Mi nuevo libro

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lunes, 28 de septiembre de 2020

Los pechos

‘Despiden a gobernador por chuparle los senos a su esposa durante una conferencia por Zoom’ dicta la noticia en un enlace al que acabo de entrar por mera curiosidad.

Estoy bloqueado, no surgen ideas y se me ocurre navegar en busca de noticas absurdas para no pecar con mirar el perfil de mi ex, cuya invitación a su casamiento acabo de usar como...

Entre Ríos, Argentina; Lizardo Fernández fue visto por sus camaradas mamando los pechos de su mujer mientras un colega dictaba una charla acerca de salud mental por Zoom. El mandatario no se percató que tenía la cámara encendida y como cualquier hombre en el mundo (no se me hagan los ñoños) accedió a un chupe de mangos inmediato para sazonar la mañana.

Es gracioso y genuino como a pesar de la edad a muchos todavía nos encienden los pechos de nuestra respectiva pareja.

¿A quién no le gustan los senos? Reflexiono a medida que observo los memes sobre la noticia.

Yo... soy un hacedor de supernovas al momento en que, tal cual el gobernador, coloco la cara en medio de los pechos de mi chica y disfruto de ese cándido sitio que tengo como segundo favorito de su anotomía.

Cierro la página y exploro el perfil de mi ex novia a punto de casarse con un tal Gabriel Lisboa, un pelotudo en su completa autenticidad, con los cabellos cortos a lo pelotero de la primera división del fútbol peruano, tatuajes en los brazos a pesar de su aspecto oscuro, sonrisa producida por el primer sueldo y atuendo a lo Wilson y Yandol.

Me pregunto, a medida que observo la biografía del fulano, ¿Cómo rayos Jacqueline Gonzales me cambió por ese individuo? Entonces me percato de la sarta de comentarios que intercambian, entre ellos, los adjetivos: Mi guapo, mi rey, mi tesoro. Los cuales me quieren dirigir al baño para un súbito vomito; aunque, en una reflexión, viendo la sonrisa de mi ex, me doy cuenta que se siente contenta con el emulador de Don Ramón versión dos mil veinte. Recuerdo a su vez los instantes en los que falté a su casa para inmiscuirme en los avatares sexuales de mi secretaria, vecina y concuñada. Situaciones que pude impedir; pero me di el gusto de disfrutar, tal es la razón, que estoy lejos de ella, quien a pesar de tanto, tuvo la amabilidad de invitarme a su boda, invitación que acabo de usar para...

Vuelvo a las fotos de Jaqui, como me gustaba llamarla, para enfocarme en sus senos copiando al gobernador argentino cuyos memes me hicieron reír.

Es entonces que en un completo acto masoquista recuerdo las veces en las que me perdí en eso dos monumentos a la belleza.

¿A qué hombre no le gustan los senos de su chica? Me hago la pregunta al tiempo que contemplo fotografías de ella que tengo en una carpeta privada. Muchos solemos guardar recuerdos tales como cartitas, anotaciones, fichas de restaurantes especiales y demás; aunque también, en lo oculto de nuestra propia Deep Web guardamos pechos relucientes que dejamos en escondites de la computadora para la sesión onanista de cualquier domingo.

Previo al casamiento de mi ex me dio por usar las imágenes no solo mentales de encuentros sexuales en nuestros tiempos de gloria para proyectar calentura y usar la masturbación como medio de relajación ante un bloqueo narrativo para mi próxima página que el diario local exige que escriba.

Las fotos aparecen en frente, el muñeco sale reluciente y la sesión de loco onanista recordando al ex amor que se casa la siguiente semana comienza a tomar forma hasta que, repentinamente, la empleada, quien ha llegado temprano y no hecho ruido porque sabe que trabajo en mi redacción, se asoma por la puerta diciendo: Señor, ¿le sirvo un cafecito?

 

No debí usar la invitación para limpiarme el culo, pienso.

 

 

Fin

domingo, 27 de septiembre de 2020

Jesús no es un oficial de policía

- Pa, ¿Por qué la abuela dice que si te comportas mal Jesús te castigará?

El vecino de la vuelta, quien salió en televisión tras haberle robado los ahorros a su cuñada, se encuentra navegando en un yate rentado luego de ganar el juicio aludiendo demencia mental, ¿por qué no lo castigaron?
¿Por qué Dios no vino a llevárselo para darle unas buenas nalgadas? O tal vez, jalarlo de las orejas y ponerle un castigo.
Pequeña, tu perspicacia cada día me asombra más, le dije en un suspiro.
Tú sabes que uno debe hacer el bien sin la intención de un supuesto cielo porque no hay nada después de la muerte, ni Dios ni Satán, tan solo polvo de estrellas, en ese sentido, debemos vivir en armonía con los demás para evitar...
¿Evitar la cárcel? Interrumpió con una pregunta notable por el contenido de la misma.
Evitar sentirnos tristes por dentro, le dije.
El vecino se veía muy contento, respondió irónica.
Sí. Yo también estaría feliz navegando en yate por el Atlántico. Sin embargo, hay formas de cómo lograr esa meta.
Ella me quedó mirando esbozando una sonrisa a la espera de un argumento que cambie su punto de vista plasmado por la noticia televisiva.
Trabajando de forma honesta en cualquier momento tendrás lo que tanto deseas, no necesitas robar ni hacer el mal haciéndote el pícaro aprovechándote de gobernantes corruptos, simplemente debes vivir con el bien como voluntad propia.
Entiendo, pa. Tengo los valores que en ambas casas me regalan; sin embargo, a veces pienso, ¿Por qué los malos ganan con facilidad?
No todos, eh. Hay malhechores que terminan en prisión durante años perdiendo su libertad y sin poder ver a sus hijas crecer. Hay gente mala que muere en tiroteos o a veces hay cretinos cuya pena interior los carcome hasta redimir ante la sociedad cambiando para bien.
Y hay tipos buenos como el tío Gabriel que mueren de un cáncer a los cuarenta tras haber tenido una vida pulcra y honesta, reflexiona la princesa, quien a pesar de su corta edad entiende la vida con mucha facilidad.
Es que nadie tiene la vida comprada, mi cielo. A veces las enfermedades nos atacan seamos buenos o malos, altos o bajos, idiotas como los que hacen pirámides de vasitos en la tele o muy inteligentes como el Tesla que tanto te gusta. A veces simplemente es un azar como le pasó al tío Gabi.
Pa... Tesla murió de viejito.
Sí, preciosa, solo te doy ejemplos. Pues... lo que trato de decir es que no hay excepción a una enfermedad, a menos que te cuides y puedas evitarla durante muchos años.
Comprendo. Y entonces, ¿Por qué la abuela dicta ese comentario? La otra vez, Javi rompió un florero mientras jugábamos a la pelota, ella lo vio enojada y le dijo: ¡No rompas más cosas o Dios te castigará!
Yo no creo en Dios y seguí tu consejo de evitar confrontaciones con creyentes para evitar malos momentos, ya que es mejor dejar que todos crean en lo que quieran. Si creen que abrieron los mares o resucitaron muertos, está bien.
Yo creo en el universo, el big bang y la panspermia. Y nadie me podrá refutar.
Se vio llena de coraje cuando lo dijo. Ella amasa sus ideas y las vuelve tan suyas que desliza teorías a medida que juega con las muñecas. Es una pensadora nata, su inteligencia me asombra, me supera en todos los sentidos, pues yo, a su edad, andaba tras la pelota sin pensar en otra cosa.
La abuelita tiene como 500 años, a ella no le vas a cambiar su punto de vista. Yo no creo que su Dios sea un oficial de policía, tampoco un mandatario o un rey, simplemente intenta corregir a Javicho con un argumento asustadizo.
Circe asintió con la cabeza comprendiendo el punto de vista que seguramente también comparte.
¿Crees que a muchos asusten con el infierno? En el caso de existir. Porque desde que leímos ‘La divina comedia’ me di cuenta de quien lo inventó.
¡Mi amor! ¿En qué momento leíste ese libro?
Ah, cierto, pa, dice en una risa. Tú no lo acabaste. Pero yo sí.
Estoy criando a una genio, pensé en ese momento.
Bueno, la gente se puede asustar con lo que quiera, puede creer en quien sea, puede hacer lo que quiera, todo se respeta, mi princesa, le dije.
Y por favor, nunca uno debe burlarse de las creencias de otros, añadí.
Estoy de acuerdo, pa. Aunque debo confesar que me pareció gracioso que el ñoño de Javi se asustara y empezara a reparar el florero con cinta adhesiva.
Empezamos a reír.
Mientras lo ayudaba, él decía: Circe, no quiero hacer enojar a Dios, dicen que cuando se molesta te jala de las patas y te mete debajo de la cama.
No seas, noño, Javi. Nadie hace eso, le dije; pero luego se me ocurrió decir: Ah, ya recuerdo, quienes hacen eso son los duendes.
Circe se empezó a reír de forma malévola y graciosa.
¡Mi amor! No asustes a tus primitos, le dije con una sonrisa y ella no paraba de reír.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Pensamientos caseros

Yo siempre he creído que la gente puede hacer lo que les dé la gana con tal que no me vea afectado.

En ese sentido, respeto religiones, orientaciones sexuales, ideologías políticas, equipos de fútbol y hasta al vecino que tanto le gusta el reggaetón.

Nunca me veré envuelto en una acusación imperiosa por querer juzgar fuertemente los gustos y las apreciaciones de los otros entes.

Claro que si alguna vez me piden un consejo: Bryan, ¿Qué te parece si me pinto el cabello de rojo?, ¿Qué opinas si me vuelvo Hare Krsna? O ¿y si de repente me gustan los hombres y no las mujeres? Yo puedo ofrecer mi comentario honesto, franco y conciso o agendarles una cita con un profesional si mi entendimiento no alcanza.

En ese contexto, realmente, yo adoro a la gente franca y honesta, a las personas que te dirigen la palabra tal cual y sin medida. Me gusta que me digan las cosas como son, tal cual yo las digo. No me gusta mentir, claro que amo hacer bromas; pero cuando se trata de algo serio digo mi verdad y espero lo mismo, entonces nos estrechamos la mano y asunto solucionado.

A veces es curiosa la forma como por no decir algo o por ocultar asuntos emociones, muchas personas se alejan sin que sepamos el origen de su huida.

Yo estoy abierto a que me digan lo que ocasionó su partida, tal vez dije o hice algo malo que los ofendió y por eso dejaron de ser mis amigos en las redes.  De repente, es simplemente un asunto de inmadurez que escapa de mi entendimiento.

La gente, obviamente, puede actuar y hacer lo que quiera; pero si se trata de mi (o de ti, si fuera tu caso) lógicamente esperamos una respuesta. Queremos saber lo que sucedió para armar un argumento y arreglar, no queremos que se vayan sin saberlo o de lo contrario, otras personas vendrán y reemplazarán sus puestos debido a que quienes se van sin avisar, sin dar motivo o razón, no suman, entonces vienen otros y los reemplazan, es así.

En esta vida, reyes, emperadores, papas y heroínas, fueron reemplazados, no creas que no ocurrirá lo mismo contigo o conmigo.

Este post tiene un punto global, que a veces pienso y quiero compartir en modo reflexivo, para que sepan que en mi se encuentra gente agradable y estupenda (y me imagino que muchos esperan lo mismo con sus entornos) y que cuando la gente se va sin motivo, vienen otras y los tachan; aunque lo mejor debe ser que expresen su sentir porque la gente debe demostrar sus emociones.

Yo siempre he creído que alguien puede ser quien quiera que sea, a veces se pierde la esencia o los matices; pero pienso que todos tenemos el derecho de moldearnos a otro modo y placer, en ese contexto, es válido y yo respeto todo tipo de novedosa actitud. Nunca juzgo a nadie, no tengo porque hacerlo, así fuera un dios o un emperador, me valdría madre o simplemente podría causar inspiración (en el caso en que yo quisiera un cambio).

Me gusta la gente que inspira, siempre trato de juntarme con esos seres de luz que te producen una vibra distinta y ayudan a crecer de distinta manera.

Solo intentaba reflexionar un poco sobre pensamientos caseros, que tengo, que van y viene, revolotean en mi cabeza y comparto.

 

Saludos lindos y lindas.

 

 

domingo, 6 de septiembre de 2020

Noche intensa contra la pandemia

Me senté enfrente de la computadora como un domingo cualquiera sin resaca y con taza de café en frente preparando las teclas para otra aventura literaria. Sintonicé una canción de Cerati para aumentar la inspiración instaurada desde que te encuentras descansando en el sofá de mi sala por la faena desorbitante de la noche anterior y prendí un cigarrillo para sentirme un escritor de los veinte, salvo que no llevo traje ni bufanda y ando en bóxer, lleno de tatuajes y los cabellos largos en moño, razón por la cual, me alucinan publicista y no escritor.

Alejandra, como voy a llamarte ahora, vino a mi casa alrededor de las siete, yo abría un tequila para celebrar el final de un nuevo libro que podría publicar a pesar que tan solo lo compre mi abuela y mi ex esposa porque en un país como Perú ser escritor es como ser agente inmobiliario en la luna. Estamos llenos de ignorancia, ojalá naciera en Finlandia. Lejos de ese parámetro curioso, vuelvo a ti, rulosa divina con ondas que caen por tus mejillas y llegan hasta tus senos como dos duraznos que siempre anhelo besar y saborear a pesar que al inicio, conociendo totalmente el compilado de situaciones posteriores, empecemos con una charla suave sobre las vicisitudes de nuestra semana entre sonrisas y risas con ademanes en señal de comprender, cuando, realmente y sin hacer alguna alusión a un montón de mentiras, yo miraba tus pechos al tiempo que hablabas y sonreía con la vista en tu cuello deseando morderlo y saborearlo como el vampiro que soy; y tú, bien dijiste, rozabas mi pierna con suavidad deduciendo o sabiendo que el demonio de la entrepierna emergía como un titán. No me gusta presumir, nunca lo hago; pero hay que saber que hay hombres que la tienen amplia. Soy el caso y no tiene nada de malo. Tengo un monstruo abajo y no tiene nada de malo decirlo.

El palabreo igual al que tenemos por chat se interrumpió por un beso inevitable que nos condujo a caer sobre el mueble en toda su dimensión desprendiendo a ritmo vertiginoso cada una de las prendas que llevábamos como si las pieles desesperadas quisieran salir a relucir. Fue entonces que la blusa y la falda salieron a abominable velocidad y mi pantalón tan veloz como lo fue la remera. Todo a tiempo de beso y caricias que no tenían ni querían tener fronteras. La música de fondo se opacaba por causa de tus gemidos al momento en que perforé tu cuello como vampiro enamorado susurrando mis deseos libidinosos a un oído que mordí con suavidad. Lo sabías, eras mía; lo eres y fuiste desde antes, quizá, de noches atrás cuando nos conocimos en un bar y conjugamos en un hotel, ahora estamos en casa por la pandemia y sus asuntos y porque me gusta la comodidad de un hogar donde nadie molesta.

Alejandra empezó a tomar iniciativa. Una tigresa endemoniada me lanzó sobre el mueble colocándose encima con una sonrisa malévola y preciosa, los rulos cayendo que se fueron atrás en una rápida cola y desprendió el bóxer de Hulk con esos dientes de vampiresa para enseguida mandarme al cielo y el averno en el tiempo que duró el oral.

La felación es el placer de los dioses, en una teoría, pienso que podría recibirla a todo momento y en cualquier circunstancia en completa atención.

Y, sin embargo, también me gusta ofrecerla; pero no era el momento, pues Ale, estaba encima moviendo las caderas a medida que yo sujetaba sus senos manoseándolos como artesano, como escultor de una Venus de Milo al tiempo que ella conocía los principios de su faena rítmica para que sintiera la lujuria respectiva entre gemidos y sonrisas que nos hicieron olvidar a Cerati y su Paseo inmoral y yo que ahora tocaba sus caderas para tenerla firme hice mi sagrado movimiento universal, el cual consiste en sostenerla enfrente, tan cerca a mí que escucho los gemidos en las orejas y arremeto en constantes movimientos de cadera de forma tan frenética que la vuelvo loca de placer.

Y ella lo dijo: Soy toda tuya, mi amor.

Me encanta cuando lo dice a pesar que solo nos vemos los fines de semana y el resto de días nos hacemos los desconocidos, los mentirosos y los sin afines. Recuerdo, en una anécdota dentro del relato, que una vez nos vimos en una librería, ella con su marido y yo con mi mascota, paradoja, diría alguien, y luego nos comimos en un hotel barato de la 33. Ya no estaba con el tipo, me dijo, fue o no mentira, me importaba un bledo, yo solo quería coger y sí que lo hicimos sabroso, creo que el despecho promulga esos factores libidinosos.

No siempre soy un escritor de romance, a veces tengo estos ratitos de lobo feroz.

Lo siguiente que ocurrió fue que cambiamos de posición. Ahora yo andaba detrás y ella inclinada con las manos apoyadas al filo de la cama, se me ocurrió besarle el trasero y morderlo un poco antes de cogerla de la cintura y penetrarla suavemente incrementando los decibeles al compás de unas nalgadas oyendo como si estuviera en un pasadizo alejado al buen Cerati cantar ‘Nada personal’. Qué barbaridad de casualidad.

El choque de ambas intimidades a un son frenético y sabroso nos calentaba de forma descomunal como si en cualquier momento pudiéramos simplemente rendirnos ante un monumental orgasmo; sin embargo, deseaba otra pose, quizá, una de mis favoritas en esa noche. Por eso volvimos al mueble, amplio por supuesto, yo me puse detrás y ella adelante sintiendo mi mano apretando su garganta y oyendo mis palabras libidinosas en noción a su cuerpo y el deseo inherente que le tengo de antes para penetrar su ser a medida que elevo su pierna y sigo apretando su cuello por decisión unánime.

El reloj pareció detenerse, juraría que comenzamos a las nueve y ya eran las once, ¿Quién coge tanto? Me puse a pensar. Parece que el tequila me genera una erección diabólica, pensé con una sonrisa y supuse que ahora, mientras ella nuevamente me daba la felación de rodillas sobre la alfombra, acabaría dejándome llevar de una vez. Y así fue.

Pude recién oír un llamado romántico, ya no era Cerati quien cantaba, sino Luis Miguel como un azar extraño del destino nocturno, sintiendo como ‘Contigo o sin ti’ se metía a los oídos a medida que nos echábamos sobre el mueble en cucharita para terminar de gozar de la noche que a pesar de su juventud parecía habernos saciado lo justo y necesario.

 

Acabo de terminar de escribir, ella aparece detrás dejándose caer por la espalda y en un susurro me dice: ¿Empezamos la fiesta otra vez?

 

Ya no se llama Alejandra, ¿Qué nombre te gusta que use?

 

 

Fin

 

 

 

 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Doble impacto

Eran las siete de la mañana de un domingo cuando Carlos resolvió visitar la casa de su novia para dejarle un recado importante, que debió y pudo ser entregado mucho antes; pero se le ocurrió, por motivos que iré hilvanando, dejarlo junto al sol de primavera en un estado de casi completa ebriedad junto a dos amigos que más parecen demonios y con la ilusión de ser bien recibido.

Todo comenzó a las once del sábado, Ezequiel y yo adquirimos los rones respectivos para la faena destructiva de cada fin de semana que empezaba con la grata sensación de querer beber el buen trago de los dioses como si el mundo se fuera acabar; siguiendo o añadiendo a ese acto sublime, el consumo curioso de sustancias alucinógenos llamase drogas que iríamos inhalando y fumando de rato en rato parando en estaciones como el baño o la cocina al tiempo que la música de entonces se fuera oyendo y la charla futbolera, chismosa, estúpida, delirante, extraña o balbuceo, se fuera escuchando en una sala pequeña de un apartamento de La Bolichera sin mujeres ni resto de amigos porque únicamente quedábamos los tres cuando los minutos pasaron y el resto de compañeros se fue retirando, pues, con esto quiero decir que, a partir de las tres de la mañana empezaron a transformarse los amigos en demonios, bien dice un dicho de antaño: Quienes se quedan a beber de tres a seis o siete de la mañana es porque ya tienen el infierno comprado.

Lo confieso, la acabo de inventar.

A las cinco con seis se nos acabó el ron a pesar que las gargantas deseaban más; sin embargo, contradiciendo a la razón, a Carlos se le ocurrió decir: Yo pongo el siguiente... Pero, tengo que a ir a la casa de mi flaca para entregarle este recato. Luego podemos ir a un grifo y comprar. Ezequiel y yo, sedientos, deseábamos que el trayecto fuese corto y la operación un éxito para continuar bebiendo en un parque, en el caso en que no se pudiera en el apartamento por motivos comprensibles ya que sus viejos estarían o deseasen seguir descansando. Fue entonces que, nuevamente contradiciendo a la razón, zafamos del sitio con dirección a San Borja para dejar el recado maldito, comprar otro ron y beber hasta las siete u ocho como acostumbrábamos a hacerlo en un acto divertido y muy irresponsable que disfrutábamos porque entonces no había responsabilidades.

Abordamos el primer taxi que vimos aventurándonos a una locura que terminaría en una anécdota de antaño capaz de durar el resto de los días. Adentro empezamos a sentir los estragos del licor y el aire friolento de la noche, incluidas las vueltas del chofer, quien nos condujo hacia la casa de la chica.

Bajamos los tres. Carlos se adelantó al edificio donde vivía su chica adentrándose por la puerta principal y subiendo a paso lento escalón tras escalón hasta llegar al quinto piso, en donde, tocó el timbre un par de veces y recibió la bienvenida de su chica cuyo rostro reflejaba un coraje importante.

Ezequiel y yo, sentados sobre una banca en frente comiendo un par de plátanos para calmar las ansias por vomitar el ron, vimos la actitud de su novia, quien en un acto de sumo coraje e ira por el asunto de ver a su pareja en ebriedad y aliento de rata tratando de darle un recado cuando debió hacerlo un día antes o avisar que tendría temprano, le dio como vuelto, como agradecimiento, como solución... un doble impacto perfecto, es decir; dos cachetadas ida y vuelta, vuelta e ida, directamente a las mejillas que parecían con milanesas. Fue formidable. Poético, diría yo, la forma como el golpe certero dio dos vueltas consecutivas haciendo que no dejara de reír ante lo que estaba viendo junto a un casi soñoliento Ezequiel que pudo mirar antes de morir en ebriedad.

Fue uno de los sucesos más graciosos de ese momento. Año 1995.

 

 

 

Fin

Gusanitos estelares

Me gusta pensar. Soy escritor y por eso tengo una visión muy abierta usando muchas veces la imaginación para crear parches en la realidad o construir puentes que la unan a la ficción.

Ayer no pude dormir. Estaba inquieto mentalmente con el cuerpo instaurado en el espacio, pues tengo la fortuna arquitectónica de tener una ventana grande que da al universo. Me puse a mirar como algunas noches, como esas en la que la cabeza no deja de trabajar y fue entonces cuando tuve un cuestionamiento: ¿Qué somos? Es decir, no humanos, ni existencia viva, tampoco terrícolas, alejándonos de todo ese panorama religioso, social y demás que nos divide, realmente, ¿Qué somos ante el universo? Y en ese momento recordé que junto a mi pequeña princesa vimos a un gusanito caminar por el parque hace algunos días y mientras ella iba recreando su forma en su bloc de notas porque le gusta dibujar emulando a Darwin, yo pensaba en ¿y si somos como ese gusano en el universo? Porque existen miles y miles de millones de estrellas en donde habrá sistemas solares y planetas, alguno será quizá como el nuestro o en muchos habrá vida; pero, ¿estarán interesados en nosotros? En casi dos millones de años que tiene el humano aquí, nadie ha venido a presentarse, pensé. De repente y simplemente porque nos miran como esos gusanitos de jardín que son usados para mirar por curiosidad, tal vez, dibujar un rato su anatomía y listo. Dar la vuelta y seguir el rumbo diario.
La idea, aunque rancia y sensata, contrajo nostalgia, porque seríamos nada ante el todo allá afuera donde podrían existir entes con otros dioses e idiomas.
Y, sin embargo, somos nuestro propio mundo para quienes están cerca, para nuestra comunidad, distrito o simplemente familia o pareja, para ellos somos un universo, un mundo entero, una idea impecable aunque llena de defectos. Somos entes estupendos que respetan y aman, tenemos talentos y hacemos trabajos bonitos ante el mundo intentando, a veces, dejar un legado.
Me di cuenta, reafirmando muchas ideas que tengo, que puede que para el universo seamos un gusanito; pero en la Tierra cada persona se gana la vida luchando y desea no ser olvidado. Generan un universo entre ambos con amor verdadero y como los seres de arriba, también ignoran a quienes vigilan este planeta.
En una paradoja: Ambos somos indiferentes; pero nos conocemos sin intención de darnos la mano.
Yo solo espero no morir sin conocer algo más allá.

A veces uno piensa de todo cuando se deleita con el espacio.