Mi nuevo libro

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sábado, 12 de marzo de 2022

La vida (se vive)

No nos alcanzará el tiempo para descubrir el misterio de la vida. No vamos a llegar al núcleo de la existencia humana; pues, en esencia, solo somos un parpadeo ante la inmortalidad del universo, donde, ni siquiera existen dioses, donde habitan astros inigualables y absolutamente extraños ante nuestra mirada inquieta. Y, sin embargo, ¿te das cuenta de todo lo logrado en una sola vida?, ¿Recuerdas ese trabajo arduo que tanto deseabas conseguir? Ya lo tienes. ¿Al amor de tu vida durmiendo del otro lado de la cama? Se encuentra esperándote en la bañera. Los sueños de niño por ser un profesional, viviéndolos a diario. La sonrisa que faltaba, dibujada en tu espejo. Los besos perdidos, instalados en el armario. El sabor de su piel como la luna, cada día sobre el edredón. Las miradas que parecían lejanas, convergieron en una mano apretada. Todo lo lograste en una vida, siendo un humano cuya existencia no vale en lo absoluto para los seres de arriba y te percatas, me doy cuenta, que valió la pena vivir ese tiempo porque se ha gozado de la existencia en un esplendor maravilloso que perdurará el tiempo que quiera el olvido o el recuerdo. Poco importa, a veces, ni siquiera se piensa en ello porque vivir el instante es agrupar la vida.

La vida, ese laberinto en un segundo, está hecha para ser gozada, para ese disfrute máximo realizando situaciones divertidas que nunca sean una monotonía, lugares donde vivir con honestidad y verdad sea el propulsor ideal hasta la llegada de la noche; la sabiduría se gana con el tiempo, el aprendizaje constante y los decibeles de amor siempre en alto. La vida es para vivirla con felicidad, aprendiendo de las penas y angustias, de los ratitos en soledad y de los pasados que nos suman para bien; de la gente alrededor y de la familia especial, de los momentos de risas y los sentimientos mezclados, de las emociones totales y las nuevas sensaciones; de las pasiones y de los trabajos, del saber y de nuevo la risa; la vida es un momento donde abarca todo, y en especial, debemos de sentir que no podemos alcanzar otra vida, en ninguna parte, nunca vuelve, jamás se retrocede y mucho menos tenemos otra existencia; pues, es hoy, querido, amiga, gente, es hoy donde puedes y debes ser feliz con lo que te apasiona y alegra.

De ese modo, disfruta de cada cosita nueva y avanza hasta el final del horizonte abrazando el recuerdo, el olvido o la fama, pero sonriendo hasta el destino inevitable que nos abraza y agarra en una carcajada.

Vive y se feliz.

viernes, 4 de marzo de 2022

La pesadilla

—Buenos días— saluda al ingresar. La puerta cerrada sugiere intimidad. Un hombre de traje oscuro y voluptuosa barba me espera recostado en el mueble negro de su oficina. 

Se inclina hacia adelante para que nuestras manos converjan en un apretón y un ligero esboce de amigable sonrisa.

Realiza un gesto para que me acomode en el clásico sillón de en frente y pregunta manteniéndose de piernas cruzadas que apoyan un cuadernillo con lapicero impregnado en un hilo que evita que se pierda con un movimiento lento e imperceptible de dedos rascándose la barba de la mejilla, ¿Cómo has estado durante el fin de semana?

—Bien; aunque volví a tener pesadillas— respondo con la confianza que amerita su presencia.

El hombre anota sigilosamente.

— ¿De qué trataron las pesadillas? — Añade una pregunta similar.

—Estoy en la barra de un bar, a la espera, supongo, de alguien, por el movimiento de mi cuerpo volteando para ver la entrada, y de pronto, un par de muchachas bien parecidas se asoman para preguntar por mi estado como quien intenta ser cordial. Yo les sonrió, ellas devuelven la sonrisa y sin más preámbulos, estoy metido en un lio bárbaro— le acabo de contar con remordimientos en muecas que atiende con facilidad.

— ¿En qué tipo de situación complicada te encuentras? Y, ¿a quién crees o supones estar esperando? Tal vez a Adriana— lo escucho decir con esa voz minuciosa que parece usar para profundizar fácilmente en mí.

— ¿Adriana? — Consulto.

Él revisa una página distinta de su cuadernillo.

—Adriana, tu esposa— me dice con la mirada fija de ese verde oscuro en sus ojos.

— ¿Cómo podría esperar a mi esposa si estoy envuelto en una situación comprometedora? — Pregunto dubitativo.

Y ante su mirada fija casi perturbadora asiento hacia abajo.

—Es verdad— le digo en primera instancia. Mi infidelidad, aseguro entristecido. ¿Cómo es que puede crear tantas pesadillas? Le pregunto intrigado.

—Es la conciencia quien trabaja de noche— comenta seguro. Mientras dormimos nuestros peores sucesos nos mortifican, es decir; la infidelidad fue para ti un agravio para tu matrimonio y en consecuencia se ilustra en pesadillas que te atormentan— concluye y antes de alguna respuesta por mi parte, pregunta, O, ¿acaso te ves disfrutando el sexo en el sueño?, ¿Notas que lo evades? He allí el origen de tu pesadilla, comenta finalmente.

Asiento asimilando su comentario como uno verdadero que no he notado en mis pensamientos.

—Las mujeres son tan hermosas que ni siquiera reparo en pensar en ello; ellas me realizan ofrendas sexualmente dichosas para cualquier hombre; pero no las siento ni las intento recrear porque me espantan, tal cual el sueño –o, bueno, la pesadilla- y donde, según dice, yo estoy esperándola y en ese ínterin me estoy cogiendo a dos doncellas como fruto de la ruptura inminente de mi relación— le digo entristecido sin estar al borde de alguna lágrima; pero sí dolido y arrepentido.

El sujeto de la barba rojiza apunta en su cuaderno y enseguida pregunta, ¿has vuelto a hablar con ella? Digo, antes o después del sueño.

—Sí, le di una llamada. Me contó que todo anda de diez puntos para arriba— le cuento al hombre en frente, quien de nuevo, como un hábito, acaricia su vello facial tenuemente.

— ¿Cómo te sentiste al despertar? — Pregunta manteniendo la misma analítica postura.

—Tembloroso. La pesadilla… fue como dicen algunos, una realidad alterna. Era como si todo lo vivido estuviera volviendo a ocurrir de cierta manera distinta, evidentemente; pero con un mismo propósito. Y, cuando abrí los ojos, me di cuenta de lo afortunado que soy— le dije en un arrebato de melancolía emancipada en un hilo de lágrima.

Deshizo su postura pasiva para coger un trozo de papel en un ánfora de la mesita de centro y entregármelo sin cuestiones.

—Algunas pesadillas se asemejan a la realidad porque lo que sentimos suele atacarnos mientras dormimos— comenta con el cuerpo inclinado hacia adelante y las manos entrelazadas.

Pero… tranquilo, añade esbozando una sonrisa, tú mismo lo has dicho, eres un hombre dichoso, sentencia y estira su mano para dejarla caer en mis rodillas como si sintiera una mezcla entre lastima y alegría.

Logra que también sonría y se devuelve gustoso al espaldar de la silla con las piernas otra vez cruzadas y ese afán por acariciarse la barba.

—Dime, ¿Qué les sugirió el colega que los ayudó a reconstruir su matrimonio? — Hizo una pregunta inquieta y curiosa.

—Darnos un espacio y tiempo para asimilar lo ocurrido. Afrontar la realidad como dos personas maduras con convicciones por crecer y hacer respetar lo que decimos sentir e ir acorde a las decisiones que tomemos por el beneficio de lo nuestro. Sea cual sea, propuso al final, porque si ella decidiera el divorcio, yo tendría que aceptarlo; aunque el punto de nuestra cita con el terapeuta era la unión a pesar de los males y conflictos— le dije hablándole calmado como si se tratara de un amigo.

—Entiendo— me dijo sin gesto alguno. Recuerdo que para entonces yo no te conocía. Tú llegaste hace un par de semanas contándome tus pesadillas, obviamente quise saber el origen de las mismas y llegamos a la conclusión que se trató meramente de aquel asunto del pasado. Sin embargo, es curioso que vuelvan tan frenéticamente justo ahora que tú esposa salió de viaje.

Un oleaje de sensaciones intervino en mí ser.

— ¿Qué intenta decir, señor Harry? — Le dije con la inquietud en alto.

—Puede que el verdadero origen de tus pesadillas siendo infiel sean parte de un miedo a que ella se vengue de ti haciéndote lo mismo— me dijo tras seguramente un rápido análisis mental.

Maldije para mis adentros y luego hacia el techo provocando la intranquilidad del doctor frente a mí, quien manteniendo la postura, a pesar de colocar las manos sobre los lados del mueble, me dijo: Calma, no te dejes llevar por una idea.

—Ella viajó a Cancún el jueves por la noche— le dije. Él volvía a su posición de piernas cruzadas para que sintiera que está en parsimonia y no le afecta el relato. Se trató de un viaje de negocios, me dijo. Pero…

¿A Cancún? Medité un instante. Aseguró que en un hotel iba a encontrarse con unos directivos de la empresa para consolidar un trato. Luego, como cualquier turista, supusimos que se daría un baño de mar en un mañana libre del ajetreo laboral.

Aunque… ¿y si tiene un amante? El pensamiento se oye fuerte.

—Calma, estimado, no te alarmes por supuestos que en esencia nacen de tus pesadillas— lo oigo decirme deshaciendo otra vez su postura con el cuerpo inclinado para hablarme más de cerca. Yo tengo la mirada en otro sector como quien se pierde de la realidad para transportarse a otra. Una donde Adriana se encuentra brincando sobre un sujeto de musculatura perfecta y sonrisa brillante, a quien disfrutando le dice: Entonces, esto es lo que mi esposo hacia cada vez que se iba de vacaciones.

¡No! ¡Adriana! ¿Qué haces? ¡Se supone que estamos bien! Doy gritos desesperados como si estuviera cerca a los amantes imaginarios.

—Oiga, calmase, por favor— escucho que me dicen. El doctor sujeta mi rodilla e intenta verme la mirada.

—Escúchame, Rodolfo, no te dejes controlar por los pensamientos negativos. Es solo tu imaginación usándote una mala pasada. Ustedes tuvieron un conflicto y hoy tiene un matrimonio estable. ¿Lo entiendes?, Dime, ¿lo entiendes? — lo escucho decir prestándole la atención debida sintiendo como las gráficas grotescas se disipan.

—Sí, sí, lo siento, perdóname, Harry, por un momento me nublé. La vi acostándose con otra persona y sentí que la rabia me inundaba— le confieso en giros de cabeza para olvidarme por completo de las escenas.

El doctor observa las manos para verificar que se encuentren pacíficas a diferencia de cómo se veían mientras mantuve la mente en otro lado.

—Rodolfo, a veces sentimos que nuestros actos podrán tener consecuencias iguales; sin embargo, el amor vence y el perdón proclama— dijo con mesura.

Además, debo recetar calmantes para un mejor sueño, al menos hasta que Adriana vuelva de su viaje, lo escucho decir esbozando una suave y amical sonrisa.

— ¿No me estoy volviendo un demente, verdad? — Pregunto con una sonrisa chueca.

—No. Cualquier persona, a veces, tiende a actuar enojada por pesadillas. Las pastillas harán bien. Tendrás sueños tranquilos y despertarás animado.

Solo piensa en positivo y goza del presente— me dijo y vi que inició un escrito en su cuaderno.

—Una antes de acostarte. Procura no ver televisión nocturna, preferible leer un buen libro, sugiero a Megan Maxwell para que te atrape el sueño— acabó irónico.

Estiré una sonrisa por condescendencia y recibí su receta transcrita desde la hoja del cuaderno a un papel con su sello.

Vio su reloj de muñeca y acotó: Nos quedan quince minutos, ¿algo más que quieras contarme?

— ¿Usted cree que Adriana me ha perdonado? — Se lo hice saber con firmeza, causa de las dudas aglomeradas en mi cabeza.

—Por supuesto— dijo con seguridad.

Revisa de nuevo sus apuntes y añade otra respuesta: Tienen tres meses juntos desde la riña que los distanció por varios días; entonces, estoy seguro que están en crecimiento. No soy dueño de ningún núcleo familiar o de pareja; pero si en esos meses nunca tuvieron problemas, es porque todo anda diez puntos para arriba.

Sonríe al decirlo. Y yo quiero imitar esa perfecta sonrisa.

—Ella te ama más que nadie en el mundo— asegura luego de haber dicho que no era dueño de ningún planeta romántico.

Lo único que debes hacer es encontrar el placer en los sueños y despertarte con ganas por amarla a diario, lo escucho cándido y confiado como si quisiera meterme esas ideas en la mente, las cuales, regocijo, se sienten bien, suaves y sublimes y si, efectivamente, apaciguan mis ansias a pesar de los miedos que circulan en mi mente y no son solamente obras de pesadillas.

No he contado, recién que acabo de escucharlo, como si despertaran, que también, a veces, las imagino. Mi mujer cogiéndose a otro hombre en un hotel como yo y la morena en casa cuando tuvo otro viaje. Me trastorna la idea que se repita el plato en mi vida a pesar de las disculpas y los días de amor fructíferos.

Pero no puedo hablar. No quiero enloquecer. Basta con creer que son pesadillas. O, fantasías.

—Gracias, Harry, estás semana contigo ha sido valiosa. Me haz mostrado que las pesadillas son solo eso, pesadillas y que debo seguir con mi vida pensando en positivo para crear sueños con angelitos— le digo por obra de sus palabras.

—Es bueno saber que tienes tendencia a mejorar; las pastillas, como digo, harán bien. Tómalas, descansa y disfruta de tu matrimonio— dice el médico.

Asiento con la cabeza. Noto que vuelve a mirar el reloj, va a decir algo, presiento; entonces, me adelanto, no me ha respondido, si Adriana me ha perdonado.

— ¿No he sido obvio, Rodolfo? Seguro cuando vuelva podrán abrazarse y continuar amándose— dice el profesional.

Y creo que hasta aquí hemos llegado, estimado. Han sido cuatro gratas sesiones, espero que puedan seguir siendo una feliz pareja que sabe superar las diferencias, asegura mientras se levanta para despedirme. Realizo el mismo accionar correspondiendo a su mano estirada.

El hombre de barba rojiza se encuentra regado en su sillón a la espera de alguien más, luce un traje azul marino y el calzado reluciente que flota en el aire al tener las piernas cruzadas. Tocan a la puerta, no es el paciente quien llega, sino una muchacha de vestido corto quien le comenta asustada: Señor Harry Scott, ha ocurrido una tragedia. Rodolfo Ríos, su paciente de hace unos días, fue hallado muerto. Se intoxicó en pastillas poco después de asesinar a su esposa. El cadáver descompuesto estaba en su armario.

En un mensaje decía: No voy a permitir que te vengues de mí. No eran pesadillas, Harry; sino premoniciones.

Hallaron una gama de fotos de su esposa con otro hombre dentro de su computadora, la policía dice que fue un crimen pasional, quieren verlo porque fue usted quien le recetó las pastillas.

El crimen… ocurrió hace más de un mes.

Y el doctor, al oír, se frota la barba y responde: Fueron un placebo.


Fin

miércoles, 2 de marzo de 2022

El mundo en su regazo

Ella enciende un suspiro y acorrala mi cuerpo.

Dibuja una sonrisa que se asemeja a rayos de luz y suelta una sonrisa cual eco timbra en el alma.

Cabalga hacia mis brazos y sacudimos las anatomías en un frenesí de afecto que provoca sonrisas.

El beso causa el impacto de un trueno en el alma y emancipa anhelos que provienen de lugares desconocidos.

Me considero adicto a cada uno de sus atributos observables y admirador de cada aspecto intrínseco que devora las partículas del corazón.

Me enamora en el instante en que me mira y empiezo a desearla en el momento en que me besa como una consecuencia natural y maravillosa de actos que nos definen y resumen cuando nos juntamos cada tarde a la llegada de la luna.

Improvisa una danza mientras estamos pegados, la sonrisa la mantiene intacta como una secuencia maravillosamente exacta de su forma de ser y los giros improvistos procrean las risas necesarias de un espectáculo único como íntimo. No necesitamos de tambores musicales ni timbales para sentirnos dos amantes que se funden en otro beso y las vertientes de la libido emancipan en hechos sutiles lo que ambos corazones suponen.

El último vestigio de vestidura recae sobre la planicie de la cama.

Hemos llegado impacientes y gloriosos por el cántico del amor a la habitación continua, sin evaporar sonrisas y aumentando los decibeles del deseo.

Me doy cuenta que los dioses olímpicos la hicieron perfecta cuando derrocha su belleza en el placer de mirarla desnuda, de repente, como nunca la crearon y siempre existió de tal manera debido a que jamás el humano pudo tener la capacidad para decorar tanta preciosura.

Pienso que se trata de un sueño el tiempo que nos tenemos sobre los cuerpos locuaces, desnudos, radiantes y fogosos, dejando como la lujuria nos ha consumido hasta el sudor y los gemidos.

Se crea una sonrisa impartida y caemos rendidos sobre el edredón.

Nos sujetamos de la mano y pensamos que el mundo es nuestro.

Lo es, se oye.

No hay duda, se contesta.

Ella cierra los ojos y yo sueño con ella.

La amo, lo estoy haciendo a cada momento, desde la mirada hasta el ensañamiento con su figura.

Desde los besos en la boca hasta las caricias en su alma.

Desde sujetarnos de la mano y andar hasta proyectar sueños surrealistas que nos conduzcan al infinito.

El mundo en su regazo se detiene y avanza; se compone y se engendra;

se ilumina y se detiene; allí donde tengo la fortuna de estar como invitado y aventurero, a su lado y de la mano, con la vista en las cienes perfectas y la sonrisa esbozada a pesar del letargo, en esas mejillas donde un beso quiere ceder y en un susurro antes de acompañarla en el sueño diciéndole un te amo que seguramente tras todo lo antes desarrollado se lo he hecho saber; aunque siempre en palabras también se deben ofrecer.

 

Por eso, te amo.

 

Y ella gira para el mundo se detenga en mi regazo.

 

 

Fin