Mi nuevo libro

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sábado, 31 de marzo de 2018

¿Ya vienes, preciosa?

- Extraño despertar a tu lado, ver tu silueta como oruga debajo de una manta que huele a ti. Sentir la calidez de tu piel morena mientras acaricio tus piernas y sigues dormida porque tu sueño es largo cuando te encuentras en mi cama.
Extraño que despertemos y nos abracemos como si estuviéramos soñando con nosotros y sepamos que estamos juntos al abrir los ojos, esas sensaciones solo tienen los novios que aman.
Quisiera no ser poeta para dedicarme de lleno al hecho de tenerte cerca.
Desearía que estemos en una isla desierta pasando los siglos de nuestras vidas.
Sin responsabilidades ni banalidades, nos amamos el resto de la eternidad.
Extraño despertar a tu lado, mi reina.
Extraño tus ojos cerrados y un beso en tu mejilla.
Pensar y creer que la noche puede ser eterna, alucinar que estoy en una noche, de esas como el Polo Norte, que duran semanas.
Quisiera que vuelvas a la cama y no te vayas; pero hagamos el amor antes de dormir.
Hagamos el amor todo el rato, hagamos el amor todo el tiempo, hagamos el amor antes de echarnos a dormir.
Te extraño y extraño tu cuerpo desnudo, el sabor de tus labios y el aroma de tu piel.
Ya vienes, ¿verdad? Porque esta cama te extraña y porque mis abrazos te requieren y porque sin ti estoy incompleto a pesar que hace poco te tuve en mi cama.
Te extraño y te espero, preciosa.




Fin

martes, 27 de marzo de 2018

Las claves

- Tengo memoria selectiva para sucesos de mi historia.
No recuerdo números telefónicos, tampoco cumpleaños y mucho menos claves de correos electrónicos; pero por suerte para eso existe el celular, las notificaciones de Facebook y una base de datos en mi computadora con todas mis claves. ¡Esas mismas que una vez una acosadora hurtó! Dada la ironía, era una persona que entraba a mi habitación.
Las claves de mis tarjetas están basadas en hechos que difícilmente voy a olvidar, por eso se me hace sencillo recordarlas y eso que tengo muchas tarjetas, es una cuestión interesante, ¿sabes? Pues, cuando abro la billetera se ve bonito y brilloso; pero cuando pago las cuentas, salgo como Don Ramón.
Lejos de tener que recordar fechas de aniversarios, una vez la olvidé por completo y mi chica de entonces, una resentida de nacimiento se enojó, naturalmente con motivos; pero una debe entender que uno de mis defectos es la falta de memoria (no el desinterés). Puede que suene a justificación pero es la verdad. Lejos de tener que acordarme del cumpleaños de mis primitos (treinta y tantos años cada uno y todavía piden libros de regalo) uno tiene que acordarse de otro tipo de claves, llamase ‘innecesarias’ como por ejemplo, la maldita contraseña del candado del locker del gimnasio, lo cual, muy aparte de haberme jodido la mañana, me inspiró a esta historia.
Yo estaba escuchando ‘Vive la vida’ de Coldplay, motivado y entusiasta con volver al entrenamiento luego de la masacre del fin de semana, curiosamente, previo a ello, fui al banco a sacar dinero para comprar figuritas, y al entrar, mientras saludaba a los tigrillos que usan camisetas sumamente apretadas que bueno fuera los hicieran ver macetas o nalgones; pero todavía dejan mucho que desear, me vi envuelto en una extraña situación, la cual voy a llamar de esta simple manera: Distracción.
Es complicado que me ocurra, a menos que la mujer maravilla se atravesara en mi camino; pero si puedo dar crédito a algo, es que llevaba conmigo una resaca del demonio, la cual con las pesas y el sauna podía hacer desaparecer.
No me di cuenta hasta dos horas más tarde cuando volví para sacar mis cosas, apurado, por cierto, porque debía de dejar unos libros y luego ir a recoger a mi esposa y enseguida darle de comer a mi perrita y por si fuera poco saldar cuentas con un tipo que me debe dinero hace quinientos años y para luego envolverme en una situación carnal que adoro realizar y enseguida lidiar con la literatura, previo a una rica comida saludable (mentira, iba a comer KFC) y para terminar la hazaña con un viaje en tren a mi lugar predilecto; pero todo lo cronometrado que yo estaba se fue al mismísimo demonio cuando no empecé a recordar la clave de chiquito como un ratón cuida la casa como un león.
No era mi cumpleaños, tampoco el de mi chica, mucho menos el de JLaw, ni siquiera el de Gal Gadot, por si fuera poco, tampoco el de Dolly, menos el de mi vieja, que iba a ser el número de mi celular y desesperado lo intenté al azar como si fuese a funcionar como en las películas y yo fuera a decir ‘bingo’. ¡La putamadre! Dije molesto y sabiendo que el tiempo apremiaba y mi celular estaba adentro tuve que resolver llamar al asistente (un venezolano gracioso) y pedirle que hiciera pedazos el candado; pero, pero, pero, poco antes de hacerlo, muy poco antes, ya teniendo el martillo en sus manos y apuntando, lo pude recordar: La clave era tan simple como preparar gelatina.
Uno, dos, tres, cuatro y cinco, dije y todos voltearon sorprendidos para decir en coro: ¿Esa contraseña no recordabas?
Solo atiné a sonreír.

Fin

domingo, 18 de marzo de 2018

A veces

- A veces no nos veo brincando en la cama con sonrisa de oreja a oreja, a veces no estamos preparando un platillo predilecto con poca experiencia, a veces no visitamos el café que tanto nos agrada, a veces no terminamos riendo después de hacer el amor.
A veces siento que ya no eres de quien me enamoré.
¿Dónde estás? Si te secuestraron, llama. Si te olvidaste de tu identidad, vuelve. Si es una nueva versión, quisiera devolverla.
A veces me reinvento, pienso que puedo dar otro esfuerzo; pero me revuelco con tus argumentos diferentes, con esos dimes y diretes que no tienen cohesión y con tus palabras como dagas que lastiman y ya no tengo tus manos que curan, tampoco el campo protector que tuve que diseñar y aunque cueste entender y aceptar, es una paradoja decir, que lastimas a quien siempre estuvo contigo.
A veces me dejas de deslumbrar, tu rostro sin gesto no atrae, tu compostura ofensiva solo la esquivo y tus actitudes complejas las derrito con la indiferencia que hoy te entrego.
Es curioso, te cuento porque ya no resulta imaginario, que a veces, ya no te extraño. Y no extrañar significa la agonía del amor.
Y fue lo que has producido, como alguna vez hiciste que te amara con frenesí, hoy tu actitud hace que deje de pensarte, que me distraiga con los comerciales o divague en libros de moda, ya sin que aparezcas en mi cabeza, ya sin que el corazón se nuble con tu ausencia.
Lo lamento, querida, pero tu fotografía al filo del escritorio hoy se encuentra en un cajón a oscuras.
Lo siento, cariño, pero ya no deseo toparme contigo porque así encuentro una paz que ya no me das. Porque así tus palabras y acciones no me lastiman, porque así ya me siento mejor.
A veces ya no nos veo caminando de la mano como hace tanto lo hacíamos a cabalidad y florecían margaritas a nuestro alrededor como dos enamorados felices y emocionados, a veces ya no provocas mi lujuria, a veces ya no te alucino desnuda, a veces ya no tengo deseos.
¿Y si te abdujeron? ¿Y si desapareciste? ¿Y si te fuiste sin decir adiós?
La chica que a veces veo ya no es la de mis sueños, la mujer a quien pensaba entregarle el anillo, ya no está aquí.
La persona que he amado, se ha ido y tú, de espaldas y roncando, luego de tanta sarta de ofensas que dices, no te percatas que el amor muere, a veces, sin que uno se dé cuenta, a veces, sin que uno pueda recuperarlo, a veces, sin que uno pueda salvarlo y por más que lo intente muchas veces, cuando muere, no regresa.
Y si lo he venido intentando y si he estado siempre asechando porque todo vuelva a ser mejor que antes, es porque todavía amaba; pero cambiaste y hoy el amor cogió sus maletas.
A veces decir adiós es un acto natural.




Fin

domingo, 11 de marzo de 2018

Sonrisa

- Siempre sonríes, ves el mundo de forma optimista, crees poder con todo a pesar que ni siquiera te pones a analizar el todo. 
Les dibujaste sonrisas a las mujeres que amaste, pintaste su mundo del color más luminoso y les mostraste el camino. 
Cuando la tensión asalta, el estrés afecta y el ambiente se torna gris, desatas esa dosis de tranquilidad que tus frases positivas conjugadas a tu sonrisa logran apaciguar el caudal del desastre inevitable.
Cualquiera diría que es una completa locura, más no una osadía, mostrar la dentadura perfecta a la tormenta que se avecina; pero allí estas, con esa espalda llena de agujeros que cicatrizaron o todavía no, dispuesto a levantar el peso que tu cuerpo ya no puede y entonces, logras el milagro. Ese mismo instante es que estas a punto de ser arrollado por un tumulto enorme de hielo, ese momento en que el huracán viene azotar, ese lapso en que la niebla te cegará, se vuelve la brisa de un verano al sur del país.
A veces es como si lo supieras y nadie te creyera a pesar que lo digas a gritos, es que entiendes también, que la gente comparte negatividad, se llena de oscura realidad y se ahogan en océanos que si te pones de pie logras salir. Sin embargo, andas de pie andando en el más temible de los mares, la vida. Y puede que desconozcas mucho de lo que dices conocer; pero sabes cómo manejar la situación como pescador en altamar.
Nunca hablas de ti, jamás mencionas los hechos que te llevaron a esta creencia, pienso que no es casual, creo que algo te condujo a actuar de ese modo, debió ser algo grande y horrible, tal vez sofocante, de repente insuperable; pero te llevó a esta actitud.
O quizá, nunca fue así y simplemente es tu forma de actuar, esa manera tan natural de ser como eres y asombras a quienes te conocen, siempre optimista, siempre positivo, siempre con palabras de aliento, aparentemente despreocupado por situaciones que cualquiera se orinaría, descuidado por temas que abruman, sin dolor y sin lágrimas, sin angustia y sin melancolía física; pero estoy seguro que todo ese sentir aislado se encuentra en tus textos, es como si lo materializaras para no mostrarlo al mundo y sí al papel.
Eres así, Barreto, un misterio por completo, alguien que guarda mucho más de lo que muestra, incluso, en su creación literaria; pero un te descubrirán, hallaran esa última puerta o es posible que la dejes pasar y entonces abrazarán lo mejor de ti, quizá, tu máximo secreto.
Y ese momento, estarás completo.



Fin

miércoles, 7 de marzo de 2018

Mi muerte

- En el 2009, Bryan Barreto se dirigía a su casa luego de haber experimentado la inspiración para su primera novela, se encontraba emocionado y ansioso por llegar y escribir -y así poder deshacerse de tanta situación mental- pero la tragedia lo sorprendió, digo esto en referencia a todas las personas que lo extrañamos, pues, esa noche, alrededor de las once y media en Larcomar, como cuentan algunas fuentes, desapareció de la faz de la tierra.
Su último cigarrillo se encontró en una banca donde dicen que estuvo sentado meditando como suele hacerlo, no tenía pareja conocida, por eso no pudieron conversar con alguien sumamente cercano, sus amigos tampoco lo vieron, ni siquiera yo, quien durante mucho tiempo le seguí los pasos hasta volver a encontrarlo.
Apareció casi diez años después, totalmente distinto. No era él, el hombre que conozco ahora no es el que conocí en ese entonces.
Cuenta la leyenda que entró en un túnel del tiempo y vino a esta época, algunos piensan que murió y esta es solo una proyección que actúa en piloto automático, yo pienso que él todavía se encuentra allá, en el 2009 y que este ser es una emulación barata de quien fue. Además, le robó el primer manuscrito, ese que piensas que es un simple borrador, siguió la línea de su vida sin mirar atrás y cometió los errores que el verdadero no hubiera hecho.
El original la tenía tan clara que en la actualidad no andaría molestándome con dilemas de adolescente irresponsable, sino contándome una divertida -como decía- estable vida social.
Esa novela de la que hablo no es la actual, es otra que nunca pudo terminar; pero tal vez, cuando vuelva o quizá, allá en su momento, podrá escribirla. Aunque, en lugar de escribirla, la estará viviendo.
Escribe lo que vivió, lo que quiso ser, lo que soñó, sus anhelos y esos puentes rotos que nunca convergieron con la realidad, si está viviendo otra realidad no va a escribir nunca esa novela.
Un viaje interdimensional o una muerte temprana, cualquiera haya sido el hecho, no está; aunque alguien lo intente reemplazar.
No obstante, es feliz allá.



Fin