Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

jueves, 13 de agosto de 2015

El choque más estúpido

- Caminaba rumbo a Ipae, allá por el año 2012, fumaba un cigarrillo como solía ser la costumbre de los viernes. Crucé la primera avenida ingresando a Los ingenieros, previamente me detuve en el semáforo en rojo junto a una gran cantidad de estudiantes, todos dirigiéndonos al mismo lugar; pero ninguno hablando entre sí. Tengo la idea que no todos solemos hablar con claridad y euforia durante la mañana, salvo los presentadores de noticia y algunos otros con muchas energías. Entonces, quizá por ello nadie charlaba entre sí a no ser que de repente anden ocupados en otros temas o simplemente, no se conozcan.
No me puse a pensar en ese hecho, lo acabo de pensar a profundidad en este momento.
Seguí mi camino con audífonos puestos y escuchando un latín, raro en mi; pero era viernes, sabía que más tarde me tomaría unos tragos y sería feliz. ¿Pero qué tiene que ver eso con el género musical? Pues, que las reuniones o fiestas se escucha latín y me estaba, como dicen, empilando desde muy temprano.
Al terminarse el cigarro resolví encender otro a pesar de encontrarme cerca de la puerta de entrada. Era temprano, Donna todavía no llegaba -siempre demora- y seguramente nos toparíamos en cuestión de minutos. Sin intenciones de esperarla, sí de fumar otro cigarrillo, me detuve a encender otro.
Lo hubiera hecho adentro, sentado en una de las bancas y observando el panorama; pero hace no menos de seis meses dieron la regla de no fumar en las instalaciones. Por eso era cotidiano ver a las personas encender cigarrillos a un lado de la puerta.
Ahí estaba yo, fumando y esperando a mi amiga, viendo el reloj de vez en cuando sabiendo que aún no empezaba la clase. Era extraño que haya llegado temprano, lo pensé un momento; pero me hizo bien, porque tenía tiempo de disfrutar el cigarrillo.
En ese momento, vi a Donna asomarse a lo lejos, era imposible no verla, dada la magnitud de su cuerpo -esto sonó gracioso; no te enojes si lo lees- arrojé las cenizas dentro de un tacho de basura y le di otra piteada.
Un auto nuevo, bonito y conducido por una dama se detuvo al frente, en la calzada contigua esperando que el semáforo cambie.
Otro auto, uno también bonito, -suelen transcurrir buenos autos por dicha zona cerca a Las Casuarinas- se detuvo del otro lado, en la misma avenida; pero de ida. Iba seguramente a doblar a la izquierda y seguir de frente.
Yo veía a Donna avanzar a pasos de tortuga y naturalmente a los dos bellos automóviles que si pudiera elegir entre ambos escogería cualquiera porque son geniales los dos.
Vi que avanzaron los dos a la misma vez, fue extraño, no debió suceder eso, uno debe de parar y el otro seguir, es lo normal; pero ambos, por suerte, no aceleraron. Avanzaron impactando estúpidamente. No fue un choque estrepitoso; pero valga la repetición del término: Muy estúpido.
Era simple, uno se detiene y el otro sigue, cualquiera de ambos pudo parar y dejar que pasara el otro; entonces se hubiera evitado.
Además, no es una avenida transitada, es raro ver autos conduciendo, los lindos autos que se ven mayormente están estacionados.
Claro está, en términos de reglamentación que uno tenía la preferencia; pero en ese momento, con la avenida vacía y siendo esos dos únicos autos los dueños de la pista, diez segundos no te quita nada.
Oye, ¿Viste ese choque?, dijo Donna al acercarse. El más estúpido y gracioso que he visto en mí vida, le respondí sonriendo y naturalmente soltando una buena carcajada. Todo fue en cámara lenta, par de idiotas, dijo Donna también riéndose.
La dama y el sujeto discutían; aunque evidentemente, ambos, por sonsos, tenían la culpa.
Oye no puedo creerlo, que gracioso. Los dos estúpidos están solos en la avenida y se chocan, dije todavía con la gracia del encuentro.
Uno pudo pasar y el otro esperar, tan sencillo como eso. Par de sonsos, dijo mi amiga sugiriendo a los conductores.
Entremos, que se sigan peleando hasta mañana, le dije, dejé el cigarro dentro del tacho y caminé. Son tan idiotas que ni a un acuerdo van a llegar, dijo ella soltando una carcajada y siguió mis pasos. Adentro, caminando al salón recordé otro choque igual de estúpido y decidí comentárselo.
Recuerdo haber sido participe de un choque igual de estúpido.
¿Qué si?, ¿Cuál? Cuenta pues, dijo llena de curiosidad.
Nos sentamos en la banca a pesar que la clase estaría empezando y relaté.
Hace años junto a Jeremy alquilamos una moto. Tendríamos dieseis e irresponsablemente le dijimos al tipo que teníamos dieciocho; aunque seguramente él hubiera ido preso por no pedir identificación.
Resulta qué ninguno de los dos sabía manejar; entonces, un amigo nos dio unas breves indicaciones. Jeremy fue el conductor y yo el copiloto durante las primas vueltas. Después intercambiamos puestos y pasamos gran parte de la mañana deambulando por diversos lugares, saludando a los conocidos y riendo a carcajadas. Claro que conducíamos la moto por lugares cerrados, no pasaban autos, todo era libre.
Sin embargo, quisimos pasar por un colegio, donde casualmente estudiamos en primaria. Queríamos darnos de bacanes y que nos vean en moto. Tú sabes, de chibolo uno siempre quiere figurar.
Hasta entonces todo iba bien. Jeremy conducía, yo iba atrás, dimos una vuelta y nos vieron los chibolos por la ventana, saludamos también a los profesores y resolvimos dar otra vuelta para seguir figurando.
Pasamos de nuevo saludando a todos, sonriendo y haciendo diversos gestos con la mano, todos muy graciosos. En ese momento, no nos percatamos que un camión, para describirlo con exactitud, un camión cisterna de agua avanzaba por la calle donde volteamos en dirección al parque y nos topamos cara a cara.
Oye huevonazo, ¿Por qué no te diste cuenta?, ¿Cómo crees que me voy a dar cuenta, imbécil? Si estamos haciendo estupideces. Nos dijimos rápidamente, nerviosos y muy asustados.
Por suerte, el camión era lento; pero la moto lo era más. Resolvimos zafarnos tan veloz como se pudo y dejando la moto tirada en medio de la pista. Lo hicimos por nerviosos y asustados, fue una reacción inmediata ante el peligro que se asomaba.
El chofer detuvo el camión luego de chocar y por poco destruir la moto. Enseguida, nos insultó. Pero ello fue poco ante la vergüenza que tuvimos que pasar porque todos, absolutamente todos, nos vieron.
Devolvimos la moto y no le comentamos nada a nadie; aunque por la noche nuestros padres ya sabían de lo acontecido.
Desde entonces no manejo ni manejaré moto.
Donna empezó a reír cuando terminé de contarle la historia. Me dijo que debería escribirla; pero no tuve oportunidad de hacerlo, hasta hoy que quise compartirla.
Con Jeremy siempre recordamos esa anécdota, a ambos no nos volvió a gustar conducir moto. Es posible que no volvamos a hacerlo; pero si de algo estoy seguro es que esta anécdota va a perdurar por mucho tiempo.
En conclusión, ese fue el choque más estúpido que he visto, casualmente, también lo viví.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario