Mi nuevo libro

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domingo, 26 de junio de 2016

Casual e increíble encuentro

- Entro a mi cafetería favorita, la que se encuentra en la avenida Larco. Me quito la bufanda y el abrigo, ambos los coloco en el espaldar de la silla. Enseguida, se acerca la camarera, quien sonriente me entrega la carta. 
—Un cappuccino, por favor. Vuelve a sonreír y añade: En un momento se lo traigo, señor.
Detesto que me llamen señor; pero llega a resultarme gracioso. Acabo de cumplir treinta años; aunque mi semblante no lo aparente.
Empiezo a revisar mi correo desde el celular. Anhelo ver el e-mail en señal de respuesta de la editorial adonde envié hace un par de meses el manuscrito de mi obra; pero lo único que observo son las típicas ofertas de esas tantas páginas de ventas por Internet que aglomeran la bandeja. 
—Han pasado meses. De repente lo leyeron y no les gustó; tal vez por eso ni se dignan en responder, me dije para mis adentros. Y realicé una mueca de inconformidad. Por un instante me sentí resignado. Quizás, también frustrado. Es la cuarta editorial a la que postulo, tenía cierta esperanza. E allí el motivo de mi frustración. 
La camarera se acerca con el café, lo deja sobre la mesa y sonreí nuevamente para acotar enseguida: Servido, señor. 
—Gracias, le respondo. Froto las manos y cojo la taza para acercarla a la boca. Esta caliente; pero se ve exquisito. 
Poco después de mi primer sorbo entran al lugar un par de señores bien vestidos, uno lleva sombrero y el otro una boina. Me resulta sofisticado para estos tiempos. Se sientan en la mesa contigua y dejan sus sacos sobre el espaldar esperando que la camarera se acerque.
—Como te estaba comentando allá afuera, hace un tiempo recibí una obra que me llamó bastante la atención. —Sí, me estabas contando sobre ello. ¿Cómo dices que se llama el autor?
—Daniel Gómez Molina, ese es su nombre. 
En ese momento sentí una implacable sensación recorrer por todo mi ser, al punto de hacerme transpirar y acelerar al corazón. No supe cómo actuar, tampoco sabía que pensar y mucho menos si debía intervenir. Respiré y bebí de golpe el cappuccino.
Si me quemé no lo noté. Me enfoqué en lo que ese dúo, seguramente encargados de aceptación de manuscritos, dialogaban acerca de mi obra.
—Javier, el tipo es bueno. He leído el libro y me ha parecido agradable. He decidido empezar la publicación esta semana.
—Estoy de acuerdo contigo, Eduardo; pero antes deberíamos de tener una cita con el escritor, dialogar sobre algunos temas e iniciar la publicación del libro. Estoy seguro que será un éxito.
Aunque resulte gracioso me pellizqué por si se tratase de un sueño; pero sonreí al saber que todavía me encontraba en dicha mesa de mi cafetería favorita escuchando como las dos personas de la mesa contigua charlaban sobre mi libro.
Luego de esa charla cambiaron de conversación. Terminé el café, pagué la cuenta, cogí mis cosas y me fui sigilosamente; aunque seguramente no se darían cuenta de mi presencia.
No le conté a nadie porque era probable que nadie me crea. Esta clase de acontecimientos solo ocurren en cuentos hechos por escritores a quienes les encanta imaginar situaciones. 
A la mañana siguiente, me respondieron el correo y me citaron en la editorial para firmar contrato e iniciar el progreso; aunque me gusta llamarlo sueño.


Fin

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