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jueves, 17 de septiembre de 2015

Ella me lleva una cabeza

- Era el cumpleaños de Jimena, llegamos a las once y tanto de la noche, tarde como siempre. Diego tocó la puerta, el resto se escondió detrás de mí. Cada uno superaba los veinte y dos años y seguían comportándose como niños.
La cumpleañera salió a recibirnos, amable como de costumbre. La saludamos y deseamos un feliz cumpleaños para enseguida ingresar a su casa en Lince.
Adentro notamos que el número de chicas triplicaba al de varones, entonces, nos sentimos afortunados. Solo sentimos porque de ahí a intentar conquistar a alguna fémina es otra historia.
Una vez acomodados en un largo mueble donde curiosamente entramos todos pegados, comenzamos a preparar el exquisito ron con Coca Cola para deleitar a nuestros paladares.
Previo a ello, Diego le había pedido una jarra y ella trajo la más grande de su casa. Creo que sabía que podrían destruirla, por eso trajo una de plástico, de esas que miden cuatro litros. Se hizo gracioso al inicio, luego servimos el ron y empezamos a disfrutar del mismo.
Todo parecía ir bien, la música de fondo, el ambiente oscuro y por supuesto, las simpáticas mujeres que se aglomeraban en la sala.
Todas son bonitas, me lo dijo un amigo al oído. Claro que intento darle sutileza cambiando el término que utilizó.
Inmediatamente después de haber culminado la primera jarra de ron, Diego y Felipe invitaron a un par de chicas a bailar. Ellas, con únicas intenciones de danzar, acompañaron a los muchachos a la pista y el baile se inició.
Muchos saben que no suelo bailar, no es lo mío, prefiero beber y conversar. Sin embargo, entre tantas mujeres vi a una en especial, debo decir que llamó mi atención con rapidez (lo cual no suele suceder siempre).
Me pareció bonita a primera instancia; pero de ahí a acercarme y conversarle existía un largo trayecto que posiblemente no estaría dispuesto a recorrer.
Por ello seguí bebiendo y observando a mis amigos salir a bailar, desesperados por conocer a una de las tantas chicas.
Me daba gracia la forma como se dirigían a la muchacha elegida, inclinaban un poco el cuerpo y estiraban la mano para invitarla a bailar. Sus bailes también eran graciosos, más que todo por la forma como movían el cuerpo, totalmente distinta al ritmo de la canción.
Llegué a quedarme junto a Steve, un amigo de Diego, que primera vez salía de rumba con nosotros. No teníamos mucha confianza, habríamos hablado anteriormente tan solo un par de veces. El resto estaba bailando y junto a dicho sujeto comencé a beber el ron que quedaba de la segunda jarra.
Steve tampoco bailaba, según decía: Prefiero beber y beber que andar bailando como ellos.
Yo pensaba igual; aunque, de hecho, en algún momento tendría que bailar por si las ganas de querer saber algo de esa chica aumentaran de repente.
Curiosamente así fue, ocurrió cuando fui al baño. Ella se encontraba sentada en la mesa de la sala, no veía que tomara como las otras chicas, por eso, quizá, no la notaba tanto. Llevaba consigo un vaso con vodka y un cigarrillo. Charlaba con una señora, imaginé que se trataría de la madre de Jimena, la vi al cruzar el pasaje que dirige al baño y quise volverla a ver cuando retorné al lugar de la fiesta.
En ese momento, en el regreso, me pareció mucho más bonita que antes. Además, tenía la particularidad de ser bien alta, digamos, una cabeza más que yo. Claro, en ese entonces llevaba tacos; pensé que no habría tanta diferencia si los cambiara por zapatillas.
Me sorprendí imaginando esas cosas, supe entonces que el interés había aumentado y estando en una fiesta, la única razón para poder conversarle era invitándola a bailar.
Y yo que no bailo ni el trompo, pensé para mis adentros riéndome de mi mismo y el buen Steve que hablaba sin parar creyendo que lo escuchaba y me reía de su chiste.
Puede que exista otra manera, pensé y vi a mi derecha para darle la jarra a Steve; pero el sujeto no estaba. Tal vez se fue al baño, pensé y volví a llenarme el vaso de ron.
El resto de los muchachos seguían bailando, al parecer, un remix de veinte minutos.
—¡Dios mío! Se escuchó de pronto. Una voz desesperada y angustiada.
Algunas chicas se acercaron hacia el lugar cruzando el umbral que divide la sala con el pateo donde ocurre la fiesta. Yo también hice lo mismo para curiosear.
La empleada se encontraba intentando sujetar de los hombros al buen Steve, que, inconsciente, se hallaba recostado sobre la pared del pasadizo cerca al baño.
—¿Qué le habrá pasado a ese tipo? Quise saber entre risas.
Se acercó la mamá de Jime y le pregunté con calma: Muchacho, ¿Te encuentras bien? Pero el tipo estaba hecho un desastre.
Enseguida, se apareció Diego y ayudó a la empleada a levantarlo, yo me hice el sonso mirando para otro lado.
—El chico ha orinado en el piso, dijo la empleada de repente.
Me sorprendí negativamente y admito que quise soltar una carcajada; pero no lo hice porque la chica alta que me gustaba se encontraba a mi lado.
—¡Que malcriado ese sujeto! Comenté para que me escuchara.
—Debe haber tomado bastante, dijo la chica.
—Oye, ven a ayudarme a recoger a Steve, dijo Diego señalándome.
La chica me vio y con una sonrisa, me dijo: Parece que te llaman.
Sonreí y me acerqué.
—Vamos a llevarlo a la hamaca del pateo trasero. Que se quede jato ahí nomas.
—Ya, ya, le dije a Diego y lo cargamos juntos hasta llevarlo a ese lugar.
Al regresar, la chica ya no estaba, se había ido a seguir conversando con las tías. Parecía una muchacha seria, no andaba bailando, tampoco tomaba en exceso ni siquiera conversaba con chicos, por eso me llamaba más la atención.
Resolví preguntarle a Jimena por su nombre, para entonces no teníamos tanta confianza, éramos una especie de conocidos que hablaban por MSN. No quería que pensara que tenía otras intenciones; aunque fui un tonto al creer eso.
Ella me llevó donde se encontraba su amiga, nos presentaron y luego se quedó estática a un lado como pensando, que lindos, ¿Y ahora se van a besar?
Jime solía ser fresa, tenía su cara tierna viéndonos a los dos, yo estaba nervioso y su amiga andaba sonriendo.
Decidí romper el hielo con una pregunta, ¿Qué tomas? Ella respondió, vodka, ¿Y tú? Le dije, ron e hilvanamos la charla.
No me di cuenta cuando Jimena se fue a bailar. Seguí hablando con Sandrita, a quien mencionó al momento de presentarnos, como su mejor amiga. Hablamos más que todo del tipo que dormía en una hamaca, también sobre lo que hacíamos y de pasada, acerca de la fiesta que estaba buena.
Sabiendo que en cualquier momento nos separaríamos le pedí el MSN y lo anoté en el celular. Pude sentirme tranquilo teniendo su MSN anotado.
La charla continuó un tiempo más. A ella no le gustaba tomar más que un par de vasos y yo deseaba llenar mi vaso de ron, entonces nos abrimos por un tiempo. Claro que luego nos reencontramos por los espacios de la casa, generalmente cuando iba al baño y atravesaba el pasadizo y podía verla de regreso. Le sonreía, respondía de la misma manera y sentía que existía cierta empatía.
Al terminar la fiesta, en el momento en que su madre les dijo a todos que la jarana había culminado, salimos caminando llevando la botella de ron restante y la jarra a medio llenar, además de un vaso. Cuando todos salieron tuve tiempo de despedirme de Sandrita, claro que después de despedirme de la cumpleañera y le dije que luego nos encontraríamos en el MSN. Aceptó y sonrió, entonces me fui.
Era una chica muy bonita, de cabello negro y lacio, ya he mencionado que muy alta y con una grandiosa y enorme sonrisa. Además, tenía una particularidad, no dejaba de reír.
En la esquina recordamos que habíamos dejado al buen Steve en una hamaca y fue Diego el responsable de ir a recogerlo.
El tipo se puso terco y se quiso ir a su casa. Lo embarcamos en un taxi y nunca más volví a verlo.
Un par de días más tarde, agregué a Sandrita al MSN, a pesar que Jime me dijo que lo hiciera al instante.
La primera charla trató acerca del tipo que se orinó en el pasadizo y lejos de sentir vergüenza ajena, me resultó gracioso que lo tomara como una palomillada de borracho.
En ese rato pensé en Jime y dije para mis adentros: Tal vez nunca nos vuelta a invitar a su fiesta y no vuelva a ver a su amiga. Sin embargo, estaba equivocado, no tanto por el hecho de la fiesta, sino que ella fue Cupido de esta historia.
Conversamos otro par de veces más por el entrañable MSN y acordamos en vernos la semana siguiente, casualmente, cuando salía de vacaciones. Me pareció estupendo y mejor aun que Jime estuviera con nosotros, entonces, no estaría tan nervioso.
El día acordado detuve la D y llegué a Risso cuarenta minutos después, era viernes y tenía planeada una chupeta al regresar. Ella me esperaría en Plaza Vea y no imaginé que tardaría tanto; aunque debí saberlo porque generalmente las chicas demoran en llegar. Lo sé desde tiempos ancestrales y nunca me percato al momento de la cita.
Cuando Sandrita llegó me pareció más bonita que antes, llevaba bien puesta esa gran sonrisa que la caracteriza y se veía reluciente, tal vez, porque su alegría le daba un aura de energía positiva.
Nos saludamos entre sonrisas y risas y caminamos hacia un parque cercano a la casa de Jimena. El lugar era enorme y repleto de arboles y bancas, me pareció un lugar propicio para sentarnos a charlar.
Iniciamos la plática con las preguntas de siempre, ¿Qué tal?, ¿Qué te cuentas? y nos fuimos contando anécdotas.
Ella me relataba algunas historias con Jime y yo le contaba mis días locos con mis amigos enfatizando en los ratos graciosos.
Luego hablamos acerca de nuestros gustos, los cuales eran similares, también teníamos en común el placer por reír de todo, era algo natural en ambos, reír por lo que fuera. Me gustaba que lo hiciera, por lo que me contagiaba con su alegría y se notaba su linda sonrisa. Esa tarde creí que no terminaría diciéndole que me gustaba su sonrisa; pero se lo hice saber poco antes de irme.
En medio de la conversación se apareció Jimena, quien llegaba de las clases de inglés y se acoplaba a nosotros. Ella dio la idea de comprar unas bebidas y entonces fuimos a Vivanda.
Mientras ellas escogían lo que querían tomar, yo me quedaba pegado viendo los libros en un stand imaginando que podría caber el mío. Siempre tuve esa ilusión.
Luego, nos acercamos a la caja y nos encargamos de comprar las cervezas bien heladas.
De regreso continuamos charlando de las situaciones ocurridas en la fiesta, Jime se notaba tranquila con el asunto de la orina en el pasadizo; aunque, de hecho, yo sé que no estaba tan tranquila como parece, debía de haber ardido en algún momento.
De vuelta al parque nos sentamos en la misma banca y seguimos charlando.
Tomamos las cervezas y fumamos puchitos mientras hablábamos de todo un poco, los temas salían y salían, aparte, Jime siempre suele hablar un montón, entonces, se hacía sencillo tener temas de conversación.
Tiempo después, cuando empezaba a anochecer acordamos en volver a juntarnos porque había resultado estupenda la plática junto a las cervezas. Yo encantado porque había quedado enganchado con la chica, aparte, sentía que a Jime le agradaba la idea de juntarnos.
Pues, antes de despedirnos, le dije a Sandrita que me gustaba su sonrisa y para darme un gusto, sonrió.
En el siguiente encuentro Jime se ausentó, por ello tuve la oportunidad de decirle que me gustaba. Fue un momento vergonzoso, hace mucho que no me atraía tanto una chica y decirlo se me hizo complejo; aunque al final tuvo un buen resultado.
Sandrita, la chica alta que conocí en una fiesta, me dijo, también me gustas y nos fuimos acercando lentamente, sentados sobre la misma banca y en un atardecer estupendo, para darnos un beso.
Fue de esa manera como empezamos nuestra relación amorosa. Jime todavía no lo sabía y se asombró para bien cuando se enteró, es más, recuerdo que me envió un mensaje de felicitaciones.
Ella volvió para el tercer encuentro, siempre en el mismo parque y en la misma banca, no era casual, solo llegábamos a ese lugar por naturaleza. Nuevamente compramos cervezas y cigarrillos y el andar cogidos de la mano era gracioso, por lo que ella era alta,
mucho más alta que yo a pesar que no llevaba zapatos de tacón.
Era linda, más cuando sonreía y era muy amable, le gustaba dar antes de recibir, también era dulce y no tan habladora, por eso tenía que hablar de más y llegaba a gustarle porque le decía cosas lindas al oído o mirándola a los ojos, provocando su sonrisa.
Me gustaba que fuera estudiosa; aunque por ello no nos vimos en algunas ocasiones, yo entendía; pero ella pensaba que hacia mal, tal vez se sentía acongojada por ese hecho. Sin embargo, siempre que se podía nos veíamos donde siempre, a veces solos u otras veces con la grata compañía de su mejor amiga.
En dicho tercer encuentro, Jime nos vio besarnos por primera vez y su reacción fue graciosa, recuerdo que le di una carta y le dije que la leyera en su casa; pero su amiga la abrió y le echó un ojo. Me sentí avergonzado; pero noté que ella lo estaba más, llevaba el rostro pintado de rojo y no dejaba de sonreír, entendía que realmente lo hacía por todo, hasta cuando estaba nerviosa. Me gustaba todavía más.
También nos encontrábamos en el MSN. Sandrita me contó que no solía conectarse y que lo hacía más seguido desde que empezó a salir conmigo, me sentí importante.
Hablábamos bastante, colocábamos Web Cam y no nos extrañábamos.
Salimos una cuarta ocasión, claro está, de nuevo en el mismo lugar.
Esta vez tampoco estuvo Jime y en lugar de estar sentados resolvimos caminar por los alrededores del enorme parque, anduvimos cogidos de la mano y como tantas ocasiones me resultaba chistoso que fuera más alta que yo. Ella por buena onda se ponía zapatillas y aún así seguía siendo alta, me gustaba que lo fuera y me daba gracia que algunas personas nos miraran. Para darle un beso debía de elevarme un poco, me resultaba cómico y el beso como siempre exquisito.
Dábamos la vuelta al parque y regresábamos a la misma banca, nunca la ocupaban, siempre estaba dispuesta para nosotros, es un detalle que nunca pensé; pero ahora mientras cuento esta historia lo señalo con claridad.
No solo paramos en dicho parque por Lince, también hicimos una
diversidad de cosas distintas, por ejemplo, una vez fuimos a un bar llamado Sargento, frecuentando por ambas en sus tiempos libres, más que todo por el estilo de música. Era mi primera vez en dicho bar y resultó bacán a pesar que no soy muy apegado a ese estilo. Lo importante era pasarla juntos y tratar de incluir en mi vida sus aficiones, por ello asistí dejando atrás una reunión que tenia con mis amigos.
Nos quedamos hasta las tres y tanto de la madrugada y luego llegaron a recogerlas y nos despedimos. Yo me fui a mi casa en un taxi; pero antes caminé por el Boulevard de Barranco inspirándome, algo que me encanta realizar es caminar y que mejor que hacerlo en lugares en donde uno encuentra inspiración con facilidad.
La mayor parte del tiempo de nuestra relación la pasamos encontrándonos en Plaza Vea de Risso, caminar al enorme parque por la casa de Jime, tomar unas cervezas, a veces vodka y conversar de todo un poco. A mí me encanta hablar de todo y disfruto hacerlo con buena compañía, alguien que charla sin fronteras y adora escuchar tanto como yo lo hago.
Resolvimos quedarnos tiempo en la banca, darnos besos y abrazos y contarnos historias basadas en anécdotas graciosas, lo que ocasionaba que riéramos con estruendo.
Le escribía algunas cartas que siempre leía en su casa y luego respondía en persona porque según decía, no era de escribir y me gustaba que así fuera, que dijera lo que sentía cara a cara y después me diera un beso para decirme al instante, te quiero.
En mi cumpleaños fue a mi casa junto a Jime, tomamos vodka en mi habitación recién restaurada como previo a lo que se avecinaba y daba la lejanía de sus hogares no podrían asistir por la noche; sin embargo, fue maravilloso que vinieran por la tarde y me dejaran mi regalo, nada más y nada menos que un exquisito ron. Creo que es lo mejor que me pueden regalar.
Esa tarde bebimos y charlamos como de costumbre, se quedaron enganchadas con mi cuarto a pesar que recién estaba en renovación. Además, fueron las primeras en saber acerca del primer manuscrito de mi libro, el mismo que luego adquirirían y no dejarían de reír con las situaciones cómicas que relato en el mismo.
No discutíamos mucho, tal vez, no hubo tiempo de conocernos más y probablemente encontrar características desagradables; pero quiero pensar que era porque nos llevábamos genial y teníamos algo especial en común, el hecho de reír y sonreír por todo, eso hacía que nuestros encuentros fueran agradables y divertidos.
Así pasamos gran parte del tiempo; aunque nos veíamos una vez por semana y de hecho, nos extrañábamos, satisfacíamos esa necesidad con el encuentro en el parque de siempre, tantas veces junto a la dulce Jime, tomando chelas y fumando puchos. Platicando de todo y riendo como de costumbre.
Duramos poco menos de cinco meses. Llegaron tiempos complicados, parciales y falta de tiempo, diferencias no tanto, solo que no coincidíamos en el horario y una tarde mientras charlábamos en MSN llegamos a la sana conclusión que deberíamos intentarlo como amigos. Pienso que ambos estuvimos a gusto con el resultado, la habíamos pasado estupendo en pareja y podríamos ser amigos sin rencores. Y así fue como terminó y no volví a ese parque. Tal vez, nadie se haya vuelto a sentar en esa banca.
No obstante, quedan gratos recuerdos de una relación agradable con una muchacha bien alta, de cabello lacio y negro y bonita sonrisa a quien siempre le voy a tener un cariño especial.

Fin

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