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sábado, 29 de agosto de 2015

Anécdotas jugando Super Nintendo (Segunda parte)

- Dejamos de ir al Super Nintendo del señor con el prominente bigote desde que un conocido nos dijo que había descubierto un nuevo lugar donde alquilaban Super, afirmó que en aquel sitio debías de subir una escalera, tocar la puerta de madera; saldría una señora (madre de dos gorditos) y al entrar hallabas la mayor cantidad de consolas que podías haber encontrado, incluyendo una hilera innumerable de juegos.
Eso fue lo que nos llamó la atención, ya que el amable señor de bigote, a pesar de darnos preferencia algunas veces, no tenía surtida su vitrina de juegos. De hecho, le faltaban algunos que muchos amigos nos recomendaron jugar.
Jeremy y yo éramos prácticos, jugábamos Super Star Soccer de Luxe, Mario Bross y cualquier otro juego de lucha. No obstante, queríamos seguir conociendo más juegos, por ello, resolvimos ir a aquel lugar.
Este personaje nos acompañó, se encontraba entusiasmado con la idea de llevarnos a otro sitio.
Caminamos conversando acerca de diversas leyendas ocurridas en el ámbito del Super Nintendo. Jeremy era el hombre de las historias, le gustaba amenizar las caminatas relatando hazañas.
Contó que hace mucho tiempo, regresando del colegio se detuvo en el Super del mercado, me sorprendió que no me avisara; pero no quise interrumpir su historia con mi queja. Siguió contando, alquiló una consola, tenía la dicha de encontrar todo vacío, según aclaró, el tipo acababa de abrir, lo que me resultó extraño, porque a la salida del colegio ya estaría atendiendo, entonces resolví creer que el buen Jeremy se había tirado la pera he ido a una hora muy temprana (no quise aclarar ese detalle) entonces continuó con el relato.
Quiso jugar Street Figther, eligió a Ryu (mi jugador favorito) y cuando lo oí, se me hizo imposible decir, eres un copión. Todos reímos y siguió con el cuento.
Pude derrotar a todos, dijo emocionado y haciendo ademanes para describir las luchas. Llegué hasta el terrible Mr Bison, añadió enseguida deteniendo sus gestos.
El tipo se hallaba sorprendido, sonreía mientras que Jeremy relataba. Yo estaba tranquilo, conozco todas sus historias y empezaba a sospechar cual sería esta.
Bison es poderoso, pelea rápido y sus golpes te quitan bastante fuerza vital, dijo y ambos asentimos con la cabeza.
Claro, además, no se detiene, siempre te ataca, es recontra fuerte, dijo el sujeto acotando otras características del jefe del juego.
Bison me ganó el primer encuentro, me sacó la mugre, contó y explicó con gestos graciosos, haciendo alusión a puñetes y patadas, incluso, imitó notablemente el ataque de Bison (ese que se lanza con los dos pies y luego te hace el torito).
Admito que es un genio contando y describiendo historias.
El siguiente encuentro lo gané, lo derroté con la justa y todavía quedaba un juego. Para colmo, el señor del Super me dijo que mi hora había terminado, entonces le pedí que me diera diez minutos más para al menos terminar la batalla.
La tercera batalla fue impresionante, Mr Bison comenzó a destrozarme y no podía hacer mucho; pero cuando estaba a punto de morir. ¡Un golpe y me iba al carajo! Dijo de un modo muy eufórico. Patrick se quedó con la boca abierta, no imaginó que lo podría suceder después.
En eso, no sé como hice; pero realicé el Tatsumaki-senpū-kyaku
(la patada tornado) pero Mr Bison se cubrió. ¿Sabrás que cuando se cubre le quita mucho menos, verdad? Claro, claro, respondió Patrick ansioso por saber lo que seguía.
Mantuve presionado los controles realizando el mismo ataque y de repente sabiendo que todo estaría perdido si Bison me diera un golpe, comenzó a salir fuego. ¡Sí, fuego! La patada tornado se volvió un remolino de fuego ardiendo y pude derrotarlo.
Lo dijo de un modo asombroso con sus ojos clavados en la vista de Patrick, quien anonadado escuchaba el relato. Incluyendo ademanes y sonidos, todo un conjunto de situaciones que lo hacían real.
Obviamente nunca antes se ha visto un ataca similar; pero no quise quitarle créditos y aseveré: Eso he escuchado antes, que es un ataque súper secreto que solo ocurre cuando el peleador está desesperado.
Tiene razón, lo que dice es cierto, dijo Jeremy muy serio y más calmado, no tan efusivo como antes. Patrick se tragó todo el cuento y los pocos metros que restaban para llegar se la pasó imaginando el ataque, deseando que alguna vez pueda realizarlo.
Terminó el cuento contando la historia de Ryu, que sale yéndose del torneo y aparece entrenando bajo una cascada.
Llegamos al lugar, era exactamente como lo describió. Subimos la escalera y tocamos la puerta. Salió una señora que nos atendió con amabilidad, entramos y vimos la gran cantidad de consolas. Podías ir un día cualquiera sabiendo que no habrían colas. Además, la señora tenía todos los juegos habidos y por haber, incluyendo una pequeña vitrina en donde si deseabas podías adquirir galletas, chizito, gaseosa y demás.
Alquilamos una hora y jugamos Mickey Mouse, hace mucho queríamos jugarlo, porque nos llamó la atención el hecho que los personajes podían tener distintos trajes de batalla. Después pedimos Aladino, uno de mis juegos favoritos, definitivamente.
Esa vez fue la primera vez que lo jugué, al inicio no fui bueno; sin embargo, con el tiempo se me hizo sencillo avanzar en los niveles.
Incluso, llegué a pasarla varias veces. Claro que con un tiempo estimado de dos horas y media.
Desde ese entonces nos convertimos en asiduos clientes de dicho lugar. Íbamos juntos, a veces con mi hermano, otras veces con otros amigos, etc. Dejamos de visitar al señor del bigote, aunque lo hacíamos a veces y cuando volvíamos preguntaba, sigilosamente, por el motivo de nuestra ausencia. Nunca se lo dijimos.
El Super de la escalera como lo llamábamos se hizo nuestro nuevo lugar de juego. Mayormente asistíamos por las tardes, después del almuerzo nos juntábamos e íbamos caminando y en el trayecto planeábamos que nuevo juego disfrutar. Es que eran tantos y queríamos descubrirlos todos. No obstante, no perdíamos el amor a los clásicos y siempre terminábamos envueltos en ellos.
Era habitual que la primera hora juguemos un juego nuevo y la siguiente un clásico.
Una tarde, luego de un par de años visitando el mismo lugar, a veces intercambiando con el tipo del mercado, decidimos incursionar en el juego Contra III (uno de los que menos me gustaron).
Fui a buscar a Jeremy. Él bebía un delicioso jugo de papaya preparado por mi tía, quien me invitó; pero desistí al haber terminado de almorzar y encontrarme repleto. Vi que mi buen primo bebió tres a más vasos de jugo (eran esos vasos enormes) y enseguida, luego de colocarse una chaqueta, me dijo para ir. Nos despedimos y salimos rumbo al Super de la escalera.
Era sábado por la tarde, teníamos planeado jugar un par de horas y regresar para jugar pelota con los muchachos.
El Super estaba lleno y nosotros no teníamos preferencia, por suerte, no fue mucho el tiempo que esperamos. Habrán sido diez minutos, en los cuales escuchamos la conversación que tuvo la señora con un sujeto, a quien le dijo lo siguiente: ¿Para cuando crees que me puedas traer el 64? No lo entendimos bien hasta que mencionó después: Espero que el lunes llegue el Super 64 a mi tienda.
Quedamos estupefactos con sus palabras. ¿Un Super 64? ¿Qué podría ser eso? nos preguntamos; aunque la respuesta no la hallamos por lo que nos tocó sentarnos a jugar y nos distrajimos.
Pasada media hora, Jeremy empezó a sentir un terrible dolor dentro del estomago, era como si un remolino estuviera azotando su barriga. Le dije que se tranquilizara porque me estaba desconcentrado con sus constantes movimientos. Yo estaba luchando contra la Tortuga gigante.
Oye, creo que tengo ganas de hacer el dos, me dijo de repente y empecé a reírme por la forma como lo dijo.
Pídele el baño a la señora, seguro está por ahí, le dije mirando la pantalla.
Me da vergüenza, la tía parece seria, dijo y siguió moviéndose manteniendo la mano en su barriga.
Detuve el juego y lo miré, estaba ligeramente sudoroso, parecía ser un dolor agudo, entonces nuevamente le dije, ve a pedirle el baño y caga de una vez. Luego vienes a jugar.
Está bien, dijo y se levantó de la silla para dirigirse a la señora.
No regresó durante algunos minutos, entonces me comencé a preocupar. No por su salud, sino porque tal vez habría dejado el baño hecho un desastre. Resolví presionar STAR y acercarme a la señora para preguntarle sobre mi primo.
Acaba de salir hace unos minutos, dijo que volvería en un rato. Parecía tener dolor de panza, fueron las palabras exactas.
Le dije a la señora que guardara el resto del tiempo y salí de inmediato para darle el alcance.
Caminé tan rápido como pude, inclusive, ahorré trayecto entrando por algunas calles hasta por fin dar con el parque.
Me detuve al llegar, agotado y sudoroso por el andar presuroso. Vi a alguien a lo lejos, estacionado a un lado del poste y pensé, es él.
¿Qué estás haciendo parado ahí? Le pregunté al acercarme. No respondió, tenía los ojos llorosos y al verme se cubrió el rostro avergonzado.
No entendía bien lo que estaba sucediendo, lo supe cuando comenzó a andar como vaquero.
¡Se había hecho la caca en los pantalones!
Naturalmente no dejé de reír al verlo andar con las piernas abiertas y muy lentamente en dirección a su casa.
Más tarde, la tía Ruth fue a mi casa, en eso escuché que le comentó a mi vieja lo siguiente: Ese Jeremy se pasó, se hizo diarrea en el pantalón y tuve que mandar a lavar esa ropa asquerosa.
Nuevamente comencé a reír con locura.
Es una anécdota que fue repetida por mucho tiempo. Siempre la recordamos con bastante gracia. 
Nunca le pregunté, ¿Por qué no le pediste el baño a la señora?


Fin

jueves, 27 de agosto de 2015

Anécdotas jugando Super Nintendo (Primera parte)

Jeremy y yo siempre solíamos ir al mercado a jugar Super Nintendo en el puesto de un señor muy amable, de lentes y bigote, al frente de una fuente de soda, casualmente, de su esposa.
El lugar paraba repleto, una gran cantidad de personas se aglomeraba en sus instalaciones. 
El señor de bigote como siempre le decíamos alquilaba siete consolas. Todas estábamos llenas.
Un par de chicos que acababan de salir del colegio disputaban un encuentro en Super Star Soccer de Luxe, jugaban la Argentina de Capitale y Redonda contra la Colombia de Murillo y Álvarez. Al otro lado, un tipo de unos siete años, a quien veíamos seguido, peleaba contra Bison e imaginábamos que al derrotarlo se iría. Por otro lado, una muchacha y un chico se aventuraban en la selva junto a dos monos en Donkey Kong y el último televisor que vimos fue el inicio del mundo 5 de Mario Bross, uno de los más difíciles. El resto no tuvo importancia, los juegos eran aburridos.
No solo estaban ocupadas las consolas, también la vitrina que divide al señor con los muchachos, quienes esperan ser anotados en espera de su turno.
Jeremy y yo teníamos la fortuna de ser, por decirlo de un modo técnico, asiduos consumidores. El bigote lo sabía, por eso nos daba preferencia. 
Acordamos que seriamos los siguientes después del tipo que jugaba Street Fighter. Nos alegremos porque al llegar lo primero que pensamos fue que tendríamos mucho tiempo para esperar; aunque, como algunas veces, el bigote nos hizo el favor.
Bison fue derrotado, la mayoría de personas que esperaban se juntaron a las espaldas del ganador para ver la historia de Ken. La había visto cientos de veces e igual disfrutaba observarla. 
Ken se volvía a juntar con su esposa y se la llevaba cargando mientras se veía la imagen de un lindo atardecer.
Las letras eran en ingles, a veces en japonés, de igual modo nadie entendía y todos daban distintas hipótesis de lo que pudiera decir.
En ese momento, se escuchó el sonido del cassette salir de la consola, es un sonido inconfundible. De inmediato, la pantalla se puso borrosa y aprovechamos para sentarnos sobre una especie de banca.
¿Qué van a jugar? Preguntó el bigote ubicado detrás del televisor de 14 pulgadas. 
Nos miramos y dijimos a la misma vez: Super Star Soccer de Luxe. 
Tienen suerte que tenga otro, dijo y se echó a reír. Hicimos lo mismo por condescendencia.
De repente, salió el logotipo de Konami y se iluminó con sombra. Nos emocionamos y comenzamos a apretar los botones del mando por mero nerviosismo. Letra por letra iban apareciendo y brillando a la misma vez hasta finalizar el intro con una voz particular que dice, De Luxe. Jeremy lo repetía muy similar, lo hacía exactamente en el momento que se escuchaba. Tantas veces jugando el mismo juego se te hace costumbre saberlo todo.
Salió el cuadro de equipos. Jeremy escogió a su eterna Argentina, por mi parte, escogí a Suecia. 
El negro Magnus, como solía decirle a un jugador, era un delantero letal, tal cual era el terrible Capitale.
El árbitro perrito, a quien saqué al inicio del juego, sonó el silbado e iniciamos el partido de cinco minutos por tiempo.
Magnus juega bien, le pega bien a la pelota, más que todo desde la esquina, colgando al portero; pero no patea de afuera del área como lo hace el Capitale, ese le pega un zapatazo y la clava en el ángulo. 
Fue entonces que Jeremy anotó el primero, de esa misma manera. En la repetición parecía que el arquero la tendría embolsada; pero entró de una manera asombrosa. Sin embargo, antes de culminar el primer tiempo anoté el empate por obra del goleador Magnus que aunque suele ser muy complicado, la hizo de tiro libre. Hay que tener cierta calidad (apretar el botón suavecito).
El segundo tiempo fue una copia del primer tiempo sin anotar goles. Culminado el partido nos fuimos a los penales.
Nos creíamos tan buenos jugando que el hecho de llegar a penales en el primer partido incrementaba ese supuesto.
Durante la definición nos cayó de sorpresa un sujeto, se colocó detrás de nosotros a observar los penales. Era normal que muchos se quedasen a mirar mientras otros juegan, especialmente en circunstancias decisivas. 
La tanda la gané atajando el último penal. Era chistosa la manera como ocultábamos el mando para que no viéramos adonde dirigir la pelota o lanzar al portero. A veces hemos llegado al extremo de esconderlo debajo del polo, el levantarse de la silla es habitual.
Este sujeto que nos miraba parecía ser mayor, de unos veinte o más años. Nos habló luego de terminar los penales.
¿Siempre vienen a jugar? Preguntó animado, parecía agradable. Jeremy respondió: Casi todos los días. Yo creí que diría la verdad omitiendo el casi. El tipo asintió con la cabeza y luego de un gesto propuso: Les juego un partido a cada uno. Si uno de ustedes me derrota, les pago otra hora.
Era una oferta tentadora, por un par de partidos podríamos jugar otra hora. Aceptamos enseguida, aparte porque el sujeto resultó ser simpático, más cuando al sentarse empezó a contar una historia.
Desde hace años he participado en distintos campeonatos de este juego, dijo muy serio. ¿Han escuchado de El Lobo? Dijo con aires de misterio. Contestamos en negativo moviendo la cabeza. El Lobo ha ganado todos los campeonatos, es el mejor jugador.
¿Qué si?, ¿Lo conoces? Quisimos saber, intrigados por su reseña.
¡Yo soy El Lobo! Dijo con una repentina y estruendosa voz. Inmediatamente se sacó la casaca y nos mostró la parte del espaldar de su camiseta, en donde se veía dibujada la imagen de un lobo. ¡Fue emocionante!
Ambos, aún más emocionados, jugamos piedra, papel o tijera para saber quién sería el primero en enfrentarlo. Él ganó.
El Lobo nos sorprendió eligiendo a Brasil, ninguno de los dos lo escogió antes, mientras que Jeremy eligió a Argentina, obviamente.
No quise perderme ningún segundo del encuentro, estuve atento a cada movimiento. El Lobo jugaba parado, según dijo, se sentía más 
libre.
Jeremy se puso en ventaja rápidamente. No se había cumplido ni un minuto y ya ganaba 1 – 0. Vi al tipo con cierta desconfianza, creyendo que todo lo que dijo serian puras patrañas. Sin embargo, este se hallaba fresco, moviendo los hombros y sonriendo, me dio cierta intriga su actitud. Jeremy no se dio cuenta de ello, estaba concentrado en golear.
Ante mi sorpresa el primer tiempo terminó 1 – 0 a favor de mi primo, quien se encontraba seguro de su triunfo, incluso, me llego a decir en modo soberbio: Por mi vamos a jugar una hora más. Ande ve pensando que otro juego quieres jugar. 
El segundo tiempo podría definirse como una masacre. 
El Lobo le metió 4 goles en los cinco minutos. El primero lo hizo al instante, después estuvieron algo parejos hasta que volvió a anotar y enseguida dio el golpe para el tercero. Jeremy estaba confundido, yo perplejo por su forma de jugar, nunca antes pude hacerle 3 goles a Jeremy, menos en un tiempo. 
El partido llegó a detenerse al pulsar STAR porque Jeremy quería comprobar si había alguna falla en el mando; pero El Lobo prefirió guardar silencio y cuando se reanudó el encuentro volvió a anotar sentenciando un favorable y humillante 4 – 1.
Puedo aseverar que El Lobo jugaba de la putamadre como dirían de modo criollo.
Terminado el encuentro estiró los hombros, movió el cuello y le dijo de un modo muy fresco: Buen partido, eh. Aunque luego deduje que se trataba de sarcasmo.
Jeremy no supo que decir, me dio el mando sin pronunciar palabras. El Lobo, estaba seguro, se reía por dentro.
Es mi turno, dije sonriendo para no demostrar mi miedo. El Lobo era un contrincante formidable.
De nuevo escogió a Brasil y yo hice lo propio; pero con Argentina en honor a mi compañero caído. Empezamos el encuentro. 
Sabía que El Lobo jugaba lento y dócil los primeros minutos, debía de hacerle algunos goles en ese transcurso de tiempo y no confiarme demasiado. Tal vez era su manera de jugar o quizá, una estrategia desarrollada con el paso del tiempo y los encuentros de 
Super Nintendo.
Efectivamente, Capitale anotó el primer gol desde la media cancha. El Lobo se hizo el sorprendido llevándose la mano a la boca.
Intercambiábamos ataques. El tiempo iba pasando, nosotros jugando cada vez con mayor intensidad, el partido era de ida y vuelta, hasta que de pronto, poco antes de culminar el primer tiempo logré meter el segundo gol. Esta vez El Lobo fue menos expresivo, solo tenía el rostro serio. Sabía que le había incomodado la anotación y que saldría a matar durante el segundo tiempo.
Así fue, Brasil salió con todo, arremetió con todo su poder ofensivo y logró descontar el marcador. Jeremy se llevó las manos a la cabeza, el tipo esbozó una sonrisa, yo me mantuve sereno.
Pasó un buen tiempo para que anotara el segundo y empatara el encuentro, justo cuando faltaba poco para terminar. Me lamenté porque estaba defendiendo bien; aunque no lo demostré. 
El Lobo sonrió, mientras que Jeremy de nuevo se puso las manos sobre la cabeza.
Acabó el partido 2 – 2 y nos fuimos a tiempo extra, donde la igualdad se mantuvo hasta los tiros desde el punto penal.
Se sentía confiado, lo supe al ver su rostro lleno de frescura, yo también, sorprendentemente, estaba seguro que ganaría. Soy bueno en los penales, generalmente no mis pateadores; pero si el arquero.
El Lobo empezó la tanda y anotó. Le seguí y también anoté.
Volvió a meter gol y yo también. Enseguida, de nuevo fue gol y el mío de igual manera. Estuvimos así hasta llegar a los primeros cinco penales.
Le siguieron los dos últimos. El Lobo le pegó y el arquero la atajó. Hizo puño en ambas manos dejando caer el mando al piso, Jeremy sonrió y rió, El Lobo se mantuvo serio.
Me tocó patear, le pegué y anoté el gol del triunfo. Gané 6 – 5 por penales al terrible Lobo, quien para hacer cómico el momento hizo como si estuviera muriendo, fue algo inesperado y gracioso. Se le fue el rostro serio y sus ánimos de ganador volviendo a ser el tipo agradable. 
Antes de irse cumplió su palabra y me dijo lo siguiente: Ahora tú eres un lobo. Es una frase que nunca voy a olvidar.

Curiosamente nunca volvimos a verlo.

Fin

lunes, 24 de agosto de 2015

¡Hala Madrid!

- Se jugaba la final, Real Madrid versus Atlético de Madrid, dos equipos de la misma ciudad. Quedé con mis amigos en encontrarnos en el bar de siempre a la hora acordada. 
Bruno, me dijo que llegaría quince minutos antes, Raúl afirmó hacerlo treinta minutos antes, mientras que Ezequiel y Armando aseveraron encontrarse ahí al inicio del partido. Por mi parte, salgo de trabajar temprano, estaba seguro de llegar a la hora pactada. 
Tenemos un ritual, ver el partido juntos, somos madridistas y deseamos alentar a nuestro equipo a la misma vez.
Salí de la oficina y fui directo al lugar de encuentro. Al llegar me senté y pedí una cerveza. Vi el reloj mientras bebía; pero nadie llegaba. No tenia señal en mi celular por eso no podía comunicarme con nadie; pero confiaba en que llegarían a tiempo.
El bar fue llenándose, tuve que decirle a muchos que las sillas alrededor estaban ocupadas. Pedí otra cerveza y seguí esperando; aunque el partido esté a punto de iniciar.
Escuchaba que en la mesa contigua un grupo de personas hinchaba en contra del Real Madrid al tener camisetas del Barcelona y otro grupo, los de atrás, alentaba al Atlético de Madrid. Era una situación preciosa del folclore futbolero; pero que seguramente junto a mis amigos podríamos cantar y alentar mucho más fuerte que ellos. 
Empezó el partido y aún no llegaban. Comencé a verlo solo como nunca antes lo había hecho. E igual alentaba y agitaba mi bufanda; pero el equipo contrario anotó y sentí que todos me gritaban el gol. Me sentí timorato y solitario; pero no abandonado, porque sabía que vendrían. 
Mi equipo seguía perdiendo al acabar el primer tiempo. Inició la segunda etapa y miré la puerta; pero nadie ingresaba.
Minutos después, entró Bruno desesperado y apresurado, dejó su maleta a un lado y luego de un abrazo me dijo: ¡Que tal tráfico! Se sentó y se enfocó en el partido. Enseguida, apareció Ezequiel quien padeció la misma situación. El bendito tráfico, gritó al entrar y besó la camiseta después de saludarlos para detener su mirada en el partido. Armando llegó diez minutos después afirmando que su jefa lo dejó partir luego de hacerle revisar unos documentos. Miró la televisión al tiempo que pedía una cerveza.
Raúl fue el último en ingresar. Estaba ansioso y desesperado, su celular se quedó sin batería y no sabía cómo iba el partido. Sin embargo, ya estaba en el bar, sentado junto a nosotros y tomando una cerveza al tiempo que miraba el partido.
Todos nos comíamos las uñas, estábamos nerviosos y preocupados; pero juntos, viendo, después de años, a nuestro Real Madrid disputar una final y no íbamos a dejar de verlo unidos.
De repente, cuando se consumían nuestras esperanzas, en esa bendita última jugada, en ese magistral tiro de esquina y en ese cabezazo potente de Ramos, estallamos en un monumental y solemne grito de alegría. Nos abrazamos y gritamos como lo hacemos en cada partido madridista. Lo siguiente que sucedió fue sensacional. 
Al terminar el partido, charlamos sobre lo acontecido antes de encontrarnos, en lo desafortunado que fueron y al iniciar el tiempo extra ocurrió lo mágico y lo que nos llevó a sentirnos extasiados, repletos de pasión y delirio sabor a fútbol.



Frase 23

- A veces pienso que una mujer tiene poder. 
Me dijo, a mi lado vas a sentir que las horas se vuelven segundos. 
Y fue curioso porque pasamos un fabuloso momento y el reloj parecía holgazanear, yo tratando de decirle que es la relatividad y ella sonriendo sin querer presumir de su cualidad.
Detiene el tiempo cuando me besa. Uno no siente absolutamente nada exterior, solo el placer de esos labios y el néctar que derrocha.
Enseguida, todo vuelve a andar con normalidad.
Mis defectos rebalsaban cuando la conocí; pero se aferró a la idea de involucrarse porque le resultaron encantadoras algunas virtudes. Terminé acotando y descubriendo otras cualidades, volviéndome en un mejor humano. Potenció mis virtudes sin obligarme a cambiar.
Jamás pensé que un detalle tan simple como una carta debajo de la almohada podría hacerme sentir el tipo más feliz del planeta.
Nombraría muchas situaciones; pero por el momento me bastan con estas.
Es maravillosa su forma de actuar, eso lo define.

- Espero que puedan leer el libro.



En busca de un tal Manu

- Contacté a un tipo que me puede ayudar con el tema del libro, le dije a Donna. ¿Cómo piensa hacerlo? Preguntó llena de interés. Le expliqué el método de una manera rápida, acotando que nos citamos para el viernes a las siete. El lugar sería un centro comercial llamado Molina Plaza, desconocido para mí y para ella; pero que de alguna manera trataríamos de ubicar y llegar a la hora establecida. Donna, en ese entonces, siempre me acompañó a todos lados, era habitual que accediera a la aventura. Aparte, le gusta, como dicen, hacer hora.
Acordamos encontrarnos y luego ir hacia allá. Para entonces había visto en Google la ubicación exacta y por supuesto, como llegar.
Vi a Donna en la avenida Caminos del inca con Benavides, exactamente en el Wong. Me esperaba con bolso en mano, vestida como de costumbre y fumando un cigarrillo. Nos saludamos con un abrazo y sonrisas, siempre sonreíamos, era una cuestión natural como si el hecho de vernos hiciera que repentinamente nos alegráramos.
Empecé a explicarle la situación, el hecho de encontrarme con un tipo de apellido Pérez que contacté investigando en Google y Facebook y quien dijo que tendría excelentes métodos para lograr una buena publicación de libro.
A Donna le pareció interesante; pero le gustaba más el hecho de aventurarse a una posible odisea. Como dije antes, siempre le gustó pasear.
Detuvimos un micro terminada la explicación y un par de cigarrillos que la acompañaron. Dentro del bus seguimos charlando, esta vez de otros temas, algunos graciosos, otros curiosos y muchos, pero muchos chismes cotidianos.
Al cabo de treinta minutos llegamos a La Rotonda, muy cerca a la pre de la universidad de Lima y a metros de la universidad Usil; aunque ligeramente lejos de nuestro destino.
Para entonces el reloj marcaba las seis de la tarde, entre fumar y conversar, la tardanza que tuve al llegar y demás se había pasado el tiempo. Sin embargo, no importaba, de igual modo, el tipo esperaría en como dijo, su oficina.
Resolvimos encender otro cigarrillo, hacía frío como suele suceder en las tardes – noche de invierno. Estábamos abrigados, yo llevaba un suéter oscuro y ella una casaca negra, le quedaba muy bien aunque no se lo dije.
Terminado el pucho detuvimos otro bus previa pregunta al cobrador si iba al lugar destinado. Este respondió rápidamente invitándonos a subir, lo hicimos enseguida acomodándonos en el fondo, en ese asiento largo cerca de la luna trasera. Estábamos más tranquilos, llegaríamos pronto al lugar acordado.
Pasados varios minutos el cobrador dijo que debíamos de bajar aquí porque iría de frente y nuestro destino era a la izquierda. Bajamos sin preguntar imaginando que estaríamos cerca.
Luego entendí que no nos hallábamos tan cerca como creía, el tipo del bus nos había, ligeramente, timado diciendo que nos llevaría; aunque, siendo optimistas, nos habíamos acercado algo.
Eran cuarto para las siete, decidí llamar al sujeto para avisarle acerca de una posible tardanza.
Hola Manu, le dije y Donna me vio con rostro de extrañeza; pero inmediatamente comenzó a reír tapándose la sonrisa con la palma de la mano.
¿Por qué le dices Manu? Preguntó luego de tanta risa y terminada la llamada que explicaba un posible retraso.
No lo sé, se me escapó; aunque creo que sonó a confianza o de repente, algo íntimo y a la vez vergonzoso.
Resulta que el tipo se llama Manuel y el decirle Manu era como si estuviera haciendo alusión a una entrañable amistad, cuando realmente nunca nos habíamos visto. Ese fue el motivo de la risa estruendosa de mi querida amiga.
Yo también comencé a reír al llegar a esa conclusión.
Mientras esperábamos un micro que nos llevase a Molina Plaza le conté a Donna una anécdota sobre la Usil, la universidad que habíamos pasado.
Le dije que hace mucho salí con una chica que estudiaba en ese lugar, yo tenía ganas de hacer el dos, ella se estaba matriculando, la esperaba a un lado torciéndome de ganas. En ese momento, resolví alejarme y buscar el baño, no lo encontré con facilidad, tuve que pasear por la sede y preguntarle a una estudiante. Al llegar, fue, ligeramente, tarde. Todo se vino antes de abrir la puerta.
Siempre las anécdotas con ganas de hacer el dos son graciosas, claro que se la conté haciendo ademanes y demás, es más chistoso cuando se cuenta en persona.
Después de la risa, Donna dijo que lo mejor sería parar un taxi; pero yo no tenía dinero para ello, mi presupuesto era mínimo, el de ella igual; pero resolvimos pagar a medias por el bien de tener una buena primera impresión.
El trayecto en taxi fue más relajado, abrí la ventana para que el aire llegara a mí. Después la cerré a pedido de Donna, quien suele ser muy friolenta. Lo que hice fue recostarme en el espaldar y dejar que el relajo me llene. Realmente llegué a sentirme algo fastidiado por no hallar el lugar; aunque no lo demostré. Ya estaba más tranquilo, ella también, eran las siete y media cuando recorrimos una concurrida avenida y visualizamos el centro comercial.
Estábamos lejos, le dije a Donna con una sonrisa. Qué bueno que detuvimos un taxi, añadió también sonriente.
Bajamos del auto exactamente en la entrada del centro comercial. El tipo esperaría en su supuesta oficina, imaginé ilusamente que estaría dentro o de repente a un lado o al frente.
Lo llamé y le dije que me encontraba en Molina Plaza, pregunté por su ubicación exacta y este respondió: En el Starbucks, entra, me vas a ver al fondo.
Qué raro, pensé y se lo hice saber a Donna, quien fumaba un pucho para calmar el frío. Ella pensó igual y sin embargo, entramos al lugar.
Miré al fondo y vi a un sujeto solitario, vestía casual, llevaba una notebook abierta y bebía agua.
Nos acercamos y saludamos. Se presentó e hicimos lo mismo, entonces comenzamos a charlar.
Se hizo cómico, más que extraño, que dijera: Estoy en mi oficina, haciendo alusión a la mesa de Starbucks.
Honestamente imaginé que llegaría a una oficina real, no a una cafetería. Luego le hice saber mi pensamiento a Donna, quien pensó lo mismo.
Manu era muy cortes, hablaba sobre su trabajo, el cual era fomentar la lectura y ayudar a nuevos escritores con la publicación de sus obras. Quiso ver mi Blog y le di el enlace. Le dio una ojeada y dijo que estaba bien la redacción; aunque para ser sincero, dudo mucho que en ese tiempo escribiera tan bien como lo dijo. Pero, bueno, me robó una grata sonrisa cuando lo dijo. Donna me codeó, no por el halago, sino porque le miraba el vello que yacía en su pecho, que se notaba al tener la camisa abierta. No me lo dijo en ese momento; pero si lo señaló con una sutileza admirable.
No quise reír, me mantuve serio. Obviamente lo hice después.
Luego de darle lectura a un cuento del Blog, me dijo que lo mejor sería seguir trabajando con el Blog, darle algunos enlaces para ganar dinero con publicidad, fomentar su lectura en base a distintas formas, cambiar el fondo, las letras y todo (esa parte no me gustó). Además, acotó que le diera mi clave y pudiera realizarlo. No me agradó que hiciera de mi Blog su Blog. Me gustan las cosas a mi manera, sean buenas o no, lleva mi marca.
Yo no estaba muy interesado en eso, tenía el Blog hace varios años, había logrado cientos de visitas siendo el Blog como era y lo que quería era poder publicar el libro (basado en experiencias y anécdotas con amigos, a quienes llamaba demonios) que tanto anhelaba.
Seguimos hablando acerca del Blog, me dio algunos otros detalles más acerca de su labor y llegó la parte más incómoda, el tener que saber sus beneficios económicos.
La suma fue estrepitosa y además, no dada con mis intenciones; aunque en esa charla no lo hablamos, sabía que no trabajaríamos juntos.
Saliendo del local hablamos sobre el encuentro. Donna, aparte del detalle del vello en el pecho, dijo que cobraba muy caro, también apoyó la idea de publicar el libro y le sorprendió negativamente que dijera oficina a una mesa en la cafetería. No es que solo sea una falta de seriedad, sino también solvencia, impresión, etc. También estuvimos de acuerdo en que lo mejor había sido la odisea.
El regreso fue mucho peor que la ida, se hizo rápidamente tarde, eran las nueve de la noche cuando salimos de ese lugar y solo teníamos dinero para micro.
Donna empezaba a bostezar, se sentía agotada por el hecho de tener que levantarse temprano al día siguiente para ir a estudiar obligatoriamente. Yo le dije que se relajara, que llegaríamos pronto.
Sus ganas de aventura se fueron diluyendo cuando al detener un bus nos topamos con un terrible tráfico de hora punta.
Mi buena amiga comenzó a irritarse, aparte del sueño que la vencía y por momentos la veía cerrar y abrir los ojos, se llenaba de coraje viendo como lentamente el bus avanzaba. Yo trataba de centrarme en el hecho de esperar, paciente a diferencia de mi entonces secretaria, quien trataba de controlarse para no llenar de insultos al conductor. Preferí no decirle nada, no quería irritarla todavía más. Me había acompañado a la larga y ahora tediosa aventura, lo menos que podía hacer era no molestar.
Donna tenía mucho sueño, suele dormir sus nueve a diez horas, sino, se queda dormida en la carpeta. Da risa leerlo; pero es algo muy cierto. Detesta cuando interrumpen ese sueño y ahora estaba sucediendo, llegaría a casa alrededor de las once de la noche, dormiría media hora después y se levantaría a las seis de la mañana para alistarse y salir a estudiar. Odiaba ese irremediable futuro y comenzaba a hacérmelo saber; pero su ira era, lejos de ser fulminante, muy cómica. Verla renegar me daba cierta gracia.
Cuando por fin avanzamos y lo hicimos con rapidez, logramos llegar de vuelta al inicio exactamente una hora y pico después de abordar el bus.
En ese momento, Donna estaba furiosa, insultaba a todo el mundo, se acordaba hasta del vecino que alguna vez le hizo algo y lo remataba a groserías, inclusive, en un pasaje, también añadió a Manu y debo confesar que cuando lo hizo solté una risotada.
Fumamos unos cigarrillos antes de despedirnos, ya se encontraba poco menos irritada, algo más relajada con el pasar de las piteadas.
Al final del día nos encontramos en el MSN, le pregunté, ¿Por qué no estás durmiendo? E irónicamente a todo lo antes hecho, respondió: Se me fue el sueño, la put…
La anécdota quedó para la prosperidad, en futuros encuentros que tuvimos y entrañables charlas desde cualquier medio siempre recordamos esta aventura y nos reímos como de costumbre.

Fin

Frase 22

- Cuando estoy con mi novia solo tengo ojos para ella, cuando no estamos juntos la tengo en la mente. 
El respeto en toda circunstancia.

- Espero que puedan leer el libro.


sábado, 22 de agosto de 2015

Frase 21

- La otra vez escuché a alguien preguntarle a su amigo. Oye, ¿Qué fue?, ¿Te la agarraste? O a veces en el más vulgar de los casos, ¿Te la cach…? En ese momento recordé mis tiempos, nos hacíamos la misma pregunta, la diferencia era, Oye, ¿Ya te declaraste? Era ese hecho, de decirle lo que sentías y si aceptaba empezaban una relación amorosa y si no, podría pensarlo o ser simplemente amigos. La cuestión es que era bonito. Ahora se besan, bueno, agarran y tantas veces ni se conocen. Yo conservo mi modo de pensar, respeto las actitudes e ideales de terceros; pero si de algo estoy seguro es que nunca voy a cambiar.

Espero que puedan leer el libro.


jueves, 20 de agosto de 2015

Mi libro al extranjero

- Me lleno de orgullo cada vez que mi libro cruza las fronteras para caer en las manos de un lector. 
¿Cómo es la vida, no? Algunas personas que no tienen acceso lo desean tanto que contactan al autor y le piden que lo envíe a su país (sin pensar tanto en costos, solo un sincero anhelo de leer sus letras). 
Atesoro ese deseo, doy una especial dedicatoria y esbozo una sonrisa. Son cosas que me llenan el alma.



martes, 18 de agosto de 2015

Encuentro

- Dime si no merecemos, dar la vida en intentarlo- escucha de repente-. Una voz interior, quizá; pero no es más que parte de la canción que se escucha desde la radio, que lo hace reflexionar.
Se baja del bus y corre atrás ella.
Ella camina lento, lo espera inconscientemente, creyendo que su deseo
-de ser sujetada de la cintura, se hiciera realidad-.
Y en el momento en el que esta apunto de cruzar la avenida y perder por completo la esperanza, llega él y la sujeta de la cintura.
Instintivamente, a pesar de querer estar en sus brazos, lo rechaza y continúa el trayecto diciéndose a sí misma: ¡Maldición! ¿Qué hice? ¿Y si deja de seguirme? ¡Qué tonta que fui! Mas no demuestra en sus acciones otro sentimiento que no sea el de seguir sin voltear.
Él se detiene y la ve cruzar la avenida. Ella no gira, a pesar que por dentro arda en ganas de hacerlo. Él continúa observándola, agacha la cabeza y decidí marcharse. En ese momento, se pregunta: ¿Qué cuesta una disculpa? Entonces acelera el paso para toparse con ella.
Cruza la avenida a mucha velocidad sin darse cuenta que ella ha disminuido su andar -lo espera pero no gira a mirar si viene-.
Ella anda despacio a pesar que piensa que no vendrá. Se siente tonta al no haberlo besado o abrazado en el momento en el que la sujetó de la cintura. Maldice a su orgullo y lo deja de lado en un fuerte arrebato. Gira completamente el cuerpo para observar e intentar encontrarlo con la mirada y poder al menos tratar de llamarlo con algún ademan.
Ambos convergen en ese preciso momento.
Un abrazo diluye la discusión.
La disculpa aleja el rencor.
El orgullo ha sido aniquilado.
Y el amor ha vuelto a florecer.

Fin

domingo, 16 de agosto de 2015

Frase 20

- Al final no importa quién amó más, quien dejó a quien, quien reconstruyó su vida más rápido; tampoco las preguntas, ¿Qué habrá sido de su vida?, ¿Sabes que cuenta, que hace? Y ni siquiera las constantes idas y venidas, ¿Las peleas que desataron la ruptura? Ya no existen, mucho menos los motivos de la separación ni el dolor ni las penas, tampoco las lágrimas. 
Al final solo queda una historia que contar, que escribir y de cual aprender.
Resulta una bella ironía, puede que hayan pasado momentos terribles en los últimos días de amorío; pero al final te vas a acordar de uno, dos o tres grandes momentos y esbozar una sonrisa. 
Esa es la marca de toda relación amorosa.

-Espero que puedan comprar el libro en Zeta Bookstore de Miraflores, Av. Comandante Espinar 219 a solo 25 soles. Se puede enviar a cualquier parte del país y el mundo. Se coordina por inbox.





sábado, 15 de agosto de 2015

Dios es verbo

- Un tipo me coge del brazo mientras camino. Me detengo, lo miro, sonríe, lleva biblia en mano y me entrega un folleto. Es uno de los típicos religiosos que te hablan acerca de Dios y su diversidad.
Hermano, me dice y veo sus ojos brillar, no más que su sonrisa.
Todo lo que puedas decirme estoy seguro que se resume en amor, lo interrumpo con la misma cortesía. No intentes convencerme con tus argumentos, ¿Ves al sujeto de allí? Lo ve, es un invidente pidiendo limosna, dale para el pan y estarás haciendo algo mejor que hablar a las personas, concluyo y me retiro estrechándole la mano. El sujeto se queda estático.
Algunos religiosos se la pasan hablando, compartiendo imágenes que dictan, pon Amén si lo ayudarías (lo hacen miles; uno ayuda), sacándose selfies en las iglesias o reunidos en grupos de jóvenes cristianos que se toman fotos bebiendo café. 
Yo no soy de ninguna religión, hay más religiones que niños con hambre, escuché una vez. Creo en El Bravo y lo que hago es ayudar a quien lo necesita, amar a los animalitos y tratar de dar mi granito de arena a la humanidad no balbuceando que soy cristiano, evangelista, etc, que todo es lo mismo.

Fin

jueves, 13 de agosto de 2015

El choque más estúpido

- Caminaba rumbo a Ipae, allá por el año 2012, fumaba un cigarrillo como solía ser la costumbre de los viernes. Crucé la primera avenida ingresando a Los ingenieros, previamente me detuve en el semáforo en rojo junto a una gran cantidad de estudiantes, todos dirigiéndonos al mismo lugar; pero ninguno hablando entre sí. Tengo la idea que no todos solemos hablar con claridad y euforia durante la mañana, salvo los presentadores de noticia y algunos otros con muchas energías. Entonces, quizá por ello nadie charlaba entre sí a no ser que de repente anden ocupados en otros temas o simplemente, no se conozcan.
No me puse a pensar en ese hecho, lo acabo de pensar a profundidad en este momento.
Seguí mi camino con audífonos puestos y escuchando un latín, raro en mi; pero era viernes, sabía que más tarde me tomaría unos tragos y sería feliz. ¿Pero qué tiene que ver eso con el género musical? Pues, que las reuniones o fiestas se escucha latín y me estaba, como dicen, empilando desde muy temprano.
Al terminarse el cigarro resolví encender otro a pesar de encontrarme cerca de la puerta de entrada. Era temprano, Donna todavía no llegaba -siempre demora- y seguramente nos toparíamos en cuestión de minutos. Sin intenciones de esperarla, sí de fumar otro cigarrillo, me detuve a encender otro.
Lo hubiera hecho adentro, sentado en una de las bancas y observando el panorama; pero hace no menos de seis meses dieron la regla de no fumar en las instalaciones. Por eso era cotidiano ver a las personas encender cigarrillos a un lado de la puerta.
Ahí estaba yo, fumando y esperando a mi amiga, viendo el reloj de vez en cuando sabiendo que aún no empezaba la clase. Era extraño que haya llegado temprano, lo pensé un momento; pero me hizo bien, porque tenía tiempo de disfrutar el cigarrillo.
En ese momento, vi a Donna asomarse a lo lejos, era imposible no verla, dada la magnitud de su cuerpo -esto sonó gracioso; no te enojes si lo lees- arrojé las cenizas dentro de un tacho de basura y le di otra piteada.
Un auto nuevo, bonito y conducido por una dama se detuvo al frente, en la calzada contigua esperando que el semáforo cambie.
Otro auto, uno también bonito, -suelen transcurrir buenos autos por dicha zona cerca a Las Casuarinas- se detuvo del otro lado, en la misma avenida; pero de ida. Iba seguramente a doblar a la izquierda y seguir de frente.
Yo veía a Donna avanzar a pasos de tortuga y naturalmente a los dos bellos automóviles que si pudiera elegir entre ambos escogería cualquiera porque son geniales los dos.
Vi que avanzaron los dos a la misma vez, fue extraño, no debió suceder eso, uno debe de parar y el otro seguir, es lo normal; pero ambos, por suerte, no aceleraron. Avanzaron impactando estúpidamente. No fue un choque estrepitoso; pero valga la repetición del término: Muy estúpido.
Era simple, uno se detiene y el otro sigue, cualquiera de ambos pudo parar y dejar que pasara el otro; entonces se hubiera evitado.
Además, no es una avenida transitada, es raro ver autos conduciendo, los lindos autos que se ven mayormente están estacionados.
Claro está, en términos de reglamentación que uno tenía la preferencia; pero en ese momento, con la avenida vacía y siendo esos dos únicos autos los dueños de la pista, diez segundos no te quita nada.
Oye, ¿Viste ese choque?, dijo Donna al acercarse. El más estúpido y gracioso que he visto en mí vida, le respondí sonriendo y naturalmente soltando una buena carcajada. Todo fue en cámara lenta, par de idiotas, dijo Donna también riéndose.
La dama y el sujeto discutían; aunque evidentemente, ambos, por sonsos, tenían la culpa.
Oye no puedo creerlo, que gracioso. Los dos estúpidos están solos en la avenida y se chocan, dije todavía con la gracia del encuentro.
Uno pudo pasar y el otro esperar, tan sencillo como eso. Par de sonsos, dijo mi amiga sugiriendo a los conductores.
Entremos, que se sigan peleando hasta mañana, le dije, dejé el cigarro dentro del tacho y caminé. Son tan idiotas que ni a un acuerdo van a llegar, dijo ella soltando una carcajada y siguió mis pasos. Adentro, caminando al salón recordé otro choque igual de estúpido y decidí comentárselo.
Recuerdo haber sido participe de un choque igual de estúpido.
¿Qué si?, ¿Cuál? Cuenta pues, dijo llena de curiosidad.
Nos sentamos en la banca a pesar que la clase estaría empezando y relaté.
Hace años junto a Jeremy alquilamos una moto. Tendríamos dieseis e irresponsablemente le dijimos al tipo que teníamos dieciocho; aunque seguramente él hubiera ido preso por no pedir identificación.
Resulta qué ninguno de los dos sabía manejar; entonces, un amigo nos dio unas breves indicaciones. Jeremy fue el conductor y yo el copiloto durante las primas vueltas. Después intercambiamos puestos y pasamos gran parte de la mañana deambulando por diversos lugares, saludando a los conocidos y riendo a carcajadas. Claro que conducíamos la moto por lugares cerrados, no pasaban autos, todo era libre.
Sin embargo, quisimos pasar por un colegio, donde casualmente estudiamos en primaria. Queríamos darnos de bacanes y que nos vean en moto. Tú sabes, de chibolo uno siempre quiere figurar.
Hasta entonces todo iba bien. Jeremy conducía, yo iba atrás, dimos una vuelta y nos vieron los chibolos por la ventana, saludamos también a los profesores y resolvimos dar otra vuelta para seguir figurando.
Pasamos de nuevo saludando a todos, sonriendo y haciendo diversos gestos con la mano, todos muy graciosos. En ese momento, no nos percatamos que un camión, para describirlo con exactitud, un camión cisterna de agua avanzaba por la calle donde volteamos en dirección al parque y nos topamos cara a cara.
Oye huevonazo, ¿Por qué no te diste cuenta?, ¿Cómo crees que me voy a dar cuenta, imbécil? Si estamos haciendo estupideces. Nos dijimos rápidamente, nerviosos y muy asustados.
Por suerte, el camión era lento; pero la moto lo era más. Resolvimos zafarnos tan veloz como se pudo y dejando la moto tirada en medio de la pista. Lo hicimos por nerviosos y asustados, fue una reacción inmediata ante el peligro que se asomaba.
El chofer detuvo el camión luego de chocar y por poco destruir la moto. Enseguida, nos insultó. Pero ello fue poco ante la vergüenza que tuvimos que pasar porque todos, absolutamente todos, nos vieron.
Devolvimos la moto y no le comentamos nada a nadie; aunque por la noche nuestros padres ya sabían de lo acontecido.
Desde entonces no manejo ni manejaré moto.
Donna empezó a reír cuando terminé de contarle la historia. Me dijo que debería escribirla; pero no tuve oportunidad de hacerlo, hasta hoy que quise compartirla.
Con Jeremy siempre recordamos esa anécdota, a ambos no nos volvió a gustar conducir moto. Es posible que no volvamos a hacerlo; pero si de algo estoy seguro es que esta anécdota va a perdurar por mucho tiempo.
En conclusión, ese fue el choque más estúpido que he visto, casualmente, también lo viví.

Fin

miércoles, 12 de agosto de 2015

La tienda del mal

- La tienda a la que suelo ir estaba cerrada, a medio camino noté las luces apagadas y regresé pensando, ¿Adónde voy? No hay muchas tiendas a la redonda. Existió la posibilidad de ir a Metro; pero por un par de cosas no valía la pena esperar en la cola.
Resolví ir a la tienda de la vuelta, le decían "La viuda" cuando una vieja amable atendía hace varios años atrás. Ahora poco sabía de sus empleados.
Está vacía, pensé al entrar. Me acerqué al mostrador y toqué el vidrio con una moneda.
Salió una señora. Le pedí los productos (Unas galletas y una máquina de afeitar) amablemente y los colocó sobre el mostrador.
¿Qué más? Preguntó con una voz irritada, se hallaba a años luz de ser un poco amable.
Ah, una gaseosa, por favor, dije señalando el envase de Coca Cola que puse encima al llegar.
¿Cola Cola?, preguntó de la misma manera.
No, Inca, por favor, le dije de un modo muy gentil.
Pero; tu botella es de Coca Cola.
Claro; sin embargo, deseo Inca Kola.
Es que no puedo darte esa gaseosa porque tienes otra botella.
En ese momento recordé a mi cotidiano vendedor y sentí extrañarlo con mucha intensidad, por no decir algo más vergonzoso.
Siempre me la cambian, es el mismo envase de un litro, no existe mucha diferencia. Además, es la misma empresa.
Pues, sea como sea, aquí no se puede.
Buena, dame Inca Kola, le dije al final, resignado y muy incomodo. No por el cambio de gaseosa, sino por su actitud.
Así haya ido con un envase de dos litros el tipo de siempre te hace el favor de cambiarlo, pensé consternado.
Su apatía era obvia, creí que había tenido un mal día y por eso se comportaba de ese modo; pero entendí que realmente esa es su forma de atender y por ello no vuelvo a ir.
Pagué e imaginé inocentemente que me daría una bolsa; pero no lo hizo.
Al contrario, realizó un ademán como diciendo, ¿Qué esperas? Y yo esperando mi bolsa.
¿Me puedes dar una bolsa? Por favor, le dije sereno y con un sonido despreciable se agachó para coger una y ni siquiera, repito: Ni siquiera, pudo colocar los paquetes de galleta dentro.
Lo hice tan rápido como pude y aunque pensé desistir y pedir reembolso, me fui enojado.
Nunca he conocido a alguien que sea tan despreciable atendiendo.
En casa conté esta anécdota y muchos compartieron el pensamiento.
Luego otros amigos me dijeron lo mismo aseverando que no solo ella atiende así sino también el resto de trabajadores. Incluyeron una anécdota: Le compramos una gaseosa de tres litros, galletas y demás, después de un partido y cuando le pedí vasitos descartables me dio tres, pregunté, ¿Tienes más?, por favor y respondió: Tres vasitos por tres libros. ¡Pero si le compré más cosas! Al menos por calidad de servicio, buena atención, agradarle a los clientes, etc.
No vuelvo a esa tienda y sugiero que quien lea esto no vaya.

Fin

martes, 11 de agosto de 2015

Frase 19

- Cuando estoy con mi novia solo tengo ojos para ella, cuando no estamos juntos la tengo en la mente. 
El respeto en toda circunstancia

- "Una noche, una musa y un teclado"

Espero que puedan leer el libro.



lunes, 10 de agosto de 2015

Suele pasar

- Esperaba a un tipo salir de la universidad, iba a venderme un producto que adquirí en Mercado libre. Mientras tardaba vi salir a los nuevos estudiantes, lo supe por el rostro y las aparentes edades, un grupo de cinco muchachos salió y lo primero que hicieron fue encender cigarrillos. Lo chistoso es que no tenían idea de cómo fumar, al punto que oí cuando uno de ellos se atoró. Me dio bastante risa y pensé, ¿Para qué fumar si no saben? Y pensé, para crearse los bacanes. Ese pensamiento aumentó la gracia.
Enseguida, los oí relatar sus ficticias aventuras del fin de semana, lógicamente sus compañeros creían asombrados y admirados la sarta de situaciones difícilmente reales que vivió uno de ellos. Yo me seguía riendo ocultando la risa con la palma de la mano.
En ese momento, al lado de adolescentes que inventan situaciones para hacer interesante su vida, que intentan llamar la atención a toda costa, me hice una pregunta: ¿Fui tan ridículo como ellos cuando tuve 17 años? Y creí, por fortuna, no haberme topado con un tipo como yo en ese momento porque se hubiera burlado como yo lo estaba haciendo.
Luego, el sujeto salió, ya era un tipo de mayor e hicimos el negocio. 


Al final del mismo le comenté lo que vi y este me respondió: Esos chibolos son unos giles. 
Fue imposible no soltar una risotada.

Fin

sábado, 8 de agosto de 2015

Ridiculez

En el supermercado Metro, exactamente haciendo la cola para pagar, me encuentro con un amigo, nos saludamos cordialmente y empezamos a conversar para hacer pasar el tiempo.
—¿Qué planes para hoy?, pregunto amablemente y a la vez frotándome las manos.
—No lo sé, lo que salga, responde inseguro; pero noto en sus ojos el deseo que le diga algo alentador.
—Tengo una reu, le comento y lo veo frotarse las manos.
—Entonces, somos, dice auto invitándose y frotando sus manos con rapidez.
—Claro, vamos. Ven a buscarme a eso de las diez y media, ¿Qué dices?
—Ya pues, chévere, a esa hora te busco, dice y enseguida añade: ¿De quién es la reunión?
—De un tal Zavala, vive por la zona C. No lo conozco mucho; pero el resto de los chicos irán, entonces genial, le digo y empiezo a reír como suelo hacerlo.
—¿Zavala?, pregunta confundido.
—Roberto Zavala Zavala, le digo acordándome del nombre.
—¿Y vive por la zona C?, pregunta, esta vez un tanto más seguro.
—Sí, ¿Por qué?, ¿Lo conoces? Entonces mucho mejor, le digo entusiasmado.
—Sí, lo conozco. Es de mi promo de colegio, dice notablemente incomodo.
—¿Colegio? Bueno, ¿y por qué esa actitud?, ¿No se llevan?, pregunto intentando saber lo que ocurre.
—¡No! ¡Nos odiamos desde quinto de secundaria!, dice muy eufórico.
—¿Odiarse tanto tiempo?, me pregunto sorprendido.
Entonces empieza a contar mientras que la cola, por suerte, se mueve con rapidez.
—Jugábamos pelota, era la final de las olimpiadas, íbamos 5 - 5 y resulta que me cometió una falta penal al último minuto; pero el árbitro no marcó y yo me la agarré con él, primero a base de insultos y luego a puñetazos. Terminamos expulsados.
Sabía que estaba exagerando, lo conozco, suele ser histriónico; pero asentía mientras relataba, me daba la sensación de no sentirme estresado por la cola y menos cansado por el peso de los productos en el brazo.
Antes que diga algo, él siguió con el relato.
—Además, nuestras promociones, Juan Pablo II y la otra no recuerdo el nombre, siempre se han odiado y esa pelea incrementó el odio, dijo con mucho coraje y realmente; aunque quiera equivocarme, bastante ira.
Pensé en mi edad, luego en la suya añadiéndole un par de años y me atreví a responderle con solemne honestidad y muy fiel a mí estilo directo y sin rodeos.
—Bro, tienes 32 años y sigues pensando en las estupideces que se pueden haber hecho en la época de colegio y la payasada de las promociones y demás. ¡Madura carajo! Y enfoca tu mente en prioridades, huevonazo.
El tipo se quedó callado, pensando en mis palabras. La cola avanzó y pude cancelar mis productos.
Afuera de Metro, le dije: Vamos a la fiesta, saludamos al tipo, tomamos unos tragos y la pasamos chévere. De repente ni siquiera se acuerda del rollo ese, añadí después soltando una risotada.
Asintió dándome la razón y dijo: Esta bien, te busco en unas horas.
Tan viejo y pensando en estúpidas riñas pasadas, pienso en la ridiculez mientras entro a mi casa a obviamente, dirigirme al escritorio y preparar este texto.

Fin

miércoles, 5 de agosto de 2015

Yo no podría ser infiel

- Yo no podría ser infiel. Es como ser hipócrita ante mi corazón. Sería el hecho de contradecir lo que intento expresar. En el término más cursi; pero realista, diría: ¿Para qué?, si tengo a una gran chica a mi lado.
La infidelidad destruye el puente entre el error y el perdón para luego asesinar al amor, dicta una frase en mi libro.
No comprendo la infidelidad, estoy lejos de asimilarla y lo que hago e idealizo en lo que escribo y vivo es el hecho y el placer -diría también el honor- de compartir maravillosos momentos con una gran persona a quien no solo afirmo amar, también demuestro y uno de esos pilares es el respeto, por ende, la fidelidad.
Más inteligente es el sujeto que respeta a su novia y le demuestra el amor que siente e idiota suele ser el tipo que anda de cama en cama y cuando lo dejan extraña lo que no encuentra en esas sábanas.
Ser fiel es una silenciosa e impresionante manera de decir, te amo.