Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

sábado, 4 de diciembre de 2021

Hay un monstruo en el baño

- Durante las mañanas de primavera el baño es indispensable para comenzar recargado el oficio de escribir. Taza de café a la espera sobre la mesa, ordenador abierto, página en blanco resoluta e ideas aglomeradas en la cabeza, son los ingredientes restantes.

Sin embargo, se detiene el proceso cuando la princesa de la casa, la niña de los cabellos dorados que brillan con mayor potencia por causa del sol; la estelar sonrisa que el alba imita; los ojos como dos océanos y la altura creciente tras cada ocho de la mañana, se adelantó cruzando las persianas de la ducha como una traviesa presurosa que quiere ganarle el baño a su padre, quien todavía se mantiene en vilo entre el sueño y la realidad, ocupando con seguridad el espacio privado en cuestión.}

De pronto, se oyó un grito como sacado de una película de horror.

La princesa con la sonrisa descompuesta, los ojos temblorosos, las manos juntas al cuerpecito de porcelana y el andar veloz de vuelta a la habitación acabaron con la indecisión entre levantarse y preparar café o seguir durmiendo un par de horas más, sacudiéndome de la cama como una gacela, asomándome velozmente a la entrada del baño para converger en un tenaz abrazo, allí donde con palabreo poco elocuente al inicio y tras la calma de mis brazos mencionar tibiamente lo siguiente: ¡Pa, hay un monstruo de doce patas en la esquina!

He leído sobre seres mitológicos realmente espantosos, se los he comentado en noches previas a su inevitable sueño, conversado entre atención y cultura acerca del Kraken, Escila, Leviatán y demás; pero siempre creíamos que únicamente eran seres inventados por autores de tiempos lejanos a pesar que los mares y parte del mundo fueran desconocidos.

—Mi amor, ¿Qué es lo que dices que viste? — Le dije todavía en el abrazo.

Ella señalaba la entrada mencionando otra vez que había visto a un horrendo monstruo de varios ojos y muchas peludas patas colgando casi a la altura de su melena.

Supuse inmediatamente de lo que se trataba su gráfico ejemplo resolviendo acercarme para comprobar en su totalidad la veracidad del relato.

Circe, a pesar de ser una princesa muy valiente, no quiso retornar al baño; pero se mantuvo detrás de mí con las manos cubriendo sus labios con dedos nerviosos y la curiosidad en alto queriendo volver a mirar mientras su padre se encargaba del monstruo.

Al entrar me di cuenta que sobre el grifo de la ducha, en una esquina que no paga alquiler, en ese ángulo adonde no llega la limpieza en algunos casos, en una hermosa y minuciosa telaraña compuesta por fuertes hilos y singular diseño, se hallaba una enorme araña con patas efectivamente peludas, largas y oscuras, la cabeza rojinegra, una insignia calaverita en su torso grotesco y una insignificante mosca moribunda que serviría como desayuno atorada en su trampa mortal.

Pensé en el miedo que les tuve cuando era niño recordando una anécdota junto a su abuelo en la casa donde crecí no pudiendo irme a dormir por tener que compartir la habitación con una araña muy distinta debido a que en entonces tenía las patas largas y flácidas, la cabeza amarillenta y la cobardía en aumento cada vez que asomaba la escoba.

La inquilina del baño era totalmente distinta. Era de aquellos arácnidos que asesinan a sus parejas, de los que el grafiti en la espalda señala temor para cualquier explorador, dicen que son parte del continente, especialmente de Venezuela o Colombia y que una mordida puede ser -no letal; pero sí arruinar por completo varias semanas-. Debido a esas rápidas reflexiones no quedó otra opción que pedirle a la princesa que se alejara un poco, pues, quizá, en un afán por cuidar de su territorio saltara o tuviera telas conectadas a distintos lugares del baño y puede que, quizá dentro de mi imaginación e ignorancia de ese ratito, se asomara con facilidad hacia nosotros o su nariz en especial en un acto inadvertido.

Cuando Circe salió del baño, mostrando un semblante diferente; aunque sin dejar de mover los dedos por los nervios, me dijo: Pa, ¿Cómo nos deshacemos de esa tarántula?

Le dije que no era de tal especie, sino que se trataba de una Viuda Negra, y que debíamos de tener cierto cuidado porque suele ser venenosa.

Al mencionar la última frase, ella salió corriendo con dirección a su habitación, subiéndose a la cama y apretando a un peluche a su cuerpecito tembloroso descubriendo que muchos niños suelen temerme bastante a tales insectos.

Retorné a su lugar para consolar el clamor ocasionado por el arácnido desafiando la privacidad de su baño.

—Pa, ¿y ahora que es lo que haremos? — Quiso saber preocupada.

—Tenemos que desalojar a la dulce Charlotte— le dije con algo de humor.

— ¿Cómo vamos a matarla? — Añadió otra pregunta en tono sugerente.

—No, preciosa— le dije acomodándome a su altura sobre la cama.

No se le quita la vida a nadie por más que nos asusten o provoquen incomodidad; ellos también tienen derecho a vivir, comenté con calma.

—Pero Pa, no me puedo bañar. No, si la tengo arriba de mí. Me da miedo.

¿Y si me pica o muerde?, ¿Y si me muero? — Dijo cambiando el semblante de su carita a uno nostálgico.

Le di un abrazo para apaciguar su tristeza.

—Te diré lo que haremos, princesa— le dije durante el abrazo.

—Vamos a llamar a un especialista a que nos solucione el problema, ¿te parece? — Le sugerí con serenidad.

Ella me miró con los ojos cristalinos alzando la cabeza para enseguida decir: No me gusta estar sucia. Necesito la ducha.

—Sí, preciosa, yo también quiero estar debajo de esa rica y sabrosa agua heladita; pero antes debemos de buscarle un nuevo hogar a Charlotte— le dije con dulzura.

—Pa, por favor, no le pongas nombre. Ella es una malvada, quiere picarme mientras me baño— dijo con aires de molestia.

—Princesa, ¿quieres mucho a Dolly, verdad? — Le dije viéndola a los ojos.

Ella asintió con la cabeza viéndome con ternura.

—Amo a Dolly— dijo después.

Nunca me mordería. Me cuida de noche, añadió con dulzura.

Le di una sonrisa.

—Y, ¿amas a Felipe, verdad? — Volví a consultar.

—Claro; aunque no sé dónde anda ese gato— dijo con un enfado que me causó gracia.

—Seguramente en el techo vecino; pero como a las doce vuelve porque es su hora de almuerzo y siesta— le dije para que sonriera.

Tras el intercambio de breves risas, cogí el celular para buscar en Google los números de alguno de esos agentes salva bosques los cuales hemos visto actuar en canales como Discovery o History encontrándonos con la asombrosa realidad de que en Lima no existía nadie capaz de apoyarnos con el asunto de la araña; salvo una empresa de fumigación que sugería la muerte inminente en base a veneno por parte de los arácnidos y toda su descendencia. Algo que me pareció nefasto.

Circe comenzaba a sentirse ansiosa; pero a la vez de curiosa, empezó a visualizar en el buscador información sobre la inquilina de nuestro baño para así llenarse la mente de conocimiento que la ayude a afrontar el caso y a la vez asustarse todavía más por el impresionante álbum de fotos de la misma en su habitad natural.

Luego de varios minutos de incertidumbre, razonando juntos alguna que otra estrategia para aislar al insecto de nuestro baño y poder saciar el deseo de navegar debajo de las aguas del grifo con tranquilidad, llegamos a la conclusión que debíamos de conseguirle una nueva casa.

Por suerte, vivimos frente a un parque; pero en el mismo deambulan perros y gatos, varios otros insectos como saltamontes y hasta ardillas caminando por las arboledas y los cables de luz, suponiendo que con la araña viviendo allí tendrían que tener más cuidado dichos animales al ser más propensos al veneno.

Recordé que a cuadras de donde vivo habita una casa abandona, de esas que tiene el letrero en venta durante meses o años y seguramente con la escases de dinero en el presente por la política y la pandemia, pocos o casi nadie consolidaría el precio y la mudanza tras un importante periodo.

Me di cuenta que podría llevar a Charlotte al sitio para que pudiera vivir en paz en la oscuridad que le gusta, la soledad de una esquina sin humanos y devorar a los esposos o mosquitos que quiera sin niñas que se atemoricen de verlo.

Le expliqué el plan a la princesa, quien se sentía menos asustada y más tranquila sabiendo que pronto nos deshiciéramos de la araña llamada Charlotte a pesar que no le gustara la idea de ponerle un nombre.

—Pa, ¿y si la matamos? Es solo una araña. No le hace bien al mundo— dijo en una rabieta cuando le terminé por explicar el plan, el cual, como cualquier estrategia, requería de ciertos caracteres para ser una realidad.

—Circe, ningún insecto o animal merece la muerte.

Las arañas ayudan con el ecosistema, ellas te cuidan de los mosquitos que tanto le hacen daño a tu piel en verano; de las moscas que no te dejan dormir y de las polillas que arruinan tus vestidos. Puede que físicamente sean monstruosas como lo es tu tía Javiera; pero cuando abre la billetera, ¿Qué contentos nos ponemos, no? — Le dije sonriente y sugerente.

Ella sonreía entrando en sintonía.

No debemos hacerle daño. Solo tenemos que ayudarla a mudarse. Seguramente también quiere otro sitio donde vivir para así no molestar a nadie con su presencia. ¿No crees que se sienta triste? Quizá y piense: Bueno, debo irme para no ofuscar a la princesa con su baño.

¿Comprendes, preciosa?

A regañadientes asintió con la cabeza asimilando el argumento que dicté y la información que encontró en las páginas de internet.

Al cabo de unos minutos, por la naturaleza de su personalidad, me dijo: Pa, ¿y cuantos hijos llega a tener una araña?

La respuesta la buscamos juntos en Google. Ella empezó a sentirse más empática con la monstruosa y divina Charlotte y yo inicié la búsqueda de fórmulas para poder trasladarla a su nuevo hogar.

Recordé que teníamos un ánfora de jebe donde iba a realizar un examen de orina al que nunca asistí, la tenía guardada en el botiquín. La recogí, se hallaba intacta, desinfectada y pulcra; el segundo paso sería lograr sostener a la araña en un largo palo para que no salga lastimada o se sienta ofendida y me ataque. También en el botiquín encontré baja lenguas que mi padre nos dejó y sería cuestión de tacto y tenacidad para poder envolverla en ello y colocarla en el cofre.

Como escritor tengo velocidad para con los dedos, las teclas las puedo mencionar con la vista cubierta; pero en nervios suelo fallar por la ansiedad, quizá ello lo heredó la pequeña a mi lado.

Sin embargo, debía de ponerme sólido y seguro para la determinada maniobra.

Con los artículos listos fui al baño junto a Circe, ella quería mirar el procedimiento; aunque encarecidamente le dije que se colocara detrás y que no hiciera ningún movimiento en falso, algo como menear mi cintura ocasionando una caída.

No soy muy alto, subí al muro de la ducha y la vi, supuse, dormida. Estaba reposando el desayuno viéndose como una mancha absolutamente negra en el medio de una majestuosa telaraña, la cual sensiblemente fue enroscando con el palito y en un acto muy rápido, tan veloz que ni siquiera tuve tiempo de pensarlo, la metí en el cofre, allí recién despertó moviéndose en sus confines e incluso apareciendo al borde y por las paredes mostrándose desafiante, inquieta o tal vez asustada.

De inmediato salimos a paso ligero hacia la casa abandonada, Dolly y Felipe nos persiguieron para darnos seguridad. Circe se encargó de guiarlos, no quiso ver a la araña atrapada y tampoco se adentró en el sitio a pesar que insistí en que entrara conmigo; pero me dijo que dentro vivían duendes.

Bueno, al menos lo de los duendes, podría manejarlo en futuras ocasiones.

Salí tan veloz como pude dejando a la araña libre sobre una esquina del primer nivel, donde con rapidez podría volver a crear un mundo para ella, nos despedimos presurosos y me reencontré con mi hija y sus preciadas mascotas en el umbral de la puerta a centímetros de mí.

Ella al verme realizó dos preguntas: ¿Le gustó su nuevo hogar?, ¿Viste duendes?

A la primera duda le respondí que sí y que fue feliz y a la segunda le aseguré que los duendes eran un mito europeo; aunque esa otra pregunta la trajera de su habitación a la mía, a las dos y tanto de la madrugada, asustada y acurrucada del peluche, con Dolly y Felipe en alerta, persiguiéndola por el pasadizo corto que nos divide, subiendo, los tres, ¡Sí los tres! A la cima de la cama para despertarme con la misma interrogante.

Zafaron el perro y el gato para acomodarse a un lado de la cama, Circe quedó a mi lado para dormir y a la mañana siguiente me aseguré de buscar libros sobre duendes para explicarle de que se trata porque los niños necesitan de información para asimilar lo que la imaginación les genera intriga y de ese modo abrazar la paz junto al sueño.


Fin





sábado, 20 de noviembre de 2021

Lorenzo, el gallo y Circe, la princesa.

Lorenzo sube a lo más alto del estrado en donde inmortales yacen imágenes de tiempos gloriosos junto a un recopilado de diplomas por buen estudiante en la materia que tanto me apasiona y un compilado de fotografías de la nena y sus bellos momentos (por no decir todos) para ajustar su garganta y lanzar un cántico espectacular que resuena por la casa hasta llegar a la habitación donde duermo desde que resolví darle fin a un episodio de la nueva novela, es decir; hace no menos de dos horas. Pues, son las seis en punto y el hijo de su madre, revienta el tímpano como si viviera solo y para colmo de males adjudica su accionar a una pequeña rubia de ojos color mar, quien insistentemente pidió, poniendo carita de gatito de Sherk, que nos lo lleváramos para cobijarlo en la casa. Fue, creemos su abuela y yo, la peor idea que he tomado en los últimos siete días.

Todo comenzó la tarde de un jueves, la pequeña vino a la casa para pasar su día conmigo, algo que formalmente no tenemos establecido porque nos juntamos cuando queremos, especialmente cuando nos extrañamos, es decir; casi todo el tiempo y aquella vez fuimos a pasear a un parque casi al fin de la ciudad en donde, según vi en una página, habían estrenado unos juegos didácticos que podrían gustarle más de lo que le gustan los videojuegos. En síntesis, quería que tuviera libertades de aire puro y cálido en lugar de andar pegada a la play 4 que le compré en lugar de su bautizo.

La historia la he contado miles de veces y es tan divertida que adoro repetirla.

Sin embargo, no es el momento. Entonces, recorrimos la ciudad hasta llegar al parque, que, de hecho, era grande, precioso y muy agradable. Realizamos un picnic entre ambos con los protocolos necesarios de la actualidad incluyendo los elementos para que pudiera alimentarse bien a insistencia tenaz de su abuela y otros aperitivos que le fascinan y que degusta conmigo porque soy de quienes prefieren que los hijos disfruten de su niñez y pubertad a base comida que les antoje y luego se preocupen por las benditas dietas que no llevan a ninguna parte cuando solo intentas gozar de una galleta con relleno de chocolate, un gaseosa bien helada y unos dulces de mil y un colores.

Yo estaba reposando acostado en un árbol alucinándome Newton a medida que escribía en el ordenador y la miraba recorrer el sendero de flores y plantas no venenosas aunque preciosas cuando de pronto me percaté de una situación curiosa y particular que suele ocurrir con los niños llenos de curiosidad por querer conocer más (me imagino que todos son así). Lo que sucedió fue que, la dulce princesa, cogió con sus manos a un gallo; sí, el maldito cretino y gritón de Lorenzo, rompe pelotas absoluto haciéndose el tierno entre sus brazos de porcelana para que, a pesar de todas mis insistencias con argumentos totalmente válidos, incluyendo la frase: Preciosa, te compro unos helados si lo dejamos. Amor, te llevo a los juegos mecánicos. Te compro otros juegos para la Play. Vamos a la biblioteca cuando abran y nos llevamos todos los libros. Ella no quiso dejar al maldito gallo, a quien, lo tenía tal cual hijo, algo que notablemente provocaba ternura, incluso, sirvió para unas fotos inmortales en los marcos de la casa y el fondo de pantalla del móvil; pero no más, porque no quería llevarme a ese bendito gallo a casa. Aunque tuve que hacerlo porque jamás le digo que no a la princesa y tal vez sea mi defecto, uno que obviamente disfruto a pesar que me genera controversias con sus abuelos; no obstante, soy así, me gusta que la gente que amo haga lo que quiera y mi princesa puede ser y hacer lo que guste. Pero, en esta ocasión, llevarse a un gallo era medio complicado, digamos que, estaba fuera de mi entendimiento, debido a que tenemos a un perrito y un gato, no necesitamos a más; aunque, como bien empecé el relato, tuvimos que llevarlo a casa.

 

Llegamos a casa, yo estuve preparando la cena mientras que Lorenzo, ya bautizado de esa manera, jugaba con la pequeña ante la mirada celosa de Dolly y el buen Garfield hasta que se rindió ante tanto cansancio y se quedó dormida sobre el mueble de una manera muy dulce. La llevé a su cama y di un beso de buenas noches tras leerle un cuento.

Después tuve que separar al perro, gato y gallo para que no se terminaran peleando por el amor de la princesa como en las películas, novelas, libros y vida real. Al momento de establecer separaciones fui a mi estudio para trabajar en el nuevo libro como si alguna editorial estadounidense viniera por mí a la mañana siguiente para coronar mi obra. Cuando realidad ni siquiera mi abuela compra ejemplares de mis novelas.

A la mañana siguiente, tras los gritos desesperantes, fui a ahorcar al gallo; pero verlo soberbio y arrogante sobre el estrado como dueño de la casa me hizo entender su notable postura pensando a su vez que debían de extrañarlo en su granja, porque según creo, los gallos son los jefes de dichos sitios. Pensando y planearlo me hizo entender que debía de darle ese cuento a Circe para que pudiéramos dejarlo, ya que ella, en su completa inteligencia, a veces solo entiende con nociones de ámbito sentimental, es decir; si yo le digo que en casa, Lorenzo tiene su familia de gallina y pollitos más un ejercicito de pueblerinos que lo extrañan y necesitan como líder, ella llegaría a comprender que debe hacerlo retornar.

La pequeña apareció por el umbral de la sala cuando Lorenzo y yo estuvimos viéndonos fijamente como intercambiando planes, yo pensando en dejarlo y él queriendo adueñarse de la casa.

Descendió del escaparate con tanta elegancia que ningún marco o diploma se vio en peligro para asomarse a la princesa y ante mi mirada fría dejarse caer tiernamente sobre sus pies como una especie de alabanza.

Maldije para mis adentros diciéndome a mí mismo que el cretino no estaría dispuesto a volver a la granja por más que allá lo esperen doscientas gallinas bien facheras.

Princesa, ¿Qué te parece si desayunamos tostadas con mantequilla de maní y una sabrosa taza de leche?

Asintió con la cabeza colocando al gallo en la silla al lado.

Mi cielo, no puedes poner al mald... a Lorenzo en la silla. Ni siquiera Dolly se sube.

Pa... yo he visto a Dolly dormida en tu pecho y a Garfield en tu almohada, deja que Lorenzito se quede un rato a mi lado.

No, preciosa, hay reglas que debemos seguir.

Resolvió dejar a Lorenzo en el suelo impartiéndole algo de su comida porque no teníamos alimento para gallos. Además, ¿Qué comen los gallos?

No pensé mucho en esa pregunta hasta que oí a Circe hablarle: Lorenzo, a partir de ahora serás mi nuevo mejor amigo.

Dolly y Garlfield, que por primera vez en la historia se hallaban juntos, se miraron entristecidos por la noticia; aunque seguramente planeaban telepáticamente alguna estrategia para deshacerse del bendito rey de la granja.

Había llegado el momento de usar mi arma letal. El sentimiento de la princesa.

Preciosa, le dije al beber mi café. ¿Tú sabías que los gallos son quienes dominan las granjas?

Ella asintió con la cabeza con una sonrisa. Conoce bastante acerca de animales porque mira documentales a diario.

Los gallos son los comandantes de una granja, pues son ellos quienes dirigen el establo y muchas veces suele depender netamente de ellos el porvenir de muchas familias.

Ella miraba a Lorenzo con admiración.

Entonces, ¿no crees que allá lo estarán extrañando?

Volvió a mirarlo.

Ellos tienen su familia, corazón. Esta bueno eso de llevarlo a casa para que conozca otros sitios, jugara contigo un rato y la pasaran bien; pero debes entender que sus pollitos y señora gallina lo están extrañando.

Circe empezó a comprender. Sabía que no iba a dejar que Lorenzo se quedara sabiendo que allá lo necesitan; sin embargo, sacó un comentario de la galera como un mago que te responde de forma sutil y elegante: Pero... Pa, si encontré a Lorenzo a medio camino de un parque, ¿no crees que tal vez se haya querido escapar de ese sitio? Existen personas crueles que matan animales; quizá, simplemente quiso salvar su vida y halló paz en este hogar.

Quedé atónico. Asombrado. Admirado. Definitivamente, Circe tiene una actitud bastante intuitiva e inteligente, me recuerda a alguien cada vez que intenta zafar de un inconveniente.

Bueno... mi cielo, tienes razón, le dije sin otra cosa que acotar.

Tenía lógica su sentir. Estábamos en un picnic, la granja seguramente estaría lejos y Lorenzo Lamas tal vez estaría queriendo buscar un escondite. Sin embargo, yo no podría pasar otra noche sin dormir por causa de los ruidos del animal madrugador, tal es la razón que se me ocurrió una idea brillante.

La pequeña y Lorenzo jugaban en el césped a un lado ignorando por completo al perro y el gato que miraban envidiosos como el gallo se había ganado su cariño con bastante facilidad mientras que cogía el celular y llamaba a la única persona capaz de darme una solución.

Hola mamá, ¿hay espacio en tu casa para adoptar a un gallo?

¿Qué rayos dejaste que hiciera ahora? Sabes que no puedes andar aceptando todos sus caprichos. No quería bautizo, lo lograste. No quería ir a la confirmación, lo lograste. No quería el curso de religión, lo lograste. Quiere ser escritora, lo lograste...

Hey, eso de ser escritora me parece fabuloso.

Bueno, ¿Qué te parece si adoptas al gallo para que yo pueda trabajar tranquilo en mi nuevo libro?

¿Al menos me regalas unos ejemplares para mis amigas?

Por supuesto.

Entonces... acepto al... ¿Qué? ¿Dijiste gallo?

Espera, espera... ¿Cómo rayos hiciste que adoptara un gallo como mascota?

¿No tuvieron suficiente con Henry, ‘La iguana’?

¡Rayos! Eres el padre más consentidor que conozco en el mundo, incluso, peor que tu padre.

Y bueno... y eso que no me esfuerzo, le dije con sarcasmo.

Pásamela, dijo.

Preciosa, tu abuela al teléfono.

Las dejé hablando a solas durante cinco minutos.

Cuando terminaron de hablar la princesa se acercó y me dio un abrazo.

Tienes razón, pa. Vayamos a dejar a Lorenzo con su familia.

Asentí asombrado y contento.

Amor... ¿Qué te dijo tu abuelita? Quise saber.

“Que a veces los hijos pueden ser muy locos e igual ningún padre se alejaría de ellos porque los aman a medida de cómo son intentando llevarlos por un buen rumbo. Eso quiere decir que tal vez, Lorenzo se halla perdido y no querido escapar”.

Le di otro abrazo por sus lindas palabras y decidí que tuviéramos a Lorenzo el resto del día.

A la mañana siguiente salimos con dirección a una granja en donde por recomendación de una amiga de su abuela, allá cuidarían muy bien de Lorenzo, quien sería una mascota de granja en adopción, es decir; ella podría ir a visitarlo, llevarle comida, darle cariño y demás y allá lo cuidarían y brindarían el techo requerido para no que esté molestando en casa.

La despedida fue bella, a diferencia de muchas otras en donde parten llanto y no se quieren alejar, pues el valiente Lorenzo Lamas (me da risa ponerle ese apellido) se dirigió a un séquito de gallinas acomodándose como un galán enamorado. Cayó como anillo al dedo su presencia en el sitio rodeado de gallinas y pollitos quienes le hicieron un pabellón para que pasara a comer y beber como si fuera el rey.

Marta, la dueña del sitio, le dio una insignia a Circe como dueña y protectora de Lorenzo, se sacaron unas fotos y volvimos a casa hambrientos y felices para el asado de domingo (daba la ironía) en casa de sus abuelos.

Allí charlando con mis padres preguntaron acerca de la nueva novela, entonces usando la broma les dije: El gallo no me dejó escribir; pero la experiencia con él me dejó un relato que trabajar.

Y, de repente, oímos a Circe decir: Pa, mira, una palomita blanca.

¿La adoptamos?

 

 

 

Fin

martes, 19 de octubre de 2021

La gran estafa (versión criolla)

Piura, verano 2010

Rockstar junto a su hermano Chuni después de veranear con la familia Guevara en una playa del norte notaron a la salida del mar el nuevo panel publicitario sobre una torre de salvavidas, allí decía con enormes letras Guns N’ Roses en Lima el próximo 06 de Marzo.

La emoción invadió a los hermanos quienes desde entonces planearon la estrategia ideal para conseguir el dinero justo y necesario que los deposite en la primera grada.

Nada ni nadie impedirían que los Guevarita estuvieran cerca de su ídolo Axl Rose, ni siquiera la chamba del tío Nicolás Lucar, quien debía de estar en Piura como sheriff por un periodo mínimo de dos años.

Sin embargo, Rock y Chuni harían lo posible por convencer al tío bigote para dejarlos a flote durante un par de semanas, tiempo que aprovecharían para ir al concierto, visitar a sus respectivos culitos dándoles por agua y desagüe y retornar al norte.

Acordaron todo la noche que vieron el letrero poco antes de dormir juntitos y abrazados en su genuino cruce de espalda.

Lima, verano 2010.

Pirri acababa de ingresar a Alas Peruanas, su único presupuesto eran 3 pelucas diarias sin contar la gaseosa gordita y los turrones que suele comer en los recesos, descontando aquello tan solo le quedaban 0.10 centavos como ahorro líquido.

La tarde que vio la valla con el logo de la banda y la fecha del concierto ocurrió cuando salió de la universidad en dirección a la casa de su primito Diego Espinoza (un tipo totalmente diferente a Diego Vildoso, no quiero confundirlos). Él estaba escuchando música desde su Walkman con un audífono averiado y la cuerda mordida cuando sucumbió ante la emoción y efervescencia que produjo el encuentro con la inevitable oportunidad de presenciar a una de sus bandas favoritas en concierto y por qué no, si deja de tragar, adquirir boletos en primera fila.

Al momento de llegar a la Cruceta y verse envuelto en una pedida de mano que comenzó como chiste pero terminó haciéndose real y con esto no quiero decir que culminó en matrimonio; aunque todos gozamos de la particularidad en que, el chef Lucho (todavía no fucking) Castro se vio en la encrucijada de querer formar parte de los Vildoso (Qué miedo).

Este humilde narrador estaba en la reunión con un culito de alta gama sobre los muslos sabiendo que luego de la tragadera (esperaba un plato sacado de un banquete de dioses) iría a mojar el payaso al Marriot.

Fui testigo clave del momento en que Pirri ingresó lleno de emoción esperando que Lucho Castro terminara su sermón romántico estrafalario para abarcar en comentarios al público presente: El tío Cesarín, Miguel P, Sagat, Shebitas, Bruno, Rosita, Diego, entre otros, incluyendo a Luchito y su ñorsa.

Culminado el acto nupcial, Pirri no pudo contener la rabieta emocional y reventó en argumentos: ¡Viene Guns! ¡Viene Guns! ¡Viene Guns! Y creo que voy a tener que chambear en el internet Us Computer para pagar la entrada. Da igual, pues todo valdrá la pena.

Los primazos asintieron con la cabeza con cordialidad y simpleza; pero el terrible Lucho (ya casi fucking) hizo una mención abominable: Jefferson (le gustaba hablarle a la gente por sus nombres) yo he ido a un concierto de los Guns.

Es de conocimiento general que nunca han venido a Perú, por eso todo nos burlamos en señal de sorpresa graciosa; sin embargo, Lucho Fucking Castro añadió con sobriedad absoluta: ¡Fui a su último concierto en Berlín, Alemania!

El silencio se hizo presente en todos como si fuera la misma muerte.

Lucho Fucking Castro siguió: E incluso, tengo una foto con Axl. Pero, bueno, (siguió contando para que nadie pregunte) la tengo en mi laptop. Claro, una laptop que nunca en nuestra puta vida íbamos a ver y si fuéramos a su casa y preguntáramos por la laptop seguramente nos diría un mega floro como: Ups, se me quemó la habitación con todo y laptop.

Aun así, Dios me perdone, siempre me cayó bien.

Peluca de muerto, empezó un aborigen de sucesos nunca antes suscitados, parloteaba con tanta seguridad que en algún pasaje de esos cuentos sacados de la ciencia ficción, creí ingenuamente o tal vez por presión, que podría ser real; incluso, cuando cambiaron el tema a comidas, este, en su campo, dijo mil y un mentiras, una de mis favoritas fue: Yo he formado una alianza culinaria con Gastón Acurio, mi empate, tengo su celular por si lo dudan.  Enseguida, añadió: Vamos a abrir un restaurante en el Principado de Mónaco, claro que todo después de casarme.

A la tía Juanita le brillaron los ojos como dos esmeraldas, el buen chef millonario los llevaría a la fama, incluyendo a Bochini y Petroleo.

Para no salir del foco, dejemos el rollo de las mentiras de LFC para continuar con los sucesos acerca del concierto.

Pirri, Rock y Chuni coincidieron en un chat de Messenger esa misma noche en la madrugada, la ansiedad no los dejaba dormir, acordaron con lujo de detalles todo acerca de cómo llegar al concierto e instalarse en la primera fila tan preciada por locuaces fanáticos.

No pudieron dormir, se amanecieron en la computadora y cuando el manto apareció fueron a la cama para seguir imaginando los hechos de marzo.

Dicen que el tiempo anda rápido cuando piensas mucho en un evento, aquello ocurrió y los meses corrieron como motociclista hasta la llegada del inevitable fin de verano pero justo día del concierto.

Esa mañana, Pirri se metió dos panes con tamal y una jarra de jugo de fresa, se puso su remera del grupo y salió de casa a las nueve con diez con una gaseosa KR porque iban a beber un ron Pomalca poco antes de entrar. Ya lo tenían todo absolutamente planeado, ningún alfiler logístico podría salir del armazón.

En la Molina City, Rockstar y Chuni acababan de llegar desde el norte en Maleño, las rayas de sus culos habían desaparecido pero las 24 horas en bus estaban valiendo la pena debido a que llegaron a tiempo para enlistar detalles para su ansiado suceso. La emoción y la felicidad los invadía en todo instante como choques eléctricos.

Se adentraron con tanta vehemencia en la casa que encontraron al tercer hermano de ellos, el terrible Drack, ahogándose en el desagüe de su culito, en una posición particular y exquisita poniendo a prueba su lengua de piedra.

No he llegado a imaginar el trauma de estos dos (en esa época) cero kilómetros.

Drack los mandó a rodar porque a nadie le gusta que lo molesten cuando estas en plena sesión black kiss. Se adentraron en sus respectivos cuartos, cogieron lo necesario, ni siquiera se dieron una ducha y salieron en busca de Pirri, quien ya los esperaba en el pequeño Banco de Crédito ubicado a unas cuadras.

Cuando se encontraron se dieron un abrazo memorable, estaban felices y esa euforia conlleva y genera fuertes descargas de adrenalina lo que conduce a que los saludos también obtengan besos.

Bebieron un trago. Eran las dos de la tarde, el concierto empezaba a las ocho de la noche, había mucho tiempo para conversar, beber, planear la estrategia  final y -en un acto altamente irresponsable y frenético- comprar las entradas en reventa.

 El tiempo fue andando mientras el Pomalca se iba secando, el trío los cuatro

iba caminando hacia la congeladora Monumental donde se realizaría el recital y la euforia saliendo hasta por los poros.

Es difícil contener tanto impacto, tantas ganas interiores por estar allí, tanto delirio por ver a sus cantantes favoritos soltar las rolas predilectas de antaño, por eso las cuadras se volvieron largas y las ideas imaginarias convulsionaron cada vez con mayor proyección.

A las 6.36pm según el reloj del Nextel de Rock llegaron al recinto. Enseguida, solicitaron la presencia urgente de un revendedor para que los habilitara con tres entradas en primera fila.

La última misión, el escalón final del plan perfecto, la máxima determinación, la puerta al sueño, estaba en manos del mayor, es decir; Pirri. Él era el encargado de seleccionar a un ente honesto que les vendiera entradas.

Con el tumbao que tienen los guapos al caminar apareció un sujeto de elegante traje a rayas sacado de Smooth Criminal, quien se asomó a la banda de ingenuos con cara de pavos, para ofrecer tres entradas por debajo de la butaca. Su accionar se manifestó con un movimiento tembloroso de manos al tiempo que mostraba las entradas y giraba el cuello mismo drogo paranoico para que la tomberia no lo viera.

—Loco, te dejo las tres entradas en primera fila a 1,000 soles. ¿Habla, que dices? — propuso en feroces giros de cuello y los labios torcidos como un primo a las cuatro de la mañana del viernes.

Pirri cogió los boletos, examinó como experimentado reconocedor de estampitas originales y resolvió preguntar al resto de los muchachos, quienes, por el aspecto macabro del sujeto, que de nuevo miraba hacia todos lados altamente noico, decidieron desistir con un seguro ademán de izquierda a derecha.

—Lo siento, compañero, pero creo que no llegamos a la cifra— respondió Pirri como partidario del clan.

Y sin embargo, en ese instante, en un acto de rebeldía, Chuni, gritó: ¡Pagamos las mil lucas y nos quedamos misios! No hay problema. Pero hay que entrar de una vez. ¡Qué está por empezar!

El fulano abrió los brazos en señal de solidaridad y fue un gesto leal que los muchachos no supieron descifrar.

—Chuni, tú no sabes de entradas; este tipo es raro, me resulta extraño su proceder— dijo Rock totalmente seguro.

Terminaron por desistir y el sujeto se fue semi enojado.

Enseguida, apareció un hombre con un tatuaje de lágrima a la altura de la mejilla, pantalones anchos y camiseta gigante color negro con la imagen

de un reggaetonero del momento. Llevaba un collar de material rompible que llegaba hasta la mitad de su cuerpo, unas zapatillas tal cual astronauta de marca Adibas y lentes a pesar de la noche.  

—Hola muchachos, me llamo Yandol y tengo tres entradas para ustedes cuatro— dijo y se empezó a reír expulsando un desagradable aroma capaz de derretirles el caramelo.

Ni siquiera tuvieron que ver las entradas. Desistieron de inmediato.

El tipo se fue arrastrando el pie, seguro era cojinova, pensaron los tres.

Estaban preocupados, ya no habían más revendedores, pues la policía implantó un nuevo proyecto para evitar ese asunto de las reventas lo que ocasionaba la escases de tigres que vendan entradas. Tal fue el motivo por el cual, el primer sujeto andaba recontra paranoico.

El señor tiempo fue pasando rapidísimo al punto que la hora del concierto estaba a punto de estallar y el trío todavía no lograba hallar a alguien suficientemente honrado como para venderles una entrada legal.

Y en ese momento, como en las películas románticas, como en los capítulos de la Rosa de Guadalupe, ocurrió un milagro. Una señora de avanzada edad físicamente parecida a la abuelita Nelly Guevara Espinoza, se fue acercando al grupo luciendo un pulcro hábito de monja de la secta de los testigos de Jehová, quien al tenerlos cerca, comentó con tenue y dulce voz: Señoritos, ¿buscan entradas? Yo tengo tres y debo venderlas para poder alimentar a mis cinco nietos pequeños cuyas madres luchonas se fueron a la discoteca.

Pirri, Rockstar, Chuni se derritieron en amor y ternura, incluso, Pirri, el comandante del grupo, se puso modo Eduardo y respondió: Abuelita, nosotros te compramos las entradas, confiamos ciegamente en ti porque con tu atuendo y el rosario colgando nos entregas franqueza. Le dio un abrazo en señal de saludo como si la vieja necesitara cariño.

En un cosquilleo de pesada armonía, hicieron el pacto macabro.

Pirri preguntó por el precio, la abuelita respondió con una pregunta, ¿Cuánto tienes? Los tigrillos vieron la hora y contestaron: Exactamente mil soles. La abuelita sonrió sin mostrar los dientes y aseguró: Uy, justo el precio por las tres.

En ese instante, el sujeto del traje oyendo y viendo lo acontecido dio un pequeño giro de cuello para ver al grupo realizar el contrato con una mirada perpleja en señal de confusión y asombro, podría decirse que hasta sintió un toque de lastima y ciertamente vergüenza; pero al verse rechazado optó por evitar dar comentarios. Solo se hizo el loco.

La abuelita sacó las entradas del sostén, Pirri las cogió y repartió al grupo sin sentir el papel, sin ni siquiera observar con lupa el material, el holograma o el código de barra, tanta fue confianza por la abuelita que no dudó un instante y pagó los mil soles uno sobre otro ante la lengua recorriendo los labios de una vieja mañosa con mil y un trucos detrás de ese hábito maldito. Pues, cogió el dinero, guardó en el sostén y les dijo: Dios los bendiga, hijos. Ahora podré comprarles un pollo a la brasa a mis cuatro nietos.

¿No eran cinco? Fue la pregunta que podría haber cambiado el curso de la historia, pero estos muchachos confiados, ingenuos, enamorados de la cándida voz de la vieja salida del mismísimo infierno, sucumbieron ante el vil encanto de esta dulce abuelita con sonrisa sin dentadura.

Se dieron la vuelta para darse un abrazo de grupo en señal de satisfacción, una victoria perfecta para el plantel comandado por Pirri, un sueño próximo para Chuni, un anhelo para Rockstar, el ver a su banda predilecta estaba cerca, tan cerca que solo bastaban metros de cola para aventurarse en una música grandiosa que solo ellos sabrán gozar mejor.

Cuando se dieron la vuelta la abuelita ya no estaba. Desapareció como haz de luz, como esos demonios nocturnos que se marchan con el alba y los muchachos corrieron como Naruto rumbo a la cola con una sonrisa intacta y sin dudas en la mente hasta que lo inevitable ocurrió.

Trágicas son las líneas que estoy a punto de contar, pues esto no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

Como niños emocionados se enlistaron en la cola y cuando poco a poco iba llegando el ansiado momento de la revisión de tickets por parte de un gorila con polo VIP tuvieron los tres una horrorosa premonición; aunque dicen que la realidad resulta ser muchas veces peor.

El primer infortunio fue Pirri, pues el capital se hunde con el barco, mostró su boleto con la alegría de Eduardo y fue rechazado como si un martillazo le cayera encima, como balde de fría con hielos e incluso, con toda la necedad y jolgorio de seriedad, le dijeron: Ponte a un lado, gordito. Que la cola tiene que avanzar, gil de goma.

El siguiente fue Rockstar, quien en su mente fue maquinando el propósito de haber tenido un boleto afortunado, pues pensó que sería el único en entrar, no quedaría de otra. No se iba a perder el concierto por nada del mundo, por las huevas no se vino en bus 24 horas y perdió la raya del ano.

Ticket bamba, ponte a un lado, le dijeron con un lapo incluido.

Lágrimas cayeron de sus ojos, Pirri quiso consolarlo pero no pudo. El dolor fue más.

Chuni, conociendo el destino inevitable de sus compañeros, sabía que todo se estaba viniendo abajo como avalancha, no tuvo tiempo de pensar un suceso positivo, tampoco la actitud ayudó, pues comenzó a llorar en plena cola, lágrimas honestas mojaron el suelo y con cara de chicle fue donde el VIP quien con rudeza y crueldad, le dijo: Chibolo, te estafaron. A ti y a ese par de huevones.

Se dieron un abrazo al encontrarse a un lado viendo como todos pasaban con sonrisas de emoción entusiastas por ver el concierto y entre ellos, con culito de la mano, el bigote perfecto y la camisa roja, se hallaba el terrible tío Raúl, ingresando al concierto como Pedro en su casa.

Sin embargo, solo se trató de una fantasía. A veces la mente es brava.

Lloraron abrazados, tristes y desconsolados hasta que el VIP se llenó de ternura al ver a un trío de sanos llorar como bebés cuando no tiene teta, que se le ocurrió darles un consejo: Chicos, basta de llorar, deben aprender a no comprar entradas de reventa, pues la gran mayoría, salvo ese señor de allí, señaló al tipo de traje, te ofrecen boletos falsos.

— ¡Les dije! ¡Les dije que el tipo era leal! Gritó Chuni y se le ocurrió la brillante y atrevida idea de ir al restaurante de Lucho Castro para pedirle un préstamo de otros mil soles y pagarle las entradas al revendedor.

La odisea los condujo al Restaurante Niyagui, entraron con toda la confianza y soberbia del mundo, pues Lucho, el chef, siempre se había portado con carisma y cariño con la familia, creían que los recibiría con amor y los impresionaría con un saldo.

Sin embargo, la sorpresa fue mayor cuando al entrar preguntaron por el dueño y el empleado les indicó que andaba en Miami. Confundidos recordaron ver a Lucho devorar un sabroso caldo de gallina en una carpa cercana, no había sido una visión, por ello, todavía en el esplendor de su ingenuidad que roza la estupidez, preguntaron otra vez: Amigo, el dueño, Lucho Castro es nuestro familiar, queremos saber dónde está.

La carcajada que se metió el hombre gordo que limpiaba la mesa fue abominable, un estruendo grotesco que podría remecer la Tierra con facilidad, a esto le incluyo, un dedo señalando al trío de sanos en señal de completa burla y una sobada de panza para intentar calmar tanta risa.

Sarta de sanos, quiso decir, pero dijo: Amigos, Lucho Castro es quien le limpia las bolas al dueño. Es el empleado del mes, es quien lava los platos.

Derrotados volvieron a casa. Abrieron la puerta sigilosamente y al no ver moros en la costa se lanzaron al mueble; pero Chuni resolvió ir de frente a su habitación para continuar con el lloriqueo.

En ese momento salió Drack totalmente desnudo y con el muñeco al aire (3cm para ser exactos) comiendo chifles de Piura (los mejores del mundo). No se le ocurrió que decir, los vio y les invitó. Inclusive, dejó la bolsa porque debía de seguir con el tratamiento sexual, algo que para entonces, el trío todavía no conocía.

Camino a su cuarto escuchó las lágrimas de un desconsolado Chuni y aunque pudo y debió consolar a su hermanito, prefiero al culito en la habitación. Cualquiera lo haría.

Chuni salió de la habitación para empatarse con los vencidos y comer chifles para apaciguar en algo el dolor y la acidez. Hablaron de Lucho y sus mentiras para entrar en alguna que otra risa, tal vez, girar un poco el tema a otro sentido; pero en ese preciso instante volvieron a abrir la puerta. Carlitos Guevarita y la tía Carmela ingresaron con besos desaforados pensando que nadie estaría en casa; pero hallaron a unos nenes con los ojos rojazos y la cara larga como una haba.

No fueron necesarias las preguntas ni los argumentos porque cuando empezaron los sonidos metálicos del concierto a pocas cuadras se echaron a llorar como maricas.

— ¡Mariconas carajo! Dijo Nicolás Lucas y se dirigió a su cuarto, mientras que la tía Carmela con ternura fue consolando a los muchachos que con chifles y algo de cariño se fueron sintiendo algo mejor.

Al rato apareció Drack, quien al enterarse de todo fue mofándose de sus camaradas y sugirió ir a buscar a la abuelita; pero todos sabemos que ese acto sería en vano.

Cenaron olluquito y bebieron chicha hasta que tuvieron que despedirse.

Al otro lado del sitio, en una cantina de mal beber, una vieja se hallaba rodeada de sujetos cuyos abdómenes podrían rayar quesos, colocaba billetes en sus calzones y la agasajaban como una reina, se cagaba de la risa de su suerte y contaba a los ebrios del local que estafó a unos huevones con unos boletos impresos en casa llevándose mil soles en un par de minutos.

Se sacó el rosario, el hábito de monja y siendo cargada por strippers se adentró en una habitación oscura en donde disfrutó del sexo el tiempo que duró el concierto de los Guns N’ Roses.

 

 

Fin

 

 

 

Autor: Diego Vildoso.

martes, 12 de octubre de 2021

Dime algo de ti

¿Sabes cuál es el detalle?, ¿Qué diré acerca de ti cuando terminemos?

No te conozco. Solo sé lo que muestras. Que eres autor, que lees, que cuentas relatos, que te aventuras y escribes y que creas supuestas ficciones que en más de una ocasión me parecieron una verdad.

No sé quién realmente eres. Jamás hablas de tu infancia, de tu etapa en la escuela, de hecho, ¿Quiénes fueron tus compañeros? Ni siquiera sé si tienes mejores amigos, tampoco sé si los frecuentas y mucho menos reconozco a tu círculo más allá de las paredes que forman tu casa.

A veces me gustaría al menos mirar el perfil de alguna de tus ex novias; nunca las mencionas; aunque sé que te hablas con ellas. Bueno, lo intuyo.

Me vuelvo loca pensando en lo que piensas. ¿Qué esperas de la vida?, ¿Qué sueñas?, ¿Qué escribes? Ya ni siquiera me lo cuentas por una vez que no pude leerte. A veces criticas sin saber que ofendes, eres maravilloso escuchando; pero tu honestidad son dagas, no algodones. Yo te cuento algo y tú lo revotas cuando me gustaría que dijeras otra cosa. Si, sé que es tu verdad, sé que es lo cierto; pero dime, ‘te entiendo’ y listo. No me llenes de argumentos que yo conozco y no encajo, a veces odio tu inteligencia y tu verdad, a veces odio que sepas tanto de la vida y a la vez no quieras que sepa algo de ti.

A veces temo y tal vez sea amor, el amor que nos inunda por la falsa ilusión de perdernos, de acabar con quienes amamos, de no recibir tanta flor en amor; a veces temo que la encuentres, que la vida te de la devuelva. ¡Temo al último giro del destino! Y tener que entender que te marchas con alguna esas mujeres de las que tanto escribes, y no soy yo, maldición, a veces no lo soy, porque no encajo, no estoy a esa altura, en esa faceta o en esa gloria y a veces, sencillamente, olvido que lo soy, porque me amas y estoy tan enamorada de ti que incluso soy capaz de divagar entre verdades ignorando que no existen falsedades, solo verdades que golpean, se aglomeran, encienden, nutren, enlazan y hacen feliz.

Te amo; y quisiera amarte más sabiendo quieres, por eso propongo, acostados sobre tu cama, una pregunta: ¿Me hablas de ti, amor?

Te amo, todo está perfecto, siempre estaremos juntos, él responde y yo me cobijo en su regazo encandilada con sus palabras.


Fin

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Thor, Loki y Circe

Por el mutismo de las pantuflas recorrer el pasillo de la casa no me di cuenta que Circe atravesaba el umbral dirigiéndose desde su reino al mío con la solvente velocidad que emana de un deseo. Grandilocuente y preciosa como cada mañana, abrió la puerta con prontitud, escarbó hacia la cama y a lo luchadora de televisión se lanzó sin paracaídas frente a mí, que dormía plácidamente tras una madrugada de trabajo literario productivo.

La sonrisa de ala ancha se intensificó cuando abrí los ojos contemplando al sol durante el atardecer en el foco de su mirada, los brazos al aire para compartir la emoción como una brisa de verano saludando a los turistas, dos besos efímeros y un palabreo inentendible causa de su propio entusiasmo, ella, elocuente, preciosa y divertida, repetía: ¡Hoy es el día de campo!, ¡Hoy es sábado de aventura! Los scout me esperan, arremetió finalmente con una poderosa y vertiginosa emoción cuyas brasas de euforia pudieron acabar por levantarme. Sacudió mi cuerpo desde los hombros para que saliera del sueño, propició sus anhelos en chacota sobre el edredón, despertó a la mascota aferrada a su cama, trenzó sus cabellos color oro víctima del desespero y repitió fielmente la siguiente frase: Pa, prometiste llevarme al campo.

Mi amor, le dije abriendo los ojos de nuevo. ¿Qué hora es?

Las siete, me dijo.

Pensé en el sujeto que coloca los horarios de los días de campo del fin de semana y me di cuenta que seguramente sería un hombre disciplinado.

Debemos estar allá a las ocho, añadió.

¿Y qué esperas que no te vistes, princesa? Le dije sonriente, inclinando el cuerpo hacia adelante y capturándola en un abrazo para que no se fuera tan fácilmente.

Pa… nos retrasamos, la oí decir atrapada a mis brazos entre sollozos y sonrisas, repartiéndome besos para que pueda zafar, volviendo a reír y sintiendo el apremio de su ansiado día de campo.

Salió de la habitación tan veloz como vino e hincó un dedo índice para que me despertara lo más próximo posible, y le regalé una sonrisa correspondiente a su deseo. Volvió a su habitación, se adentró en la ducha con una asombrosa tenacidad, oí el agua y le pedí que tuviera cuidado. Respondió segura y seguí en lo mío aprovechando su baño tempranero para mi segunda siesta mañanera.

Volvió enojada, con ceño fruncido, vestida a la manera fashionista que le fascina, se tiró sobre la cama para despertarme y se sintió asombrada y ligeramente avergonzada cuando descubrió el edredón y vio a su padre totalmente vestido para la ocasión.

Fui más veloz que tú, le dije con una sonrisa.

Ella arremetió en un abrazo eufórico y plantó besos dulces en las mejillas diciendo a cada instante que era el mejor. La sensación es única.

Todavía nos queda tiempo. ¿Te apetece una historia antes de salir? Propuso sabiendo que la noche anterior se había dormido antes del relato nocturno.

Aplaudió emocionada a la expectativa de un cuento que ampliara su imaginación.

Me pude recostar sobre el espaldar teniéndola a mi lado con las piernitas dobladas y la carita atenta con esos ojos poderosos que podrían ser como olas de mar. Yo sonreía buscando en la mente alguna historia que aún no haya dictado en las noches antes de dormir y fue entonces que pude encontrar una que podría prevalecer porque la tendencia de Marvel y sus héroes la tenía enganchada a la televisión y los comics.

Una vez Loki pudo engañar a Thor, comencé.

Loki es genial, añadió emocionada.

Sí, es un maestro del disfraz, le dije. Sin embargo, no es tan fuerte como su hermano. Por tal razón, usó su habilidad para poder timarlo.

Timar es engañar, ¿verdad? Dijo curiosa.

Asentí con la cabeza. Ella no dejaría de usar la nueva palabra en la siguiente semana.

Aprende con una vertiginosa facilidad.

Ambos fueron a visitar a un rey llamado ‘El jefe de los gigantes’, era un hombre tan alto que podía entrar por las puertas de la iglesia, llevaba una barba prodigiosa y crespina, ojos pequeños como dos canitas y manos tan grandes que podía ahorcar humanos con facilidad; sin embargo, no era un mal rey, porque adoraba a su pueblo y protegía a los suyos. A este rey le gustaba estar sentado en un trono de mármol tan enorme como el piso de una casa y no le simpatizaba moverse porque el mundo no era de su altura. Lo único que hacía era deleitarse con juegos inventados y protagonizados por bufones.

De hecho, era un rey con un gran sentido del humor.

Cuando los hermanos llegaron a visitarlo para que puedan realizar negocios entre reinos, se llevaron una grata sorpresa, no solo por el enorme tamaño del jefe, sino por su grandilocuente manera de divertirse.

Grandilocuente, dijo Circe. Quiere decir que es muy simpático, añadió con una sonrisita.

Exacto, preciosa, le dije.

Y, entonces, oyeron de su parte una respuesta referente al negocio que le propusieron:

‘Solo voy a concebir lo que ustedes proponen, si logran pasar unas pruebas que produzcan mi risa’.

Circe se empezó a reír por el cambio en mi voz para contar esa escena.

¿Te imaginas que pruebas podrían ser? Le pregunté abriendo las manos. Ella comenzó a analizar la situación.

Me imagino que una de fuerza, otra de valentía y, quizá, ¿contarle un chiste?

Sonreí con su comentario final.

Esto me recuerda a la vez en que Goku le contó varios chistes a Kaiosama, le dije; pero ella ni siquiera se inmutó.

Pa, nunca me gustó Dragon Ball, dijo con una sonrisa de medio lado.

Bueno, volviendo al relato, le dije.

Ella se volvió a emocionar.

El rey de los gigantes, efectivamente, les dijo: Harán una prueba de fuerza, otra de astucia, sobre velocidad y creatividad.

Competirán entre ambos solo para divertirme.

A Thor le pareció una idea agradable, le gusta mucho el asunto de las competencias y los desafíos mientras que Loki se vio afectado porque no le agrada usar el aspecto físico y perder lo suele avergonzar; no obstante, era lo único que quedaba por hacer para que el negocio cerrara y Odín no se enojara.

Resolvieron aceptar y se prepararon para las pruebas.

El pueblo, algunos gigantes y otros enanos, se instalaron alrededor de una plaza, sentados para la epopeya entre dos hermanos, estirando sonrisas y aplaudiendo la entrada del rey, quien les devolvía sonrisas y promulgaba palabras previas al duelo.

El primer desafío fue tal cual mencionaste, princesa, una pelea de vencidas, en la que, inevitablemente, Thor tuvo una enorme ventaja.

Circe doblaba su brazo mostrando su músculo bíceps alucinándose Popeye para emular el hecho en el relato.

Se sentaron frente a frente y sobre una tarima colocaron los brazos para que un enano tan pequeño como Dolly hiciera de árbitro.

Ella empezó a reír imaginando el momento.

En cuestión de segundos, Thor había derrotado a su hermano. Lo único que realizó fue mover su mano cuando él ya no pudo hacer ningún tipo de esfuerzo, no había punto de comparación entre ambos contrincantes, la fuerza la obtuvo el rubio mientras que la mente el otro.

El primer punto fue para Thor y la ovación de la gente también.

¿Sabes que parecía la plaza? A uno de esos eventos en el circo Romano, ¿los recuerdas, preciosa?

No es circo, es anfiteatro, corrigió mi pequeña.
¡Muy bien! Qué atenta, le dije entusiasta.

En el circo ocurrieron las famosas carreras de cuadrillas mientras que en el anfiteatro las peleas entre gladiadores, le comenté. Ella asintió con la cabeza y añadió: Y también hubieron combates con barcos, solían inundar la explanada para que copiar guerras navales.

Qué tiempos tan locuaces, dijo al final.

Es lindo estudiarlo, no tanto vivirlo, le dije con una sonrisa que compartió.

Aunque el mundo de ahora no sea tan distinto, reflexionó.

Por suerte, mi amor, tú por ahora solo debes preocuparte por cuidarte y pasarla muy bien en el campo, le dije acariciando sus cabellos.

Y, bueno, volviendo al relato, en el segundo round ocurrió lo siguiente:

El rey de los gigantes, postrado sobre su trono, tomando leche con galletas Oreo, propuso desarrollar una carrera de mil metros con vallas para conocer al próximo ganador. Thor se sintió confiado, sabía que ganaría porque solía practicar ejercicios mientras que Loki prefería pasar tiempo holgazaneando,

Mentira, pa, Loki suele leer muchos libros, y sí, también prefiere mirar los atardeceres del Valhala con la barriga llena; pero es un hombre hábil. No lo dudes, y cada persona inteligente, sabe cómo usa su mente, dijo Circe cuestionando y reflexionando, asombrando como tantas veces a su padre.

Entonces, el secreto de la altura del rey era su alimento, ¿verdad? Añadió.

Eres muy astuta, preciosa, le dije con un guiño. Ella sonrió con líneas blancas en los labios tras oír acerca de dicha escena.

Bebí mi café que reposaba calientito sobre la mesa de noche y proseguí: Una, dos y tres, gritó el enano con voz de locutor. ¡Ambos salieron corriendo! Thor avanzó a una abominable velocidad, rapidísimo llegó a la primera valla, luego a la segunda y tercera, siguió avanzando entre sonrisas, risas, confiado que ganaría porque su hermano estaba detrás recién llegando a la primera valla; aprovechó ese suceso para saludar al público, mostrar los músculos, regalar sonrisas y demás, hasta que se dio cuenta que Loki comenzó a alcanzarlo y volvió a acelerar logrando una amplia distancia.

Sin embargo, se dio cuenta que…

Circe me miraba anonadada, atenta y con el vaso de leche entre sus manos.

No llegaba a la meta a pesar que la línea blanca con franjas negras estuviera prácticamente en frente. Thor continuaba corriendo, acelerando el paso, vociferando con los pies, sudando a por montones y esforzándose mucho por continuar con el ritmo; pero no llegaba. No podía cruzar la meta. No alcanzaba el punto máximo de la competición. Mientras que Loki, a su andar, con sus limitaciones físicas, sonriendo, obviamente, porque suele hacerlo cuando es pícaro, empezó a rozar el cuerpo de su hermano, a alcanzarlo con la sombra, a sentir su respiración y su desespero e incluso, a pasarlo en la carrera y finalmente atravesar la meta.

Cuando el rey dio por finalizada la competencia, Thor se dio cuenta que siempre había estado a un metro de la meta; pero, por una ilusión de su hermano, se quedó en un bucle de tiempo que no acabaría nunca mientras que Loki avanzó los mil metros como tal. E incluso, pudo haberlo vencido si hubiera caminado; pero uno nunca debe presumir en una competencia.

Buena frase, pa. Uno nunca debe presumir en una competencia, repitió. Hizo un gesto de pensar y añadió: Me recuerda a la fábula del conejito y la tortuga. Esbozó una tierna sonrisa y prosiguió: Voy a estrecharles la mano a los vencedores cuando termine de ganar las competencias en el campo.

Volvió a ajustar su brazo en forma de musculo con un esfuerzo sobrenatural aguantando la fuerza y la respiración ante mi gracia.

Bien, la tercera prueba fue la siguiente, le dije. Ella retomó la atención.

Debían de juntar cientos barriles de leche sumamente pura, de esas que tomas gustosa por la mañana para que te conviertas en una súper heroína, y colocarlas una encima de otra en un tiempo determinado.

Thor se sintió satisfecho, podría vencerlo con bastante facilidad; pero Loki siempre tiene una carta bajo la manga.

Circe me miraba con el rostro tan asombrado que incluso cubría la boca con las manos.

Thor, sin dudarlo, comenzó a cargar barriles de cuatro en cuatro usando su fuerza descomunal para tener inmediatez; aunque esta vez se cuidaba de algún artilugio de su pintoresco hermano provocando el contenido para asegurarse que fuera leche y no aceite.

Pero, pa… ¿es que acaso Thor es tan tonto? Interrumpió la pequeña.

¿No sabe que un barril de aceite pesa igual que uno de leche?

Se tomó la cabeza en señal de burla cuando lo dijo.

Sí; pero le gustaba tanto la leche, que la quería solo para él.

Ah, ya entiendo, la oí decir reflexiva.

Solo los grandes héroes y heroínas beben leche, le dije sugerente.

Y, entonces, Loki, al darse cuenta que su hermano no caería en artimañas y seguramente cargaría los barriles hasta culminar, dio a conocer su nuevo truco.

¿Qué hizo esta vez?, ¿Aumentó los barriles en un acto de ilusión?

No, preciosa. Él no necesitó cargar los barriles, tampoco lo haría si fueran tazas, muebles o libros, simplemente usó sus poderes mágicos para teletransportar todos los barriles de un lado hacia otro ganando en cuestión de segundos.

¿Qué?, ¿en serio?, Pero… ¿es que acaso no fue un acto desleal? Quiso saber la pequeña.

Puede ser y puede que no; pues, las reglas no se dijeron y el rey, ante la queja de Thor, consultó: ¿Qué opina el pueblo? Y a como todos les pareció alucinante el acto mágico de Loki, lo dieron como válido.

Fue el público quien eligió al vencedor, dijo la nena de los ojos claros.

Yo asentí con la cabeza en una reverencia para darle la razón.

¿Y cuál fue la siguiente prueba?

Thor se sentía derrotado, parecía que Loki se llevaba el triunfo, se sentía confiado y seguro que ganaría, algo que definitivamente le tuvo que pasar factura, pues, en medio de su parafernalia festiva ante el público que coreaba su nombre, no se dio cuenta que el rey de los gigantes hablaba acerca de la nueva prueba y en ese tramo olvidó, el más pícaro de los dioses, que estaba de espaldas ante un combate cuerpo a cuerpo, donde perdía quien caía al suelo primero sin usar armas ni magia. Thor, molesto, picón y dolido en honor, lo cogió por detrás cuando lo vio sonreír frente al turbulento e histriónico público y elevó por los aires en una voltereta como en las luchas que te gusta mirar y enseguida lo hizo aterrizar al pavimento ganando la cuarta y última competición sintiéndose emocionado.

Ambos estaban agotados, tanto física como mentalmente; pero el rey estaba contento, se sentía realizado, entusiasta y orgulloso del régimen impuesto para con sus invitados; resolvió pararse del trono, callar al estimado en las gradas y decir unas palabras: Hermanos, díganle a vuestro padre que acepto el trato por causa de ustedes. Thor y Loki se sintieron honrados; pero uno de ellos no se sintió satisfecho. Pues, de cuatro pruebas, dos había ganado Thor y dos Loki, y uno de ellos, te imaginarás quien, quería ser el único vencedor.

Cuando rey de los gigantes firmó el trato de negocios, Thor le dijo: Señor, ¿nos pondría una última prueba? Es que quiero ganarle a mi hermano.

El rey se sintió confundido, acababa de firmar un contrato forzándolos a jugar, pensó que tanto ellos como él habían llegado al fin de la fiesta; sin embargo, le asombró la reacción del hermano. En ese momento, Loki, molesto con su par, lo encaró: ¿Qué te pasa? Yo ya estoy cansado, quiero irme a casa a descansar, ¿no te quedas tranquilo con el empate? Thor le dijo varias razones personales basadas en su ego por las cuales le gustaría ser el ganador y Loki se sintió ofendido y enojado por su arsenal de habladuría, al punto que insistió en otra prueba, una en la que podrían usar trucos, armas y demás.

¿Volvieron a luchar por culpa de sus egos? Quiso saber Circe sintiéndose absorta.

Tal cual, princesa. A veces los egos nos ciegan. Nos impiden divisar el verdadero horizonte y nos enfadan con los demás.

El elocuente rey volvió a su asiento y consultó con su público emocionado si podría haber otra prueba. Ellos, obviamente, accedieron sin dudar.

Thor sintió efervescencia dentro de su piel mientras que Loki resopló sus manos para entrar en calor, mientras que el rey de los gigantes, se hallaba pensativo con las piernas cruzadas y la mano en el mentón intentando hallar la solución o la ecuación a su último juego.

¡Ya lo tengo! Lo dijo en voz alta. Se levantó prodigioso y habló en voz alta para que el mundo escuchara: La siguiente consigna es muy simple, tendrán que beber la leche de mi vaca favorita hasta que se termine el contenido en aquella taza dorada. Quien acabe primero será el ganador.

Los hermanos notaron el tamaño de la taza y sonrieron víctimas de la confusión, sintieron que se trataba de una broma o de una prueba improvisada; sin embargo, el rey estaba muy seguro de lo que hablaba.

¿Y cómo era el tamaño de la taza? Preguntó Circe curiosa.

Pues… era como tu taza de leche, sin el logo de los Power Rangers, le dije en broma. Ella sonrió y de un sorbo se terminó el desayuno.

Ya hubiera ganado, me dijo después mostrando orgullo en la sonrisa.

Los hermanos, casi al mismo tiempo, cogieron los cuernos que se usaban  como conductos para succionar la leche de la taza ubicada en el centro del piso y los acercaron a sus respectivas bocas para ingerir el alimento por petición del rey para darle una forma simpática y carismática al evento.

Con la misma intensidad y propuesta ganadora impulsaron su sed para beber hasta saciar el contenido dentro de la minúscula y hermosa taza.

Sin embargo… ¿Adivina qué sucedió?

Circe me vio abriendo los brazos.

La leche nunca se terminaba.

Como lo que pasa en la casa, dijo con humor. Empezamos a reír.

La leche, no se acababa, ambos tomaban y tomaban; pero la pequeña taza en medio de la pista continuaba llena, no disminuía; aunque pareciera que sí y no era un acto de magia por parte de Loki, debido a que él también se veía afectado y en su rostro se reflejaba.

Tenía los cachetes inflados de tanto tomar y tomar y aunque la leche es buena para la salud, consumir en demasía suele ser perjudicial porque te puedes atorar; mientras tanto, el rey se carcajeaba viendo como los dos hermanos querían ganar sin pensar en la artimaña detrás del juego, debido a que el rey no era ningún tonto y tras la firma del contrato había resuelto darles una lección.

Horas más tarde, ambos se detuvieron. Ninguno había podido acabar el pequeño tazón de leche fresca.

El rey se levantó del trono y dijo: Nunca podrán culminar de tomar la leche porque esa taza contiene al océano.

Lo que ha pasado es que en un intento por ver quién es el mejor, los dos han quedado como tontos.

El público comenzó a reír. Los hermanos se enojaron contra el rey y quisieron ir contra él; pero en un dos por tres desapareció junto al estadio y la gente dejando únicamente el tratado de venta de su establo.

Thor y Loki, avergonzados, prometieron no contarle a nadie lo sucedido y se volvieron a casa entre risas y abrazos.

Fin.

Circe estirando una sonrisa tras asimilar por completo la reflexión en el relato, me dijo: Hoy voy a vencer a mis compañeros en los juegos de campo; pero les daré la mano y les mostraré los trucos del triunfo. Trabajaré en equipo siendo una líder justa y compartiremos los logros. ¿Qué te parece, pa?

Excelente, preciosa. No esperaba menos de mi hija, le dije abriendo los brazos para que pueda calzar en mí en un apretón tan tierno como dulce en donde no faltaron los besos y las risas.

Enseguida se apresuró para alistarse para el día de campo y al cabo de un corto tiempo salimos para allá.

El resto del día fue una sucesión de hechos divertidos que en otra ocasión voy a relatar.

 

 

Fin