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miércoles, 12 de agosto de 2015

La tienda del mal

- La tienda a la que suelo ir estaba cerrada, a medio camino noté las luces apagadas y regresé pensando, ¿Adónde voy? No hay muchas tiendas a la redonda. Existió la posibilidad de ir a Metro; pero por un par de cosas no valía la pena esperar en la cola.
Resolví ir a la tienda de la vuelta, le decían "La viuda" cuando una vieja amable atendía hace varios años atrás. Ahora poco sabía de sus empleados.
Está vacía, pensé al entrar. Me acerqué al mostrador y toqué el vidrio con una moneda.
Salió una señora. Le pedí los productos (Unas galletas y una máquina de afeitar) amablemente y los colocó sobre el mostrador.
¿Qué más? Preguntó con una voz irritada, se hallaba a años luz de ser un poco amable.
Ah, una gaseosa, por favor, dije señalando el envase de Coca Cola que puse encima al llegar.
¿Cola Cola?, preguntó de la misma manera.
No, Inca, por favor, le dije de un modo muy gentil.
Pero; tu botella es de Coca Cola.
Claro; sin embargo, deseo Inca Kola.
Es que no puedo darte esa gaseosa porque tienes otra botella.
En ese momento recordé a mi cotidiano vendedor y sentí extrañarlo con mucha intensidad, por no decir algo más vergonzoso.
Siempre me la cambian, es el mismo envase de un litro, no existe mucha diferencia. Además, es la misma empresa.
Pues, sea como sea, aquí no se puede.
Buena, dame Inca Kola, le dije al final, resignado y muy incomodo. No por el cambio de gaseosa, sino por su actitud.
Así haya ido con un envase de dos litros el tipo de siempre te hace el favor de cambiarlo, pensé consternado.
Su apatía era obvia, creí que había tenido un mal día y por eso se comportaba de ese modo; pero entendí que realmente esa es su forma de atender y por ello no vuelvo a ir.
Pagué e imaginé inocentemente que me daría una bolsa; pero no lo hizo.
Al contrario, realizó un ademán como diciendo, ¿Qué esperas? Y yo esperando mi bolsa.
¿Me puedes dar una bolsa? Por favor, le dije sereno y con un sonido despreciable se agachó para coger una y ni siquiera, repito: Ni siquiera, pudo colocar los paquetes de galleta dentro.
Lo hice tan rápido como pude y aunque pensé desistir y pedir reembolso, me fui enojado.
Nunca he conocido a alguien que sea tan despreciable atendiendo.
En casa conté esta anécdota y muchos compartieron el pensamiento.
Luego otros amigos me dijeron lo mismo aseverando que no solo ella atiende así sino también el resto de trabajadores. Incluyeron una anécdota: Le compramos una gaseosa de tres litros, galletas y demás, después de un partido y cuando le pedí vasitos descartables me dio tres, pregunté, ¿Tienes más?, por favor y respondió: Tres vasitos por tres libros. ¡Pero si le compré más cosas! Al menos por calidad de servicio, buena atención, agradarle a los clientes, etc.
No vuelvo a esa tienda y sugiero que quien lea esto no vaya.

Fin

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