Mi nuevo libro

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lunes, 30 de octubre de 2017

Amanda (Tercera parte)

- Se levantó de la mesa y fue a parar a la hilera de platos riquísimos yendo de un lado hacia otro como quien no se decide.
Me satisface ver a un hombre feliz, la sonrisa que maneja al tiempo que contempla las hojas es de mis favoritas, diría que la primordial, la segunda la reservo para cuando despierta y me observa y la tercera cuando se encuentra echado y yo encima.
Acabo de conocerlo en persona y ya siento como si lo conociera toda la vida, seguro es por todo lo que he leído sobre su persona, su Blog y sus publicaciones han abierto no solo mi mente, sino también el corazón, es como si todos esos personajes literarios que conozco se materializaran en ese autor, joven, de treinta y tantos años, apuesto, feliz por la noticia de ser, al fin, publicado internacionalmente y yo, hago mi trabajo; pero siento que algo me atrae, no es su obra, es su persona, su modo de actuar, el derroche de humildad, su aparente timidez, el metódico trato que tuvo conmigo, conocerme y entrar al auto con inseguridad fingida, vio el anillo de inmediato porque tuvo un leve interés en mi aspecto, visto como le gusta, lo vi en un artículo de ese otro Blog que tiene, en donde publica historias totalmente diferentes, no voy a negar que me sorprende para bien, un escritor versátil, no solo es romántico y pasional, también erótico; pero lo oculta con un seudónimo queriendo ser atrapado por la astucia de un fiel lector. Eso lo enciende, querer ser capturado.
Hace que lee el documento; pero ya lo firmó, ya lo hizo y lee porque quiere ser interesante, ya le ganaron sus emociones, ya le ganaron sus deseos de ser parte de esto y a mí me están venciendo las ganas de conocerlo a fondo, de saber quién es el hombre detrás de las historias, ¿realmente basadas en panoramas extraños y curiosos? O tal vez, el reflejo de una vida llena de paradojas, ironías y bellos acontecimientos. De cualquier forma u otra, lo veo comer el primer bocado y leer el artículo con seriedad, quiero saber en qué momento explota esa felicidad, quiero ser partícipe de ese momento; pero, ¿tendrá a alguien? ¿Alguien que lo espera y no estuvo por lo imprevisto de esto? O es un solitario escritor que a pesar de tantos amores no pierde la esperanza de enamorarse.
—Señorita, ¿ha probado la especialidad del chef? Acaba de traerla justo para usted.
—Muchas gracias, caballero.
No estoy aquí por la comida peruana, estoy aquí porque estoy nerviosa, ya me he llenado; pero tuve que alejarme para verlo concentrar. Quiero encontrar ese instante en que explota de felicidad, quiero saber el segundo en que, según percibo o imagino, aprieta las manos en señal de puño y suelta un grito de victoria, lo he oído de los comentarios que hacen sus parejas en textos que indagué en las vacaciones en un rentado apartamento cerca a su casa. ¿Realmente siento que creyó el cuento de Italia? No puedo contratar a un escritor sin conocerlo a fondo, saber quién es por completo, ¿Qué planea escribir? ¿Cómo se inspira? ¿Qué produce eso que transmite en sus textos? Le conocí algunas mujeres; pero ninguna me dio respuesta a mi pregunta, ¿Qué lo inspira? Todas dicen: Adora la soledad, se esconde en su oficina y no lo ven en horas; luego te hace el amor de una manera que te olvidas todo lo que quieres saber de él y es el tipo más lindo del mundo.
Cuando recuerdas preguntar algo que quieres saber de su vida, te cambia el tema con sutileza o te besa para desorbitarte.
Ni siquiera su ex de años, madre de su hija sabe como es. Es un misterio sin querer serlo, es su naturaleza el enigma.
Lo sigo desde hace meses, sus movimientos y sus aficiones; pero no comprendo algo, ¿Por qué esta solo? ¿Ama tanto la soledad o es que no encuentra a nadie acorde? Es su intimidad, cálmate y vuelve a ser profesional.
— ¿Va a probar algún postre? Tal vez, ¿un suspiro a la limeña?
—Sí, por favor.
— ¿Y para el caballero?
—No lo sé.
—Se lo llevo entonces.
—Hola Barreto, veo que ya firmaste. Entonces, también juntamos ‘La última tarde’ y tengo un plan: Podríamos publicar ambos a la misma vez, así los lectores tendrían tus dos libros de golpe.
—Sí, está bien, es una buena idea, responde con calma y sonriente.
—Excelente, estás haciendo un gran trato. Créeme, Bryan, esto va a ser un éxito.
—Eso me hace muy feliz.
Entonces, ¿Por qué no brincas? ¡Vamos! Grita, canta, sonríe, mátate de la risa, lo has esperado por años, date la oportunidad de gritar tu alegría.
— ¿Te puedo hacer algunas preguntas? Si no es inconveniente.
—Las que gustes, Amanda.
¿Por qué me sonríes de ese modo? ¿Estás coqueteando conmigo, señor escritor?
Dice que nunca coquetea; pero esa mirada por debajo de los lentes no es usual, no la haces así nomas. Hay algo en esa mirada que me estremece.
—A ver… Voy a empezar por esta: ¿Todavía sigues enamorado de Daniela?
Deduzco por su mirada que es la más difícil de todas las preguntas que le han hecho en su existencia.
Recuerdo haberlo seguido algunas tardes, siempre poco antes de caer el sol en el horizonte, se dirige a un parque cerca a una clínica, un lugar medio extraño, lleno de arboleda, se introduce tras los arbustos y lo pierdo de vista. Tarda en salir el tiempo que el sol tarda en huir. Es como un ritual de cada abril.
Demora en responder. Demora pensando que decir. Tal vez piense, ¿Qué respuesta puede ser diplomática y a la vez ambigua? De repente, cree, ¿Por qué tendría que confesarle mi verdad?
—Por momentos.
¿Momentos? ¿Qué me quieres decir con eso? ¿Y por qué tanto me preocupa?
— ¿A qué te refieres? Si se puede saber.
— ¿Acerca de qué? Devolvió la pregunta.
Si vuelvo a preguntar voy a denotar interés y por la forma como me está mirando sabe que estoy levemente interesada; pero debo ser profesional y preguntar con cautela.
—O sea, ¿a qué te refieres por momentos? Me imagino que no puedes estar enamorado de alguien por momentos, ¿Qué diría al respecto tu novia?
Suelto una risa inocente, el siguiente párrafo se me escapó.
Lo piensa, dirige la mirada hacia otro lado y lo oigo decir: Pues, generalmente cuando me acuerdo que la amaba.
Otra vez está siendo ambiguo; pero ya no voy a seguir preguntando.
— ¿Eso ocurre cuando escribes sobre ella?
—Sí, a veces cuando escribo.
¿Y las otras veces?
—Oye, ¿Por qué no comes?
—Es cierto, me distraje con tus preguntas.
— ¿Eres casado, Barreto?
—Estuve a punto; pero no se dio.
— ¿Se te hizo esquivo?
—Yo lo hice esquivo.
— ¿Qué es lo que sucedió? Ya que vamos a mantener contacto casi todo el tiempo lo mejor será conocernos bien.
Sonríe, no lo he puesto nervioso, se hace el nervioso y esa sonrisa que me regala, no solo me gusta, también me preocupa.
—Digamos que el amor acabó antes que el matrimonio se diera.
Siempre dejando la pelotita dando botes.
— ¿Y tú, Amanda, tienes novio?
Y vuelve a mirarme de ese modo. ¿Qué esperas que te diga? ¿O que haga? Sé que por tu cabeza andan pasando muchas situaciones y a la vez no estoy segura si alguna me conecte; pero si ya sabes la respuesta, ¿Por qué preguntas?
—Pues, no. Hace mucho que estoy sola. Te lo dije al inicio y si quieres saber más, tuve una relación de años y no acabó bien.
—Me imagino; pero algo bueno debes sacar de ello.
—Sí, que no debo creer en todo lo que dicen.
—Las palabras se respaldan con acciones. Es lo que pienso.
Tiene razón, pienso. Esta mirando hacia otro lado; pero, ¿Por qué siento que me mira? ¿Por qué siento que ya hizo una radiografía de mi persona?
Y en ese momento, lo oigo decir algo que estoy segura que sabe; pero el tono dubitativo de su voz oculta bien ese hecho.
— ¿Sabes, Amanda? Siento que te conozco de alguna parte.

Continuará…

domingo, 29 de octubre de 2017

Amanda (Segunda parte)

Enseguida, me dije: En todo momento mantén la calma. La compostura. La seriedad. Y deja de verle las piernas.
Son las pantis y los tacones, ¿Qué puedo hacer? No me culpes.
¡Ya, basta! Es tu oportunidad, no lo arruines.
Salió del auto e hice lo propio en un santiamén.
—Me gusta venir a Lima en esta estación, el clima es cálido y la ciudad maravillosa, ni que decir de la gente—.
— ¿Sueles visitar seguido? —.
—Sí, de hecho, tengo familia aquí, por eso se me hace rutinario. Es como mi segundo hogar; aunque mis vacaciones las haya tenido en Venecia—.
—Debe ser genial haber paseado en una góndola— comenté.
— ¿Has estado allí? —
—No he tenido la oportunidad—.
—Sí, lo hice; pero sola no es lo mismo que con novio. Te confieso algo, desde que leo tus publicaciones he tenido ganas de enamorarme. Estuve leyéndote en mis vacaciones y como sabrás, ‘pasear por Florencia con textos de amor’ es deprimente; aunque, también motivador, de repente me dieron ganas de amar, de estar con alguien, de pasar el tiempo junto a una persona que únicamente me ame como soy—.
Para ser honesto, no creo que te falten pretendientes. Si eres guapísima, con buen trabajo y talentosa, pensé; pero no iba a decírselo. Tampoco mencionar su confusión de destino para vacacionar.
—Me imagino, Amanda. El amor siempre llega, solo debes esperar, no ser impaciente, tampoco forzarlo, solo dejar que te sorprenda—.
Sonrió y caminamos hasta llegar a la entrada. Un moreno alto de traje con sombrero nos abrió la puerta.
—Primero las damas, le dije e hizo un ademán de sorprendida para enseguida decir: Gracias, caballero.
El lugar era esplendido, como la sala de la casa de Dorian Grey, lleno de mesas y sillas sofisticadas, un violinista de fondo y un buffet esperando por nosotros resguardado por un ejército de mozos dispuestos a satisfacer nuestras necesidades.
— ¿Me acompañas? Dijo en referencia al hecho de coger la comida.
—Por supuesto.
No estaba concentrado en los platillos, sino en su forma tan elegante de recoger los alimentos, en su delicadeza para elegir, en sus gustos, por ejemplo, vi que no cogió el sushi. En su cabello rizado, bien ajustado a la cola, sedoso y añorando poder olerlo. En su atuendo elegante y sus tacones altos y glamurosos. Todo ese pensar se fue cuando me vio y abriendo los brazos preguntó, ¿no vas a comer?
Era como si hubiera rentado el lugar para nosotros, estaba vacío, tal vez por la hora, quizá por ser lunes, de cualquier modo, dejé mi bolso sobre la silla de la mesa que escogió y fui a degustar de la comida.
Ayer por la noche había cenado lentejas con pollo frito en un improvisado platillo antes de escribir, ahora comía el maná de los dioses.
Me senté, ella ya estaba acomodada, esperando por mí. Cuando me acomodé le sonreí y entonces me dijo: ¿Ya estás listo? ¿Qué prefieres? ¿Comemos y hablamos? O ¿Hablamos mientras comemos?
Era como juntar elegancia y glamour con confianza y hasta gracia. Amanda me gustaba de por sí como difícilmente me atrae alguien tan pronto, tan rápido; pero era eficaz, sus ojos azules y su traje negro, su humor y su pasión por la lectura, todo ello la hacía irresistible.
Debía de mantener la calma como me dije en el auto, el tema por venir era mucho más importante que una chica bonita por quien tenía la ligera impresión de haber visto antes; tal vez en una conferencia; quizá, en una cafetería. O, de repente en un sueño.
—Suelo hacer pausas mientras como, podemos hablar en ese tiempo— le dije con una sonrisa.
—Te cuento, hay un nuevo proyecto para una publicación de género romántico y estamos pensando en tu libro. Lo sacó de su bolso y abrió, sonrió, seguramente al ver la firma y la dedicatoria y añadió: Queremos publicarlo. Sacar unas doscientos mil copias y repartirlas por todo el mundo. ¿Qué te parece? —.
No supe cómo reaccionar. Amanda se llevaba la carne en trozo a la boca, un mozo venía en cámara lenta a dejar el vino que pidió, la música del violinista sonaba despacio y por mi mente pasaban todos los sucesos hechos y realizados con esfuerzo y dedicación para llegar a este punto glorioso que se hizo imposible no esbozar, de repente, la sonrisa más grande y brillosa que he dibujado en mi rostro.
No soy de demostrar tanta efusividad, he dicho muchas veces que prefiero guardar la cautela; pero estaba tan emocionado y extasiado que se hizo inevitable no sonreír y reír, decir en mi cabeza cuan feliz estoy y de pronto, simplemente, decir: Gracias, que hermosa noticia. Es una de las mejores noticias de mi vida, esto último solo para mis adentros.
No es egoísmo ni acto ególatra querer reservarme mis emociones para la habitación en soledad. Soy así.
—Me agrada que te emocione la noticia ¿Celebramos con una copa de vino?
El buen mozo vertió el vino sobre nuestras copas y ella le pidió que dejara la botella. Me fascinó ese detalle.
—Salud por el nuevo proyecto literario. ‘¿Y si pudiera volver a empezar?’ pronto va a estar en todos los escaparates de las librerías de todas las ciudades del planeta. Me agrada la trama, según leí la sinopsis, el tiempo comienza a retroceder.
—Salud por eso, Amanda y gracias por tan gloriosa noticia.
Después de beber hizo una pregunta, ¿tienes otra publicación, verdad?
—De hecho, tengo otras tres.
—Se sobre ‘La última tarde’ pero no de las otras. ¿Cuáles son?
—‘Una noche, una musa y un teclado’ y un libro de comedia, ya muy antiguo. Del primero en mención pensé sacar otra edición; pero todavía lo tengo en espera. Es como volver con una ex novia, no suele ser igual.
Sonrió tras mi chiste tonto y bebió.
—‘La última tarde’ la leí en PDF hace años, recuerdo que solías repartirla en grupos, así te conocí, luego estuve leyendo tu Blog y demás publicaciones. Es un libro grandioso. ¿Qué pasó? ¿Por qué no volviste a sacar más ediciones?
—La promesa que le hice a Daniela era que solo hiciera una edición.
—Comprendo; pero, Bryan, hazte un favor, vuelve a publicarlo. Ese libro me hizo llegar a ti, llegó a mi corazón porque viví una situación similar y así fue como nos conectamos.
—Voy a pensarlo.
—Tienes hasta que termine esta cita. Apropósito, ¿a qué hora entras a tus clases? ¿Es una maestría la que llevas?
—Puedo recuperar las clases otro día, le dije con una sonrisa.
—Entiendo, celebremos por eso. Por la noticia de publicar tus dos ejemplares.
Volvimos a chocar nuestras copas, el vino se hizo delicioso junto al buen sabor de la información ansiada por años.
—Entonces, dijo y giró medio cuerpo para recoger su cartera L/V, seguramente una de tantas e hizo aparecer una serie de documentos con hojas membretadas por la editorial gringa. Al segundo, comentó: Lee y firma estos documentos para vincular tus obras con nosotros, como sabrás, vamos a repartirlas por todo el mundo, irás a muchas conferencias, ferias de libros y demás; tendrás contacto directo conmigo sobre todos esos eventos y las regalías caerán como hojas en otoño; pero según te conozco, lo digo por tu sencillez, lo que crea tu sonrisa es el hecho de estar en todas las mesas de noche de tanto lector.
—Eso es lo que realmente me hace feliz; aunque confieso que tengo algunos gastos. Una renta, la gasolina y el ser padre soltero. Además, la maestría y un doctorado que pienso tener; pero, aparte de todo ello, estoy ¿puedo decirlo así nomas? ¡Jodidamente feliz!
—Salud por eso, Bryan Barreto, dijo con emoción y volvimos a estrechar las copas.
—Ahora, voy a darle una ojeada.
—Por favor y no olvides terminar de comer. Mientras, voy por la segunda vuelta, por lo que voy a pagar iré por otro par de rounds. Además, la comida peruana es un manjar.
—La mejor del mundo, aseguré.
Esbozó una sonrisa muy tierna.
Le devolví la sonrisa y me enfoqué en los documentos.

Continuará…

viernes, 27 de octubre de 2017

Amanda (Primera parte)

- "Cuídate de quienes escriben, pues tienen el poder de enamorarte con sus palabras"
Me llamaron de un celular desconocido y contesté con naturalidad. Una voz de mujer con acento español me dijo: Buenos días, me llamo Amanda ¿Dónde puedo conseguir tu libro?
Le dije, conmigo. ¿Cuándo puedes para encontrarnos?
Respondió: Hoy, ¿Qué dices? En dos horas, en el Ovalo Gutiérrez.
Claro, ahí nos vemos. Pero, ¿me reconocerás, verdad?
Sí, he visto tu Facebook.
Genial, ¿Cómo te llamas?
Amanda, voy a estar en mi auto estacionada en Starbucks.
Ya chévere. De igual modo, si no te veo, te llamo.
Listo.
Abrazo.
Dos horas más tarde, tras haber ido al gimnasio durante un periodo reducido, avanzando cinco líneas de mi nuevo libro y respondido la centena de mensajes de mis lectores, me vi parado y mirando hacia todos lados en la entrada de la cafetería señalada. Ella no venía y no iba a tirarme doce soles en un café. Era lunes, generalmente comienzo la semana con un poco de ahorro, no saco el auto y voy en bus, compro unas galletas para el break de las clases y recibo el café que me regalan algunas dulces niñas de estudios generales que me llenan de preguntas muy particulares.
El reloj marcaba las 4pm cuando de repente, un imponente Mercedes Benz, camioneta cuatro puertas, color blanco con negro, divino por donde quiera que lo veas, con el que suelo tener sueños eróticos cuando imagino lo primero que haré con el primer Best Sellers se detuvo a un lado.
La luna se deslizó hacia abajo y la voz tras el celular mencionó mi nombre con un, ‘acércate no seas tímido’.
El auto era lindo por fuera como por dentro; pero el azul en los ojos de esa mujer se llevó toda mi atención.
Generalmente suelo manejar las situaciones, de hecho, a veces presumo de ser muy seguro, no me pongo nervioso con facilidad, tampoco soy tímido -pero disfruto decirlo- y cuando me encuentro con lectores todo es sublime y agradable; pero en esa ocasión era distinto, como intimidante.
Traje sastre negro, cabello rizado sujeto de una cola, anteojos de lectura sobre su falda, ojos azules como el mar y un color de labial realmente sensual. Ella, su atuendo y el auto realizaban la ecuación perfecta.
Pues, me pidió que subiera, de hecho, abrió la puerta sin ni siquiera tocar la manija. Mi Nissan del 2006 suele trabarse algunas veces; pero su asiento trasero guarda muchas historias.
— ¿Te gusta? Dijo al momento en que me senté.
—Es uno de los mejores autos en los que he estado.
—No, me refiero a esto, dijo y me señaló un libro de Borges en perfecto estado y dedicado.
—Es mi autor favorito, mi padre me dio este ejemplar, añadió con una sonrisa que pudiera iluminar como el sol en plena tarde de primavera.
Me sentí desequilibrado y sonreí para barajarla. Era muy hermosa, no quería verle las piernas que ceñidas con las pantis negras la hacían lucir terriblemente sexy.
Ni que decir de los zapatos de tacón que impactaban con delicadeza con los mecanismos de abajo. Eran Prada, seguro comprados en una boutique de Miami.
La soñé llegando a la tienda con glamour y preguntándole a la señorita por su pedido, ella lo sacaba diciendo ‘Emma Stone se acaba de llevar unos igual’. Amanda sonreía y decía, entonces, los quiero de otro color.
Esa imagen me estremecía al punto de sufrir un comportamiento de resurrección en mi parte media del cuerpo y un escalofrío en mi ser que me hizo temblar y ocasionó que preguntara como haciéndose la desentendida, ¿quieres que le baje el aire acondicionado?
—Descuida, todo bien, le dije con voz de idiota.
Sonrió y preguntó, ¿has almorzado?
—De hecho, no, iba a hacerlo antes de entrar a clases.
— ¿Puedo invitarte a almorzar? Hay un tema que quiero tocar contigo.
La charla, luego de cinco minutos de carretera, empezó.
— ¿De qué se trata, señora?
—No me digas señora, soy señorita. Este anillo no es de bodas.
Supo que lo había visto.
—El matrimonio es mi sueño; pero no mi desvelo.
Bien, pensé y le dije: Pienso lo mismo, es un tema complicado; aunque bonito.
—Exacto. He visto tus publicaciones, eres un hombre muy romántico, de esos que ya no aparecen en la realidad. Soy de leer bastante; aunque no mucho romance, ¿la razón? He dejado de creer, por eso leo literatura fantástica y terror. No obstante, mi trabajo me pide leer acerca de todo, entonces, me encontré contigo y volví al romance.
Sonrió en ese momento, mirándome de reojo. Hice exactamente lo mismo.
—Comprendo. ¿Eres periodista? Claro, aparte de lectura asidua.
—Trabajo para una editorial— respondió y vio el espejo retrovisor para enseguida doblar a la derecha.
—Aquí hay un lugar fantástico donde me gusta almorzar cada vez que visito Lima—.
Se estacionó en un hotel 5 estrellas en pleno corazón de San Isidro.
Me sentí aliviado de vestir casual y andar perfumado porque, por suerte, suelo intentar verme bien cuando me encuentro con lectores.
—A ver te explico un poco de que trata el asunto— dijo al estacionarse y girar sobre su eje para verme de frente.
—Soy la mano derecha de la directora de una editorial americana, estamos buscando nuevos escritores con talento y sobre todo pasión por lo que hacen, así como tú y esta cita tratará acerca de lo que quiero ofrecerte. Lamento que haya sido espontáneo; pero es que, bueno, acabo de venir de vacaciones y dejé todo para después, así que lo primero que hice fue llamarte. Ah, vi tu Facebook, tienes un buen mercado extranjero, eso es fabuloso. Bien, para mayor detalle, almorzamos y te voy contando. ¿Vale? —.
—¿Es en serio?
—Claro que lo es.
Sonrió como suelen hacerlo las personas que te entregan buenas noticias.
Me froté las manos y pensé: Esto es lo que llamo felicidad.

Continuará…

jueves, 26 de octubre de 2017

A los 30 (segunda entrega)

- Señores, ya se acaba el trago y no tenemos dinero; además, son las siete de la mañana y ya tuvimos una intensa noche. Entonces, les menciono lo que siempre les comento antes de despedirnos: Por el amor de Dios, el Diablo, Zeus o el santo que gusten, no entren a sus computadoras, abran el MSN, encuentren a su ex en línea y le escriban una sarta de estupideces basadas en sentimientos reprimidos. Ya sabemos que el ron destruye el orgullo y a veces debilita la dignidad, algunos la hemos cagado por completo; pero ya estuvo, ¿no? Ya pasó tiempo, por eso, reitero la afirmación, ¡No entren al MSN!
Diez minutos después:
Sabes??? Sigo enamorado de ti. No puedo sacarte de mi mente, se que lo arruinee todo; pero te amo carajo. Te amo!!!! Y no puedo seguir sin ti, crees que podamos vernos en el mismo café. A las cuatro y media de hoy, si vas entenderé que tienes interés en volver. Te adoro.
Attee… Byran
Lo primero que hacia al despertar era recordar el stripper de la noche anterior, reír por eso, darme cuenta que no tengo a nadie al lado y sentirme menos responsable, seguir repasando las situaciones de ayer, reír por las babosadas de los amigos y de repente, notar la computadora encendida. ¡Demonios! Lo hice otra vez. De inmediato, sin que nadie vea a pesar de tener la puerta con llave y las cortinas cerradas, de ese modo ‘caleta y estúpido’, ese en el que te tapas los ojos para engañarte a ti mismo, elimino la conversación. De ser un correo, también lo borro.
No te puedes escapar de los recuerdos, yo tengo el don de reprimirlo todo, si un día decido ir donde Freud, podría despertar a un monstruo.
De manera automática, me ducho, visto y preparo el almuerzo; salgo de casa rumbo a la cafetería, la espero hasta cierto punto, la conozco completamente: Nunca es impuntual. Pero, la sigo esperando.
Pago el café y me retiro.
Ando jodidamente triste durante el camino; pero los eventos divertidos de noches pasadas empiezan a pasar factura. Una sonrisa crece cuando un amigo se confunde de mensaje, me llega al celular: Preciosa, te extraño.
Me mato de la risa. Tenemos diecisiete años, algunos sabemos que la hemos malogrado en ciertos puntos; pero el orgullo es una cuestión absurda y a la vez patética, sin embargo, nos hace actuar como villanos de nuestra propia historia de amor. Uno se harta de ello cuando se encuentra con tragos, decide intentar resolver los asuntos, no ocurre porque no es el modo correcto.
Con el paso del tiempo, sin llegar al contexto actual -debe ser muy crudo no madurar rápido- uno ya sabe cómo resolver las situaciones, es tan simple como decir: Amor, lo lamento si cometí una falta, la resuelvo y mejoramos. ¿Vale? Ella sonríe, porque adora que su novio admita el error, recibe el abrazo y las flores y todo bien, a la cama, donde todo se fortalece.
A veces, cuando soluciono riñas con tanta normalidad, de hecho, ocurren mucho menos que antes, a veces, uno hasta las necesita, es que ya no se pelea por nada, suelo llevar relaciones tan bien estructuradas y solidas que es difícil hallar errores o equivocarse; pero cuando pasa, se cómo solucionarlo. El tema es simple: Hablar.
Volviendo al tiempo de infante, ella nunca iba a la cafetería. Era mi tercera novia, la amaba menos que a la primera; pero me gustaba muchísimo como nos divertíamos en la cama. Me llevaba siete u ocho años, no recuerdo bien; pero era madura, eso sí lo recuerdo con claridad. Una vez me agarró frío y dijo: Bryan, yo te quiero, eres lindo y guapo, nos llevamos bien entre las sábanas, de hecho, estoy dispuesta a afrontar tus rarezas, maldito fetichista; pero sé que estas en la época de locuras y yo estoy entrando a la de estabilidad.
Habló mucho más; pero quiero resaltar algo. Fue la primera chica que soportó o empezó a lidiar con mis extrañezas en la cama, de repente por eso estaba tan flechado (decirlo me causa risa y una leve erección) pero ambas situaciones las manejo a cabalidad.
Antes las erecciones eran tan repetidas como ahora; pero ahora sé cómo manejarlas, es como decir: Levántate lázaro. Tranquilo, sobrino. Hoy puedes desatarte. Espera un momento, vamos con calma.
Antes era: Piensa en fútbol. Piensa en otra cosa. Diablos, estoy siendo obvio.
De vuelta con ella, me terminó. La extrañaba y no solo por el buen sexo, sino porque nos llevábamos muy bien, gustos en común sobre películas y demás; pero yo estaba lejos de eso a lo que tanto llamaba estabilidad. De hecho, yo no iba a cambiar mis fiestas por ver películas en el cine del Jockey Plaza a las 11pm. Salgo a la 1am y ¿adónde voy? A esa hora la gente ya está en otra.
Ahora la comprendo en su totalidad; pero ella ya tiene tres hijos, un marido y su madre sigue viva. Una vez la conocí, recuerdo que me preguntó la edad, mentí. No me salen las mentiras, se me hizo complicado, ahora digo: Yo no miento, yo digo ficciones.
Para terminar el relato voy a contar una experiencia: Yo estaba realizando compras en un centro comercial cerca a mi casa y en la entrada posterior estaba un amigo, la noche anterior habíamos tomado hasta el agua de los floreros y lo vi bien vestido y con lentes de sol esperando a alguien. Tenía conocimiento que su ex vivía cerca al lugar, lo supuse de inmediato, no quise molestarlo; pero me ganaba la curiosidad, entonces me quedé viéndolo mientras disfrutaba de mi Gatorade.
Ella nunca fue. El tipo se tuvo que marchar triste y solitario. Le di el alcance haciéndole creer que fue casualidad. Le dije, ¿Qué haciendo? Me dijo: Tranquilo, mi hermano, salí a fumar unos puchos.
Nos pasa a todos, le dije con la cabeza. Y nos fuimos caminando.
Ahora mis relaciones amorosas son tan perfectas que me cuesta creerlo; pero debo decir que me agrada.

Fin

miércoles, 25 de octubre de 2017

Un consejo del autor

- Te voy a dar un consejo, a ti, que tienes pareja: Disfruta de los buenos momentos sin pensar en el tiempo, valora cada instante y aprecia lo que te entregan sin exigir ni criticar porque son esos tiempos los que no querrás extrañar. 
Si los vives, no las extrañas. 
No pierdas energías y palabras en discusiones y diferencias, que importa quien tenga mejor argumento, gana quien abraza, quien cede y quien besa primero. 
Haz el amor y sonríe, cuenta un chiste y regala un detalle. Vive cada día sin pensar en el futuro ni sus pasados. Las disculpas acaban con las riñas, mejorar es un placer cuando se trata de hacerlo por tu pareja y el amor se demuestra todo el tiempo a veces con tan solo una mirada.
Sean felices y ámense por como son que es la idea de una vida gloriosa.

domingo, 22 de octubre de 2017

Somos una tragedia, princesa

Mi tragedia es nunca poder retenerla y siempre verla partir junto al atardecer.
No estoy seguro de lo que llegue a ser más triste, si es el hecho de perderla o saber que por pensar en que no voy a tenerla más estoy olvidando del tiempo que resta para que me siga abrazando.
¿Quién puede concentrarse cuando sabes que se irá? 
Desearía que no fuera así, cambiaría mi alma por el tiempo de la eternidad a su lado; pero nunca me responde, ese a quien llaman supremo.
Ella nunca responde a la interrogante, ¿ya te vas? Porque en su totalidad se empeña a silenciar y oler el aroma de mi ser. Solo escucho un sollozo, mas imploro no ver sus lágrimas; aunque quien llore en ese momento sea yo.
La extraño mucho antes de perderla. Y siento que voy a extrañarla y pensar que quiero repetir el momento infinitas veces; pero no sucederá. Tal vez en sueños, no en la realidad.
No te vayas, te lo ruego, le repito con el aliento de mi corazón, con esas ganas interminables de aferrarse al ser amado, lo sabe, no porque intensifique el abrazo, sino porque lee mi corazón como un libro abierto, como esa obra que observa todas las noches, porque ella fue quien la escribió.
La miro, veo mi reflejo y me pregunto cuánto tiempo sobra.
Gira el cuello, no pienses en eso, me lo dice con la mirada.
Un beso, parece que el mundo, el tiempo y el universo se detienen. Seden ante lo nuestro, es que el amor es tan poderoso que incluso las dimensiones se paralizan.
Ya no la siento.
Beso el aire. Quizá, el rastro de su aura.
Ya no está y no volverá. En sueños, tal vez.
Mi tragedia es el irremediable suceso de esperarla, intentar vivir el instante en que la tengo y pensar en que quiero apresarla en la cárcel de mis brazos olvidando que los segundos se agotan.
Su tragedia recordarme a pesar que le hayan borrado la memoria.
Creer que somos eternos. Soñar que es su realidad. Imaginar el juntos por siempre. Despertar y no ver las rosas rojas en su mesa de noche; aunque el jardín donde este se encuentre repleto de flora preciosa. Creer que todavía estamos destinados; aunque no en la realidad. Creer que seguimos siendo nosotros, cuando realmente, ya dejemos de serlo.
Imaginar que voy a aparecer tras el árbol, añorar un encuentro en sueños, ser siempre el viaje de mi mente; pero nunca el puerto. Pensar que debo encontrar a alguien a quien amar; pero queriendo que siempre sea ella, no de forma egoísta, sino porque son dos amores que se juntan, que no pueden vivir separados. Querer mi felicidad; pero a la vez recibir mi amor. Imaginar que caminamos por la orilla sin finales ni felices ni tristes, solo sin finales, con eternidad, cogidos de la mano por el resto del tiempo.
Su tragedia, aunque la rodee lo mejor del Olimpo, desear al mortal que ama.
Su tragedia, aunque se encuentre en campos de flores y llena de risas, sentir tristeza por extrañar.
Su tragedia, creer que todavía podemos amarnos con libertad.

Fin

sábado, 21 de octubre de 2017

Hoy por la mañana

- Lo primero que me ocurre al salir de mi casa apresurado es encontrarme con una pareja de ancianos muy bien vestidos que sabiendo que estoy con la hora me comenta, el señor de gruesos lentes, que lea un panfleto. Añade, habla de la palabra de Dios.
Recibo con amabilidad y pienso en la pereza de levantarse temprano únicamente para caminar e intentar charlar con desconocidos sobre creencias legibles ante su comunidad.
Cuestión de cada quien, pienso.
Respeto todas las religiones y vacilones, no me meto con pasiones y tampoco me introduzco en vicios personales; hace mucho, cuando empecé a publicar, mi editor y amigo me dijo: ‘Nunca hables de religión ni de política, la gente es demasiado fanática y es mejor ser diplomático’.
Yo no creo en Dios, no por circunstancias trágicas de mi pasado ni por alguna otra situación desastrosa, únicamente porque mis creencias han variado con el paso de los años. Por decirlo de un modo simple y sencillo para no hondar en la intimidad de este escritor -esa misma intimidad que únicamente cuento cuando llegamos a un punto en la relación amorosa en la que estamos tan compenetrados que siento que puedo acercarte más a mí en el sentido del alma. Suele pasar cuando creo que será por siempre-. Diré, respecto a lo propuesto, que además de mi investigación actual para mi próxima novela, la cual no he tenido el dichoso tiempo de avanzar como debería o quisiera por temas extra literarios; pero a la vez indispensables (la universidad, el trabajo y esas cuestiones, incluyendo amores vagos) pienso y creo en teorías distintas, tales como extraterrestres o dioses en cada planeta, creer en un solo Dios para el infinito universo me limita por completo. Tras leer manifiestos de Darwin, Hawking y demás he llegado a muchas conclusiones que prefiero reservar para no impactar con vuestras creencias, que, digo de vuelta, respeto.
En tanto, volviendo a ese asunto de los ancianos, ya mientras caminaba rumbo al paradero recordé una anécdota, no estoy seguro si muchos han leído mi segundo libro ‘Una noche, una musa y un teclado’, pues allí comparto una vivencia con una chica llamada Dulce María, mexicana, de hecho, que conocí en Larcomar allá por el año 2002, exacta y curiosamente ‘El día de los enamorados’ y tuvimos un divertido, loco y bonito romance de dos meses si bien recuerdo. Con el tiempo no me daría cuenta que conocería miles y miles de simpáticos mexicanos a quienes adoro con todo mi ser. Lo que conecta a esta chica con los religiosos es que ella tenía un libro, el mismo donde anotó su número de celular, ese libro trataba sobre una religión hindú y como su amigo el escritor disfruta involucrarse en un sinfín de situaciones con el propósito de recolectar historias, ¿saben que hizo? Tras leer el libro fue junto a Dulce María fue a uno de esos cultos a los dioses hindús, en donde le hablaron sobre Mahatma Gandhi y los demás dioses de llamativas formas y poderes extraordinarios. Todo esto fue puesto de distinta perspectiva cuando empecé a ver, años más adelante, una de mis series favoritas ‘Alienígenas ancestrales’ en donde el griego desquiciado daba sus conjeturas muy interesantes hacia todo ello. Una serie recomendada a los amantes de la teoría de los antiguos astronautas. Todo tenía cierto sentido.
No he terminado de leer la biblia, a diferencia de muchos, no me da paz; pero sí intriga. Es muy curioso que muchas teorías mitológicas sean semejantes en señal al génesis, porque tras leer una enorme cantidad de artículos de diferentes mitologías me di cuenta que es el mismo enfoque con distintos personajes.
Lejos de eso, volviendo a las peripecias religiosas, salía con una chica que iba a una religión que no voy a mencionar por respeto, fui a una de sus charlas porque me pareció llamativo y porque a ella le agradaba compartirlo conmigo y soy tan buen novio que voy adonde me inviten. Entonces, me aburrí por completo. Además, que dijeran que hacer el amor todos los días y beber café es negativo hizo que sintiera ganas de largarme del lugar; pero soy respetuoso, por eso, lo hice al acabar y no volví.
La chica entendió, me fascina eso de la gente linda, respetan y entienden las razones de uno.
Ya a medio camino de mi trayecto, antes de pensar en lo que iba a decirle a mis compañeros del grupo de estudio por llegar tarde, recordé otra experiencia, esta es muy divertida y espero no herir susceptibilidades. Hace muchos años fui a una comunión de jóvenes cristianos invitado por un amigo, estábamos una camada de tipos sumamente locos y chistosos, nos ponían nerviosos las chicas bonitas y por razones que desconozco también la seriedad de los tipos de traje, éramos unos adolescentes que reían por todo -creo que ese amigo que nos invitó se debe estar arrepintiendo- pues, al momento de repartir un pastel, no sé porque, comenzamos a lanzar dichas tajadas de pastel como si se tratase de un comedor de escuela secundaria. ¡Estábamos jodidamente locos! Y pues, como resultado, una señora recontra vieja y con un carácter del demonio nos invitó a salir.
Nunca volvimos a ese lugar. Creo que nos condenaron a cien años en el purgatorio o una cuestión similar.
Yo no soy religioso; pero me sirvo para ayudar a los animales, hago mi parte por ver el mundo mejor y trato bien a todo el mundo. Pienso que no todos son iguales; pero una vez, una vecina que decía amar al prójimo, cogió mi pelota y la reventó.
En fin, para terminar cito al gran Borges, quien dijo una vez: Un buen escritor debe ser un buen teólogo.
Y yo, estoy dispuesto a aprender de todo.

Fin

viernes, 20 de octubre de 2017

¡Me acaba de ocurrir algo terrible!

Andaba rumbo al gimnasio, con short que hace lucir a plenitud mis tatuajes de las piernas, un bolso deportivo y polera con capucha; pensando en una morena y rulosa de lentes que hace mucho me gustaba bastante; pero el amorío no tuvo sus frutos. Siempre me pongo a analizar mis relaciones mientras camino, suelo hacerlo después de tiempo, cuando la heridas sanan. Que hayamos tenido un romance de menos de un mes no significa que no afecte, no soy un hombre de nieve, tengo sensibilidad. Se me paso por la mente el repechaje de Perú ante Los Kiwi, pensé en todas las posibilidades que tenemos y no tuvimos hace muchísimos años, recordé todas las malditas eliminatorias donde nos quedamos afuera a falta de cinco fechas y las veces que lloré junto a mis amigos en borracheras post eliminación. Me sentí feliz; aunque no aliviado, trato de mantener la calma, soy un hombre lleno de emociones; pero a la vez muy cauto. Cuando tengamos el boleto completo voy a celebrar con delirio. Adoro y me apasiona el juego de pelota, no existe otra cosa en lo que no esté tan al tanto. A mí me gusta el fútbol y pienso en ello a cada momento. Empecé a practicar mi jugada maestra para la cartilla de Ganagol y fue inevitable imaginar lo que haría con ese millón de soles ganados. Definitivamente, haría un viaje por el mundo. A lo máximo que he llegado en cuestión de apuestas deportivas es a ganar dos mil soles con dos soles. Fue una gran y angustiada noche. Recordé que debo ir al banco a dejar un par de cheques que esperan en mi mesa de noche, me pongo nervioso de solo imaginar a la chica que siempre me atiende. Linda y carismática. Saludé a un conocido con un gesto de manos y una muchacha con una sonrisa; recibí repentinamente la llamada de mi vieja preguntando, ¿Qué cocino hoy? Y se me hizo extraño, hace mucho nadie me quiere engreír de ese modo y dije mi comida predilecta sin bacilar, sin importar cuánto vaya a cargar de pesas, igual iba a tragar como cerdo. Hay oportunidades que no se deben desaprovechar. Revisaba la cantidad de mensajes en WhatsApp y el otro aglomerado de mensajes de Facebook y pensé en que debía de volver y responder a la brevedad o podría hacerlo en el relevo de máquina. En tanto, supuse que por la noche vería una película y descansaría, ya no salgo los viernes como antes, esas actividades son para los adolescentes locos que nunca han vivido tanto como yo que ya estoy retirado como Carlitos Brigante. Se sumó el matrimonio de un camarada y anduve pensando en el traje que usaría, además, el hecho de casarme alguna vez siempre me aterra; pero debo decir que es un pensar bonito y tenebroso, pues, ¿habrá alguien dispuesta a casarse conmigo? De hecho, aguantarme. Si lo logra, la haré feliz por siempre y en ese tramo de tiempo, en ese preciso instante, mientras sonreía imaginando a mi esposa vestida con un espectacular atuendo nocturno exclusivo para mí, luego de haber respetado mi espacio para escribir y tomado juntos un añejo vino, seducido con la mirada y algún que otro movimiento que nosotros conocemos a plenitud, decirme ‘ya vengo’ y volver con esa maravillosa y lujuriosa vestimenta, teniendo las esposas en sus manos añadiendo, ‘debes esposar a tu esposa’ y yo azotando el látigo con tierna fiereza haciéndole entender que el manda soy yo y tras dicha imagen mental sufrir la resurrección de Lázaro en Super Saiya Cuatro, me atropellaron.
Una bicicleta montañera color rosa, cuyo sonido chillón del timbre no pude oír por los audífonos se adelantó y fue a clavar la primera rueda en mi entrepierna. ¡Demonios! De no ser por la rapidez de mis instintos de supervivencia pudo salir ileso el mejor compañero de proezas de este hombre. La descripción del momento es la siguiente, elevé con ambas manos mi grotesca intimidad para que no sufriera el impacto, el cual fue a caer en el vientre; pero el abdomen puede recibir hasta balazos.
¡Suave, flaca! ¿Qué pasó? ¿Piensas que estas en una carrera? Le dije entre enojado e irónico. Perdona, no te vi. Lo siento tanto, ¿está todo bien? Soy enfermera. ¿Puedo echarte un ojo?
Tranquila, Toreto. De no haber sido por mis reflejos estaría cancelando mi cita del fin de semana con Gal Gadot.
Lo que sí tenía jodido era el muslo. Unos terribles arañazos y un raspón rojo en mi mano, lejos de eso, lo importante estaba en óptimas condiciones. Listo para salir al coliseo.
Por su parte, la chica me trajo alcohol y curitas. Le dije que no se preocupara; pero insistió.
Había olvidado cuanto duele el alcohol en una herida.
En fin, se despidió con otra disculpa y le dije que tuviera cuidado.
Como nota final: Tras seguir mi rumbo imaginé que Wonder Woman aparecía y me cubría del inesperado atropello y esa idea me puso libidinoso, pero esa es otra historia.
Fin

miércoles, 18 de octubre de 2017

Tres situaciones curiosas

1.- Debió ser muy extraño para el abuelo bicentenario, seguramente conservador y de mente ajustada como orificio de aguja entrar al baño de hombres y ver a un tipo vestido de traje a la medida soltarse el cabello, moverlo como modelo de acondicionador, acomodarse y realizar un moño con una impresionante rapidez, para luego salir apresurado.
2.- Llego a la universidad y en la entrada del aula me espera una compañera, de lentes y cabello ondulado, el cual con su debida aceptación he tocado y olido -porque adoro los cabellos- me dice con duda en su entonación: ¿Qué estas escuchando? Seguro Rock. Enseguida realiza un gesto con las manos -de esos que usan los rockeros- y saca la lengua con extrañeza; aunque también con humor. Tras una sonrisa, le respondo: Ed Sheeran. Que me vista de negro, lleve el cabello largo y suelto no implica que siempre escuche Rock.
3.- Que gracioso ver el rostro de la joven encuestadora al ver a un tipo de cabello amarrado -un moño un tanto descuidado por tanta ida y venida durante el recorrido de la casa- con delantal y escoba en la mano todo un ‘amo de casa’. ¿Qué puedo decir? Alguien tiene que hacer ese trabajo.
Son cositas.

jueves, 12 de octubre de 2017

El doble

—Bro, tengo un serio problema—, — ¿Qué sucede? —, —Desde que estoy soltero… ¡Veo muchas chicas lindas! Esto no me pasaba antes, es que andaba de relación en relación y ahora no dejo de contemplar a cuanta belleza abunda por las calles—.
Tras una carcajada que me despertó del sueño, le dije: Me imagino, antes parabas encadenado y ahora que estas solo puedes por fin mirar el mundo. Yo no veo ningún problema. Es más, veo una oportunidad para inspirarte.
—Sí y no. Lo que pasa es lo siguiente: Me quiero involucrar con una chica y de repente, después con otra y posiblemente con otra persona, obviamente en distintos momentos; pero, tengo una imagen que mantener, tú sabes, no puedo quedar como un picaflor. Los niños me ven en la tele y no puedo darles otra impresión. Sé que me entiendes, ¿verdad? —.
—Indudablemente. Pero, eres mortal, debes darte tus gustitos de vez en cuando siempre con el respectivo perfil bajo. Yo, muchas veces, me doy mis escapadas y no publico nada en mis redes. Salgo de casa diciendo ‘ya vengo’ y regreso de madrugada. Nadie tiene porque saberlo.
—Comprendo. Como esa vez que me contaste que estuviste en ese antro del demonio, no puedo imaginarte en ese lugar; pero desde que te conozco más he logrado entenderlo. Historias, todo se basa en la pregunta, ¿Qué escribo? —.
—De alguna manera u otra nos parecemos, tú en tu mundo actoral y yo en mis relatos, somos dos personas totalmente diferentes en esos otros planetas a los que llamamos, sutilmente, trabajos—.
Escucho su risa y enseguida añade: Estoy en una discoteca, he salido a la calle para llamar. Habla, ¿Vienes? Tengo un pase libre.
Veo el reloj y contesto con desinterés: Son las doce de la noche, estaba soñando con Wonder Woman.
—Socio, aquí vas a encontrar a otras Woman Woman— responde con una picardía indiscutible.
— ¿Por qué lo dices? —.
—Es un lugar nuevo, vienen chibolas de U de Lima, Pacífico, todas locas y desesperadas, es fin de parciales y la gente entra en desenfreno. ¿Y sabes algo? —
No me permite responder, lo dice de frente: ¡Les gustan los tipos mayores! Pero no esos feos y arrugados con el pipilín decaído, sino de treinta o treinta cinco, fogosos y de espalda ancha.
Empiezo a matarme de la risa y enseguida, con la misma seriedad, aclara: ¡En serio! Ven, chapa un taxi, te espero en la esquina. Esta en Miraflores, llegas en veinte minutos. Hay rubias, morenas, simpáticas todas, no te vas arrepentir.
Mis citas habían sido un rotundo fracaso, solía mirar la hora y decir: Debo irme, mi gato se atragantó con un bolo de hilo.
Ni siquiera tengo gato.
Sabía que necesitaba algo de acción en mi vida; pero no quería compartirlo con nadie, es decir; quería desarrollar o mejor dicho, liberar esa carga de manera sigilosa, sin tanto faranduleo.
Pensé, no conozco del todo a este sujeto, fuimos compañeros en una clase de Literatura Griega hace un par de años atrás y desde entonces me pide consejos extraños de madrugada. No entiende el significado de la risa de tres líneas después de un comentario estúpido; pero, me agrada que no sepa tanto de mí, es un factor importante cuando quieres hacer algo diferente.
—Me alisto y voy—.
— ¡Esa es, mi bro! — dijo con exuberante emoción.
Dudé tras esa frase, se la había escuchado a mi primo de quince años mientras le enviaba un audio de WhatsApp a su amigo del colegio previo a una fiesta.
Me sentí viejo. Mis frases de inicios del 90 están guardadas entre las páginas de mi primer y más irresponsable libro, el cual, nunca voy a compartir ni volver a editar porque podría manchar mi actualidad. De todas esas frases la única decente y que todavía uso es el legendario: Son cositas, modificado sutilmente del, ‘Son huevadas’ que no paraba de repetir.
Me vestí como un hombre de mi edad, jeans clásicos, zapatos casuales, una camiseta blanca cuello v y un blazer sutil.
Cogí una de las fragancias, la de los caballitos color rojo y rocié un par de gotitas, nunca como esos cretinos que la derraman por el cuerpo.
Encendí un cigarrillo y salí de casa tras acomodarme el estructurado moño del cabello.
El Uber me esperaba afuera. Ya dentro y avanzando a velocidad le escribí a mi amigo: ¡Hey! Estoy yendo, espérame en la esquina.
Llegando vi a un conato de infantes realizar una impresionante cola en las afueras del local, recordé mis tiempos en las discotecas de Barranco, allá por 1987. En donde debías de estar en una lista para ingresar sin colas y no sabías como comunicarte con tus demás amigos ya que no todos llevaban celulares. Era cuestión de acordar el lugar y hora exacta; pero a veces te hacían esperar horas.
Me arrepentí, lo confieso. Me vi en un teatro, sentado junto a una damisela viendo Hamlet o en el caso más hogareño, echado en mi cama junto a alguien viendo ‘Un lugar llamado Nothing Hill’ antes o después de hacer el amor; pero no en Coney Park.
Mi amigo estaba debajo del letrero que señala el número de cuadra, vestía bermuda Quiksilver, chévere, de hecho; pero cuando tienes 19 años y es verano. Una polera con capucha y una gorra. Fumaba un cigarrillo y miraba hacia todos lados.
— ¡Hey! —le dije agitando únicamente el mentón.
Se acercó al auto como un vendedor o comprador de droga y me dijo: ¿Ves a esos culitos? Serán nuestros, mi loco.
Nuevamente la imagen de mi primo hablando con su amigo planeando la estrategia para el quinceañero apareció en mi cabeza.
—Deja de decir esas estúpidas frases— quise decirle.
Sonreí y con la mejor sutileza posible me percaté que su información era debidamente correcta.
Salí del auto y caminamos hacia la entrada. Realmente, yo parecía su padre; pero me hizo entender lo contrario con este simpático comentario: Oye, no nos vemos tan viejos que digamos.
—Yo me veo de mi edad, tú pareces un cachimbo de la Isil— le dije entre risas.
En la entrada estaba un tipo corpulento, moreno y vestido de negro, tenía consigo una importante cantidad de hojas, recordé los tiempos de las listas en las discotecas; mi amigo, haciendo gala de sus contactos, se acercó y le dijo: Ya estoy con mi compañero.
—Listo, pasen—.
Se hizo a un lado e ingresamos ante la atónica mirada de todos los adolescentes.
Por un momento me trasladé a los instantes en que hace décadas solía esperar junto a mis camaradas que se abra el ingreso y acostumbraba llegar un sujeto importante, bien vestido y con dos rubias en sus brazos para entrar sin restricciones. Me agradaba ese fulano.
Ahora, curiosamente, yo era quien hacía lo mismo. Solo que en lugar de una rubia voluptuosa, estaba junto al protagonista de Volver al futuro.
Adentro, me dijo: Este es el plan, yo voy a decir que soy abogado, porque lo soy y tú dirás que eres escritor. A las chicas les gusta que un hombre sea realizado, en especial a las chibolas, me asombran con facilidad. Usa palabras técnicas, habla de temas y destraba a la gente.
— ¿Destraba? Oye, habla bonito— le dije, ya cansado de sus absurdas palabras.
—Eres actor y abogado, al menos compórtate como alguien de tu edad, por el amor de Dios—.
Puso cara de niño cuando no le compran un dulce.
—Lo siento. No quise ofenderte. Sé que es duro para ti, tratas de encajar en un mundo que no es tuyo y te sientes solo porque tu novia te dejó y deseas vivir experiencias emocionantes para olvidarla—.
— ¡Carajo, Bryan! Leíste mi corazón con tal solo mirarme. Bien, utiliza eso para con las chicas.
Sonreí al tiempo que pensaba: Este tipo esta perdido; pero me agrada.
También recordé la razón por la que vine: Yo también quiero un poco de acción; pero he estado todo el rato actuando como un viejo verde.
Me hizo reír pensarlo.
Siempre hago las cosas con calma, no tengo apuro y tampoco demuestro desespero, actúo con pausa, se cuando lanzar el centro directo a la cabeza y cuando anotar.
—Mira, esa rubia es bien bonita. Anda, acércate— le dije y añadí para motivarlo: Te está mirando desde hace rato.
—Bro, acabamos de llegar, ¿Cómo va a verme desde hace rato? —.
Recordé que tampoco es tonto. Entonces, le dije: Desde la cola, ella vio que entramos con facilidad y se interesó por el tipo con la bermuda de bolsillos a los costados.
Aguanté la risa y lo oír decir con seguridad: Sí, tienes razón, sentí que alguien me miraba. Voy a acercarme.
Cuando se marchó, le di un sorbo a mi trago y fijé mi mirada en la morena de cabello ruloso que estaba al frente, su melena ya estuvo en mi cabeza desde que anduve en el umbral, es más, mi visión detectó el color de sus uñas cuando me acerqué a la barra y aunque no haya hecho ningún movimiento, ya pasaba en mi cabeza la idea de cómo persuadirla.
— ¿Me recuerdas a alguien? —, ¿A quién? —, —Una chica de piel tallada por el sol y un cabello con aroma a flores del edén. Recuerdo haberla visto en un sueño; pero creo que ya se materializó—.
Sonríe.
—Qué lindo—.
Le devuelvo la sonrisa y me siento a su lado.
—No te diré mi nombre hasta que me aceptes un trago—.
—Una cerveza estaría bien—.
Levanto la mano sin perderla de vista. Se la trajeron y la oí decir: Soy Ariana.
—Yo soy Bryan, que gusto— le estrecho la mano y le doy un beso ante su enorme sorpresa.
— ¡Oh, Dios! — dice con una linda sonrisa. Se escucha una canción, ya le ha dicho al DJ que la sintonice, nada es casualidad, todo ya estuvo planeado.
—Bryan, Bryan, ¿Dónde estás, carajo? — Escucho a mi amigo decir con cierto apremio.
—Elevo la mano—. Soy de los pocos que bailan.
—Ganador— me dice al oído—.
Este es un idiota, pienso y le sonrío.
—Oye, bro, gracias por invitarme; pero ya debo irme—.
— ¿Qué? ¿Tan rápido? —
—Bueno, mi compañía no quiere estar más en este lugar y yo tampoco—.
— ¿Cómo lo hiciste? Dime el secreto—.
Le dije, en son de broma, repito: En son de broma, lo siguiente: Pues, la vi a los ojos y le comenté que era escritor.
—Nos vemos otro día, suerte—.
Saliendo de la discoteca bien acompañado subo de vuelta a un taxi con destino no mencionado en este relato.
—Hola, me llamo Bryan Barreto y soy escritor—, ¿Así? ¿Qué libros has publicado? —, —Eh… ‘El hombre que no dejó de amarla’ que narra la vida de un sujeto muy enamorado de un amor imposible, ella tenía esposo cuando él se enamoró y aunque nunca pudieron estar juntos, el amor se incrementó solo en un corazón—.
— ¡Oh! Es una tragedia. ¿Y donde lo venden? Quiero comprarlo, de hecho, quisiera que lo firmes cuando lo tenga—.
—No lo dudes, muñeca. Cuando sientas que es tu vida la que cuento, yo te firmo el libro.
—Realmente mi vida no es tan penosa. Es verdad que ando sola; pero debo decir que acabo de conocer a alguien especial—.
Una mirada sensual y muy sugestiva impacta en sus ojos. Él sabe lo que va a ocurrir enseguida y aprovecha la ‘melodía’ de Maluma para besarla en la pista de baile.
—Debo irme; pero, ¿me llamarás por la mañana? —.
—No lo dudes, mi reina—.
—Y ¿sabes? Es la primera vez que conozco a un escritor, no pensé que se vistieran de ese modo; pero eres lindo de corazón.
—Mi encanto se encuentra adentro—. Vuelve a besarla y se despiden.
Pide una cerveza y la barista le pregunta, ¿eres escritor? Que interesante. Soy Fabiola, salgo a las cuatro con treinta, ¿podemos ir a mi casa a seguirla?
—Claro, Fabi, me avisas. Voy a estar inspirándome con este trago y sentado al fondo junto a mi fiel compañera la soledad—.
— ¡Por Dios! Qué profundo—.
—Todo me sale del alma. El lenguaje del alma es mi modo de expresarme—. Abre los brazos elevando la mirada y se lleva ambas manos al corazón.
Al rato le cae otra cerveza. La barista le sonríe dejando que lea sus labios: Va por mí.
De repente, una chica junto a su amiga se sientan al lado, él sabe cómo actuar, improvisa un verso inspirado en sus ojos: Ahora comprendo, la tierra alguna vez tuvo tres lunas; pero dos fueron a caer en tu mirada.
—Disculpa, ¿Qué intentas? —.
—Soy Bryan Barrera, digo, Bareto, no Barreto. Y soy escritor—.
— ¿Ah sí? Mira qué curioso. Yo soy lectora acérrima de El Marqués de Sade. Si quieres conquistarme, no me digas algo sacado de un libro de Coelho.
Empezó a reírse junto a su amiga.
—Es broma. ¿Cuáles son tus autores favoritos?
—Eh… García Márquez y Llosa, de hecho—.
— ¿Cuáles son tus libros predilectos de ambos autores? —
—Ese pues, ‘Cien años de incertidumbre’. Digo, de soledad—.
—Oye, amigo, te voy a dar un consejo: Dedícate a otra cosa porque como actor te vas a morir de hambre.
— ¿Por qué lo dices? —.
—Conozco a Bryan y jamás actuaría de ese modo tan patético—.
Se levantaron y se fueron a sentar a otro lado.
Tuvo mala suerte que la barista supiera sobre la charla; pues, se fue decepcionada. A nadie le gustan los mentirosos.
Sin embargo, su fortuna tuvo un destino diferente, debido a que la fanática del Marqués de Sade, dejó a su amiga en el taxi y volvió para charlar con el actor.
— ¿Sabes? Mi amiga se fue con su novio, yo estoy sola y aunque resulte extraño, me excitan los juegos de rol. Ya que intentas ser Bryan Barreto, ¿puedes seguir actuando como él? Tal vez, tengas una noche jamás vivida.
—Permíteme presentarme, soy Bryan Barreto. ¿Y tú, realmente eres de aquí? Deja, yo te enciendo el cigarrillo—.
—Ya estas mejorando—.
La charla siguió hasta que cerraron las puertas de la discoteca.
Yo desperté al mediodía. Abrí los ojos y vi una silueta tallada por el mismísimo Hefesto reflejarse en el vidrio de la ducha, Miguel Ángel habría dibujado una obra maestra como ella; pero yo, había gozado de sus encantos corporales durante la noche.
—Mi cielo, ¿me acompañas? — dijo sacando su cabeza por un lado y mostrando una simpática sonrisa.
—Voy de inmediato—.
Oí el celular en ese momento, era Estuardo, mi Adam Sandler de la noche anterior, quise saber qué demonios había sucedido con él, por eso resolví contestar.
—Bryan, ¿puedes venir a ayudarme? — Se escuchaba preocupado.
— ¿Qué sucede, Estuardo? —.
—Revisó mi DNI y supo mi verdadero nombre: Estuardo Aroldo De la Torre Mozambique—.
— ¿Ah? ¿Qué carajos hablas? Y ¿Realmente te llamas así? Vas a ocasionarme un infarto.
—Oye, las drogas de ahora no son las mismas que antes. Ten cuidado antes de meterme huevadas al cerebro. Y por favor, madura, tienes 36 años y te sigues comportando como un idiota. Te voy a dar un consejo, si quieres hacer algo, hazlo de forma caleta, no andes fanfarroneando con todo el mundo. Mírame, mantengo mi imagen y hago algunas cositas sin levantar pueblo— añadí como una madre, vulgarmente, desahueva, a su hijo.
—Bryan, tú no entiendes. Estoy en una situación realmente complicada—.
—Oye, estoy a punto de sumergirme en el Nirvana. Tengo que entrar a la ducha donde me espera Calipso—.
— ¿Ya vienes Odiseo? —
—Hazme inmortal, mi morena. Que yo no tengo a ninguna mujer tejiendo y esperándome.
—Ven, mi Odiseo fetichista y tatuado—.
—Suerte—. Colgué y me fui a la ducha.
—Así que quieres ser Bryan Barreto. Pues, entonces, deja de quejarte. Te he atado solos pies, ahora siguen las manos y los golpes que estoy dando son suaves. No seas llorón. Voy a vestirme con el latex negro, ya regreso y no apréndete algunas palabras en alemán, eso me calienta—.

Fin

domingo, 8 de octubre de 2017

A los 30 (Primera entrega)

- Recuerdo con humor mis gloriosos años de borracho, pienso que todo buen escritor, aparte de ser teólogo, debe ser un buen ebrio. Yo tenía diecinueve años, los mismos que tuvo la chica con quien salía hasta hace menos de un par de años; en dicho entonces, estaba en uno de esos antros malditos en donde te venden la cerveza de 1 litro a precio razonable, los baños son como en el lejano oeste, solo que en estos las balaceras son amigables y uno entra en carne y hueso y sale como Pinocho (a veces como Robocop). Ni que decir del sudor corporal que en dicho verano y en un sótano solía ser terrible; pero un buen desodorante lo soluciona todo. ¿Lo mejor del calor? Las chicas en faldas microscópicas y los sujetos como yo, medio ebrio y un poquito loco, se suben a las mesas de billar para hacer la estupidez más divertida del momento, el preciado y recordado baile de stripper ante una grotesca cantidad de desconocidos y siendo respaldado por mis borrachos amigos.
Lo hice varias veces, ya era conocido, llegaba un punto en el que el DJ hacía sonar ‘mi canción’ y yo, donde me encontraba empezaba a moverme rumbo al escenario, que era esa bendita mesa de billar, entonces, con muchos menos kilos que ahora, aunque el mismo cabello largo (pero sin el estructurado moño) subía y comenzaba con un movimiento de cadera que las chicas (y tipos) silbaban sin parar entre risas, sonrisas y fotografías de cámaras digital (de esas que tardan un montón en descargar). Ahora que lo pienso, tuve mucha suerte que no existieran esas lindas transmisiones en vivo o lo instantáneo de subir imágenes a las redes. Volviendo al show, me alzaba la camiseta mostrando un abdomen importante (ahora debo de cuidarme de algunas comidas) y era curioso, pues nunca fui yo quien se sacó la camiseta, generalmente, subía una chica y se adueñaba de mi prenda superior.
Sacarme la correa siempre fue sencillo cuando llegaba a casa y solo quería dormir; pero en el acto, lo hacía lento, como quien demora para crear ansias, me gustaba desarrollar ese proceso, luego me la daba de vaquero con el cinturón y los ojos se me cerraban por los malditos flash, era divertido.
En ese tiempo no salía con alguien, la novia que tuve me pidió ‘un tiempo’ para probar suerte con otro tipo -como si yo no me diera cuenta- siempre he estado un paso adelante, dicen que los escorpiones son intuitivos, yo suelo serlo más. Cuando volvió le dije que no deseaba regresar porque le cambié el cerrojo a las puertas de mi corazón.
Insistió -detesto que esto suceda- y tuve que decirle lo obvio. Lo negó y tuve que mostrarle mis pruebas. Se quedó muda y le dije, si gustas podemos ser amigos. Era obvio que no lo seríamos; pero años más tarde, cuando esos tiempos pasaron, volvimos a vernos y quedamos como simples sujetos que se saludan por la calle y ya.
Yo nunca tengo resentimientos. Soy tan práctico que no necesito de eso para mi vida.
Volviendo a ese bar de mal beber cuyo nombre no recuerdo, todo era una locura y sobre todo en verano, donde las chicas solían ir en ropa de baño. He aquí una simpática curiosidad de este escritor: No me llaman la atención las mujeres en bikini.
Lejos de eso, mis amigos estaban babeando por los bronceados y los cabellos brillosos por la sal del mar, yo hacia lo mío, divertirme tomando el ron que llevamos ‘encaletado’ y conversando de un sinfín de estupideces con mis nuevos colegas que conocí en el baño. Uno no sabe cuantos amigos puedes hacer mientras orinas. Sobre todo, personas tan amigables que te invitan lo que llevan oculto en cajetillas de cigarrillos. Entre otras cuestiones, a veces salíamos del lugar para irnos a un parque cercano, lleno de arboleda y oscuridad, a lo lejos, otro amigo que quería unirse podía divisarnos viendo la luz del cigarrillo chistoso que fumábamos.
Una vez se apuntó una chica, estaba borracha y en bikini, este nuevo amigo me miró con un ‘Habla, ¿le vamos?’ y yo que andaba concentrado en el troncho no le hice caso a lo que trataba de decirme, luego de que ella fumara y botara un humo contagiante comenzó a besarse con el tipo, -al parecer tenían algo desde hace varias horas porque creí haberlos visto bailar pegaditos el Playero 37-. Fue mi oportunidad para terminarme todo y tras hacerlo volví al antro como una fiera desquiciada, me sentía como Sansón cuando pierde la vista y destruye todo, solo que yo boté algunas botellas de cerveza vacía y comencé a ver a mis demonios con rostros de personajes divertidos, estaba, de hecho, en otro mundo. En ese momento, fui con el DJ que de tanto asistir al mismo lugar, todos los malditos viernes a partir de las siete de la noche hasta el manto, nos habíamos hecho compañeros de juerga y debido a ello le dije que si podía tocar y fui DJ por un par de minutos. Una experiencia de la putamadre. Sentí que todo dependía de mis manos, desde los besos en la pista de baile, hasta el loco que sube a la mesa de billar y esos puntos muertos donde nadie baila y todos chupan hasta morir. En pocas palabras, era el Dios de la fiesta.
El bar, que momentos los que viví en ese lugar, era una entrada como cualquier otra, de esas que pasan desapercibidas, no te das cuenta que existe algo subterráneo, tocas la puerta tres veces, sale un tipo por la ranura y te dice: Santo y seña. ‘Navidad, Batman abrirá’. Entras y todo es un desmadre, mis colegas ya estaban adentro, yo solía ir después, debía de hacer una parada en un callejón de Lince donde se encontraba un tigrillo con un tajo de la ceja hasta el tobillo, le daba un billete y me daba mi premio. No nos conocemos, decía. Andaba paranoico, siempre hablaba de los tombos, creía que todos lo miraban, nunca me veía a los ojos, era un tipo extraño, lo llamaba ‘The contact’ con mi ingles hasta el culo. Se me hacia divertido hablar de manera coloquial, por eso mi primer libro fue escrito en idioma vulgar, con palabras groseras y situaciones bizarres.
Tras salir del point, volvía a casa para bañarme y vestirme, cogía mis pertenencias necesarias, incluyendo los condoritos por si no llego a dormir y hacia la llamada a un amigo de suma confianza diciendo: Voy yendo, espérame con la mesa servida.
Por la bulla no podía oírlo bien; pero escuchaba algo como: ¿Traes la que mató al papa? Yo le decía: Tengo la que resucitó a Jesús.
Este se emocionaba como perro con dos colas y yo me empilaba con la música de fondo; pero nunca gastaba el poco dinero que tenía en una movilidad rápida, pues, prefería el bus. Siempre he sido ahorrativo, solo gasto en mis diversiones, es decir y emulando a mi abuela, me doy mis gustitos.
En ese periodo eran poco extraños, aparte del licor y esos asuntitos, me gustaba visitar cafeterías, sentarme a leer un libro y esperar que alguien se sentara a mi lado para iniciar una charla, era como en Larcomar (años antes de esos sucesos) que solía quedarme viendo el interior y una chica se acercaba para ‘hacerme el habla’ o era yo el conquistador que hacia prácticamente lo mismo. Siempre me ligaba un MSN y después una salida, enseguida un beso y luego una relación bonita. Era todo un galán; pero ‘caleta’ sin vender humo, solo y relajado, sin contarles a mis amigos, así era mejor porque ellos por más que sean unos genios, tenían la manía de arruinarlo todo. ¿Cómo lo hacían? Pues, diciendo: Tienes unas amigas para nosotros.
Eso me generaba un disgusto, pues, yo quería salir solo con ella, me desenvuelvo mejor. Con mis amigos voy a fiestas y demás, con mi chica hago vida hogareña.
Para llegar al ambiente se debía descender por una escalera húmeda por el licor y llena de huellas de zapatillas, cualquier movimiento en falso y te podías romper el cuello.
Habría que tener mucho cuidado, sobre todo al salir del lugar; por suerte siempre había uno o dos que andaban completamente borrachos; pero en estado Terminator. Servían para apoyarte; pero no para entablar una charla. No porque no hallan temas, sino porque no podían pronunciar palabras.
Sobre conversaciones extrañas. Cuando uno está ebrio suele charlar de cualquier estupidez o rareza, me encanta decir tonterías, es como si me sacara una espina. He sido y soy un tipo correcto, formal dirían algunos; pero cuando tomo demás y me dan confianza y estoy en un ambiente alegre empiezo a decir payasadas graciosas, es decir; saco temas de todo sitio y le meto humor. Ahora no desarrollo tanto esa actitud, en ese entonces era voraz.
Recuerdo que con mi amigo nos quedamos hablando horas sobre objetos submarinos no identificados, quemamos cerebro con el tema de El lago Ness, pues, yo le dije que había una especie de agujero de gusano que traslada a la bestia de cuello largo de la prehistoria a la actualidad al ingresar por ese hueco sin darse cuenta.
Él afirmaba que era un animal que había logrado escapar de la extinción y que lo mejor sería no joderlo, porque el hombre tiene la formula de joderlo todo. Hacia un énfasis terrible en ese sentido, se emocionaba como yo cuando se trata de fútbol y se amargaba al punto de querer lidiar a golpes con cualquiera que creyera en la humanidad.
Temas de esos relucían a altas horas de la noche, cuando las chicas se iban y los tragos faltaban por terminar, éramos como dos tipos que filosofaban sobre la vida y demás. Luego, por ejemplo, un lunes temprano, charlamos de rutina, trabajo, estudios, etc. Cosas aburridas.
El bar cerraba el resto del tiempo y cuando pasaba por allí, por ejemplo, un martes saliendo de la universidad, llevando mis estudios de Marketing y meditando la pregunta, ¿Qué demonios hago estudiando esto? Transcurría por el lugar y reía recordando las peripecias ocurridas adentro.
Mis demonios eran trabajadores y estudiosos de lunes a viernes por la noche, los fines de semana se transformaban en grotescas criaturas que van de caza y dispuestos a todo. Era lo que me agradaba de ellos, que resultaba cobarde el quedarse en el antro hasta las 2am, cuando los valientes se marchaban al amanecer y solo pocos se quedaban tomando caldo de piedra en la tía de la esquina. Estábamos locos.
Una de las anécdotas que me acuerdo en este momento ocurrió la noche en que conocimos a un grupo de chicas, -típico de las juergas- pero esa vez fue distinto a todas.
Al amanecer fuimos al departamento de una de ellas, éramos cuatro contra cuatro, nos frotamos las manos y el mentón. Ante nuestra sorpresa, para bien o para mal, todas subieron al segundo nivel -que era una especie de cuarto secreto, no recuerdo bien, estaba picado- y bajaron diferentes. No en el sentido de vestimenta, tampoco en referencia al maquillaje, lo que voy a decir puede que sea traumatizante para muchos lectores; pero, aparecieron cuatro robustos sujetos. Es de las pocas veces que se me quita la borrachera en un segundo, nos fuimos corriendo del lugar.
Claro que nos matamos de la risa e hicimos un sinfín de bromas con las posibilidades, de que, si por casualidad deseábamos o nos hubiéramos sentido cómodos con ellas, digo, ellos. Me gustaban y gustan demasiado las mujeres como para envolverme en un tema de dicha índole.
El siguiente fin de semana no los vimos, creo que fue la primera vez que estuvieron en el lugar. Fue extraño y sumamente gracioso.
Otra situación, ya contraria a esta, es la de siempre, emborracharnos hasta morir, hablar miles pero miles de estupideces, conocer chicas y bailar de manera divertida, hacer los pasos tontos y reír hasta quedarnos sin garganta con una sonrisa de oreja a oreja.
Fue una época maravillosa, fui feliz y no me daba cuenta; aunque tengo muchas aventuras registradas en mi memoria.
Un día, vi a unos tipos con chaleco de la municipalidad frente al local, era raro que la puerta ande abierta a dichas horas de la mañana, sacaban la barra y la mesa de billar con marcas de mis zapatillas y sudor corporal en su pieza. A Horacio, el dueño, le dieron el ultimátum: Regulariza tu negocio o te vas al carajo. Fue la primera vez que lo vi, se oyó mucho de él, que era narco, mafioso y proxeneta, todo junto; pero tan solo era un sujeto de traje y anteojos, más sano que un vaso de leche en apariencia pero con sus cositas como todos.
Su BMW estaba al frente, una pinta impresionante, me dieron ganas de armar mi propio antro de mala muerte y contratar a Herald ‘El DJ’ pero era tarde, lo llamaron para un parroquiano local en Barranco.
Mis demonios y yo nos sentimos deprimidos y sobre todo, reprimidos.
Pero, teníamos diecinueve años, todavía había tanto por vivir y tanto por hacer. En una triste particularidad, yo quería celebrar mi cumpleaños en ese sitio, la leyenda era que te cantaban ‘Feliz cumpleaños’ un grupo de chicas con camisetas mojadas y regalaban una botella de tequila que ellas te hacían beber.
Cumplí 20 y los hice en una aburrida discoteca, donde cierran local a las 3am y todos son unos parroquianos recién salidos de misa; aunque, mis demonios llevaron el arsenal para divertirnos mejor.
¿Qué coincidencia tiene que ver esto con mi actualidad? Pues, a los 30 me he vuelto un tipo hogareño. Paro los fines de semana en mi feudo, como canchita y veo películas románticas para deprimirme un rato y tener que escribir, luego pienso en la chica que nunca tendré y observo imágenes de tiempos gloriosos en mi PC, vuelvo a deprimirme y sigo escribiendo. Tengo más dinero que antes, menos tiempo, menos amigos, una pequeña que adoro y me alegra la vida; pero he desarrollado mi carrera y lo disfruto, valoro mejor el tiempo con amigos y lo gozo y por supuesto, me siento físicamente mejor que antes (que andaba haciendo locuras) y un tanto mejor encajado en mi vida, eso me hace ciertamente feliz (a quien engaño, la tranquilidad no es sinónimo de felicidad) por eso, de vez en cuando, me meto en líos, como para no perder la costumbre. Irónicamente, aunque a veces me cuesta aceptarlo, la estabilidad es realmente genial.
Buen tiempo anterior, mejor tiempo de ahora.

Fin de la primera entrega.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Del autor y sus fantasmas

- Me siento abatido. El amor es un mal inquilino. Viene, renta y paga por adelantado, dice que es indefinido y luego se marcha sin dejar rastro. 
Una vez fui feliz; pero ya no lo recuerdo. Borrosa se ve mi sonrisa de ese entonces. Pocos recuerdos quedan de tiempos gloriosos. El hoy no es más que una guerra de egos, de celos enfermizos como aviadores lanzando bombas y campos minados de intranquilidad.
No estoy cómodo con nadie, soy como un paciente terminal que solo intenta ser atendido por su doctor, ese mismo capricho tengo; pero la ideal se olvidó de mí o tal vez, ni siquiera existe. 
De repente no es más que una metáfora romántica de una poesía de Bécquer o quizá, solo la vi en sueños y desde entonces pienso que aparecerá en la realidad. 
Es curioso, la veo y siento cuando sueño; pero no me paso el tiempo durmiendo porque escribir es la prioridad, por eso, cuando creen que sueño, yo escribo, cuando me imaginan durmiendo, tecleo. Cuando creen que estoy soñando con ella, intento reflejarla en mis textos, sentir que aparece detrás y me sorprende; pero no está, ella vive en la realidad de los reinos de Hypnos y yo no puedo quedarme dormido por siempre.
Todo lo romántico que puedo llegar a ser lo uso para escribir, las relaciones interpersonales ya no son mi afán, muchas mujeres pasaron por mi vida, rentaron mi corazón y no pudieron mantenerlo enamorado. Desconozco las razones, tal vez, errores menores que no aprendieron. Yo mejoro, siempre evoluciono; pero no les agrada el hecho que escriba hasta morir y lo que engloba mi labor. Los celos de gente que ama lo que hago, el desespero por verme escribir y no ir a la cama a dormir, el hecho de querer mi tiempo y no comprender que estuve tiempo a tu lado, factores que desencadenan mis ganas de terminar. 
No me llamo incomprendido, solo espero que me acepten. Que tengo mi vida pública en redes y la privada entre cuatro paredes. No hay fotos de mi pequeña ni comparto relaciones amorosas, cuento situaciones pasadas con dosis de fantasía, relato historias mías fusionadas con otras, no comparto mi vida privada; pero hay gente que no comprende que eso no significa que hago cosas a escondidas, es solo que prefiero no ventilarlo todo y reservarme para mí lo que más quiero y lo tengo con recelo.
Me dicen indiferente cuando termino relaciones y avanzo sin mirar atrás, uso los recuerdos y las emociones para escribir y en soledad me siento tan nostálgico que algunas lágrimas caen. Nunca cuento mis tristezas, las reservo para mí, porque adoro compartir alegrías y guardar lo peor.
Ves mi rostro pero no mi corazón. No me digas indiferente cuando no sabes todo lo que he vivido. No digo que soy fuerte porque me crea valiente, sino porque la vida me hizo tener esta coraza y unos huevos de acero que no se caen en las derrotas. 
No me conoces si piensas que soy frio, si avanzo cuando culmino, si adhiero experiencia y mejoro, soy así porque la vida me dio una patada en el trasero alguna vez y me volví en un sujeto con agallas. 
Mi lado sentimental lo muestro en escritos, en algunos que ni siquiera comparto, en otros que comparto a íntimos amigos y en algunos sucesos hasta mueren en la mente.
Hoy me abro como nunca y deslizo sentires en un texto, quiero que sepan quien soy, que no oculto más que algunas emociones y recuerdos que reservo, pero que el resto de mi vida es libre para historias de toda índole. He amado muchas veces, sueño con el para siempre; pero cada vez lo noto aislado, como un naufrago que ve en el mar un barco fantasma que parece asomarse y nunca llega. 
Mi felicidad es el trabajo diario, el crecer con lo que hago y ver crecer a quien adoro; pero compañeras no hay ni habrán; aunque puede que sí, pero se irán o dejaré ir. 
Me embarco en un proyecto personal con nombre y apellido, no soy de nadie por el momento, ni del tiempo ni el destino, solo de mi soledad, fiel amiga y la noche llena de textos, con gente que conozco a alrededor de una pantalla y que confío lo poco que dejo mostrarme. 
Por el momento hay tanto de mí para dar al mundo; pero nada para ofrecerte.
Estoy cansado de las peleas, de los celos y las situaciones de intranquilidad, por eso me alejo de todo y me dedico a escribir como alguna alguien me dijo: Escribe, solo hazlo, no piensas en otra cosa, solo escribe y se feliz. Crea mundos, sucesos, mujeres y demás. Cuando te des cuenta, vas a estar sumergido en otro mundo, un mundo ideal para ti.
Daniela me lo dijo alguna vez.
Buen día para todos.

lunes, 2 de octubre de 2017

Cosas de celosas

- Basado en hechos reales (Aunque cueste creerlo).
'Ella dice día, yo noche y empieza a pelear porque no dije día'
En lo personal, me cuesta entender la tendencia de algunas personas por querer armar un lío por todo.
Ricardo se levanta temprano a realizar sus actividades laborales, en un tiempo libre le escribe a su novia: ‘Buen día, preciosa, ¿Cómo te encuentras hoy?’ Ella responde con apatía: Bien.
Ricardo recuerda haber tenido una amena charla con su chica durante la noche, desconoce las razones de su actual actitud, entonces, pregunta con calma: ¿Todo bien, mi cielo?
Si, ¿por? Dice ella. Él añade, pues, porque te noto un poco seria.
¿Me puedes decir quién te manda esas imágenes de buenas noches con tontos osos de peluche y estrellas?
Él se percata que ha visto su celular, el cual, no tiene contraseña porque confía en que no van a cogerlo debido a un asunto de confianza; pero obvia decirlo para no incrementar el problema, entonces, aclara: Pues, una conocida, cualquiera puede enviar imágenes de esa índole saludando por el día, no le veo nada de malo, preciosa.
Marta responde: ¡Me molesta que te envíen esas imágenes! Añade emoticonos de rostro furioso.
Ricardo se percata que sus celos, que antes eran tiernos e inofensivos, empiezan a volverse enfermizos, lo cual le produce estrés, ya que han tenido la misma charla durante los últimos doce meses de relación y ella sigue sin entender que son únicamente inofensivas y hasta estúpidas maneras de desearle buen día a alguien (no quiere decir que quien te envía eso quiera tener una noche de pasión contigo, solo está siendo amable).
¿Cómo son los celos, verdad? Se pregunta este narrador para su público lector.
Marta manda un audio en el que dice: ¡Me jode que las mujeres te manden esas cosas! ¿Puedes evitarlo?
Ricardo, ya no tan tranquilo, le dice: Amor, pues, no puedo evitar que la gente quiera ser amable conmigo y me desee un buen día, ¿o acaso esperas que me digan, te odio?
Marta se defiende en base a argumentos un tanto extraños: Seguro quieren estar contigo, seguro te mandan eso para engatusarte, hacerte sentir especial y luego querer quitarme a mi novio.
Tú lo has dicho, dice Ricardo (aguantando la risa porque el comentario resulta irracional). Yo soy tu novio, enfatiza. Es decir; estoy contigo y con nadie más y no veo a otra persona. ¿Puedes entenderlo? Son simples y tontas imágenes divertidas que elimino cuando se me llena el almacenamiento.
Ella, en un arranco netamente absurdo, -que yo, como narrador, no he logrado entender jamás- le dice: ¿Sabes? ¡Vete al diablo! ¡Quédate con esas chicas!
Aquí hago una pausa para decir que esta breve historia es un caso real; aunque suene completamente sacado de la dimensión desconocida, esto es cierto, le ocurrió a un amigo de un amigo, allá por el año 1970, compartimos cuarto en la universidad.
Y realizo otra acotación: ¿Por qué es tan fácil olvidar lo bonito por lo tonto? Esta es una pregunta para todos.
Ricardo, que había empezado su jornada laboral con una sonrisa, que le acababa de enviar un mensaje lindo a su chica y que, incluso, tuvo una charla amena la noche anterior con Marta, a quien le dijo muchas palabras lindas, adhiriendo sueños y demás que podrían realizar, se ve envuelto, de nuevo, en el dilema de la historia de su vida en los dichos doce meses relación, entonces, ya fatigado de tanto drama celoso, ya hostigado de tanto estrés; pero sin demostrarlo esta vez, porque, simplemente actúa como un ‘bueno pues, ya estuvo’ y se mantiene callado, sin ganas de pelear o confrontar, sencillamente como un tipo que entiende la situación y sabe la resolución.
Se sienta en la silla de su escritorio, bebe una copa de escoses y piensa como terminar la relación porque a pesar que pueda amarla con frenesí, también se ama y busca su paz.

Fin