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miércoles, 25 de octubre de 2023

Bartolito

En el tercer cumpleaños de mi hija le compré una piñata de Bartolito, su personaje favorito, se veía muy emocionada con ganas de jugar con la figura de cartón; pero enfermó poco antes de la celebración y tristemente no pudo vencer a la trágica neumonía.

Cuando ella murió, su madre y yo nos separamos, ella se fue a vivir con los suyos porque no podía seguir viviendo en la misma casa donde crió a su hija y yo me quedé a la espera de que alguien pudiera comprarla.

Poco antes de su cuarto cumpleaños empecé a despertar de madrugada por causa de un inesperado sonido proveniente de la televisión en la sala.

La voz salida de la pantalla era la del personaje cantando un solo teniendo como bailarines al resto de sus compañeros de granja. La canción no la había vuelto a oír jamás con tanto detenimiento, quizá, por el silencio y la pena.

Bartolito, el gallo carismático y colorido, flotaba y flotaba sobre una terraza manifestando onomatopeyas erradas a su propia condición para que los niños que vieran la televisión le mostraran su equivocación. Enseguida, la imagen del animal a quien pertenece el sonido, se asomaba al lado del gallo en cordial simpatía, mientras que el ave seguía danzando para volver a su terraza de inicio y soltar, otra vez, onomatopeyas erradas desesperando, quizá; a más de un infante que corregía su error como lo dictaba el narrador: Bartolito, ese es un gato. Bartolito ese es un pato.

Finalmente, aquel irritante gallo –luego de dos noches sin poder dormir por causa de su voz- podía soltar su verdadero cacareo siendo ovacionado por el narrador y los niños en frente de distintas casas con televisión.

Fui a apagar la tele antes que pudiera terminar. No soportarlo era mi única ambición, y no por pena; aunque al inicio lo fue, sino por desesperación y angustia. No es fácil conciliar el sueño de madrugada después de una derrota emocional, y se convierte en un sistema irracional mi ser de mañana al no poder tener horas de descanso.

Lo odiaba. Odiaba a Bartolito despertándome en la madrugada al punto en que resolví desconectar la televisión y esconderla en un desván. Allí, en donde por casualidad, hallé la piñata olvidada del año pasado.

La pena aumentó, mi dolor no se pudo sofocar y aunque tuve un conato de melancolía, pude reponerme golpeando fuertemente al cartón con los ojos clarísimos y profundos de aquel desgraciado gallo que no sabe su propio idioma; aunque, no pude destruirlo, era una especie de pena y cólera que solo me llevó a doblegarlo.

 No obstante, a pesar de ello, no pude volver a dormir tranquilo.

La noche siguiente, sin televisión y sin bulla, dormía plácidamente hasta que me despertó un cacareo. Uno raro y sigiloso como si un gallo viviera sobre mi techo; pero al abrir los ojos y mirar al lado me di cuenta que la piñata repuesta se hallaba quieta a mi costado mirándome con esos ojos altamente brillosos y pronunciando su cacareo final sin previa confusión.

 

Fin




viernes, 20 de octubre de 2023

El amor marchito

Nunca me he atrevido a juzgar; pero a veces la realidad amerita de una profunda opinión reflexiva.

Ella pudo haber sido modelo de televisora si no se habría dedicado a su labor en la medicina; más de un galán de gruesa billetera quiso estancar su rúbrica al lado suyo, y varios rufianes intentaron algo aparte de la amistad utilizando desafiantes e incluso delirantes artimañas; pero ella, siempre fiel a su proceder, y su relación, jamás pisó otra cama que no fuera la de su único amor, el muchacho de los ojos tristes que conoció en la escuela, a quien logró que estirara una sonrisa y empezara a desafiar al mundo con novedosa actitud logrando que avanzara en una carrera teatral que le abrió una hilera de cortinas rojas atravesando al éxito con sencillez.

Sin embargo, cegado, y alejado de su condición de humilde y sencillo hombre de hogar, se encargó de aventurarse en más de un comodín de fin de semana con mujeres que van y vienen de los muslos de otros cuando de dinero y ganas de noche se trata. Encamado en cuartos de hotel nada baratos adjunto a bellas damiselas de la madrugada que parecen distintas sin maquillaje ocultando secretos ante la luz del día, parecía que las giras internas poco a poco cabían como clavos de duda en la mente de ella, quien, sin presumir de espía, hilvanaba una secuencia de hechos nada comprobables a los que su marido mostraba para salir en aventuras.

Corazón, le manifestaba enamorado, voy a salir de gira con los muchachos de la obra, regreso el lunes a la hora del almuerzo, te visito en el hospital o te espero en la casa, comentaba en voz triste anteponiendo al trabajo en vez de los ratos de pareja, y ella, comprensiva en su totalidad, viendo la capacidad de su novio por avanzar a pasos agigantados y sin querer detener su fama, aceptaba su labor de actor, y al no poder asistir a los escenarios de provincia por causa de su falta de tiempo y movilidad, solo le deseaba la suerte que no necesitaba; aunque se escucha lindo oír: Sí, precioso, ve con cuidado, nos escribimos tras bambalinas y envíame fotos. Te amo.

El hombre nunca mandaba fotos, se excusaba de estar prohibidas por la producción, y pocas veces existieron escenarios en provincia, solo camas y cuartos de hotel con mujeres locuaces que saciaban su rara sed de sexo crudo y veloz. Entre tales interines, ella le escribía palabras de amor y aliento, las cuales leía desnudo mientras que las féminas dormían en su regazo esperando que culmine la hora de cuerpos rentados y puedan huir a las calles. Allí respondía, en cortos momentos, que andaba a punto de dormir luego de tan ajetreado trabajo, e incluso, enviaba una imagen sonriente como un enamorado que anhela el reencuentro con su amada.

Sin embargo, no se dio cuenta que no solo las dudas, sino más bien la molestia, muy interna, por cierto, esa que carcome y te detiene para no andar diciendo que eres intensa o pretenciosa por querer tenerlo siempre a tu lado, esa noción natural de intentar crear fines de semana con la pareja en otros sectores mágicos, adjunto a la comprensión amorosa por aceptar que las pasiones y los trabajos son así, llevaron a que surgiera algo de duda, muy leve, por cierto, una que permitía a la valentía de dejar de hacer algo para ir por él, abandonar un tiempo de trabajo para acompañarlo a una gira, preferir su sueño en vez del suyo, solo por tenerlo cerca. Y allí, cuando se lo manifestó dulcemente sobre la cama: Amor, ¿y si te acompaño a esta gira?, ¿No te haría feliz? y él, con medio cuerpo en el espaldar, control en mano y caricia en la espalda de su novia, pensó en las mujeres que estarían en su espera, las orgías que tendría que recurrir a la cancelación, y entonces, hubo una respuesta como condena: No amor, prefiero ir solo, así me concentro mejor.
Ella dudó. Tantos años juntos, yo apoyándolo en su carrera, y de repente, no se concentra conmigo.
Pero… dio una respuesta coherente al argumento tibio de su pareja y se echó a dormir en reflexiones interiores.
Jamás fue espía, la medicina era su vida, nunca tuvo tiempo de andar husmeando en la vida de otros, mucho menos en su pareja, en quien confiaba notablemente; sin embargo, aquella noche algo mutó. Razón por la cual, cuando él se fue de viaje con los amigos, no dudó en seguir sus huellas fácilmente rastreables hasta encontrarse con lo inevitable.

No, no es horrible, tampoco resulta dramático, es decepcionante. Y no sabes cuánto puede llegar a doler una decepción. Imagina a la persona en quien más confías, y de pronto, te traiciona. Te clava un puñal en la espalda, te golpea duramente sin que lo veas, sin que te des cuenta, y sin que puedas saberlo hasta que lo descubres. Duele y demasiado el hecho de haber construido tanto con alguien tan falso, tan careta y con desalmado. No es feo verlo desnudo con otras mujeres, puede ser digerible; lo negativo es que te haya querido ver la cara de ilusa, que haya perdido a una gran mujer por un conato de prostitutas, que haya preferido el sexo casual y crudo a unas vacaciones de fin de semana en un sentido mágico y romántico. A veces lo que más duele es haber perdido el tiempo en sueños con un lunático que no supo tener los pies en la nube cristal y se tiró al lodo.

Terminaron, evitablemente… pero no es el drama de la historia.

Empecé contando que diría una reflexión; aunque ya se ha manifestado en el relato, así que espero la tuya.
Ella no perdió, volvió a su trabajo raudamente de manera emocional, a veces los golpes de noche son duros, y los sueños rotos no se pegan; pero la vida sigue si el corazón noble tienes palpitando por recrear nuevas ilusiones, y la condición de buena persona habita en tu aura. En cambio él fue perdiendo fama, otros actores surgieron, se vio metido en escándalos y lo rechazaron de la obra. Las putas no fueron las mismas, de repente, de algo enfermó; pero se curó. Y hoy en día anda en soledad impartiendo talleres y buscando obras, puede que haya obtenido dinero; aunque el amor no ha alcanzado otra vez.

Ella conoció a un hombre, tardó tiempo en retomar la confianza, también fue artista, pintor de retratos, la conquista es tenue; pero las alegrías regresan, la vida es todavía larga, y los caminos sorprenden, y a veces el amor también se regenera y podemos volver a amar tras la traición. Solo dale algo de tiempo, pues siempre se puede amar otra vez.


Fin