Mi nuevo libro

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jueves, 12 de octubre de 2017

El doble

—Bro, tengo un serio problema—, — ¿Qué sucede? —, —Desde que estoy soltero… ¡Veo muchas chicas lindas! Esto no me pasaba antes, es que andaba de relación en relación y ahora no dejo de contemplar a cuanta belleza abunda por las calles—.
Tras una carcajada que me despertó del sueño, le dije: Me imagino, antes parabas encadenado y ahora que estas solo puedes por fin mirar el mundo. Yo no veo ningún problema. Es más, veo una oportunidad para inspirarte.
—Sí y no. Lo que pasa es lo siguiente: Me quiero involucrar con una chica y de repente, después con otra y posiblemente con otra persona, obviamente en distintos momentos; pero, tengo una imagen que mantener, tú sabes, no puedo quedar como un picaflor. Los niños me ven en la tele y no puedo darles otra impresión. Sé que me entiendes, ¿verdad? —.
—Indudablemente. Pero, eres mortal, debes darte tus gustitos de vez en cuando siempre con el respectivo perfil bajo. Yo, muchas veces, me doy mis escapadas y no publico nada en mis redes. Salgo de casa diciendo ‘ya vengo’ y regreso de madrugada. Nadie tiene porque saberlo.
—Comprendo. Como esa vez que me contaste que estuviste en ese antro del demonio, no puedo imaginarte en ese lugar; pero desde que te conozco más he logrado entenderlo. Historias, todo se basa en la pregunta, ¿Qué escribo? —.
—De alguna manera u otra nos parecemos, tú en tu mundo actoral y yo en mis relatos, somos dos personas totalmente diferentes en esos otros planetas a los que llamamos, sutilmente, trabajos—.
Escucho su risa y enseguida añade: Estoy en una discoteca, he salido a la calle para llamar. Habla, ¿Vienes? Tengo un pase libre.
Veo el reloj y contesto con desinterés: Son las doce de la noche, estaba soñando con Wonder Woman.
—Socio, aquí vas a encontrar a otras Woman Woman— responde con una picardía indiscutible.
— ¿Por qué lo dices? —.
—Es un lugar nuevo, vienen chibolas de U de Lima, Pacífico, todas locas y desesperadas, es fin de parciales y la gente entra en desenfreno. ¿Y sabes algo? —
No me permite responder, lo dice de frente: ¡Les gustan los tipos mayores! Pero no esos feos y arrugados con el pipilín decaído, sino de treinta o treinta cinco, fogosos y de espalda ancha.
Empiezo a matarme de la risa y enseguida, con la misma seriedad, aclara: ¡En serio! Ven, chapa un taxi, te espero en la esquina. Esta en Miraflores, llegas en veinte minutos. Hay rubias, morenas, simpáticas todas, no te vas arrepentir.
Mis citas habían sido un rotundo fracaso, solía mirar la hora y decir: Debo irme, mi gato se atragantó con un bolo de hilo.
Ni siquiera tengo gato.
Sabía que necesitaba algo de acción en mi vida; pero no quería compartirlo con nadie, es decir; quería desarrollar o mejor dicho, liberar esa carga de manera sigilosa, sin tanto faranduleo.
Pensé, no conozco del todo a este sujeto, fuimos compañeros en una clase de Literatura Griega hace un par de años atrás y desde entonces me pide consejos extraños de madrugada. No entiende el significado de la risa de tres líneas después de un comentario estúpido; pero, me agrada que no sepa tanto de mí, es un factor importante cuando quieres hacer algo diferente.
—Me alisto y voy—.
— ¡Esa es, mi bro! — dijo con exuberante emoción.
Dudé tras esa frase, se la había escuchado a mi primo de quince años mientras le enviaba un audio de WhatsApp a su amigo del colegio previo a una fiesta.
Me sentí viejo. Mis frases de inicios del 90 están guardadas entre las páginas de mi primer y más irresponsable libro, el cual, nunca voy a compartir ni volver a editar porque podría manchar mi actualidad. De todas esas frases la única decente y que todavía uso es el legendario: Son cositas, modificado sutilmente del, ‘Son huevadas’ que no paraba de repetir.
Me vestí como un hombre de mi edad, jeans clásicos, zapatos casuales, una camiseta blanca cuello v y un blazer sutil.
Cogí una de las fragancias, la de los caballitos color rojo y rocié un par de gotitas, nunca como esos cretinos que la derraman por el cuerpo.
Encendí un cigarrillo y salí de casa tras acomodarme el estructurado moño del cabello.
El Uber me esperaba afuera. Ya dentro y avanzando a velocidad le escribí a mi amigo: ¡Hey! Estoy yendo, espérame en la esquina.
Llegando vi a un conato de infantes realizar una impresionante cola en las afueras del local, recordé mis tiempos en las discotecas de Barranco, allá por 1987. En donde debías de estar en una lista para ingresar sin colas y no sabías como comunicarte con tus demás amigos ya que no todos llevaban celulares. Era cuestión de acordar el lugar y hora exacta; pero a veces te hacían esperar horas.
Me arrepentí, lo confieso. Me vi en un teatro, sentado junto a una damisela viendo Hamlet o en el caso más hogareño, echado en mi cama junto a alguien viendo ‘Un lugar llamado Nothing Hill’ antes o después de hacer el amor; pero no en Coney Park.
Mi amigo estaba debajo del letrero que señala el número de cuadra, vestía bermuda Quiksilver, chévere, de hecho; pero cuando tienes 19 años y es verano. Una polera con capucha y una gorra. Fumaba un cigarrillo y miraba hacia todos lados.
— ¡Hey! —le dije agitando únicamente el mentón.
Se acercó al auto como un vendedor o comprador de droga y me dijo: ¿Ves a esos culitos? Serán nuestros, mi loco.
Nuevamente la imagen de mi primo hablando con su amigo planeando la estrategia para el quinceañero apareció en mi cabeza.
—Deja de decir esas estúpidas frases— quise decirle.
Sonreí y con la mejor sutileza posible me percaté que su información era debidamente correcta.
Salí del auto y caminamos hacia la entrada. Realmente, yo parecía su padre; pero me hizo entender lo contrario con este simpático comentario: Oye, no nos vemos tan viejos que digamos.
—Yo me veo de mi edad, tú pareces un cachimbo de la Isil— le dije entre risas.
En la entrada estaba un tipo corpulento, moreno y vestido de negro, tenía consigo una importante cantidad de hojas, recordé los tiempos de las listas en las discotecas; mi amigo, haciendo gala de sus contactos, se acercó y le dijo: Ya estoy con mi compañero.
—Listo, pasen—.
Se hizo a un lado e ingresamos ante la atónica mirada de todos los adolescentes.
Por un momento me trasladé a los instantes en que hace décadas solía esperar junto a mis camaradas que se abra el ingreso y acostumbraba llegar un sujeto importante, bien vestido y con dos rubias en sus brazos para entrar sin restricciones. Me agradaba ese fulano.
Ahora, curiosamente, yo era quien hacía lo mismo. Solo que en lugar de una rubia voluptuosa, estaba junto al protagonista de Volver al futuro.
Adentro, me dijo: Este es el plan, yo voy a decir que soy abogado, porque lo soy y tú dirás que eres escritor. A las chicas les gusta que un hombre sea realizado, en especial a las chibolas, me asombran con facilidad. Usa palabras técnicas, habla de temas y destraba a la gente.
— ¿Destraba? Oye, habla bonito— le dije, ya cansado de sus absurdas palabras.
—Eres actor y abogado, al menos compórtate como alguien de tu edad, por el amor de Dios—.
Puso cara de niño cuando no le compran un dulce.
—Lo siento. No quise ofenderte. Sé que es duro para ti, tratas de encajar en un mundo que no es tuyo y te sientes solo porque tu novia te dejó y deseas vivir experiencias emocionantes para olvidarla—.
— ¡Carajo, Bryan! Leíste mi corazón con tal solo mirarme. Bien, utiliza eso para con las chicas.
Sonreí al tiempo que pensaba: Este tipo esta perdido; pero me agrada.
También recordé la razón por la que vine: Yo también quiero un poco de acción; pero he estado todo el rato actuando como un viejo verde.
Me hizo reír pensarlo.
Siempre hago las cosas con calma, no tengo apuro y tampoco demuestro desespero, actúo con pausa, se cuando lanzar el centro directo a la cabeza y cuando anotar.
—Mira, esa rubia es bien bonita. Anda, acércate— le dije y añadí para motivarlo: Te está mirando desde hace rato.
—Bro, acabamos de llegar, ¿Cómo va a verme desde hace rato? —.
Recordé que tampoco es tonto. Entonces, le dije: Desde la cola, ella vio que entramos con facilidad y se interesó por el tipo con la bermuda de bolsillos a los costados.
Aguanté la risa y lo oír decir con seguridad: Sí, tienes razón, sentí que alguien me miraba. Voy a acercarme.
Cuando se marchó, le di un sorbo a mi trago y fijé mi mirada en la morena de cabello ruloso que estaba al frente, su melena ya estuvo en mi cabeza desde que anduve en el umbral, es más, mi visión detectó el color de sus uñas cuando me acerqué a la barra y aunque no haya hecho ningún movimiento, ya pasaba en mi cabeza la idea de cómo persuadirla.
— ¿Me recuerdas a alguien? —, ¿A quién? —, —Una chica de piel tallada por el sol y un cabello con aroma a flores del edén. Recuerdo haberla visto en un sueño; pero creo que ya se materializó—.
Sonríe.
—Qué lindo—.
Le devuelvo la sonrisa y me siento a su lado.
—No te diré mi nombre hasta que me aceptes un trago—.
—Una cerveza estaría bien—.
Levanto la mano sin perderla de vista. Se la trajeron y la oí decir: Soy Ariana.
—Yo soy Bryan, que gusto— le estrecho la mano y le doy un beso ante su enorme sorpresa.
— ¡Oh, Dios! — dice con una linda sonrisa. Se escucha una canción, ya le ha dicho al DJ que la sintonice, nada es casualidad, todo ya estuvo planeado.
—Bryan, Bryan, ¿Dónde estás, carajo? — Escucho a mi amigo decir con cierto apremio.
—Elevo la mano—. Soy de los pocos que bailan.
—Ganador— me dice al oído—.
Este es un idiota, pienso y le sonrío.
—Oye, bro, gracias por invitarme; pero ya debo irme—.
— ¿Qué? ¿Tan rápido? —
—Bueno, mi compañía no quiere estar más en este lugar y yo tampoco—.
— ¿Cómo lo hiciste? Dime el secreto—.
Le dije, en son de broma, repito: En son de broma, lo siguiente: Pues, la vi a los ojos y le comenté que era escritor.
—Nos vemos otro día, suerte—.
Saliendo de la discoteca bien acompañado subo de vuelta a un taxi con destino no mencionado en este relato.
—Hola, me llamo Bryan Barreto y soy escritor—, ¿Así? ¿Qué libros has publicado? —, —Eh… ‘El hombre que no dejó de amarla’ que narra la vida de un sujeto muy enamorado de un amor imposible, ella tenía esposo cuando él se enamoró y aunque nunca pudieron estar juntos, el amor se incrementó solo en un corazón—.
— ¡Oh! Es una tragedia. ¿Y donde lo venden? Quiero comprarlo, de hecho, quisiera que lo firmes cuando lo tenga—.
—No lo dudes, muñeca. Cuando sientas que es tu vida la que cuento, yo te firmo el libro.
—Realmente mi vida no es tan penosa. Es verdad que ando sola; pero debo decir que acabo de conocer a alguien especial—.
Una mirada sensual y muy sugestiva impacta en sus ojos. Él sabe lo que va a ocurrir enseguida y aprovecha la ‘melodía’ de Maluma para besarla en la pista de baile.
—Debo irme; pero, ¿me llamarás por la mañana? —.
—No lo dudes, mi reina—.
—Y ¿sabes? Es la primera vez que conozco a un escritor, no pensé que se vistieran de ese modo; pero eres lindo de corazón.
—Mi encanto se encuentra adentro—. Vuelve a besarla y se despiden.
Pide una cerveza y la barista le pregunta, ¿eres escritor? Que interesante. Soy Fabiola, salgo a las cuatro con treinta, ¿podemos ir a mi casa a seguirla?
—Claro, Fabi, me avisas. Voy a estar inspirándome con este trago y sentado al fondo junto a mi fiel compañera la soledad—.
— ¡Por Dios! Qué profundo—.
—Todo me sale del alma. El lenguaje del alma es mi modo de expresarme—. Abre los brazos elevando la mirada y se lleva ambas manos al corazón.
Al rato le cae otra cerveza. La barista le sonríe dejando que lea sus labios: Va por mí.
De repente, una chica junto a su amiga se sientan al lado, él sabe cómo actuar, improvisa un verso inspirado en sus ojos: Ahora comprendo, la tierra alguna vez tuvo tres lunas; pero dos fueron a caer en tu mirada.
—Disculpa, ¿Qué intentas? —.
—Soy Bryan Barrera, digo, Bareto, no Barreto. Y soy escritor—.
— ¿Ah sí? Mira qué curioso. Yo soy lectora acérrima de El Marqués de Sade. Si quieres conquistarme, no me digas algo sacado de un libro de Coelho.
Empezó a reírse junto a su amiga.
—Es broma. ¿Cuáles son tus autores favoritos?
—Eh… García Márquez y Llosa, de hecho—.
— ¿Cuáles son tus libros predilectos de ambos autores? —
—Ese pues, ‘Cien años de incertidumbre’. Digo, de soledad—.
—Oye, amigo, te voy a dar un consejo: Dedícate a otra cosa porque como actor te vas a morir de hambre.
— ¿Por qué lo dices? —.
—Conozco a Bryan y jamás actuaría de ese modo tan patético—.
Se levantaron y se fueron a sentar a otro lado.
Tuvo mala suerte que la barista supiera sobre la charla; pues, se fue decepcionada. A nadie le gustan los mentirosos.
Sin embargo, su fortuna tuvo un destino diferente, debido a que la fanática del Marqués de Sade, dejó a su amiga en el taxi y volvió para charlar con el actor.
— ¿Sabes? Mi amiga se fue con su novio, yo estoy sola y aunque resulte extraño, me excitan los juegos de rol. Ya que intentas ser Bryan Barreto, ¿puedes seguir actuando como él? Tal vez, tengas una noche jamás vivida.
—Permíteme presentarme, soy Bryan Barreto. ¿Y tú, realmente eres de aquí? Deja, yo te enciendo el cigarrillo—.
—Ya estas mejorando—.
La charla siguió hasta que cerraron las puertas de la discoteca.
Yo desperté al mediodía. Abrí los ojos y vi una silueta tallada por el mismísimo Hefesto reflejarse en el vidrio de la ducha, Miguel Ángel habría dibujado una obra maestra como ella; pero yo, había gozado de sus encantos corporales durante la noche.
—Mi cielo, ¿me acompañas? — dijo sacando su cabeza por un lado y mostrando una simpática sonrisa.
—Voy de inmediato—.
Oí el celular en ese momento, era Estuardo, mi Adam Sandler de la noche anterior, quise saber qué demonios había sucedido con él, por eso resolví contestar.
—Bryan, ¿puedes venir a ayudarme? — Se escuchaba preocupado.
— ¿Qué sucede, Estuardo? —.
—Revisó mi DNI y supo mi verdadero nombre: Estuardo Aroldo De la Torre Mozambique—.
— ¿Ah? ¿Qué carajos hablas? Y ¿Realmente te llamas así? Vas a ocasionarme un infarto.
—Oye, las drogas de ahora no son las mismas que antes. Ten cuidado antes de meterme huevadas al cerebro. Y por favor, madura, tienes 36 años y te sigues comportando como un idiota. Te voy a dar un consejo, si quieres hacer algo, hazlo de forma caleta, no andes fanfarroneando con todo el mundo. Mírame, mantengo mi imagen y hago algunas cositas sin levantar pueblo— añadí como una madre, vulgarmente, desahueva, a su hijo.
—Bryan, tú no entiendes. Estoy en una situación realmente complicada—.
—Oye, estoy a punto de sumergirme en el Nirvana. Tengo que entrar a la ducha donde me espera Calipso—.
— ¿Ya vienes Odiseo? —
—Hazme inmortal, mi morena. Que yo no tengo a ninguna mujer tejiendo y esperándome.
—Ven, mi Odiseo fetichista y tatuado—.
—Suerte—. Colgué y me fui a la ducha.
—Así que quieres ser Bryan Barreto. Pues, entonces, deja de quejarte. Te he atado solos pies, ahora siguen las manos y los golpes que estoy dando son suaves. No seas llorón. Voy a vestirme con el latex negro, ya regreso y no apréndete algunas palabras en alemán, eso me calienta—.

Fin

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