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domingo, 9 de junio de 2019

Croquetas

- Sus zapatillas blancas y de marca con líneas estaban atadas de una forma muy particular, pues sus nudos se anteponían ante sí luciendo un grotesco garabato de nudo por encima de todos.
Al darme cuenta le conté la historia de un nudo, el cual mi personaje histórico favorito rompió con absoluta soberbia y singularidad. Ella se quedó enganchada con la anécdota como si fuese yo quien la habría inventado o vivido.
Enseguida, debido a la circunstancia de andar contando experiencias pasadas o vividas, quiso compartir una muy personal hablando acerca de un perrito llamado Croquetas.
Resulta que Croqui (para los amigos) es un can muy guapo y amigable que saluda desde su reja a todo caminante. Suele mover la cola y lamer algunas manos cuando siente el calor del amor en quien se detiene para hacer reverencia a su belleza física y su encanto particular. Croquetas es un animal salido del paraíso, pues nunca ladra y siempre anda teniendo empatía con todo transeúnte de su pasaje que conecta cuadras enormes de un distrito repleto de parques.
Ella no es la dueña de Croquetas, yo nunca conocí a Croqui, pero su forma de contarla hizo que fuera real, como si en alguna parte del mundo existiera un can llamado de ese modo y saludara a cualquier personaje que se le acercara como si la bondad fuese su segundo nombre.
Pensé, en ese momento, que esta muchacha de cabellos rizados y rubios, adicta a las donas y el café por las mañanas, debería de tener una mascota y llamarla de tal modo para hacerle una especie de homenaje a su personaje canino ficticio; sin embargo, respondió que en su departamento no cabían los animales de tal gigantesco tamaño, pues nuestro amigo Croquetas era en si un Pastor alemán de alta gama y exuberante cuerpo. Entonces, creí que sería sugerente preguntar: ¿Qué harías si tuvieras una mascota? Enseguida fue hablando de sucesos supuestos acerca de Croqui y al tiempo que argumentaba yo iba pensando en una línea paralela acerca de una vivencia personal la cual, particularmente, también se prestaba para la suposición. Por ende, mientras ella hablaba en cuestiones imaginarias, yo pensaba de la misma manera pero con algo enteramente privado y sumamente sentimental que nunca he hablado en carne propia pero cuento en textos como si estuviera rodeado de metáforas. Pues, Croquetas se volvió una artimaña para ocultar algunas emociones íntimas.
Fiel a una constante de hablar sobre lo que siento con ejemplos o analogías, quise usar a Croqui para compartir mi pensar privado con el único propósito de contar y librarme del sentir.
Dije entonces: En una línea paralela, Croquetas fue mi perro, estuvimos juntos, la pasamos bonito viéndolo crecer, compartiendo momentos juntos, dejándolo en su casa y viendo como saluda a la gente durante la tarde lamiendo muchas manos o rostros y moviendo la cola al verme llegar; pero en dicho universo alterno, Croquis era humano, pues una mujer que me espera en casa, tal cual esposa o novia, de alguna manera u otra, teniendo una belleza única y esperanza de vivir por siempre, ¿estupendo, no? Ella entendiendo claramente los conceptos analógicos, añadió: Croqui siendo mujer sería yo, bella e inteligente y te daría la patita a cada llegada. Reímos enseguida sabiendo la conexión que hubo, esa mirada persuasiva que proyecta seguramente un futuro beso.
Se dio, obvio; aunque sea el punto álgido o final de la historia, pues lo que trato de enfatizar fue el uso de analogías para explicar algo. A veces me gusta hablar así.


Fin 

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