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domingo, 22 de octubre de 2017

Somos una tragedia, princesa

Mi tragedia es nunca poder retenerla y siempre verla partir junto al atardecer.
No estoy seguro de lo que llegue a ser más triste, si es el hecho de perderla o saber que por pensar en que no voy a tenerla más estoy olvidando del tiempo que resta para que me siga abrazando.
¿Quién puede concentrarse cuando sabes que se irá? 
Desearía que no fuera así, cambiaría mi alma por el tiempo de la eternidad a su lado; pero nunca me responde, ese a quien llaman supremo.
Ella nunca responde a la interrogante, ¿ya te vas? Porque en su totalidad se empeña a silenciar y oler el aroma de mi ser. Solo escucho un sollozo, mas imploro no ver sus lágrimas; aunque quien llore en ese momento sea yo.
La extraño mucho antes de perderla. Y siento que voy a extrañarla y pensar que quiero repetir el momento infinitas veces; pero no sucederá. Tal vez en sueños, no en la realidad.
No te vayas, te lo ruego, le repito con el aliento de mi corazón, con esas ganas interminables de aferrarse al ser amado, lo sabe, no porque intensifique el abrazo, sino porque lee mi corazón como un libro abierto, como esa obra que observa todas las noches, porque ella fue quien la escribió.
La miro, veo mi reflejo y me pregunto cuánto tiempo sobra.
Gira el cuello, no pienses en eso, me lo dice con la mirada.
Un beso, parece que el mundo, el tiempo y el universo se detienen. Seden ante lo nuestro, es que el amor es tan poderoso que incluso las dimensiones se paralizan.
Ya no la siento.
Beso el aire. Quizá, el rastro de su aura.
Ya no está y no volverá. En sueños, tal vez.
Mi tragedia es el irremediable suceso de esperarla, intentar vivir el instante en que la tengo y pensar en que quiero apresarla en la cárcel de mis brazos olvidando que los segundos se agotan.
Su tragedia recordarme a pesar que le hayan borrado la memoria.
Creer que somos eternos. Soñar que es su realidad. Imaginar el juntos por siempre. Despertar y no ver las rosas rojas en su mesa de noche; aunque el jardín donde este se encuentre repleto de flora preciosa. Creer que todavía estamos destinados; aunque no en la realidad. Creer que seguimos siendo nosotros, cuando realmente, ya dejemos de serlo.
Imaginar que voy a aparecer tras el árbol, añorar un encuentro en sueños, ser siempre el viaje de mi mente; pero nunca el puerto. Pensar que debo encontrar a alguien a quien amar; pero queriendo que siempre sea ella, no de forma egoísta, sino porque son dos amores que se juntan, que no pueden vivir separados. Querer mi felicidad; pero a la vez recibir mi amor. Imaginar que caminamos por la orilla sin finales ni felices ni tristes, solo sin finales, con eternidad, cogidos de la mano por el resto del tiempo.
Su tragedia, aunque la rodee lo mejor del Olimpo, desear al mortal que ama.
Su tragedia, aunque se encuentre en campos de flores y llena de risas, sentir tristeza por extrañar.
Su tragedia, creer que todavía podemos amarnos con libertad.

Fin

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