Mi nuevo libro

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jueves, 9 de septiembre de 2021

A veces

A veces me levanto junto al alba por una pregunta punzante que inquieta al sueño.

¿De qué se trata la vida?

He superado los treinta, -me hubiera gustado quedarme en los treinta; antes, vivía fascinado con los veinte y cinco; pero quería volver a los veintitrés por asuntos netamente del corazón. Jamás lo logré, valga la redundancia, y nunca viviré de recuerdos, es uno de mis dones.

No obstante, es curiosa la forma como mientras uno avanza por la vida se encuentra con distintos matices, sean amorosos, amicales, laboriosos, placenteros o simplemente eventos que ocurren inexplicablemente y generan diversidad de efímeras emociones.

Soy escritor, lo sabe mi entorno, la gente que me persigue en redes o ya no tanto como antes por razones que solo me miran para la foto o algo que no encuentran detrás de mí sonrisa amigable; o, de repente no tengo nuevos textos fabulosos; aunque, mayormente, sé que están ahí los que deberían y quieren estar. Me gusta aglomerar gente fiel.

Ya no quiero ser escritor. ¿Por qué? Porque me he gastado intentando catapultar mis sueños literarios, conocer el mundo en letras, devastar corazones con emociones, engendrar almas con mis prosas y avanzar en una vida fascinantemente poética con mi teclado sonando de día y de noche; pero… ¡Y aunque he sido publicado! No me siento satisfecho, no estoy contento con el trabajo, no propio, sino externo, a pesar que ambos sean iguales y a veces me gana el ego y pienso que debería crecer como autor y otras veces me gana la duda y cuestiono mis letras; entonces aparece la gente que lee y se ahonda en mi trabajo admirándolo y haciéndolo suyo y vuelvo a creer cuando me inspiro y salen párrafos llamativos, llenos de emoción, repletos de pasión, gorditos de sentimiento que van y caen y resuelven construir logrados relatos. No soy yo, lo he pensado, porque mi literatura ha crecido y aunque parezca que tengo un montón de autoestima que se confunde para mal con el ego, siento que las verdaderas oportunidades no se han presentado, manifestado, puesto en escena y demás porque creo que estoy dentro de un mundo paupérrimo donde mi propia gente alrededor ni siquiera se toma el pulso por leer un texto mío y decirme que tal está.

No hay literatura para mí; porque existe carencia de libros en la cara de quienes uno conoce.

¡Rayos! Debí estudiar otra carrera, reflexiono en broma. En una joda propia, en un chiste ante mi propia cara, una maldita burla frente al espejo que me hace reír como un idiota (no desdichado, solo un idiota).

Y es entonces que estiro una sonrisa y suelto otra reflexión: Me voy a morir en unos años, puede que tenga un maldito cáncer, me atropelle un auto, no camine bien viendo el celular y caiga a un abismo, me asesine una ex novia despechada (no hay probabilidades; pero suena a pasional y alguien haría un cuento sobre ello) y puede que me pegue un tiro en la cien y se termine la joda.

¿Te das cuenta como la muerte nos impulsa? Porque tras dichos pensamientos me interno en la literatura, creo relatos, invento textos, formulo nuevas anotaciones, trabajo mejor mis libros, escribo diálogos asombrosos y mi obra toma los rumbos que anhelo.

Y no, no es la muerte quien motiva, sino el hecho de tener que vivir una vida de mierda (con el respeto de quienes la tengan) y lidiar con la nada durante el tiempo que habite este mundo cuando debería luchar por los sueños, trabajar forzosamente por mis letras, fomentar nuevas ideas, relatos que me ayuden a crecer, emocionar a lectores y generar sonetos en corazones; ¿te das cuenta que solo se vive una vez? Pienso y renuevo mi posición de seguir haciendo literatura aunque nadie, ni siquiera en mi propia casa, me lea y sienta satisfacción de lo que es un buen libro.

Me ha dejado de importar el hecho de ser publicado porque en la editorial hay una sarta de pelotudos que no saben realizar su trabajo y yo no soy el pelele que hace de niñero tratando de que organicen su tiempo y dentro de ello puedan darle chance promocional a mis obras, de las cosas que me arrepiento y a la vez no, es haber publicado con ellos, y no es por la plata, no es por gastar dinero que hubiera usado para viajes, sino es por la confianza que yo le tuve a mi obra y por la decepcionante incapacidad de esa gente.

Me explayo mejor a continuación: Mi novela fue como parir un hijo. Amo mi libro, me apasiona y hace feliz. Lo quise publicar dejando de lado ciertas nociones que pude realizar, pero tenía otra luz dentro de mí. Quería publicar, quería seguir creciendo como autor, anhelaba ser visto otra vez en librerías o ferias de libros, y vi una buena editorial, seria y consolidada, no como los grandes monstruos editoriales, sino como alguien con quien podría establecer un vínculo y crecer; pero todo, absolutamente todo, se fue a la mierda.

Yo soy autocritico, no dejo que nadie me critique por mi físico, mis palabras, mis acciones, mis momentos, etc; pero cuando se trata de verme al espejo, me hablo como si fuera el jurado, me entiendo, acepto, comprendo, veo cambios y demás; por eso, con la novela, yo sabía que podía ser mejor que cualquier otros libros que tuvieran en carpeta, porque conozco mis habilidades, sé como la escribí, estoy seguro de lo honesta que fue y la prosa me pareció clara y concisa, sabía que no era una novela simple de primer autor, sino una corrección de alguien que ya va esclareciendo su rumbo. No, no soy un principiante y por eso me molestó tanto el trato, la forma, los modales y demás, sobre todo el hecho tan obvio de haber puesto mi libro en la feria como un maldito compromiso.

Como decir: El autor vendrá, tengamos su libro en el escaparate.

A veces me siento triste. Y no es porque no pueda construir buenos textos, ojalá lo fuera, entonces haría lo imposible por crecer, tal cual lo vengo haciendo; es la forma como se mofan de mi trabajo.

Fui a la feria, vi mi libro posado en un librero, solitario, alejado de la vista, en único ejemplar, sobrio, tranquilo, desolado, puede que le hubiera gustado estar en mancha, tener otros ejemplares, un pequeño afiche, algo que pudiera hacerlo visible; pero ahí estaba, sabiendo que no lo vería nadie, más que su propio autor con la desdicha de la editora al lado con el trato menos afectuoso de todos y la obra posando como si se tratara de la formación de la escuela un lunes. Solo de lunes.

La putamare. Si no hubiera estado mi novia, preferiría no contar lo que hubiera realizado. A veces me controlo. Antes no podía, era muy impulsivo, ahora manejo mis emociones.

Soy un autor completo, no tengo una campaña de marketing, ni un editor, ni siquiera un agente, y, confieso que me importa un bledo, de hecho, me empezó a importar un enorme cero mucho antes de estos sucesos porque comencé a escribir más suelto, liberado, fresco y con pluma de autor haciendo relatos mucho mejores que antes, más propios, más a lo que siento, no a lo que puede caber en catálogos de mierda, y de esa manera me vi envuelto en una nueva perspectiva, de hecho, una maravillosa, que me encandila, hace feliz, tranquiliza, llena de paz y satisface. Qué hermosas palabras las que acabo de escribir.

Y, sí, soy completo porque me encargo de absolutamente todo. Antes, ya no lo siento tan bonito como antes, me aburre, no es mi labor, no es mi onda, yo solo quiero escribir.

Me satisface mi nuevo trabajo de autor con pluma libre sin importar quién me lea, quien me publique, quien quiera mis obras y demás. A veces ni siquiera mi familia o entorno cercano lee mis obras, y no tengo intenciones de presionar, insistir, o darme a conocer, me gusta tanto la soledad, el sentido completo de soledad, que me doy cuenta que este es un novedoso horizonte de autor que comienzo a atesorar.

Lejos quedará el autor que odia al mundo y quiere destruir el librero de su editorial, quien se queja porque sus amigos siguen en Instagram a guerreros y combatientes de televisión basura, el crítico que insulta a las canciones de absurdos disque y supuestos cantantes y aunque el amante de la buena literatura seguirá en pie, no me voy a gastar hablando las verdades de un mundo con la peste en auge. Porque todos sabemos que existe pura mierda en el mundo, y mi literatura y yo, estaremos lejos de esa carroña, porque voy a trabajar en soledad mis obras que nadie leerá y no volveré a quejarme de absurdos y patéticos post con frases horrendas y obvias, canciones realmente bobas, poetas de cuarta y libros que les publican a imbéciles youtubers y demás.

Así viviré cegado dentro de lo mío, amasando la riqueza de la literatura que adoro y escribiendo mis textos con pluma de autor.

He escrito demasiado sobre lo literario olvidando otros factores de la vida misma, la razón es que no encuentro otros elementos que me hagan sentir tanto, es decir; si en el amor me fuera terriblemente mal, estaría hablando de ello; pero soy amado, si me fuera mal con la familia, estaría hablando de ello; pero soy adorado. Creo que uno se expande en lo que siente como una especie de desfogue necesario, voluntario y respetuoso.

Y diciendo todo esto al tiempo que voy escribiendo oigo una voz que me dice: Pa, ¿Qué tanto hablas? Es domingo, déjame dormir.

 Y me doy cuenta que la vida tiene otros bellos sentidos.

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