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domingo, 20 de septiembre de 2015

La maestra

- Mis amigos dicen que la maestra tiene bien culo, lo repiten durante el recreo en el círculo que hacemos. Cuentan las diversas morbosidades que les gustaría realizarle, de hecho, en algunos recreos sacaron las típicas revistas pornográficas que esconden en la mochila. Todo caleta nomas, como dice un compañero. Checa al toque, mira que ricas tetas, carajo, comenta otro amigo. Todos vemos y a la vez alzamos la cabeza para ver si alguien se asoma. A los profesores le importa un carajo lo que hagamos, ellos están en la cafetería dialogando cojudeces, nosotros vemos la porno; pero igual tenemos miedo, podrían expulsarnos si por mala suerte nos pillan.
La maestra parece joven, tendrá sus treinta y tantos años, admito que me calienta; pero me da vergüenza contarle a alguno, no quiero que sepan que me corro la paja imaginándola calata, lo hago cuando mis padres duermen y me encierro en el cuarto con las luces apagadas, entonces la imagino sobre mi pija, me excito con rapidez y mientras la siento en mi mente voy moviendo el muñeco.
Me he venido cientos de veces pensando en ella, al inicio me daba vergüenza; aunque ahora ya estoy acostumbrado, es como un ritual nocturno. Sin embargo, no quiero contarle a nadie mis intimidades, solo me divierto observando las fotos de las rubias pechugonas.
De hecho, me erecto; pero no me calientan tanto como la maestra Karina. 
Siempre me he preguntado si tendrá novio, también como la cogerá y que diabluras harán en la cama, son pensamientos que al comienzo me aterrorizaron; pero luego se hicieron normales, me masturbo pensando en todo ello y a veces cuando la observo dictar la clase y se pone de espalda le veo todo el ano que quiero lamer. Además, me excita cuando cruza las piernas y esa faldita negra deja visualizar sus piernas. Santo Dios, debería ser pecado hacer eso; pero lo disfruto por la noche. Sin embargo, es posible que esa cojuda crea que me la quiero coger. No, no creo, de repente solo piensa que soy un estudiante holgazán.
Huevones, la maestra se acerca, la putamadre, digo desesperado, en un momento todos nos quedamos enganchados con la revista que obviamos que el recreo había terminado.
Ella se acerca tranquila, no sé como carajos no oí el sonido de esos zapatos de tacón, que no entiendo lo que me hacen sentir, debería indagar en Internet porque me calienta ver los tacos, algo debe provocarme.
Ustedes no deberían ver esas cosas, todavía son niños. 
Maestra, por favor, no le diga al director porque nos podrían expulsar, ruegan todos a la misma vez. Yo no, yo estoy mudo.
No estoy segura, dice y coge la revista para llevársela a sus ojos. Yo le miro los pechos que su blusa semi abierta deja visualizar.
Sonríe, no es una sonrisa normal, no sé como describirla; pero tiene algo de malévolo. Lo voy a pensar, dice y se va llevándose la revista.
Avergonzados y sintiéndonos unos huevones caminamos detrás de ella, yo le veo el culito mientras que los otros se pelean entre sí.
Entramos a la clase, la maestra está ubicada sobre el escritorio, con sus largas piernas cruzadas y también lleva los brazos entrelazados, parece enojada. Sus lentes y sus labios rojos me tienen loco, no sé qué voy a hacer si sigo sintiendo todo esto, me importa un carajo lo que suceda, la maestra cada día me tiene más caliente y ya no puedo seguir sintiéndolo, necesito satisfacer esta maldita necesidad.
Hoy vi a sus compañeros leyendo revistas para adultos, dice y el resto de mis amigos se sienten avergonzados. A mí me importa un pedo, puedo ver lo que me guste porque soy hombre y tengo necesidades, se lo hago saber.
¡Usted se queda después de clase! Sentencia señalándome. 
Termina la clase y los demás se marchan, me mantengo estático en mi asiento, pensando en que voy a tener que lidiar con su enojo, hasta ahora desconocido porque ando viéndole los senos.
Cuando todos se marchan se acerca y ante mi asombro deja la revista sobre la carpeta diciendo, ¿Serías capaz de hacer lo mismo?
Me enciendo y sin pensarlo me acerco para cogerla de la cintura. Retrocede y choca con el pupitre. Se sube al mismo y entrelaza su brazo con mi cuello llevando el rostro a sus senos. Dios, los siento como los imagino todas las noches. 
Me aleja con brusquedad; pero me gusta, obvio y cogiendo mi rostro de las mejillas me jala a su boca y lo que experimentó es indescriptible.
Enseguida, desabrocha su blusa; pero yo la sigo y la termino por sacar quedándome impactado con sus pechos que no dudo un instante en quitarle el maldito sostén. Lo hago como si de un experto se tratase, usando dos dedos y sus pechos, firmes y grandes se encuentran frente a mí. Los sujeto como he visto en películas porno, los amaso con ambas manos, movimiento circular, hincando el pezón, queriendo morderlo y haciéndolo al rato, oprimiéndolos y viendo como se calienta la maestra. Me toca besarlos, ella quiere que lo haga porque vuelve a llevar su mano a mi nuca y me jala con rapidez, le beso los pechos con calma, luego con locura y después con pasión desenfrenada.
Ella se calienta, gime, alza la mirada y luego regresa para cogerme de los cabellos, me encanta que lo haga y yo que no dejo de besar sus senos.
Inmediatamente, se levanta del pupitre y sin hablar, se lleva la mano al trasero y corre el cierre de la falda, yo me encargo de bajarla haciendo lucir poco a poco ese encaje que lleva puesto.
Que rico por el amor de Dios, pienso. Le pido que se quede con los tacos, no estoy seguro porque; pero me excitan todavía más. 
Me acerco y me encargo de tocarle todo el cuerpo, la echo sobre el escritorio y la siento con mis manos, le toco todos los rincones de su ser, se mueve, mueve las piernas, dobla las rodillas, gime, suspira, cierra los ojos, alza la mirada, vuelve a gemir, me encanta.
Le quito las pantis y la ropa interior teniéndola completamente desnuda y la jalo de tal manera que su vagina quede al borde, me fascina esa posición, entonces, le beso la vagina con mucho deseo, pasión y delirio, he anhelado este momento, me he masturbado pensando en eso, con sentir ese olor particular, con sentir su 
humedad en mis labios, momentos de gloria, definitivamente.
Lleva sus manos a mi nuca mientras continúo besándole la vagina, me encanta y podría hacerlo durante horas.
Me bajo el pantalón y saco mi erecto pene, lo acerco rápidamente y comienzo a penetrarla. Tengo sus piernas sujetadas por mis manos, están elevadas y yo hago movimientos rápidos y lentos, lo disfruto y me encanta que lo goce, el sonido que hace me excita todavía más.
Rato después, giro su cuerpo para tenerla de espalda, abre bien las piernas, no se lo pido, lo hago yo mismo y la penetro con brutalidad. Que rico, que rico, pienso y lo digo, no sé si en voz alta o baja, solo sé que estoy en las nubes y le cojo el cabello para sentir que me pertenece. Eres mía, eres mía, se lo repito muchas veces aumentando la presión en su cabello y jalándoselo. 
Si, si, repite y me enciendo más. Suelto un poco el cabello; pero sigo penetrándola velozmente, deteniéndome por momentos para poder observar como entra mi pena en su vagina. Si algo me gusta bastante es mirar, por eso me detengo por ratos y observo cómo se la meto, como entra toda mi pinga en su vagina humedecida.
De repente, se reincorpora y se agacha, coge mi miembro y se lo lleva a la boca mientras me observa por debajo de los lentes, la sensación me lleva a otro planeta y dejo que se encargue de mí. 
Hubiera deseado poder aguantar más; pero en un par de minutos me vengo en su rostro y me traslado al paraíso.
Lo más excitante resulta que al mirar a mi izquierda, en la ventana de la puerta, todos se encuentran curioseando, han visto la forma como hemos cogido y se han masturbado mientras nos miran.
La maestra avergonzada se limpia el rostro y coge sus prendas para salir apresurada, yo sigo sintiéndome un Dios y en ese momento… Abro los ojos y estoy sobre mi cama, desnudo de la cintura para abajo, con una revista porno a un lado y todo el semen rodeado por el edredón. La putamadre, la misma mierda de todas las noches, pienso y suena el despertador.

Fin 



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