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miércoles, 29 de septiembre de 2021

Thor, Loki y Circe

Por el mutismo de las pantuflas recorrer el pasillo de la casa no me di cuenta que Circe atravesaba el umbral dirigiéndose desde su reino al mío con la solvente velocidad que emana de un deseo. Grandilocuente y preciosa como cada mañana, abrió la puerta con prontitud, escarbó hacia la cama y a lo luchadora de televisión se lanzó sin paracaídas frente a mí, que dormía plácidamente tras una madrugada de trabajo literario productivo.

La sonrisa de ala ancha se intensificó cuando abrí los ojos contemplando al sol durante el atardecer en el foco de su mirada, los brazos al aire para compartir la emoción como una brisa de verano saludando a los turistas, dos besos efímeros y un palabreo inentendible causa de su propio entusiasmo, ella, elocuente, preciosa y divertida, repetía: ¡Hoy es el día de campo!, ¡Hoy es sábado de aventura! Los scout me esperan, arremetió finalmente con una poderosa y vertiginosa emoción cuyas brasas de euforia pudieron acabar por levantarme. Sacudió mi cuerpo desde los hombros para que saliera del sueño, propició sus anhelos en chacota sobre el edredón, despertó a la mascota aferrada a su cama, trenzó sus cabellos color oro víctima del desespero y repitió fielmente la siguiente frase: Pa, prometiste llevarme al campo.

Mi amor, le dije abriendo los ojos de nuevo. ¿Qué hora es?

Las siete, me dijo.

Pensé en el sujeto que coloca los horarios de los días de campo del fin de semana y me di cuenta que seguramente sería un hombre disciplinado.

Debemos estar allá a las ocho, añadió.

¿Y qué esperas que no te vistes, princesa? Le dije sonriente, inclinando el cuerpo hacia adelante y capturándola en un abrazo para que no se fuera tan fácilmente.

Pa… nos retrasamos, la oí decir atrapada a mis brazos entre sollozos y sonrisas, repartiéndome besos para que pueda zafar, volviendo a reír y sintiendo el apremio de su ansiado día de campo.

Salió de la habitación tan veloz como vino e hincó un dedo índice para que me despertara lo más próximo posible, y le regalé una sonrisa correspondiente a su deseo. Volvió a su habitación, se adentró en la ducha con una asombrosa tenacidad, oí el agua y le pedí que tuviera cuidado. Respondió segura y seguí en lo mío aprovechando su baño tempranero para mi segunda siesta mañanera.

Volvió enojada, con ceño fruncido, vestida a la manera fashionista que le fascina, se tiró sobre la cama para despertarme y se sintió asombrada y ligeramente avergonzada cuando descubrió el edredón y vio a su padre totalmente vestido para la ocasión.

Fui más veloz que tú, le dije con una sonrisa.

Ella arremetió en un abrazo eufórico y plantó besos dulces en las mejillas diciendo a cada instante que era el mejor. La sensación es única.

Todavía nos queda tiempo. ¿Te apetece una historia antes de salir? Propuso sabiendo que la noche anterior se había dormido antes del relato nocturno.

Aplaudió emocionada a la expectativa de un cuento que ampliara su imaginación.

Me pude recostar sobre el espaldar teniéndola a mi lado con las piernitas dobladas y la carita atenta con esos ojos poderosos que podrían ser como olas de mar. Yo sonreía buscando en la mente alguna historia que aún no haya dictado en las noches antes de dormir y fue entonces que pude encontrar una que podría prevalecer porque la tendencia de Marvel y sus héroes la tenía enganchada a la televisión y los comics.

Una vez Loki pudo engañar a Thor, comencé.

Loki es genial, añadió emocionada.

Sí, es un maestro del disfraz, le dije. Sin embargo, no es tan fuerte como su hermano. Por tal razón, usó su habilidad para poder timarlo.

Timar es engañar, ¿verdad? Dijo curiosa.

Asentí con la cabeza. Ella no dejaría de usar la nueva palabra en la siguiente semana.

Aprende con una vertiginosa facilidad.

Ambos fueron a visitar a un rey llamado ‘El jefe de los gigantes’, era un hombre tan alto que podía entrar por las puertas de la iglesia, llevaba una barba prodigiosa y crespina, ojos pequeños como dos canitas y manos tan grandes que podía ahorcar humanos con facilidad; sin embargo, no era un mal rey, porque adoraba a su pueblo y protegía a los suyos. A este rey le gustaba estar sentado en un trono de mármol tan enorme como el piso de una casa y no le simpatizaba moverse porque el mundo no era de su altura. Lo único que hacía era deleitarse con juegos inventados y protagonizados por bufones.

De hecho, era un rey con un gran sentido del humor.

Cuando los hermanos llegaron a visitarlo para que puedan realizar negocios entre reinos, se llevaron una grata sorpresa, no solo por el enorme tamaño del jefe, sino por su grandilocuente manera de divertirse.

Grandilocuente, dijo Circe. Quiere decir que es muy simpático, añadió con una sonrisita.

Exacto, preciosa, le dije.

Y, entonces, oyeron de su parte una respuesta referente al negocio que le propusieron:

‘Solo voy a concebir lo que ustedes proponen, si logran pasar unas pruebas que produzcan mi risa’.

Circe se empezó a reír por el cambio en mi voz para contar esa escena.

¿Te imaginas que pruebas podrían ser? Le pregunté abriendo las manos. Ella comenzó a analizar la situación.

Me imagino que una de fuerza, otra de valentía y, quizá, ¿contarle un chiste?

Sonreí con su comentario final.

Esto me recuerda a la vez en que Goku le contó varios chistes a Kaiosama, le dije; pero ella ni siquiera se inmutó.

Pa, nunca me gustó Dragon Ball, dijo con una sonrisa de medio lado.

Bueno, volviendo al relato, le dije.

Ella se volvió a emocionar.

El rey de los gigantes, efectivamente, les dijo: Harán una prueba de fuerza, otra de astucia, sobre velocidad y creatividad.

Competirán entre ambos solo para divertirme.

A Thor le pareció una idea agradable, le gusta mucho el asunto de las competencias y los desafíos mientras que Loki se vio afectado porque no le agrada usar el aspecto físico y perder lo suele avergonzar; no obstante, era lo único que quedaba por hacer para que el negocio cerrara y Odín no se enojara.

Resolvieron aceptar y se prepararon para las pruebas.

El pueblo, algunos gigantes y otros enanos, se instalaron alrededor de una plaza, sentados para la epopeya entre dos hermanos, estirando sonrisas y aplaudiendo la entrada del rey, quien les devolvía sonrisas y promulgaba palabras previas al duelo.

El primer desafío fue tal cual mencionaste, princesa, una pelea de vencidas, en la que, inevitablemente, Thor tuvo una enorme ventaja.

Circe doblaba su brazo mostrando su músculo bíceps alucinándose Popeye para emular el hecho en el relato.

Se sentaron frente a frente y sobre una tarima colocaron los brazos para que un enano tan pequeño como Dolly hiciera de árbitro.

Ella empezó a reír imaginando el momento.

En cuestión de segundos, Thor había derrotado a su hermano. Lo único que realizó fue mover su mano cuando él ya no pudo hacer ningún tipo de esfuerzo, no había punto de comparación entre ambos contrincantes, la fuerza la obtuvo el rubio mientras que la mente el otro.

El primer punto fue para Thor y la ovación de la gente también.

¿Sabes que parecía la plaza? A uno de esos eventos en el circo Romano, ¿los recuerdas, preciosa?

No es circo, es anfiteatro, corrigió mi pequeña.
¡Muy bien! Qué atenta, le dije entusiasta.

En el circo ocurrieron las famosas carreras de cuadrillas mientras que en el anfiteatro las peleas entre gladiadores, le comenté. Ella asintió con la cabeza y añadió: Y también hubieron combates con barcos, solían inundar la explanada para que copiar guerras navales.

Qué tiempos tan locuaces, dijo al final.

Es lindo estudiarlo, no tanto vivirlo, le dije con una sonrisa que compartió.

Aunque el mundo de ahora no sea tan distinto, reflexionó.

Por suerte, mi amor, tú por ahora solo debes preocuparte por cuidarte y pasarla muy bien en el campo, le dije acariciando sus cabellos.

Y, bueno, volviendo al relato, en el segundo round ocurrió lo siguiente:

El rey de los gigantes, postrado sobre su trono, tomando leche con galletas Oreo, propuso desarrollar una carrera de mil metros con vallas para conocer al próximo ganador. Thor se sintió confiado, sabía que ganaría porque solía practicar ejercicios mientras que Loki prefería pasar tiempo holgazaneando,

Mentira, pa, Loki suele leer muchos libros, y sí, también prefiere mirar los atardeceres del Valhala con la barriga llena; pero es un hombre hábil. No lo dudes, y cada persona inteligente, sabe cómo usa su mente, dijo Circe cuestionando y reflexionando, asombrando como tantas veces a su padre.

Entonces, el secreto de la altura del rey era su alimento, ¿verdad? Añadió.

Eres muy astuta, preciosa, le dije con un guiño. Ella sonrió con líneas blancas en los labios tras oír acerca de dicha escena.

Bebí mi café que reposaba calientito sobre la mesa de noche y proseguí: Una, dos y tres, gritó el enano con voz de locutor. ¡Ambos salieron corriendo! Thor avanzó a una abominable velocidad, rapidísimo llegó a la primera valla, luego a la segunda y tercera, siguió avanzando entre sonrisas, risas, confiado que ganaría porque su hermano estaba detrás recién llegando a la primera valla; aprovechó ese suceso para saludar al público, mostrar los músculos, regalar sonrisas y demás, hasta que se dio cuenta que Loki comenzó a alcanzarlo y volvió a acelerar logrando una amplia distancia.

Sin embargo, se dio cuenta que…

Circe me miraba anonadada, atenta y con el vaso de leche entre sus manos.

No llegaba a la meta a pesar que la línea blanca con franjas negras estuviera prácticamente en frente. Thor continuaba corriendo, acelerando el paso, vociferando con los pies, sudando a por montones y esforzándose mucho por continuar con el ritmo; pero no llegaba. No podía cruzar la meta. No alcanzaba el punto máximo de la competición. Mientras que Loki, a su andar, con sus limitaciones físicas, sonriendo, obviamente, porque suele hacerlo cuando es pícaro, empezó a rozar el cuerpo de su hermano, a alcanzarlo con la sombra, a sentir su respiración y su desespero e incluso, a pasarlo en la carrera y finalmente atravesar la meta.

Cuando el rey dio por finalizada la competencia, Thor se dio cuenta que siempre había estado a un metro de la meta; pero, por una ilusión de su hermano, se quedó en un bucle de tiempo que no acabaría nunca mientras que Loki avanzó los mil metros como tal. E incluso, pudo haberlo vencido si hubiera caminado; pero uno nunca debe presumir en una competencia.

Buena frase, pa. Uno nunca debe presumir en una competencia, repitió. Hizo un gesto de pensar y añadió: Me recuerda a la fábula del conejito y la tortuga. Esbozó una tierna sonrisa y prosiguió: Voy a estrecharles la mano a los vencedores cuando termine de ganar las competencias en el campo.

Volvió a ajustar su brazo en forma de musculo con un esfuerzo sobrenatural aguantando la fuerza y la respiración ante mi gracia.

Bien, la tercera prueba fue la siguiente, le dije. Ella retomó la atención.

Debían de juntar cientos barriles de leche sumamente pura, de esas que tomas gustosa por la mañana para que te conviertas en una súper heroína, y colocarlas una encima de otra en un tiempo determinado.

Thor se sintió satisfecho, podría vencerlo con bastante facilidad; pero Loki siempre tiene una carta bajo la manga.

Circe me miraba con el rostro tan asombrado que incluso cubría la boca con las manos.

Thor, sin dudarlo, comenzó a cargar barriles de cuatro en cuatro usando su fuerza descomunal para tener inmediatez; aunque esta vez se cuidaba de algún artilugio de su pintoresco hermano provocando el contenido para asegurarse que fuera leche y no aceite.

Pero, pa… ¿es que acaso Thor es tan tonto? Interrumpió la pequeña.

¿No sabe que un barril de aceite pesa igual que uno de leche?

Se tomó la cabeza en señal de burla cuando lo dijo.

Sí; pero le gustaba tanto la leche, que la quería solo para él.

Ah, ya entiendo, la oí decir reflexiva.

Solo los grandes héroes y heroínas beben leche, le dije sugerente.

Y, entonces, Loki, al darse cuenta que su hermano no caería en artimañas y seguramente cargaría los barriles hasta culminar, dio a conocer su nuevo truco.

¿Qué hizo esta vez?, ¿Aumentó los barriles en un acto de ilusión?

No, preciosa. Él no necesitó cargar los barriles, tampoco lo haría si fueran tazas, muebles o libros, simplemente usó sus poderes mágicos para teletransportar todos los barriles de un lado hacia otro ganando en cuestión de segundos.

¿Qué?, ¿en serio?, Pero… ¿es que acaso no fue un acto desleal? Quiso saber la pequeña.

Puede ser y puede que no; pues, las reglas no se dijeron y el rey, ante la queja de Thor, consultó: ¿Qué opina el pueblo? Y a como todos les pareció alucinante el acto mágico de Loki, lo dieron como válido.

Fue el público quien eligió al vencedor, dijo la nena de los ojos claros.

Yo asentí con la cabeza en una reverencia para darle la razón.

¿Y cuál fue la siguiente prueba?

Thor se sentía derrotado, parecía que Loki se llevaba el triunfo, se sentía confiado y seguro que ganaría, algo que definitivamente le tuvo que pasar factura, pues, en medio de su parafernalia festiva ante el público que coreaba su nombre, no se dio cuenta que el rey de los gigantes hablaba acerca de la nueva prueba y en ese tramo olvidó, el más pícaro de los dioses, que estaba de espaldas ante un combate cuerpo a cuerpo, donde perdía quien caía al suelo primero sin usar armas ni magia. Thor, molesto, picón y dolido en honor, lo cogió por detrás cuando lo vio sonreír frente al turbulento e histriónico público y elevó por los aires en una voltereta como en las luchas que te gusta mirar y enseguida lo hizo aterrizar al pavimento ganando la cuarta y última competición sintiéndose emocionado.

Ambos estaban agotados, tanto física como mentalmente; pero el rey estaba contento, se sentía realizado, entusiasta y orgulloso del régimen impuesto para con sus invitados; resolvió pararse del trono, callar al estimado en las gradas y decir unas palabras: Hermanos, díganle a vuestro padre que acepto el trato por causa de ustedes. Thor y Loki se sintieron honrados; pero uno de ellos no se sintió satisfecho. Pues, de cuatro pruebas, dos había ganado Thor y dos Loki, y uno de ellos, te imaginarás quien, quería ser el único vencedor.

Cuando rey de los gigantes firmó el trato de negocios, Thor le dijo: Señor, ¿nos pondría una última prueba? Es que quiero ganarle a mi hermano.

El rey se sintió confundido, acababa de firmar un contrato forzándolos a jugar, pensó que tanto ellos como él habían llegado al fin de la fiesta; sin embargo, le asombró la reacción del hermano. En ese momento, Loki, molesto con su par, lo encaró: ¿Qué te pasa? Yo ya estoy cansado, quiero irme a casa a descansar, ¿no te quedas tranquilo con el empate? Thor le dijo varias razones personales basadas en su ego por las cuales le gustaría ser el ganador y Loki se sintió ofendido y enojado por su arsenal de habladuría, al punto que insistió en otra prueba, una en la que podrían usar trucos, armas y demás.

¿Volvieron a luchar por culpa de sus egos? Quiso saber Circe sintiéndose absorta.

Tal cual, princesa. A veces los egos nos ciegan. Nos impiden divisar el verdadero horizonte y nos enfadan con los demás.

El elocuente rey volvió a su asiento y consultó con su público emocionado si podría haber otra prueba. Ellos, obviamente, accedieron sin dudar.

Thor sintió efervescencia dentro de su piel mientras que Loki resopló sus manos para entrar en calor, mientras que el rey de los gigantes, se hallaba pensativo con las piernas cruzadas y la mano en el mentón intentando hallar la solución o la ecuación a su último juego.

¡Ya lo tengo! Lo dijo en voz alta. Se levantó prodigioso y habló en voz alta para que el mundo escuchara: La siguiente consigna es muy simple, tendrán que beber la leche de mi vaca favorita hasta que se termine el contenido en aquella taza dorada. Quien acabe primero será el ganador.

Los hermanos notaron el tamaño de la taza y sonrieron víctimas de la confusión, sintieron que se trataba de una broma o de una prueba improvisada; sin embargo, el rey estaba muy seguro de lo que hablaba.

¿Y cómo era el tamaño de la taza? Preguntó Circe curiosa.

Pues… era como tu taza de leche, sin el logo de los Power Rangers, le dije en broma. Ella sonrió y de un sorbo se terminó el desayuno.

Ya hubiera ganado, me dijo después mostrando orgullo en la sonrisa.

Los hermanos, casi al mismo tiempo, cogieron los cuernos que se usaban  como conductos para succionar la leche de la taza ubicada en el centro del piso y los acercaron a sus respectivas bocas para ingerir el alimento por petición del rey para darle una forma simpática y carismática al evento.

Con la misma intensidad y propuesta ganadora impulsaron su sed para beber hasta saciar el contenido dentro de la minúscula y hermosa taza.

Sin embargo… ¿Adivina qué sucedió?

Circe me vio abriendo los brazos.

La leche nunca se terminaba.

Como lo que pasa en la casa, dijo con humor. Empezamos a reír.

La leche, no se acababa, ambos tomaban y tomaban; pero la pequeña taza en medio de la pista continuaba llena, no disminuía; aunque pareciera que sí y no era un acto de magia por parte de Loki, debido a que él también se veía afectado y en su rostro se reflejaba.

Tenía los cachetes inflados de tanto tomar y tomar y aunque la leche es buena para la salud, consumir en demasía suele ser perjudicial porque te puedes atorar; mientras tanto, el rey se carcajeaba viendo como los dos hermanos querían ganar sin pensar en la artimaña detrás del juego, debido a que el rey no era ningún tonto y tras la firma del contrato había resuelto darles una lección.

Horas más tarde, ambos se detuvieron. Ninguno había podido acabar el pequeño tazón de leche fresca.

El rey se levantó del trono y dijo: Nunca podrán culminar de tomar la leche porque esa taza contiene al océano.

Lo que ha pasado es que en un intento por ver quién es el mejor, los dos han quedado como tontos.

El público comenzó a reír. Los hermanos se enojaron contra el rey y quisieron ir contra él; pero en un dos por tres desapareció junto al estadio y la gente dejando únicamente el tratado de venta de su establo.

Thor y Loki, avergonzados, prometieron no contarle a nadie lo sucedido y se volvieron a casa entre risas y abrazos.

Fin.

Circe estirando una sonrisa tras asimilar por completo la reflexión en el relato, me dijo: Hoy voy a vencer a mis compañeros en los juegos de campo; pero les daré la mano y les mostraré los trucos del triunfo. Trabajaré en equipo siendo una líder justa y compartiremos los logros. ¿Qué te parece, pa?

Excelente, preciosa. No esperaba menos de mi hija, le dije abriendo los brazos para que pueda calzar en mí en un apretón tan tierno como dulce en donde no faltaron los besos y las risas.

Enseguida se apresuró para alistarse para el día de campo y al cabo de un corto tiempo salimos para allá.

El resto del día fue una sucesión de hechos divertidos que en otra ocasión voy a relatar.

 

 

Fin

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