Mi nuevo libro

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viernes, 27 de noviembre de 2015

Tantas veces el amor 5

- Nos abrazamos, nos miramos y dice, ¿Sabes? Siento mucho por ti, sonrío en ese momento, quiero que… (Yo puedo terminar su frase con lo que siento; pero prefiero que la encuentre) sigamos juntos un montón de tiempo. Es justo lo que pienso, le digo y nos besamos. ¿Fantástico, no?
Tantas veces el amor…

Pensamientos 3

- Soy una persona con principios, jamás me metería con la mujer de un amigo, mucho menos con la amiga de una novia (o ex novia). Habiendo tantas mujeres, ¿Fijarme en alguien del entorno? Hay que ser ridículo. 
Ignorante es un ser machista. No celo, doy espacios y espero que respeten los míos. 
No ando detrás de chicas y si me gusta alguien, únicamente conquisto a esa persona, no les digo el mismo cuento a todas. Eso sería patético. 
Si le doy la mano y bebo junto a alguien no lo traicionaría, hay códigos entre personas; aunque muchos lo ignoren.
Suelo ser fanático de la estabilidad, por eso, me gustan las relaciones serias, sin mentiras, con honestidad, confianza, sin misterios, todo tal y cual es, con sinceridad y expresiones de lo que vamos sintiendo.
Creo en todo; pero sobre todo, creo en el amor verdadero.




jueves, 26 de noviembre de 2015

Encuentro en el bus

- Me gusta sentarme en el asiento individual al lado de la ventana, observar el paisaje urbano mientras el bus avanza, olvidarme de los alrededores al colocarme los audífonos y generalmente relajarme con baladas; aunque ahora último lo hago con electrónica.
Escucho a un tal David Vegeta al tiempo que la velocidad del transporte se incrementa y el aire me despeina, me gusta la breve adrenalina que siento. De repente, se detiene y naturalmente se acomoda mi cabello.
En ese momento, suben personas al bus, no me percato de ellas, ni siquiera me interesan, sigo en lo mío y hasta me animo a mover la cabeza al tiempo que oigo la música, me empieza a vacilar la electrónica y pensar que comencé con una negación, luego me abrí y decidí seguir escuchando.
El bus se llena de personas y por un instante pienso en mi mala fortuna, la de encontrarme cerca a la puerta, por ello, estoy seguro que en cualquier momento alguien va a pedir mi asiento.
Ocurre tiempo después, una anciana sube y de inmediato le ofrezco asiento.
De igual modo sigo con la música, a pesar de no estar cómodo como antes; aunque estoy seguro que al final de la avenida Caminos del inca baja la mayoría. Me tranquiliza ese hecho y obvio el andar abrumado de gente.
Efectivamente, en el semáforo baja una gran cantidad de personas, más que todo los sujetos que llevan enormes mochilas, por ello, logro hasta elegir en que asiento -para dos- me voy a sentar.
Resuelvo acomodarme y abrir la ventana. En la siguiente cuadra suben más personas y una de ellas, ante mi asombro, es una ex novia, a quien voy a reservar el nombre.
Que no se siente a mi lado, que no se siente a mi lado, repito nervioso y todavía sorprendido; pero intento observarla bien, de repente me estoy confundiendo. Aunque estoy seguro que debería de andar mirando por la ventana y hacerme el desentendido.
Sin embargo, para colmo o gracia, se sienta a mi lado reconociéndome en un instante.
¡A los tiempos! Dice con una sonrisa muy cálida. La veo, analizo en cuestión de segundos y respondo, hola, a los tiempos.
Instintivamente nos damos un beso en la mejilla. Recuerdo haberme echado desodorante y fragancia tranquilizándome un poco más.
Y, ¿Qué te cuentas? Lanza la primera pregunta, también con una sonrisa.
Sonrío por nervioso o porque siempre lo hago y respondo, pues todo bien, relajado. Las cosas van bien, no me puedo quejar.
Me alegra. Supe que publicaste un libro y estuviste en la feria del libro. ¡Felicitaciones! Lo dice con alegría.
Gracias, gracias, eso fue el año pasado. Definitivamente, una experiencia inolvidable.
Me ve con su sonrisa intacta, con los rulos de siempre, no tan largos como antes; pero todavía se mantienen bonitos. Enseguida, agrega: ¿Y de que trata el libro? Me vas a disculpar; pero no lo he leído.
Descuida, digo con una sonrisa. Y añado: Te cuento, son relatos cortos, vivencias basadas en experiencias mías, frases y algunos cuentos ambientados en situaciones reales.
Interesante, se ve atrayente. ¿Dónde lo están vendiendo?
Le doy la información mientras voy recordando si tengo un libro a la mano. Bueno, en el morral que llevo.
Aquí tengo uno, le digo y se lo muestro.
A ver, a ver, dice emocionada. Lo coge y añade, claro, lo vi en tu Facebook, lo tienes de portada, creo.
No recuerdo si la tengo en el Facebook, no lo pienso bien en ese momento. Pero si suelto una breve risa al saber que ha estado curioseando mi perfil.
La veo leer un par de líneas, no se cuales, observar detenidamente la portada y después la contraportada. Parece que le agrada y eso me parece estupendo.
Te lo obsequio para que puedas leerlo en tu casa, le comento con una sonrisa. Se lo lleva al pecho y aclara: ¿En serio? ¡Muchas gracias! Solo espero aparecer en alguna historia.
Honestamente, no apareces, quiero decirle; pero decido sonreír.
Lo guarda en su mochila y seguimos hablando.
¿Cómo está tu mami? Ella siempre tan linda, dijo con ternura.
Pues, anda bien, a veces se acuerda de ti.
Que amable, le mandas saludos, ¿ya? Claro, yo le digo, respondo.
El cobrador chasquea las monedas pasando de asiento en asiento, en ese rato pienso, ¿Va a querer que le paga el pasaje? Y suelto una risa al imaginarlo. Me da mucha gracia alucinar esa situación.
Oye, ¿Y ya te casaste? Su pregunta da más risa que mi pensamiento.
¡Jamás! Respondo tajantemente. Yo pensé que si, como tienes bastante tiempo con tu chica.
Alucina que ya no estamos, respondo con seriedad y se lleva las manos a la boca. Enseguida, pregunta lo que todos quieren saber, ¿Por qué?, ¿Cómo así? Pues, llegamos a la conclusión que lo mejor era separarnos. Una cuestión sana.
Hace un gesto como quien piensa y asevera, es lo mejor, si algo no va, mejor dejarlo.
A mí me pasó lo mismo, comenta. ¿Qué si? Pero si se llevaban bien, imagino, le digo.
Sí; pero bueno, son cosas que pasan. Esa respuesta implica que no quiere contar más, yo tampoco quiero incursionar en su intimidad.
Se calla un momento y lo dice, se que quería decirlo, ahora lo aclara con normalidad: Sabes, esa chica nunca me agradó.
Pero, ¿Acaso han hablado alguna vez? Quiero preguntarle; pero ella sigue hablando: Se veía muy celosa y posesiva.
Esos adjetivos me recuerda a alguien, le digo con humor.
Ah, bueno, yo si era celosa; pero no tanto. Se notaba a leguas.
Bueno, es verdad; pero ya es tema pasado. Hablemos de otra cosa, le digo. Y al rato pregunto contradiciendo mi comentario, ¿Cómo lo sabes? Ah, eso me contaron unas fuentes cercanas. Empiezo a reír con su argumento misterioso.
En fin, la cuestión es que se acabó en buenos términos.
Y dime, ¿Qué tal tus hermanos? Ellos andan muy bien. Les mandas mis saludos. Claro, yo les digo.
Callamos por un rato, hace muchas preguntas, ahora seré quien las realiza. Y, dime, ¿Qué tal vas ahora?, ¿Trabajas o estudias?
Me gradué hace un año, ahora estoy trabajando en una empresa y me va muy bien, gracias.
Me alegra, me alegra, respondo y observo la ventana. Ella ve su celular y dice, ¿Cuándo me vuelves a invitar una causa?
¿Una causa? Pregunto sorprendido. Claro, como esa vez que nos vimos hace años y fuimos a comer a un mercadillo por Benavides.
Empiezo a recordar.
Ya me acuerdo, eso fue hace años y la pasamos bacán. Creo que estabas embarazada y yo no te creí.
¿No me creíste? Es que tú pues, a veces te inventas cosas, le digo con humor; pero me mira con el ceño fruncido.
Te estoy bromeando, aclaro; pero se mantiene igual.
Apropósito, ¿Cómo está tu hija? Catalina, muy bien, es una chica hermosa como su madre.
Espero que no haya salido a su padre, digo y empiezo a reír.
Sorprendentemente también ríe y dice, si, mucho mejor que salió a mí.
Prefiero no opinar y pregunto, ¿Cuántos años tiene? Ya cumple cinco este año.
Vaya, como pasa el tiempo. ¿Y el padre? Hemos terminado pues, como te dije. Ah, cierto, que pena. Ustedes tenían tiempo.
Si pues; pero son cosas que pasan, dice.
Es verdad, eso es cierto, le digo.
En el transcurso de la avenida Larco hasta la Av. Comandante Espinar donde bajo cambiamos el tema y nos dedicamos a charlar sobre sucesos pasados, recordando soltamos risas. Es gracioso como después de tanto tiempo algunas cosas que creímos, en su momento, algo tediosas, resultan ahora chistosas.
Además, grandes momentos que vivimos; aunque parezcan lejanos, resultan muy confortables y en definitiva, como quedamos antes de despedirnos, voy a escribirlos.
¿Me das tu WhatsApp? Pregunto antes de bajar, exactamente al frente de una librería. Claro, anota.
Una vez anotado nos damos un abrazo acordando mantenernos al tanto, a pesar de la relación de hace bastante tiempo todavía se puede mantener una linda amistad.

Fin

Una tarde genial con la Vaka

- Salía de clases y abordaba el bus que me llevaba a la avenida La Marina. Luego de una hora y media de trayecto, descendía exactamente en el Paradero Astete.
En dicho entonces no tenia saldo en el celular. Además, tenía uno de esos que no sirven de mucho, su única función era la de recibir llamadas.
Enviaba un par de mensajes misio y recibía su llamada; aunque en algunas otras ocasiones resolvía llamar desde un teléfono público para decirle que en cinco o diez minutos estaría en su casa.
Al hacerlo emprendía camino hacia sus aposentos, el cual se encontraba a unas cinco o seis cuadras del lugar, recorriendo la avenida Los insurgentes, atravesando por un mercadillo y doblando a la derecha exactamente al pasar una veterinaria.
Caminaba otro par de cuadras y doblaba a la derecha visualizando un enorme parque, tan grande que mi vista no podía capturarlo todo; sin embargo, veía una losa deportiva (que solamente se llenaba los domingos) y andaba por la acera del parque observando la puerta de su casa, que siempre, casualmente, se abría al estar a pocos metros.
Entonces aparecía ella, vestida de jeans, zapatillas Converse, suéter y bufanda. Se veía hermosa y ahora que escribo este relato no logro entender porque nunca se lo dije más veces.
Bueno, al vernos nos saludábamos con un beso y un abrazo, enseguida, pedía que la esperara a que sacara su monedero o de repente, cerrara la puerta o quizá, era yo quien pedía el baño urgente. De cualquier modo, luego de ese lapso, nos entrelazábamos y caminábamos de regreso al paradero Astete para aventurarnos a Plaza San Miguel.
Previo a ello, durante el camino charlábamos acerca de nuestros respectivos estados de ánimo. Ella siempre andaba contenta, con una sonrisa brillante y una risa muy particular, adjunta a una voz dulce que decía al tiempo que piñizcaba levemente mi entonces prominente barriga: Gooooordo, ¿vamos a tomar lonche? Y yo, estúpidamente apático, resolvía responder: Si, fácil. Aunque, sin quitarme meritos, mayormente solía hablarle con dulzura: Claro que sí, mi Vaca (Realmente era Vaca con K, o sea, Vaka; pero no es la forma correcta de escribirlo; sin embargo, déjenme ser un rebelde por este relato).
La Vaka (Sí, Vaca con K) vivía entusiasmada, porque su carisma era natural, siempre andaba sonriente y alegre, deslumbraba su actitud franca y a la vez dulce como si tuviera la vida ideal, mientras que yo, a veces tan distinto, lidiaba con situaciones que no me conducían a nada (y hablo en el sentido personal) y por ello, en lugar de abrirme y contarle, me ponía apático. Claro está que no siempre ocurría ello, por eso, más tiempo andaba contento, de repente porque estaba completamente enamorado de ella y me daba alegría tenerla cerca y compartir el tiempo juntos (olvidándome de las jodidas situaciones que me abrumaban, sin pensar que solo se trataban de meras exageraciones que podía haber resuelto con facilidad).
Llegábamos al paradero Astete y ella con ternura decía, gordo, que nos cobre cincuenta nomas. Sonreía asintiendo con la cabeza, subíamos al primer bus que veíamos y en cinco o diez minutos, ya estábamos en Plaza San Miguel.
A veces también solíamos caminar y mientras lo hacíamos charlábamos de las distintas situaciones que ocurren, algunas increíbles y amenas y otras complicadas y aburridas.
Lo hacíamos cogidos de la mano, la veía de reojo mirando su rostro blanco y pecoso, su melena suelta en un intento por ser ondulada; pero no podía porque el asunto de usar diariamente la plancha la había hecho prácticamente lacia. No me gustaba; aunque debo aceptar que cuando se planchaba el cabello le quedaba precioso. No llego a entender con claridad porque nunca se lo dije, quizá por estúpido. Esa es la palabra correcta, definitivamente.
En Plaza San Miguel íbamos a todos los establecimientos, no hubo tienda que no visitáramos, lo conocíamos todo de pies a cabeza, por decirlo de un modo; aunque, definitivamente y repito, definitivamente, nuestro lugar predilecto era el asombroso mundo de “Casa & Ideas” por lo que hallábamos peculiares objetos, singulares productos, tales como peluches amorfos que causaban gracia y ternura, variedad de cubiertos, de colores nunca antes vistos y lógicamente cantidad de artículos que podrían
decorar nuestro hogar y hacerlo sentir alegre. El decir nuestro hogar me acaba de poner un poco sentimental.
¿Era la idea, no? Estar con ella todo el tiempo; pero bueno, a veces no se da de ese modo y es uno quien se equivoca.
Pero vayamos al lugar.
En “Casa & Ideas” se halla de todo, nosotros recorríamos el centro en busca de esas singularidades y las encontrábamos para asombrarnos, jugar y divertirnos, hasta llegar a sacarnos fotos.
Yo solía llevar mi cámara digital y grabar los momentos, hubiera querido poder tenerlos ahora, lástima que en un arranque de ira sin argumentos los borré.
Sin embargo, en la mente existen esos grandiosos instantes en ese lugar tan alegre al que no dejamos de asistir, es más, lo hicimos tantas veces que se hizo una rutina estupenda. Incluso, cuando nos separamos, confieso que iba y me deprimía no tenerla a mi lado recorriendo los diversos pasillos de ese majestuoso templo de singularidades increíblemente divertidas.
Luego de recorrer todos los lugares de Plaza San Miguel, sacarnos algunas fotografías para subir al entonces HI5 íbamos caminando hasta Tottus; pero, antes hacíamos una parada en Metro.
Lo que hacíamos en Metro era visitar una tienda de juguetes que tenía un dinosaurio enorme en la vitrina. Casualmente nunca lo vendieron porque hace poco volví y vi ese dinosaurio exactamente en el mismo lugar. Me dio risa y a la vez nostalgia.
También visitábamos un pequeño acuario, yo tenía mucha fascinación por los animales acuáticos, actualmente ha disminuido notablemente, más que todo por el tema que ando ocupado escribiendo y escribiendo, corrigiendo y corrigiendo las nuevas obras, asistiendo a talleres y cursos, que no tengo el tiempo para detenerme a observar videos de documentales o buscar en Google sobre nuevas especies marinas, es algo que debo hacer cuando tenga un tiempo libre.
Junto a la Vaka veía los peces e imaginaba que alguna vez tendría una enorme pecera en donde podría tener varias de esas especies viviendo en casa.
Era en ese momento cuando le provocaba un pan con chorizo, el mismo que vendía el frente, a mí nunca me gustó; pero a ella le encantaba y como andaba en forma podía comer lo que quisiera.
Ahora que recuerdo, es curioso que me haya acordado del sonido de su risa, una vez me dijo que se parecía a la de Bob Sponja.
Sigamos.
Más adelante, llegamos a Tottus, lugar donde nos quedábamos a tomar lonche. Bueno, si se puede llamar lonche a lo que comíamos o en todo caso, comía.
Me asombra la manera como comía en ese entonces, estaba gordo y prácticamente tragaba todo lo que compraba o invitaban.
El punto es que llegábamos a Tottus, entrábamos, subíamos las escaleras eléctricas (que no eran tan peligrosas como ahora) y nos deteníamos en la pequeña cafetería.
Vaya, ahora es enorme, lo sé porque he vuelto a ir. Debo confesar que siempre que tengo tiempo suelo volver a Plaza San Miguel, Metro y Tottus de La Marina para acordarme de esas ocurrencias y luego recordar detalles para poder escribir sobre los mismos, porque la Vaka (con K a pesar que este mal escrito) siempre va a ser alguien especial en mi vida porque aprendí tanto de ella luego de separarnos. Resulta tristemente irónico.
Ella pedía café o jugo, yo solía tomar gaseosa (me da vergüenza mencionarlo, ya no tomo gaseosa). La gaseosa no la pagaba, te preguntaras, ¿Cómo es eso? Pues de la siguiente manera: Iba a sacarla del refrigerador, la abría, la bebía y me iba. Ella no decía nada, le parecía divertido.
Además, comprábamos el asombroso, delicioso y gracioso “Pan serpiente” que era barato y rico. No lo terminábamos y jugábamos con el mismo haciendo como si cobrara vida y fuera una serpiente maligna.
¡Qué buenos tiempos! Ahora que lo recuerdo tenía un video donde ella realiza ese acto, es tan tierno y chistoso que causa nostalgia no poder volver a verlo; pero, pues, al menos queda ese rato en la mente y ahora en este cuento.
Nuestro conversatorio se trataba de fútbol, algunos hechos graciosos y entre otras situaciones.
Siempre me arrepentí el no contarle mis deseos, sueños y demás, creí que le tenía confianza para todo, excepto para abrirme, aparte, hubiera sabido de mí, del verdadero tipo que era, no de quien se equivocó.
En lugar de algunos asuntos triviales hubiera contado mis anhelos y escuchado los suyos, compartido metas y hasta fusionado para que ambos pudiéramos haberlas logrado en el tiempo que estuvimos. De repente no tuve esa facilidad para hablarle con honestidad escudándome o escondiéndome.
Pues, luego del lonche que era divertido porque vacilaba el hecho de robar gaseosas y luego andar pensando que me han visto sustraer sin pagar, andábamos por las zonas de juguetes viendo algunas cosas y después viendo otras cosas. Al final, salíamos con la barriga llena y caminábamos rumbo a su casa.
Lo hacíamos por un sendero que no he vuelto a recorrer. Para ser sincero no lo recuerdo bien; pero nos conducía hasta una alameda por donde llegábamos a su casa. Obviamente era otra ruta, una más corta que únicamente usábamos para regresar.
Una vez en su hogar nos deteníamos en el umbral de su puerta para enseguida anclar a un lado, en una especie de muro donde ella se sentaba y pedía que la abrazara con fuerza. Lo hacía inmediatamente y no quería -ahora con mayor intensidad- zafar de ese abrazo. Sin embargo, nos despedíamos sabiendo que posiblemente nos veríamos en un par de días y andaríamos en contacto vía MSN o mensajes de texto.
Eran buenas tardes, tan simples como increíbles, por eso he aprendido que la rutina puede ser extraordinaria, solo tienes que saber disfrutarla.

Fin

miércoles, 25 de noviembre de 2015

¡Gracias Editorial Mark!

- Bueno, queda agradecer públicamente a la Editorial Mark con quien he trabajado los últimos dos años con el libro “Una noche, una musa y un teclado” que dio inicio a mi carrera de escritor, me llevó a una feria del libro (del año pasado) y buen número de ejemplares vendidos (no creí que fuera a vender tantos).
Ha sido una experiencia increíble y sobre todo repleta de aprendizaje.
Actualmente tengo el anhelo de seguir creciendo como escritor y por tal razón voy a incursionar y probar suerte en las grandes ligas con el manuscrito de mi nuevo libro.
Espero que mis deseos se hagan realidad, tengo conocimiento sobre el mundo de la literatura y voy a dar lo mejor de mí.
Reitero mi agradecimiento a los genios de la editorial que hicieron que el sueño que tuve se haga realidad y les guardo un enorme respeto.
Fue fantástico trabajar con ustedes. ¡Hasta siempre!







martes, 24 de noviembre de 2015

Pensamientos 2

- Siempre me aferro a creer que una relación no puede terminar, por ello, suelo entregarme en cuerpo y alma, con convicciones intactas y una gran gama de soluciones.
Soy un hombre que ha tenido amoríos de tiempo, he durado bastante con las novias que tuve, curiosamente, he terminado con todas; pero, claro está, todo se vuelve literatura y escribo sobre mis relaciones inmortalizando a las protagonistas; que, actualmente, no suelo frecuentar y de repente, para bien o para mal, resultan ser otras personas.
A este punto quiero llegar. “Otras personas” es una frase curiosa y muy profunda, aparte de ser una gran verdad. Pienso; aunque quisiera equivocarme, que las personas mutan cuando se alejan de las relaciones. Podría entenderlo, si terminas porque el tipo te hizo infiel o porque te engañó con tu mejor amiga o de repente porque te golpeaba, puede que sea bueno que cambies; pero si todo fue estupendo y de repente llegaron a un punto de quiebre en donde poco a poco se fue marchitando y resolvieron, sensatamente, terminar, creo que el hecho de cambiar radicalmente resulta escalofriante, peor aún, comportarse como alguien que nunca tuvo un cimiento en valores. Lo que trato de decir es que se vuelve alguien que nunca conociste. Una figura distinta, un alma oscura, la persona que jamás creíste que fuera a ser y piensas, naturalmente, que te decepciona sus acciones, su sentir y demás. Claro, puede que se te olvide al instante y pienses, que carajos, es su vida; pero luego vuelves a reflexiones y atinas diciendo; pero alguna vez estuvo conmigo y fue distinta. ¿Qué rayos le sucedió? Bueno, una pregunta retórica; sin embargo, penosa.
Para las mujeres con quienes me relacioné sentimentalmente alguna vez siempre les voy a desear lo mejor, mis amores han terminado de un modo natural (por decirlo así) sin rencores ni resentimientos; aunque, de hecho, existieron en algunos momentos; pero charlando todo se fue arreglando.
Me apena que se vuelvan desconocidos, actuando de una manera opaca y distinta, olvidando su esencia y quienes fueron.
No obstante, al fin y al cabo, no juzgo, solo dicto lo que pienso y apena que se conviertan en personas que nunca conocí.
Bueno, al final como siempre repito: Todo se vuelve literatura y yo escribiré sobre cómo fue cuando la conocí, no como la otra persona que es ahora.

Fin


La aparatosa caída

- Me duele la mano (De repente esto se puede prestar para otras percepciones) pero ahora que recuerdo desde esa caída en el bus me siento afectado, al punto que no puedo escribir ni cargar pesas ¡Maldita sea!
Pues, la caída en el bus es una de las menos graciosas, es que actualmente cuando te caes, duele, no como cuando eras niño que todo causaba gracia.
Todo empezó una mañana, salí temprano de casa para dictar un taller (Sí, iba a dictar una clase) y pues debía de ir reluciente y con argumentos firmes. Además, estaba emocionado, mi primera clase (suspiraba al decirlo) y bueno, la noche la había pasado escribiendo acerca de lo que diría, claro está, que obviamente, hablaría sobre mi libro. Además, siempre preguntan por el libro.
Resulta que llegué al paradero, para entonces no tenía auto, me lo acabo de comprar hace un par de semanas y facilita mi vida.
El bus andaba repleto de gente, generalmente esos malditos escolares -disculpen el termino- que cargan sus enormes mochilas (a veces pienso que llevan los cuadernos de toda la semana o hasta su cama) y se aglomeran en la entrada sin dar acceso a los que van más lejos.
Bueno, subí y me adentré en el bus colocándome exactamente en el centro, pude abrir la ventana para que el aire borrara el mal olor de algunos sinvergüenzas. A medio camino tuve la suerte que todos los escolares bajaron, al punto de dejar el bus medio vacío, lo cual fue estupendo. Pude sentirme conforme; aunque seguía parado.
De repente, otro bus, uno de la misma empresa, se colocó a su lado y ambos conductores se vieron con rostro de pocos amigos, incluso, cambiaron insultos. Que flojera andar amargado desde temprano, repartir lisuras y crear bilis. Pues, la riña no quedó en un palabreo vulgar, sino que arrancaron a toda marcha cuando el semáforo se puso en verde y yo, el único sujeto parado y obviamente, mejor vestido, salió disparado cayendo al pavimento de una manera súbita y dándose un brutal golpe en gran parte del cuerpo.
No pude contener el celular y a la misma vez el bendito maletín recién comprado y pues, uno se mantuvo en el bolsillo y el otro, para vergüenza mía, se abrió y todo el papeleo salió.
Me levanté tan rápido como pude, una chica agredió verbalmente
al chofer y cobrador diciendo todo lo que yo hubiera dicho si no me doliera tanto el cuerpo.
Ah, he olvidado mencionar que era lunes, el sábado había bebido hasta las últimas consecuencias y como estoy viejo (a mis 29 años bien vividos) la resaca me dura más de dos días. Por ello, me sentía destruido; sin embargo, el reincorporarme al instante no hizo que se notara.
Luego, bien sentado empecé a sentir los dolores en el cuerpo, generalmente en el brazo y después específicamente en la mano derecha.
Desde entonces siento mucho dolor en dicha mano y he terminado de escribir este relato en media hora (por el tema de usar una mano).
Si quieren saber cómo me fue en la clase. Pues, muy bien; aunque debí tomar una pastilla antes de entrar.
Ahora acabo de tomar otra y espero que este despreciable dolor pase y no tengan que enyesar mi mano. ¡Eso nunca! En fin, ya pasará.
Ah, les doy el gusto de poder imaginar la caída y reírse.

Fin

¿Dónde estoy?

- Después de los atentados ocurridos en Maestro Barbieri, Maculy no volvió a ser el mismo, se fue alejando de la gente y cuentan las malas lenguas que lo vieron en discotecas de ambiente.
Por mi parte, seguí asistiendo a reuniones y fiestas, la anécdota se repitió algunas veces; aunque siempre preferí obviarla, no quería saber más sobre ese suceso. Diego lo veía de otro modo, se sentía orgulloso relatando el encuentro con los travestis, no dejaba de contarlo y a causa de ello la mayor parte de nuestros conocidos supo sobre lo ocurrido.
Era un sábado aparentemente tranquilo, no quise salir de casa porque el fútbol me había dejado agotado; sin embargo, Kerry, un amigo que siempre resultó ser un tanto extraño, me invitó unas cervezas, le dije que aceptaba con la condición que fuera en mi casa. Vino y estuvimos tomando un buen tiempo.
De repente, sonó su celular, recibió la llamada y luego comentó acerca de una fiesta, estaba muy emocionado, quería que fuéramos a como dé lugar. Yo me había empilado, lo admito y por eso resolví partir junto a él.
En el camino me fue contando acerca del anfitrión, un tal Ricardo, si bien recuerdo, cuya dirección no tengo mente; pero daba en Miraflores.
Llegamos en cuestión de minutos, en el auto fumamos puchos y bebimos el resto de las latas de cerveza. Además, el taxi sintonizó buenas canciones, de esas que te motivan todavía más.
Me sorprendió para bien que Kerry pagara el taxi. Nos detuvimos en la puerta y vi a mi amigo realizar una llamada. Al rato abrieron la puerta, lo hizo una mujer bien parecida, lucia vestido veraniego y zapatos de tacón, se veía linda.
Saludó amablemente con besito en la mejilla y se presentó de la siguiente manera: Hola, soy Jazmín. Yo soy Kerry, amigo de Ricardo, de la universidad y este es mi compadre, amigo del barrio.
Un gusto muchachos, pasen por favor, adentro esta la juerga. Esa frase nos empiló e ingresamos como Juan en su casa.
Al cerrar la puerta no noté que la chica no entró.
Tuve una impresión negativa al ver una gran cantidad de muchachos y minúsculo número de mujeres. Sin embargo, el trago en la mesa era abismal, por ello, no quise quejarme. Podría beber y beber cuanto quiera, terminar borracho, realizar algunas estupideces y ser feliz.
¿Qué estamos esperando? ¡A beber! Le dije a Kerry, quien muy alegre respondió, ¡Vamos por unos tragos!
Nos acercamos a la mesa y fue complicadamente hermoso decidir con que licor iniciar.
Yo elegí el ron mientras que él lo hizo con vodka. Raro, no conozco a ningún hombre que beba vodka.
Quise no inmiscuirme tanto y disfrutar del trago. Con el vaso en mano y el pucho en los labios estuve moviendo el cuerpo al ritmo de la música.
Junto a Kerry empezamos a charlar sobre la fiesta cuando de pronto, se apareció un tipo bien afeitado, lo supe por el brillo en su rostro, vestido de un modo sofisticado; aunque esos pantalones rosados no me pondría jamás. La chaqueta si estuvo bonita. Zapatos de gamuza y una boina. En fin, el resultado era que el sujeto vestía bien, parecía tener dinero y superar los 35 años.
Este señor a quien menciono apareció y saludó efusivamente a Kerry, digo efusivamente por el interminable abrazo que se dieron, como si en años no se hubieran visto. Le clavó un beso en la mejilla y noté su acento argentino al escucharlo decir, a los tiempos, mi hermano, vos sos grande, querido. Lo cogió de las mejillas y le plantó otro beso. Yo estaba sorprendido; aunque estoy seguro que algunas culturas son así. Sin embargo, no me gustaría que me bese un hombre.
En ese momento, luego de tanto cariño amical, me presentó con Ricardo, el alma de la casa, el anfitrión y dueño de todo lo que estaba viendo alrededor.
Nos estrechamos la mano y lo oí decir, el amigo de Kerry es mi amigo, siéntete como en casa. Con esa frase me cayó genial.
Por tal razón volví a servirme otro trago mientras los camaradas charlaban.
Tengo la mala costumbre de beber sin límites, cuando empiezo no me detengo hasta el amanecer, por ello, no paré de beber y mientras lo hacía, obviamente, conversaba, reía y hasta danzaba.
La estaba pasando bacán hasta que sucedió lo sorprendente.
Se apagaron las luces repentinamente encendiéndose únicamente una luz circular que enfocaba un espacio de la casa, exactamente ubicado en un balcón. Todos miraron ese lugar y vieron aparecer a alguien completamente cubierto con una manta, mismo boxeador antes de luchar.
Cogió un micrófono y sentenció con alegría: ¡Que empiece la verdadera fiesta!
No me di cuenta que Kerry ya no estaba a mi lado, anduve viendo al tipo de arriba olvidando de quienes se encontraban a mi alrededor y sin percatarme que las pocas mujeres desaparecieron.
¿Qué está pasando? Pregunté y nadie respondió. Todos callaron de repente y la luz se apagó. Enseguida, se prendieron todas las luces y pude ver claramente como todos vestían de mujer.
¿Qué rayos está sucediendo? Kerry, ¿Dónde carajos estas? Fueron las primeras preguntas. Los chicos que ahora andaban pintados y vestidos de dama danzaban de un modo muy singular, no daba risa, la sensación era escalofriante, recordé los sucesos anteriores y quise escapar; pero una mano me detuvo.
Tranquilo es parte del show, dijo Ricardo, que ya no vestía como galán, sino como una fémina.
¡Suéltame, carajo! ¿Dónde está Kerry? Dije en un arrebato. ¿Qué? ¿No lo ves? Dijo señalando un lugar.
Lo vi bailando con un tipo que llevaba traje de dama, ambos lo hacían de un modo, según ellos, sensual y por más que quise no darme cuenta o hacerme el ciego, se besaron.
Fue la gota que derramó el vaso. Inmediatamente se me fue la borrachera y decidí escapar.
Abriendo paso por los tipos con ropa de mujer logré encontrar la puerta; pero estaba con seguro. Dije una maldición y de repente recordé a la chica; aunque era imposible notar su presencia.
Ella sabía de esto, pensé y en ese momento alguien tocó mi hombro.
Volteé y observé al tipo con capucha. ¿Qué pasa? Pregunté. Se sacó el disfraz y reconocí a Maculy, quien enseguida me mostró la llave, pude robársela y zafar a velocidad.
Camino a casa estuve pensando en la locura en la que me vi envuelto reconociendo que definitivamente uno no llega a conocer a las personas y tampoco saber sus malditas aficiones.

Fin

Nota: "Maestro Barbieri" se encuentra en el mes de Septiembre. 







Frase 37

- No puedes vivir creyendo que no te van a decepcionar, que la persona te defraude a veces es natural, por eso te quedas con quienes suman y te alejas de quienes no. Entonces, siempre para adelante.



lunes, 23 de noviembre de 2015

Escribir

- En todo este tiempo escribiendo me he dado cuenta que no hay una hora adecuada para escribir, que no puedo hacerlo escuchando música porque distrae demasiado, bajo el volumen al celular, cierro Facebook, también la puerta de la habitación, imagino, imagino e imagino observando la hoja en blanco o como de costumbre, recuerdo, recuerdo y recuerdo trasladando los hechos tal cual fueron. Al terminar, salgo del cuarto, si es posible camino un rato por la calle y al volver leo el texto. Las primeras correcciones son con música de fondo, después debo concentrarme para optimizar detalles y al final archivarlo. Todo un bonito proceso.






sábado, 21 de noviembre de 2015

Ven princesa

- Ven princesa, vayamos a caminar un rato. 
¿Qué haces acá? No me digas que… 
No, todavía no me toca. 
Pero, entonces, ¿Cómo?
Estoy escribiendo este párrafo y por ello me traslado a tu lado.

Fin


viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Cuándo decidiste escribir?

- Siempre me ha gustado escribir, es algo que repito cuando preguntan, ¿Desde cuándo escribes? Aunque la verdadera pregunta debería ser, ¿Cuándo decidiste escribir? Entonces, yo diría, todo empezó de la siguiente manera:
Incursioné en el Diseño de moda por el único hecho que me gusta vestir bien y tengo, según dicen, bastante imaginación. Además, resultaba una carrera llamativa. Por ello, me escribí en un instituto, el más caro y prestigioso de Lima, ¿Las razones? Mis padres siempre quisieron que estudiara en un lugar de calidad y prestigio. 
Pues, el primer día llegué tarde. Curiosamente, al entrar al salón noté la grandiosa particularidad; repito, grandioso hecho, que todas eran mujeres. Me sentía nervioso, debía de estar emocionado y contento; pero no dejaba transpirar, más porque no dejaban de mirarme, de repente no tanto por el aspecto físico, bueno sí y no porque sea buen mozo, sino porque era extraño ver a un hombre entre tanta fémina. Claro está que con el pasar de las horas fui entrando en confianza, es que las chicas suelen ser muy sociables y les gustaba hablarme. Entonces, por más tímido que ande, tampoco iba a quedarme callado largo tiempo, debía de responder preguntas y contar algo de mí.
Esa primera clase si bien recuerdo fue Arte I y lo que debía hacer era dibujar. Claro, suena sencillo; pero yo no sé dibujar, o sea, realmente no sé y nunca voy a aprender a dibujar porque desde tiempos ancestrales dibujo terrible.
Me di cuenta que el resto de personas dibujaba con facilidad y lo que era ante mis ojos una obra de arte para la profesora resultaba el inicio de un largo camino para poder mejorar. O sea, ¿Mejorar? Si ya dibujan bacán, pensaba escondiendo mis dibujos para que no pudiera verlos.
Aparte de la mala primera impresión que tuve con aquella clase, me gustó, lógicamente, el placer de andar rodeado de bellas mujeres. Realmente muy hermosas y sobre todo con estilo al vestir.
Creo que eso me motivó para seguir con la siguiente clase que se trataba de patronaje. Fue la primera y última vez que asistí a esa clase.
Después, ante mi sorpresa, tocó una clase de matemática. Dije una maldición al inicio; pero luego entendí que era ligera. Sin embargo, no dejaban de ser esos endemoniados números que tanto me fastidian.
Pude sobrellevar la clase, una chica me explicó los ejercicios, alguien con quien luego tendría una historia (Curiosamente, no dentro del instituto).
Bueno, para terminar la clase llevé un curso de diseño de colores, el cual, admito, me pareció estupendo porque siempre me gustó combinar colores. Era un curso relajante, tenías que pintar prendas, no dibujarlas, ya eran bocetos que te daban.
Terminado el primer día de clase llegué a casa agotado, ese asunto de levantarse temprano era tedioso e imaginar que tendría que hacerlo más temprano aún, resultaba alarmante; pero quería seguir, más que todo, por las bellas muchachas.
Recalco que las chicas eran divinas, era como andar en el paraíso, siendo el único hombre de la clase y que todas quieran tu atención, no porque seas guapo o de repente para algunas, sí. Pues, la cuestión era que las atraías y esa timidez de principio poco a poco iba disminuyendo, irónicamente, también iba careciendo mi conocimiento para el diseño de moda.
Pasó el tiempo y llegaron los primeros exámenes, yo andaba recontra perdido porque paraba enfocado en las chicas, en salir los fines de semana con ellas, en conocerlas más y en darme cuenta con quien podría empezar una relación. Claro, ¡Estaba completamente equivocado! No debería andar pensando en mujeres, sino en estudiar; pero mientras iba yendo a clases me daba cuenta que no era lo mío y esa idea era oculta por el hecho de asistir para ver a guapas muchachas.
En los parciales y finales fui un cero a la izquierda, desaprobé todo. No solo era mi falta de interés por las clases y el mismo que se trasladó hacia las chicas, sino que falté a clases importantes por tener momentos en los que me sentía desubicado.
Lo que hacía era salir de casa e ir al instituto, por momentos quedarme dentro conversando con alguien y luego salir a caminar sin rumbo, pensando en qué diablos andaba haciendo en un lugar donde no me sentía conforme, aparte de las chicas, claro está.
Con el pasar de las semanas esa idea fue tornándose sólida y dejaron de interesarme las salidas con las compañeras, incluso, dejé de lado una relación con una muchacha porque no podía seguir en el lugar donde andaba, no me entendió, de repente, ni yo me entendía. Solo quería zafar, dejar de estar donde no me gustaba, es que realmente, yo no cabía en ese lugar, el diseño de moda no era lo mío, no me agradaba coser, ni confeccionar, tampoco dibujar; aunque algo el hecho de pintar; pero el resto no funcionaba con mi personalidad.
Al final del semestre me fui; aunque en casa nadie lo supo hasta que tuvieron que enterarse de un modo muy particular.
Mi viejo fue al instituto a ver las malditas notas, se dio cuenta de todos los ceros y las constantes ausencias y demás chismes, que andaba saliendo con tal chica, que faltaba a clases y me veían fumando cigarrillos en la esquina, etc.
Molesto me encaró; pero llegamos a charlar llegando a la conclusión que lo mejor, obviamente, sería dejarlo y analizar bien mi posición para con una nueva carrera, la cual, lógicamente, debía de ser afines con mi personalidad.
No sé si fue una decisión estúpida; pero lo siguiente que ocurrió, tiempo más tarde, fue que volví a incursionar en la moda.
Esta vez lo hice en un instituto pequeño, no tan prestigioso ni caro como el anterior, sino algo más ligero, era más que todo un taller ubicado por Corpac. Me motivó que fuera por ese lugar y no voy a dar detalles del porqué.
Una señora muy; pero muy amable me atendió y se volvió mi profesora, recuerdo que estaba embarazada (mas no su nombre) e hicimos algunas prendas, algo que no había logrado en el anterior centro; pero tan solo duré tres meses. La razón fue que la señora se tuvo que marchar debido al nacimiento de su hijo siendo reemplazada por una vieja amargada que no entusiasmada en nada; aunque, a decir verdad, son excusas.
Yo lo hacía porque no sabía adónde ir y la razón por la cual quise intentarlo de nuevo era porque quería que me gustara; pero entendí que realmente no era lo mío.
Tuve que resolver unos asuntos en tierras lejanas y al volver a Lima me matriculé en el Británico.
Recuerdo que el primer día fui luciendo un sombrero negro que en ese entonces daba una impresión peculiar robando miradas. En el salón éramos siete u ocho e hice un amigo. Además, una ex (bueno, estuvimos un mes) estudiaba en el aula contigua y algunas veces intercambiamos saludo.
No me acuerdo del nombre de este compañero; pero si recuerdo que conversábamos en la salida al tiempo que fumábamos cigarrillos.
Sorprendentemente aprobé ese primer ciclo o módulo (no recuerdo como le dicen) y también el siguiente; pero el tercero me perdí, más que todo por el asunto de andar divagando en unos temas personales, específicamente amores, que hicieron que me pierda. Por ello, no pude alcanzar el puntaje y desaprobé. Pude haber intentado de nuevo; pero no quise. Entonces, nuevamente me vi envuelto en una linda y loca situación amorosa que me hizo trasladar a otra ciudad por un largo periodo.
Al volver estaba completamente seguro que lo mejor sería estudiar en una universidad, mi viejo dijo que debería postular a Administración para crear una empresa y desarrollarme como empresario, la idea resultaba exquisita por el dinero que se gana; aunque los benditos números siempre tendrían que andar presentes y no solo era cuestión de caernos mal, era que simplemente no podía lidiar con ellos. Los detestaba y por más que quería entablar una armonía, no podía, no me daba la cabeza para tantos números; pero, a pesar de ese sentir, postulé a la Ricardo Palma.
Obviamente el resultado fue el más esperado. Por ello, resolví entrar a una academia, entonces podría aprender más y de repente, lograr lidiar con números.
En la academia todos eran unos malditos genios, yo el tipo que paraba con chicas y no sabía absolutamente nada acerca de matemática, física, química, trigonometría, aritmética y demás.
Curiosamente, ellos me pedían que les presente a las chicas y yo que me enseñan a resolver ejercicios.
Estuve tres meses en la academia, no recuerdo bien; pero fue una experiencia muy divertida, sobre todo porque eran personas amables y las chicas bien carismáticas. El tipo que solía ser el encargado del aula era alguien muy chistoso y a la vez idiota, siempre le tomaban el pelo.
Debo admitir que los profesores eran muy buenos, la enseñanza era estupenda; aunque yo no haya entendido nada, de repente porque me pierdo con los malditos números o quizá, porque simplemente no me entran en la cabeza. No obstante, el resto comprendía a la perfección y pues, luego explicaban. Claro está que tampoco entendía.
Lo que hacíamos después era jugar pelota teniendo a las chicas alentando, siempre fue la parte divertida de ir a la academia.
Más adelante, luego de un lapsus por volver a aventurarme a un viaje, me escribí en la Pre de la Universidad de Lima iniciando una nueva travesía.
El lugar era espectacular, la gente genial y las aulas de primera; pero nuevamente las tediosas matemáticas hacían su aparición. Resulta que debía de aprobar las dos materias: Lenguaje y Matemática. Lenguaje era recontra sencillo, aprobé todo con facilidad y empezó a gustarme porque sentí que tenía intuición para algunos ejercicios. Además, me agradaba porque aprendía a escribir mucho mejor cuando intentaba trasladar vivencias al papel.
Por otro lado, matemática consistía en Aritmética, Algebra, Trigonometría y la despreciable Geometría. Definitivamente seres muy complicados; pero debía de lidiar con ellos, ya que prácticamente tenía el 50% aprobado.
Por más que tuve un profesor personal no lograba entender la maldita Geometría, el resto, asombrosamente, me resultaba por momentos sencillo (debido a que no era tan monstruoso como los de la academia) por ello logré aprobar algunos exámenes y llegué a sentirme muy contento.
Sin embargo, en los exámenes finales aflojé y literalmente fui arrasado con esos temas, más que todo por Geometría.
Algunas anécdota en la pre fue que conocí a algunas personas geniales, más que todo mujeres, claro está, con quienes me vi envuelto en algunas situaciones amorosas que en estos momentos no pienso relatar porque es un texto exclusivo para situaciones académicas.
También puedo decir que tuve algunos momentos geniales jugando pelota con los muchachos del salón, con quienes saliendo nos íbamos a una canchita y armábamos tres equipos. Nadie pensó que yo podría jugar tan bien, dejé en ridículo y asombrados a varios con mis jugadas y goles, al punto que al siguiente encuentro fui de los que eligieron a los jugadores.
Lamentablemente todo quedó en eso, en momentos amorosos y tiempo jugando pelota, no alcancé la nota para ingresar y nuevamente me sentí perdido.
Esta vez resolví no involucrarme en ningún centro de estudios, entonces me dediqué a escribir como lo iba haciendo, historias que se basaban en situaciones reales que vivía junto a mis amigos, mayormente, los fines de semana y las enviaba a sus respectivos correos. Eran relatos cómicos que poco a poco iban siendo conocidos, al punto que más personas (aparte del grupo) quisieron leerlas, por ello, me enviaron sus correos para que les mandara los cuentos.
Para ese entonces andaba en un amorío con una nueva muchacha, a ella le gustaba que yo escriba esa historias, le parecían graciosas y algo exageradas (por el tema que describía momentos en exceso de licor, drogas y demás) pero siempre le hacía entender que era parte de la ficción (Pues, realmente no lo era tanto).
Con ese asunto de enviar historias vía correo electrónico anduve largo tiempo, cada vez escribiendo mejores historias, más consolidadas, con argumento sólido y personajes que se repetían con diferente características y hasta evolucionando con el pasar de los eventos.
Antes de entrar a IPAE a estudiar Administración (nuevamente lo mismo; aunque esta vez no tendría que postular y eso facilitó el interés) me creé un Blog en donde comencé a publicar las historias; aunque esta vez mucho mejor estructuradas y corregidas.
Tuve dos etapas en IPAE, la primera estudiando Administración que duró alrededor de cuatro o seis meses, en donde anduve repleto de buenos cursos, entre ellos, Marketing (de mis favoritos) dándome cuenta que me gustaba bastante, aparte también me atrajo la idea de terminar la carrera y salir con un proyecto de empresa en mano, adjuntado al título. Todo iba a bien hasta que conocí a Costos Operativos y la despreciable y dueña de todos mis males, Estadística. Entonces volvieron mis traumas (no exagero) y me vi envuelto en la misma jodida situación, intentando lidiar con esos benditos ejercicios que por ratos entendía y luego se me iba, que trataba de repasar y no entraban en la cabeza; sin embargo, logré aprobar los primeros exámenes; pero luego me fui al diablo porque el tema se volvió complejo y el cerebro no me dio.
Tras esos primeros seis meses llegué a la conclusión que lo mejor sería cambiarme de carrera y estudiar Marketing, pues, lo hice al año siguiente, para entonces el Blog superaba las 30 mil visitas.
Los lectores aumentaban y yo subía historias cada cierto tiempo, ya no las enviaba por correo y tampoco eran todas de comedia, empecé a escribir de todo un poco, incursionaba en nuevos temas y contaba vivencias propias, más que todo en el sentido amoroso.
Terminé con esta mujer por motivos que no diré y de repente sentí que podía utilizar esa pena para poder escribir y seguí escribiendo, ahora sobre situaciones nostálgicas y también sobre amores pasados, temas reflexivos y demás, el Blog comenzó a avanzar a pasos agigantados y por otro lado, empecé a estudiar Marketing con el pie derecho, era una carrera que me encantaba y los cursos se hicieron sencillos.
Duré casi dos años, tuve un sinfín de experiencias. Además, mi mejor amiga se inscribió y estuvo en mi salón, hicimos grupo para los trabajos, compartimos el tiempo en el break y pasamos grandes ratos juntos.
Mientras tanto el Blog que superaba las 100 mil visitas iba siendo poco a poco dejado de lado para incursionar, por primera vez, en una obra, es decir; todas las historias del Blog iban a caer en un libro, corregidas y mejor estructuradas. Fruto de ello nació “Mis demonios y yo” y pude sentir que un sueño se hizo realidad.
Fue una autopublicación de cien ejemplares los cuales vendí a lectores y regalé a mis amigos.
Todavía conservo un par de libros y uno en especial con la firma de todos los personajes.
Bueno, en IPAE la situación empeoró porque los cursos fueron siendo complicados y a veces no me daba la gana de asistir, aparte, mi mejor amiga se había retirado porque comenzó a trabajar y postergó su regreso. Yo estaba consciente que debía de terminar la carrera; pero a la vez quería seguir avanzando con otro libro que iba preparando, una novela que comencé a escribir inmediatamente después de publicar dicha obra.
Decidí retirarme de IPAE para enfocarme plenamente en el nuevo libro, en casa lo vieron mal; pero luego entendieron.
Dejé de lado la novela que iba escribiendo y justamente comencé a salir con una nueva muchacha, entonces, me sentí inspirado para escribir nuevas historias amorosas y lo hice en catorce meses.
Una noche, terminado el libro, con las historias y reflexiones que iba a colocar llegué a la siguiente pregunta, ¿Qué titulo le pongo? Y en ese momento, frente al televisor, me di cuenta que lo único que necesito para escribir es una noche, una musa y el teclado, por ello, resolví colocar el título: “Una noche, una musa y un teclado”.
Con la ayuda de esta chica logré encontrar una editorial y publicar el libro olvidándome por completo de mi vuelta a IPAE.
Ya no quería volver, quería seguir trabajando en la escritura, en libros, haciendo lo que tanto disfruto.
Este libro superó las 1,500 ventas, estuve en la feria del libro Ricardo Palma, maravillosamente, en Larcomar (mi lugar favorito) y pude estar en librerías y demás.
Me dio un lugar en el mundo de la escritura, por primera vez en mi vida tuve una fuerte motivación para seguir adelante, me vi envuelto en situaciones fantásticas que únicamente había visto en sueños o alucinaciones. Era feliz con mi libro a la mano, viendo como la gente lo compraba, leía y les gustaba para luego recomendar.
Mis sueños se habían hecho realidad y yo era un verdadero escritor, lo que tanto ansiaba desde niño; pero no sabía cómo desarrollar.
Para mejorar la escritura comencé a leer y leer, desayuné, almorcé y cené libros. Me escribí en talleres de narrativa, crónica, redacción, gramática, etc. Aún sigo inscribo en varios talleres, mi plan es seguir mejorando la escritura.
¿Y saben qué era lo maravilloso? Que disfrutaba tanto de lidiar con esos temas, asuntos como la redacción y la narrativa me fascinaban porque me daba cuenta que servían para desarrollar mejores cuentos y ello entusiasmaba al punto que luego de cada clase iba a casa a escribir y plasmar lo aprendido. Era extraordinario.
Y desde entonces asisto a talleres y demás. También me han invitado a dar algunas charlas, voy a eventos a promocionar mi libro y las ventas aumentan con intensidad. Cada vez tengo más lectores, cada vez mejoro al escribir y tengo una gama muy amplia de temas, ya no estoy tan enfocado en el amor y las situaciones reales, ahora trato de usar la imaginación, diversificar los temas y demás.
Pasaron los años, me desligué de esa relación justo cuando tenía planeado lanzar otro libro, este que ahora estoy a punto de terminar, es mi primera novela y titula “La última tarde”.
Debido al buen tiempo que tengo libre comencé a leer y releer el nuevo libro para presentar a alguna prestigiosa editorial un manuscrito importante que pueda ser publicado.
Ahora tengo ansias de llegar lejos, ya no deseo enviar mis libros al extranjero como tanto tiempo lo he estado haciendo, ahora quiero estar en muchos países, en librerías de distintas ciudades, que se traduzca en varios idiomas y estar en la mesa de noche de miles de personas.
Tengo una nueva motivación, ando de maravilla trabajando en lo que amo, estoy en las últimas correcciones del nuevo libro y lo que espero con ansiedad es llegar muy lejos.
Esta es mi historia de cómo todo empezó, de estar en lugares errados a llegar a consolidarme en quien soy ahora.
¿Te cuento un secreto? Voy a estudiar Literatura, es lo mío, definitivamente y entonces voy a mejorar la escritura y convertirme en quien tanto anhelo ser, un gran escritor.

Fin


lunes, 16 de noviembre de 2015

Frase 36

- Escribo como si alguna vez llegara a perder la memoria y tuviera que necesitar de mis textos para recordar.




Nada es sencillo

- ¿Qué fácil sería no? Tener la idea, escribirla con sencillez, con una excelente redacción y buena narrativa. Enviar el manuscrito a editoriales y que te acepten todas, eliges una y al día siguiente ya eres Best Sellers. Hacen una película y cada libro que publiques es éxito de ventas. Pero no, uno tiene que trabajar en la idea, pulir la inspiración cientos de veces, escribirla una, dos, tres veces, crear los conflictos, las soluciones, las idas y venidas, la evolución de personajes, los tiempos y demás, a todo esto, cuidando la ortografía, la redacción y narrando la historia de una manera que enganche. Luego, obviamente te van a rechazar; pero una acepta y pues, empezamos. Las ventas son escasas, mínimas, ni tu vieja te conoce; sin embargo, con convicción y perseverancia todo se logra y avanzas con la mente en el objetivo y por consecuencia del esfuerzo y las ganas junto al amor por lo que haces, la obra cae en corazones de miles de lectores. 
Nada es sencillo; pero cuando lo logras, todo es felicidad.






sábado, 14 de noviembre de 2015

Eterna princesa 2

- ¿Me das un abrazo? Te siento tan real. El aroma, el tacto, la respiración y el palpitar. 
Lo lament… No, mantengámonos así, sin palabras. 
No sé cuando volveré a tenerte de este modo, abriré los ojos y no estarás, pienso aferrándome a su ser.
Ella se vuelve polvo estelar, desaparece dejándome sin aliento, una vez más. Cae una lágrima y al abrir los ojos no se encuentra conmigo.


Fin





miércoles, 11 de noviembre de 2015

Frase 35

- Quien se enamora rápido no suele ser débil, digamos que el más afortunado porque anda viviendo del amor que andar observándolo en terceros.




martes, 10 de noviembre de 2015

Vestuario de hombres

- Es extraña la forma como empieza este cuento; pero resulta graciosa.
Cada vez que entro al vestuario de hombres del gimnasio, observo de reojo al tiempo que acomodo mis cosas o de repente, me alisto para salir, que los varones con total soltura se desnudan. Yo no podría por el hecho que me da vergüenza. Aparte, ¿Quién sabe qué otras visiones podrían tener? Porque honestamente esa cuestión que se inyectan suele volverlos del otro equipo.
Además, no acostumbro a ducharme en lugares que no estén en mi hogar por más limpio que se encuentre, entre otro par de detalles que no voy a mencionar.
Pues, es imposible no notar las cosas que uno no quiere ver; pero de repente, debido a la soltura y confianza con que se mueven y te conversan (el tipo me habla desnudo de lo más fresco y yo sintiéndome incomodo, a menos, obviamente, que fuera mujer, otra sería la situación) visualizo lo minúsculo que se hace el miembro y pienso con humor, ¿Tanta musculatura para tener ese manicito? Lógicamente la risa se nota, es que realmente resulta muy chistoso (claro está que no voy a aclarar como tengo el mío; así que no se hagan ilusiones). Por ello suelo salir riendo del vestuario mientras que los sujetos caminan desnudos, se cambian juntos y quien sabe que harán cuando no estoy.
Bueno, he hecho un preámbulo importante para la siguiente historia.
Hace muchos años, tantos que no recuerdo, cuando jugaba para el Centro Iqueño y entrenábamos en un enorme colegio, caminamos rumbo al baño de hombres sudorosos, contentos y eufóricos por el triunfo en el entrenamiento. Jeremy, Diego, Bruno y yo nos quedamos conversando mientras que el buen Rodrigo Pérez ingresó para, según él, inspeccionar el área.
Lo siguiente que ocurrió fue tan rápido que no comprendo cómo logro recordarlo con claridad. Salió a toda velocidad, con una sonrisa de oreja a oreja, sin voz y tratando de sacar fuerzas para expresarse, nosotros abrimos los brazos esperando que hablase y al instante gritó: Vi a “La Gucha” (el entrenador) totalmente desnudo y además, es velludo. ¡Es el hombre lobo!
Creo que es una de las situaciones más graciosas que he tenido la dicha de disfrutar.
No dejamos de reír, al punto que lo contamos y volvimos a contar durante meses, años y décadas, es una anécdota que siempre va a permanecer entre nosotros.
Nunca me voy a olvidar de su grito, definitivamente, jamás.
¡Ah, olvidaba! Abrió sus brazos tanto como pudo para describir algo que solo él sabe.

Fin

Frase 34

- La idea es diversificar la intensidad y no entregarlo todo de golpe. 
Vamos de a poquito que no hay apuro, el camino es largo y lleno de sorpresas, me gusta tu compañía y nos divertimos, por tanto, tan trillado como cierto: Lento; pero seguro.
Sin embargo, existen momentos de intensidad absoluta, me encantan porque son como oleajes, necesarios para aumentar el sentir y para luego escribir. Pero siempre volvemos al pacífico con el que iniciamos, que así llegaremos lejos.



lunes, 9 de noviembre de 2015

Todo se vuelve literatura

- Cuando lees un libro, te enganchas con él (la) protagonista y piensas, desearía conocer a alguien así. ¿Por qué solo existen en libros? Realmente a veces no es así, porque ella (él) existe y simplemente se volvió literatura. Es una teoría.
Por ejemplo, esta dama misteriosa y su gama de encantos, alguna vez van a tener que caer en un texto, voy a tener la dicha y a la vez, obligación de escribir sobre ella y lo voy a disfrutar y puede que pasen los años y no exista rastro de ambos, lea el cuento y vuelva a existir tal cual la conocí. O de repente, sigamos un camino eterno y cada instante sea una historia. 
¿De eso se trata, no? Que al final todos nos volvemos literatura…


Fin



sábado, 7 de noviembre de 2015

Juntos por siempre

- Siempre vamos a estar juntos, le dije mirándola a los ojos, luego de haber hecho el amor, de madrugada y con tragos encima.
Toda la vida, amor de mi vida, respondió con los ojos fijos en mi mirada, honesta desde el corazón hasta los labios.
Lo sabíamos, lo queríamos y anhelábamos, no podría resultar una utopía porque el amor no conoce de imposibles. 
No obstante, decidimos darle fin. Y un amor agonizante partió.
Es absurdo que no haya sido verdad, en su momento se sintió con sinceridad abismal, no hubo otro pensamiento que no fuera el sendero de la eternidad; pero lejos de justificar y culpar a la vida y sus realidades, acabó.
No estoy seguro si realmente haya un juntos por siempre; pero estoy completamente de acuerdo con que existen los momentos en que lo deseamos y queremos y en ese instante, lo logramos.
Es mi pensar…


Fin


Una maldición

- Tengo una maldición, todas mis relaciones han terminado, amoríos de uno, dos, tres, cuatro años se volvieron literatura. Irónicamente soy un amante de la estabilidad emocional, me gusta lo claro y honesto, saludable y encaminado para bien. Voy a seguir creyendo en el ideal de tener a alguien para siempre, ¿Es la idea, no? No soy de amores efímeros y pues, como aclaro constantemente, te puedes enamorar muchas veces; pero una vez será para siempre.

-Espero que se termine esa maldición-


viernes, 6 de noviembre de 2015

Son cositas

- Yo puedo estar muy enamorado de una mujer; pero jamás perdería la cabeza.


Puede que la ex de mi amigo sea hermosa y en un afán curioso de la vida nos juntemos; pero no podría incursionar en el hecho de conquistarla, para mí seguiría teniendo bigote. Además, habiendo tantas mujeres, resultaría ilógico. 


De hecho, puedo andar muy enganchado contigo; pero si me engañas, adiós. Y todo eso que te decía sentir se va a la papelera de reciclaje en un acto natural. Nunca perdonaría una infidelidad.

Lógicamente, me amo y luego te amo, no es ser ególatra, es autoestima.

Tengo la idea que alguien debe amar a la persona por como es, con defectos y virtudes, entonces, resulta extraordinario. Nunca intento cambiar a alguien, espero lo mismo. Entonces, ¡Muéstrate como eres!

En el sentido de las relaciones de pareja para que todo ande de maravilla es mi método el más simple: Mi espacio, tu espacio, nuestro espacio.


Fin



Lados oscuros

- Hay cosas que uno nunca cuenta, tampoco escribe, emociones que yacen en el lado oscuro del corazón y que es mejor no hacerlas notar. Siempre digo que soy expresivo y escribo de todo; pero existen lados que aparecen en momentos y de los cuales soy incapaz de plasmar. 
Hay cosas que simplemente quedan para siempre dentro de uno.
Me gusta mostrar una sonrisa, es más, siempre lo hago, la prefiero a un rostro acongojado, puede que a veces me sienta así; pero no lo noto, porque me encargo de sonreír, entonces puedo contagiar a alguien con mi sonrisa y no con la tristeza.
Disfruto ver el lado bueno de las situaciones, soy optimista por naturaleza; aunque a veces, naturalmente, existen momentos de agobio, que nunca intento contar, no te cuento penas, sino alegrías, porque contagio gratos momentos y no instantes tristes, conmigo vamos a sonreír y soñar, no llorar.
A veces me apenan algunos acontecimientos, situaciones personales, en las que me veo envuelto y siento que me aprieta y asfixia, se me hace complejo describirlo con literatura, imposible demostrarlo con palabras, por ello las reservo y me las cuento por la noche, en esas noches oscuras de domingo de resaca, en donde conmigo mismo charlo de esa agonía. Sin embargo, son solo ratitos, instantes que se marchan para volver la sonrisa y la alegría, es que como dije, siempre le veo el lado bueno y debo andar sonriendo para contagiar y porque también existen ratos que lo merecen.
Se me hace más fácil decirte te amo, que decirte estoy triste.
Soy reservado desde tiempos memorables, es irónico, te juro que si lees esto me vas a decir, no parece porque lo andas contando todo y yo te digo, solo cuento el lado bueno de las cosas porque no te quiero decir lo que a veces me afecta, no porque no quiera, sino porque no puedo. Prefiero tenerlo para mí, soy celoso con esos ratos, los momentos penosos, esos déjalos para mí, deja que me sienta triste solo y comparta contigo solo alegrías, sé que no debería ser así; pero soy así. Lo que a veces me apena no son circunstancias reales, son razones intrínsecas, de repente por eso se me complica escribirlo o decirlo, de cualquier manera, hay cosas que uno se guarda y que únicamente se las cuenta y las resuelve consigo mismo.
No obstante, siempre rio y sonrío, porque amo ser feliz y adoro ver sonreír a los que me rodean, no soy como David Garrick, digamos que solo reservo mis ratos penosos y comparto mis alegrías.



Fin




jueves, 5 de noviembre de 2015

Tantas veces el amor 5

- No se trata de encontrar a la mujer perfecta, sino a alguien que te acepta y te ama por cómo eres. Yo soy una persona auténtica, no cambio mi personalidad ante diversos momentos, solo adhiero atributos para mejorar, si me amas como soy, grandioso.
Te sujeto de la mano y andamos por el sendero, ¿Qué nos espera? Un sinfín de situaciones y obviamente vamos a sacarle lo mejor a cada una.
¿Es la idea del amor, no?


Fin