Mi nuevo libro

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viernes, 20 de octubre de 2017

¡Me acaba de ocurrir algo terrible!

Andaba rumbo al gimnasio, con short que hace lucir a plenitud mis tatuajes de las piernas, un bolso deportivo y polera con capucha; pensando en una morena y rulosa de lentes que hace mucho me gustaba bastante; pero el amorío no tuvo sus frutos. Siempre me pongo a analizar mis relaciones mientras camino, suelo hacerlo después de tiempo, cuando la heridas sanan. Que hayamos tenido un romance de menos de un mes no significa que no afecte, no soy un hombre de nieve, tengo sensibilidad. Se me paso por la mente el repechaje de Perú ante Los Kiwi, pensé en todas las posibilidades que tenemos y no tuvimos hace muchísimos años, recordé todas las malditas eliminatorias donde nos quedamos afuera a falta de cinco fechas y las veces que lloré junto a mis amigos en borracheras post eliminación. Me sentí feliz; aunque no aliviado, trato de mantener la calma, soy un hombre lleno de emociones; pero a la vez muy cauto. Cuando tengamos el boleto completo voy a celebrar con delirio. Adoro y me apasiona el juego de pelota, no existe otra cosa en lo que no esté tan al tanto. A mí me gusta el fútbol y pienso en ello a cada momento. Empecé a practicar mi jugada maestra para la cartilla de Ganagol y fue inevitable imaginar lo que haría con ese millón de soles ganados. Definitivamente, haría un viaje por el mundo. A lo máximo que he llegado en cuestión de apuestas deportivas es a ganar dos mil soles con dos soles. Fue una gran y angustiada noche. Recordé que debo ir al banco a dejar un par de cheques que esperan en mi mesa de noche, me pongo nervioso de solo imaginar a la chica que siempre me atiende. Linda y carismática. Saludé a un conocido con un gesto de manos y una muchacha con una sonrisa; recibí repentinamente la llamada de mi vieja preguntando, ¿Qué cocino hoy? Y se me hizo extraño, hace mucho nadie me quiere engreír de ese modo y dije mi comida predilecta sin bacilar, sin importar cuánto vaya a cargar de pesas, igual iba a tragar como cerdo. Hay oportunidades que no se deben desaprovechar. Revisaba la cantidad de mensajes en WhatsApp y el otro aglomerado de mensajes de Facebook y pensé en que debía de volver y responder a la brevedad o podría hacerlo en el relevo de máquina. En tanto, supuse que por la noche vería una película y descansaría, ya no salgo los viernes como antes, esas actividades son para los adolescentes locos que nunca han vivido tanto como yo que ya estoy retirado como Carlitos Brigante. Se sumó el matrimonio de un camarada y anduve pensando en el traje que usaría, además, el hecho de casarme alguna vez siempre me aterra; pero debo decir que es un pensar bonito y tenebroso, pues, ¿habrá alguien dispuesta a casarse conmigo? De hecho, aguantarme. Si lo logra, la haré feliz por siempre y en ese tramo de tiempo, en ese preciso instante, mientras sonreía imaginando a mi esposa vestida con un espectacular atuendo nocturno exclusivo para mí, luego de haber respetado mi espacio para escribir y tomado juntos un añejo vino, seducido con la mirada y algún que otro movimiento que nosotros conocemos a plenitud, decirme ‘ya vengo’ y volver con esa maravillosa y lujuriosa vestimenta, teniendo las esposas en sus manos añadiendo, ‘debes esposar a tu esposa’ y yo azotando el látigo con tierna fiereza haciéndole entender que el manda soy yo y tras dicha imagen mental sufrir la resurrección de Lázaro en Super Saiya Cuatro, me atropellaron.
Una bicicleta montañera color rosa, cuyo sonido chillón del timbre no pude oír por los audífonos se adelantó y fue a clavar la primera rueda en mi entrepierna. ¡Demonios! De no ser por la rapidez de mis instintos de supervivencia pudo salir ileso el mejor compañero de proezas de este hombre. La descripción del momento es la siguiente, elevé con ambas manos mi grotesca intimidad para que no sufriera el impacto, el cual fue a caer en el vientre; pero el abdomen puede recibir hasta balazos.
¡Suave, flaca! ¿Qué pasó? ¿Piensas que estas en una carrera? Le dije entre enojado e irónico. Perdona, no te vi. Lo siento tanto, ¿está todo bien? Soy enfermera. ¿Puedo echarte un ojo?
Tranquila, Toreto. De no haber sido por mis reflejos estaría cancelando mi cita del fin de semana con Gal Gadot.
Lo que sí tenía jodido era el muslo. Unos terribles arañazos y un raspón rojo en mi mano, lejos de eso, lo importante estaba en óptimas condiciones. Listo para salir al coliseo.
Por su parte, la chica me trajo alcohol y curitas. Le dije que no se preocupara; pero insistió.
Había olvidado cuanto duele el alcohol en una herida.
En fin, se despidió con otra disculpa y le dije que tuviera cuidado.
Como nota final: Tras seguir mi rumbo imaginé que Wonder Woman aparecía y me cubría del inesperado atropello y esa idea me puso libidinoso, pero esa es otra historia.
Fin

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