redes, en la esquina de la calle para fijar la dirección, cerca de la cocina para picar una papa frita o simplemente regada sobre la cama mirando el techo y yo estoy anonadado admirando su belleza como artista que plantea en la mente la posibilidad de construir una escultura o realizar una obra pintoresca de acuerdo a su preciosa silueta, el brillo de la sonrisa, la luz de los ojos y el sentido armónico de cada una de sus partes físicas como si todos los dioses se hubieran reunido para dibujarla. Como si todos esos seres creadores hubieran pintado el lienzo perfecto que fuera a caer justamente a mi vida y yo como autor de libros hiciera únicamente, a mi modo y con mis limitaciones literarias, describir tanta hermosura en letras que seguramente irán a sus oídos en un roce sobre la cama o ponerme en evidencia con una mirada piadosa, quizá, decirle con caricias sin fronteras, con un verso suave o una sonrisa en señal de enamoramiento. De alguna o mil maneras hacerle sentir que es la mujer más preciosa de la existencia terrestre y si hubiera allá afuera vida inteligente y artística, supiera también que es la más linda del universo.

Y a pesar de todo, ella infla los cachetes, recoge parte de su barriga y se mira de lado al espejo en busca de imperfecciones.

Aquello la vuelve aún más perfecta.

Y si lo digo cada vez que puedo.


martes, 18 de febrero de 2020

Mi idea

-  Esta es mi idea:

Yo soy fan de mi novia. La veo a todo momento deleitándome con su belleza, descubriendo cada nuevo comportamiento, sabiendo y conociendo sus gestos, aficiones, nociones y pasatiempos, queriendo respetuosamente involucrarme en su rutina, pasiones y trabajo. Soy quien está sin que se lo pidan, quien acompaña y te cobija; aconseja, escucha y sobre todo atiende. Me gusta dar consejos si lo piden o escuchar todo el mundo que tienes por contar. A veces te observo para descubrir más tu belleza física, ¿ves por qué sonrío al verte? Y al mismo tiempo me empeño en saber tu aptitud y actitud para seguir enamorándome de ti. Creo que de eso se tratan las relaciones, de una constante admiración, mucho respeto y pasiones que desbordan en cuerpo y alma, al punto mágico que los corazones se confunden en latidos.
Es mi idea, la de amarte tal cual eres y estar a tu lado en todo instante siempre y cuando crea y sienta que todo es mutuo en referencia a sentimientos y sueños de pareja, pues eso impulsa a que nuestros mundos converjan y nos volvamos uno al tiempo que realizamos labores personales y nos volvemos mejores.
Siempre he creído que entregar equilibrio, confianza, seguridad y sobre todo amar a la persona tal cual es llega a ser el objetivo real del amor de pareja.

Por eso, amen con frenesí y honestidad, con pasiones fervientes y cariño honesto pues al fin y al cabo de eso se trata el amor y la vida.

Y el amor es

- Tal vez el amor solo sea un sueño sublime e intenso que dura un corto tiempo pero vuelve con esas ráfagas de situaciones inolvidables que son escalinatas de una vida donde a veces los mejores recuerdos (y textos) se basan en uno o dos ratitos llenos de amor. Es decir, quizá estemos más felices soñando.

lunes, 17 de febrero de 2020

¿Sabes a quien extraño?

¿Sabes a quien extraño?
¡A ti!
Usar tu abdomen como almohada al tiempo que compartimos la película que nunca terminamos.
Abrazarte un rato sabiendo que vas a sentir al tiburón y el primer párrafo tomará forma.
Deleitarme con el aroma de tus cabellos rizados u ondulados, pero suaves haciendo que mis dedos se deslicen con facilidad al tiempo que nos recostamos de lado después de hacer el amor.
El trato cálido y amoroso de tu ser en maravillosa inmediatez como si supieras que el tiempo apremia y lo importante es gozar, haciéndome olvidar mi procedencia y sintiéndome parte tu mundo como si no hubiera un mañana, pues esos destellos de pasión resultan ser impecables y hermosos para mí, al punto que llego a extrañarlos con este jolgorio de frenesí.
¡Te extraño a rabiar! No debería estar escribiendo cuanto te necesito y tendría que tenerte cerca para darte un abrazo de ensueño que no tuviera fin.
Debería hacerme humo y volar hacia ti, cruzar kilómetros y unos ríos para hallarte en un abrazo. Sentirte cerca como las veces que nos tuvimos sobre la cama o el sofá, o dentro de una piscina o sobre la bañera. Las veces que nos tuvimos demasiado cerca que hasta rozamos las almas y confundimos los latidos. Las veces que olvidamos el mañana y disfrutamos del momento a pesar de su tiempo corto.
Te extraño con toda la locura de un amor grotesco y divino que llevo adentro como flamas de un infierno interno que expresa diariamente y con limitaciones toda la fuerza de este sentir absolutamente tuyo y a la vez… Tan solo anhelo una caricia para sentirme en paz.
Entiendo que estamos separados por muros fantasiosos y paredes enormes, pero también comprendo que resulta necesario, pues es la manera de la vida de hacernos entender que nos requerimos para poder aceptar que amaremos el hecho de tenernos una y mil veces en una noche. A veces los sacrificios los sientes las emociones para que luego los cuerpos gocen.
Entonces, ¿Qué hacemos malgastando el tiempo en banalidades cuando deberíamos estar añorando? Vamos a soñar un rato, despejemos las pieles de la rutina y tengamos el fantástico placer de ser quienes somos diariamente. Aceptemos el destino actual y soñemos un tanto con quienes queremos ser mañana, luchemos por el espacio que no nos separa como quisiera y aceptamos que dentro de pronto los cuerpos se juntarán en una danza infinita que incluye al alma.
Por eso, te extraño a ti y no la persona que te vuelves sin fe ni esfuerzo, por eso anhelo que siempre seamos los vértices iguales de un amor completo y fabuloso que sabemos sentir a cabalidad y vivimos con frenesí actual.
Seamos tan maravillosos como lo somos estando juntos.


Fin 


jueves, 13 de febrero de 2020

Guale de mi vida


- No había pasado mucho tiempo en la Tierra desde que descendí del bus con maleta en mano en un terminal llamado Retiro llevando nostalgia en el alma y seriedad en el rostro en señal de confusión como quien vuelve a un lugar que no le pertenece y todavía debe retornar a otro que menos siente como suyo.
Allí estaba, nuevamente atravesando con ansiedad disfrazada de apremio los metros que me separaban de la puerta 56 según un boleto comprado ayer, sabiendo que todavía restaban cuarenta minutos para arribar pero aun así quería sentirme destinado como niño que se sienta primero en el juego y espera que el maquinista presione los botones respectivos dando palmadas de apuro víctima del entusiasmo.
Ya sentado me entregué a la espera entre ansioso y calmado, con chispazos de emociones que erizaban la piel e intercambiando mensajes con esa persona que espera a tres horas de distancia en una ciudad cuyo nombre al inicio resultaba chistoso e impronunciable y ahora llevo tatuado en el alma.
Gualeguay, Entre Ríos, leía en la tele en frente elevando la mirada. Partida: 9.10am, añadía la pantalla sin mostrar la llegada que poco importaba, pues una vez aventurado sabía que si los dioses lo permitían dándome la espalda y ocupándose en otros asuntos, yo podría estar allí en tres horas y algo más.
Empresa de Buses Flecha Bus, veía en el boleto. Leía el resto de oraciones diminutas para distraer la mente, miraba el celular esperando respuestas de la otra mitad y el reloj parecía holgazanear, no quería moverse entre ocho y cuarenta y ocho y cincuenta, esos minutos parecían tortugas en una maratón y yo volvía a enfocarme en las esquinas esperando que el bus indicado se asome y empiece a generar la convulsión de personas que se aglomeran para abordar.
Hace algunos meses para el mundo y cientos de días para el corazón, creía que eran pocos quienes viajaban a dicho sitio al sur de la Argentina, pero luego me di cuenta que se trataba de una enorme cantidad de personas cuyas mayores aficiones eran los deportes acuáticos quienes rápidamente, al momento de llegar el bus, hacían una cola larga para abordar y sentirse destinados como yo; aunque sin la misma emoción, pues andaba seguro que era el único en ir por primera vez en busca de un amor conocido y profundo como esos que son un misterio a pesar de los besos y abrazos, como esos que son intensos porque el tiempo resulta corto. Como esos que a veces nadie entiende porque no ha sentido, pero quienes lo tienen lo cuidan, aprecian y sostienen con amor y respeto para que existan momentos como estos en donde nos encontramos otra vez gracias a los caminos que construimos con el amor que nos sentimos.
El bus apareció en frente estacionado de forma exacta haciéndome sentir importante por la proximidad de la puerta con mi maleta, que como imán se vio dirigida hacia la entrada, dato imaginario el que acabo de ofrecer, pues para calmar las ansiedades del cuerpo resolví asistir al baño y luego comprar una bebida que acompañe el viaje, para así, de una vez, ser parte de la cola.
Un sujeto de lentes oscuros y uniforme de la empresa arrugado por el hecho de estar sentado durante horas revisaba los boletos y pedía el DNI para comprobar la identidad. Yo, que hace minutos acababa de tener mi pasaje en mano, había olvidado groseramente donde lo acababa de poner -quizá le ocurra a muchos que tienen esta repentina ansiedad por viajar que hasta ignoran el lugar donde colocaron los boletos- sin embargo, se encontraba en el lugar de siempre, solo que mal buscado. La billetera guarda varios compartimientos, en uno de estos se hallaba el boleto como gato que se esconde para descansar en alguna parte de la casa y andas desesperado y angustiado buscándolo ignorando que solo descansa donde siempre.
Es una maniobra complicada la de desdoblar el pasaje, mostrar el documento de identidad sosteniendo la bebida helada y el paquete de galletas colgando de la boca, todo tan acrobático como chistoso cuando tranquilamente uno puede poner todo en la maleta en menos de un minuto; pero así somos quienes nos apresuramos por estar en el asiento para aventurarnos adonde se encuentra ese amor que tanto extrañamos.
¡Extrañamos ahora más que nunca! Porque antes nos dedicamos a distracciones banales y diarias como el laburo o el estudio para no sentirnos hundidos o atravesados por sensaciones de nostalgia y angustia, aunque a veces simplemente nos revuelvan en sus olas.
Sin embargo, siento y creo que los planes dan esos salvavidas que nos devuelven la respiración y otorgan pasividad para no extrañar tanto y sentarnos a esperar el momento oportuno para volvernos a abrazar y reanudar esos besos en pausa.
Por tal razón estaba allí otra vez, mirando la calle, los carteles con números de los distintos estacionamientos de buses a diferentes sitios, la gente andar con mochila y otras en modo de espera, todos en sus mundos complejos de emociones mentalizando una llegada o venida a otro lugar.
El bus se llenó con rapidez, ya me acostumbré a que mucha gente vaya a Gualeguay sea por vacaciones, trabajo o de regreso a casa. Alguien se puso a mi lado, una morena de cabello corto y pañuelo verde en su cabeza que alguna vez usó como un distintivo alrededor de su cuello. Le di un saludo cordial, lo devolvió y cogió su celular.
Desde que el bus dio inicio al trayecto enfoqué mi mirada en el paisaje urbano. Las avenidas, las calles, las casas, la gente y demás fueron mi foco de atracción al tiempo que las canciones que nos dedicamos o siento como nuestras resonaban en mis oídos con destellos de alegría a pesar de la letra nostálgica, pues el reencuentro estaba próximo y solo quedaban horas y minutos para tenernos en un abrazo.
La empresa me brincó un agasajo que no pude consumir por estar con la barriga llena de los chocolates y la gaseosa que acababa de ingerir mirando la ventana, pensando en ella y escuchando música, a veces respondiendo mensajes de WhatsApp, colocando estados acorde a lo que iba sintiendo y pensando y fotos de momentos de ayer o anteayer. Disfruto tener las redes encendidas, así todos ven lo que hago o quiero hacerles creer que hago.
Las avenidas y calles fueron cambiando según el paso del bus, a su vez, la gente desapareciendo y los árboles y césped surgiendo haciéndome sentir en una especie de aventura al paraíso, pues los lados eran verdes y amplios mostrando paz en cada andar y haciéndome sentir atraído como si quedarme recostado en una arboleada y sobre el césped fuese una fortuna.
Por ratitos ganaba el cansancio, ese asunto de levantarse temprano, tomar el bus hacia Retiro, caminar unas cuadras y envolverse en la estación no era del todo agotador, sino el rollo de haber visitado los lares de Buenos Aires durante cuatro días caminando de diez a diez llegando al departamento rentado de la avenida Corrientes junto a unos camaradas, quienes lejos de querer dormir, deseaban hidratarse con birras de marca local hasta altas horas de la noche.
El resultado de la bohemia bonaerense afectaba el cuerpo, al punto que, a la hora y media de camino, cerraba los ojos ligeramente para imaginar que llegaba y abrazaba a mi chica entrerriana que esperaba ansiosa en la terminal de Gualeguay con los brazos y besos en pausa. Soñaba, creo, que estaba saltando nubes y luego jugando a la pelota, hasta que un sonido, el bus estacionando en una terminal conocida por las letras grandes y coloridas que decían enormemente Gualeguay, satisfacían todas mis emociones con una facilidad impresionante, entonces el sueño se fue y las ganas reanudadas por la cabeceada surgieron con un brillo especial. Tocaba escribirle al arrendador del departamento en la calle San Lorenzo 235 que estaba en camino y decirle a su vez, a mi novia, que fuera a buscarme en un rato.
Pues quería que me viera pleno, no con el rostro desencajado por la amanecida y el cuerpo sudoso por el calor actual. Ambos respondieron a la par: Bien, señor Barreto, lo espero.
Amor, te visito en una hora. Te amo mucho.
Lo primero que hice al tocar piso fue dirigirme al baño, tenía unas ganas tremendas de orinar y esto me recuerda al sueño que también tuve en donde me ahogaba. Por suerte aquello no ocurrió y logré salvarme.
Una remojada de cabello y agua en el rostro para revivir, lo siguiente era hallar un taxi hacia el lugar.
Todo me parecía familiar, el terminal, la gente, las calles, los autos, clima y sobre todo ese saborcito curioso, un aroma muy particular, algo intangible que mis sentidos sienten como si su existencia fuera solo de este lugar, una especie de aire que roza la piel dándome a entender que estoy en el sitio correcto del mundo y el universo, es como si encontrara mi lugar, como si mi cuerpo cayera exactamente en esa pieza que la vida me entregó al nacer o al ir viviendo fue formulándose. Extraña sensación o sensaciones las que tuve al mirar el horizonte, el cielo y los lados, era como si todo fuera parte de mí a pesar de haber estado solo una vez allí, como si todo estuviera grabado en mi mente desde siempre y solo necesitara volver para recordar. Las emociones saltaban y los sentimientos aumentaban, mis ganas de estar a su lado tambien y por ende la necesidad de un abrazo y un beso, todo esto condujo a que no esperara más y me aventurara de una vez al departamento.
A pesar de tener todas calles en la mente y conocer de memoria las locaciones, la fatiga corporal y la sed hicieron que desistiera a la empresa, escribiera al chico que renta y a mi novia contándoles mi experiencia. Ambos dijeron que era un bobo, pues, ¿Cómo se me ocurre andar más de treinta cuadras? Entonces resolví esperar un taxi tras retornar el terminar. La muchedumbre que descendió había agotado los autos, pues mucha gente había llegado para ser parte de juegos de verano, actividades en el río y sobre todo el memorable Corso de Gualeguay, del cual andaba enterado más o menos, porque mis energías las tenía enfocadas en mi chica y no tanto en otras cosas.
Tuve la suerte de que el muchacho del departamento me escribió diciendo que su madre iría por mí en un Sedan blanco del 2019. La señora no tardó ni un santiamén, me recogió invitándome a ocupar el asiento delantero compartiendo el tramo con una linda perrita de nombre Pepa (lo estoy inventando porque no me acuerdo el nombre) y allí fue contándome las actividades recreacionales de Gualeguay durante el verano, entre ellas, el magnífico Corso del que todos hablan y todavía no se mucho.
El departamento no fue el mismo de la vez anterior aunque ciertamente similar en fachada. La puerta principal era un portón complicado de abrir que muchas veces resultaba ruidoso en una calle larga y silenciosa. La cocina estaba primero, al lado el baño con agua tibia y un espacio para el asado; subiendo por una escalera dos habitaciones, una enorme con tele y varias camas, dos grandes para hacer el amor y dormir y otra con una plancha y un armario. Yo no soy de quienes sacan todo el equipaje y acomodan, prefiero no perder el tiempo en ese asunto y dejar la maleta a un lado para ir sacando de a poco cuando tenga que cambiarme. No me daba cuenta entonces que el clima de Gualeguay, según me dijo Alicia, era como el infierno en calor y que por eso debía de llevar varias mudas de ropa.
Una ducha semi prolongada y una cepillada de dientes incluyendo afeitada de algunos pelos bastaron para sentirme fresco y resoluto con ganas de encontrarme con mi chica de Entre Ríos, quien envió un mensaje diciendo que salía de la casa de su hermana con dirección a la mía.
Tampoco me había percatado de las cortas distancias entre las casas, pues en Buenos Aires es totalmente distinto ya que las avenidas o calles son enormes y ocurre algo similar en la Lima que no extraño; en tanto, tuvimos suerte de coincidir listos y entusiastas, pues abrí la puerta para esperarla en la calle y ella ya aparecía doblando la esquina.
Preciosa, tal vez el adjetivo quede corto, pero no quiero escribir ‘perfecta’. Todavía no, pues después se vio la perfección de su ser en toda su dimensión.
Andaba vestida para la ocasión y el clima, casual y sencilla, reluciente y divina, como si toda la confianza y seguridad del mundo se viera en su semblante, aunque por dentro estuviera revolcándose en nervios, y yo también, porque es natural y ocurre cada vez que la siento cerca. Pero con el paso de los segundos mágicamente todo se volvió en un ambiente cálido que supimos compartir y apreciar en un abrazo de bienvenida y un beso inmediato que nos dimos para hacernos entender que la espera tuvo un fruto.
Le dije los mil te amo guardados en ese abrazo y toda la pasión que reservaba en mis adentros fue saliendo cuando nos dimos el beso.
Fui mostrándole la habitación y sus confines, subimos las escaleras e intercambiamos obsequios como enamorados un catorce diario y me encantó que desde entonces no dejara de usar el bolso inca color negro -su favorito- que le di con cariño.
No me perdía de ningún detalle de su precioso rostro, de su sonrisa mágica y esos labios tentadores que tanto disfruto besar.
Quisimos pasear, bueno yo insistí a pesar de su advertencia por el calor, y salimos a dar vueltas por las calles mágicas de un Gualeguay que había extrañado y sus recuerdos congelados en el alma fueron derritiéndose haciéndose reales como si lo tangible de los pasos que daba originaba cuerpo al recuerdo perdido en la mente. Me empecé a sentir nuevamente parte del mundo en el que habita, de sus calles y pasajes, de sus tiendas cerradas y la gente, de su mano apretando la mía y de su sonrisa de conejita a mi lado como un acto natural y maravilloso que disfruto observar a cabalidad a todo momento, incluso, en esos en los que no se percata que la estoy mirando.
Realizamos unas compras en un supermercado que no pude visitar el viaje anterior, adquirimos una cantidad de productos y unas hamburguesas para el almuerzo presente, la indispensable gaseosa que bebí de golpe en horas y detalles que intentaron llenar la nevera.
Alicia y yo éramos como dos esposos que van al supermercado por las compras diarias con un acto simple y rutinario; maravilloso y divertido que consolida a las parejas como entes sólidos y fantásticos que logran pasarla bien sobre la cama, darse besos intensos y abrazos formidables y también logran congeniar en el supermercado con las compras diarias.
Ninguno de los presentes, si se pusiera a pensar imaginaria que vivimos distanciados o somos de diferentes países con culturas ligeramente distintas, pues, en esa tienda, éramos una pareja más, unos entrerrianos más, unos novios que pasan el día juntos viendo que comprar para comer o disfrutar viendo una peli o sobre una silla sentados al tiempo que charlamos mientras se cose la comida. Éramos normales e infinitamente maravillosos y distintos, no hubo distancias, ni kilómetros, tampoco riñas de antes y mucho menos sueños a futuro, pues el presente era el futuro y el pasado, era todo al mismo tiempo, como un momento divino que se vive de forma perfecta y se goza a cabalidad porque solo ese instante existe. Y en ese ratito, estamos los dos con coche de compras acercándonos a la caja y Alicia diciendo en son de broma el precio de lo adquirido. Ella acierta y yo sonrío, la sonrisa de coneja reluciente y mi felicidad fácil y simple por tenerla, estamos destinados a esto siempre y yo aceptaría si todos los días vendría con ella al supermercado con franjas blancas y rojas y una D como símbolo a hacer los quehaceres en una ciudad que ya siento como mía.
Retornamos al departamento, obviamente yo andaba sudoroso y tuve que refrescar el cuerpo en una buena lavada de cara y cuello, después preparamos las hamburguesas, bueno, ella lo hice y muy bien como de costumbre.
La miraba por lo bella que es, por la admiración que le tengo a su encanto, a su cuerpo, a su rostro, a su sonrisa, a sus cabellos ondulados y claros, a su manera de ser, a los movimientos que realiza en la cocina, a su voz y a su risa, a su todo en un contexto único y maravilloso que ojos de entes enamorados solo descifran y conocen.
Tras comer subimos a la habitación principal que curiosamente se encuentra encima y nos recostamos sobre la cama para ver una película media extraña sobre un tipo que amarra a su esposa a la cama y luego le da un infarto ocasionando que la mujer empiece a tener alucinaciones. No terminamos de ver la película y eso refleja mucho lo ocurrido durante ese tramo maravilloso, fabuloso y sumamente exquisito que supimos gozar.
Entre abrazos intensos, besos pasionales, cuerpos intrépidos que se fusionan y vuelven uno, sensaciones novedosas y sensacionales, sentimientos que florecen y mutan a la misma vez, emociones intensas que no conocen de limitaciones y un saldo memorable de fantasía hecha realidad en una calle de Gualeguay a kilómetros de mi nación, pero con la mujer que amo y respeto, haciendo que el momento se vuelva infinito y entienda que estoy en el lugar correcto, pues uno encaja donde lo aman y se siente contento y yo lo estaba, andaba feliz de tenerla cerca y totalmente mía en frente desarrollando actividades soñadas que juramos en silencio serían por siempre, pues así los besos, caricias y te amo lo señalaban.
Por la noche asistimos al cine, recomendación de la cuñada que encontramos camino al centro por la tarde, y tras una separación rápida para mudar prendas y darnos una ducha, nos reencontramos con el objetivo de ver una película de terror en el Altos de Gualeguay, centro comercial, no tan comercial, pequeño, aunque bonito que tiene un cine arriba en donde la gente asiste porque, en lo personal, es barato y confortable.
La peli estuvo regular, al inicio buena y con golpes de miedo; pero yo quería sacarme la espina de la última vez que fuimos al cine y nos quedamos con ganas de hacer el amor, de repente por esas razones fui olvidando las escenas y dándoles besos apasionados a mi chica, quien, me sorprendió que no tuviera tanto miedo como yo y bueno, tampoco vio otras escenas, pues los besos le taparon la visión.
He olvidado mencionar que previo al cine quisimos comprar algo en un carrito de sanguches cuya muchedumbre impidió que pudiéramos llegar a tiempo; sin embargo, después fuimos a comer a un sitio llamado Moca, donde un tipo nos atendió con simpatía y no quise darle la propina por ser el dueño del local.
Saliendo caminamos hacia la casa de su hermana en donde se encontraba hospedaba el tiempo que estuviera en Gualeguay, pues ya he mencionado que ella vive en Puerto Ruiz, lugar al que alguna vez espero ir.
Besos cortos y un abrazo fue la despedida, la cual me fascina porque existe la posibilidad de vernos al día siguiente y aventurarnos en una nueva odisea grandiosa y vertiginosa llena de grandes emociones y sentimientos que van moldeándose para formar algo grande que solo nosotros sabemos sentir.
Nos escribimos mensajes de texto sobre las camas contándonos lo vivido, intercambiando algún que otro comentario y sabiendo que inevitablemente estaremos unidos por la mañana.
Me encanta ese pensar, el hecho de vernos en cada mañana, en cada siguiente día, en cada nuevo suceso, en cada alba o noche y seguir gozando y viviendo de este amor que no tiene fronteras. Y sí, mucho que ofrecer al mundo.




Fin