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sábado, 8 de agosto de 2015

Ridiculez

En el supermercado Metro, exactamente haciendo la cola para pagar, me encuentro con un amigo, nos saludamos cordialmente y empezamos a conversar para hacer pasar el tiempo.
—¿Qué planes para hoy?, pregunto amablemente y a la vez frotándome las manos.
—No lo sé, lo que salga, responde inseguro; pero noto en sus ojos el deseo que le diga algo alentador.
—Tengo una reu, le comento y lo veo frotarse las manos.
—Entonces, somos, dice auto invitándose y frotando sus manos con rapidez.
—Claro, vamos. Ven a buscarme a eso de las diez y media, ¿Qué dices?
—Ya pues, chévere, a esa hora te busco, dice y enseguida añade: ¿De quién es la reunión?
—De un tal Zavala, vive por la zona C. No lo conozco mucho; pero el resto de los chicos irán, entonces genial, le digo y empiezo a reír como suelo hacerlo.
—¿Zavala?, pregunta confundido.
—Roberto Zavala Zavala, le digo acordándome del nombre.
—¿Y vive por la zona C?, pregunta, esta vez un tanto más seguro.
—Sí, ¿Por qué?, ¿Lo conoces? Entonces mucho mejor, le digo entusiasmado.
—Sí, lo conozco. Es de mi promo de colegio, dice notablemente incomodo.
—¿Colegio? Bueno, ¿y por qué esa actitud?, ¿No se llevan?, pregunto intentando saber lo que ocurre.
—¡No! ¡Nos odiamos desde quinto de secundaria!, dice muy eufórico.
—¿Odiarse tanto tiempo?, me pregunto sorprendido.
Entonces empieza a contar mientras que la cola, por suerte, se mueve con rapidez.
—Jugábamos pelota, era la final de las olimpiadas, íbamos 5 - 5 y resulta que me cometió una falta penal al último minuto; pero el árbitro no marcó y yo me la agarré con él, primero a base de insultos y luego a puñetazos. Terminamos expulsados.
Sabía que estaba exagerando, lo conozco, suele ser histriónico; pero asentía mientras relataba, me daba la sensación de no sentirme estresado por la cola y menos cansado por el peso de los productos en el brazo.
Antes que diga algo, él siguió con el relato.
—Además, nuestras promociones, Juan Pablo II y la otra no recuerdo el nombre, siempre se han odiado y esa pelea incrementó el odio, dijo con mucho coraje y realmente; aunque quiera equivocarme, bastante ira.
Pensé en mi edad, luego en la suya añadiéndole un par de años y me atreví a responderle con solemne honestidad y muy fiel a mí estilo directo y sin rodeos.
—Bro, tienes 32 años y sigues pensando en las estupideces que se pueden haber hecho en la época de colegio y la payasada de las promociones y demás. ¡Madura carajo! Y enfoca tu mente en prioridades, huevonazo.
El tipo se quedó callado, pensando en mis palabras. La cola avanzó y pude cancelar mis productos.
Afuera de Metro, le dije: Vamos a la fiesta, saludamos al tipo, tomamos unos tragos y la pasamos chévere. De repente ni siquiera se acuerda del rollo ese, añadí después soltando una risotada.
Asintió dándome la razón y dijo: Esta bien, te busco en unas horas.
Tan viejo y pensando en estúpidas riñas pasadas, pienso en la ridiculez mientras entro a mi casa a obviamente, dirigirme al escritorio y preparar este texto.

Fin

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