Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

viernes, 3 de junio de 2016

Cinco minutos

- Estaba sentado en el asiento del conductor leyendo el periódico deportivo mientras esperaba a mi viejo, el mismo que se encontraba realizando unos trámites en el banco.
De repente, una anciana interrumpió mi lectura con su amable saludo. ¿Puedo quitarte unos segundos? Preguntó, vi que sostenía la Biblia, algunos afiches sobre la religión que admira y rápidamente supuse que era una testigo de Jehová.
Lo siento, estoy ocupado, le dije. Está bien, no se preocupe, dijo ella, muyamable. Sonrió, me regaló bendiciones y se fue.
Por curiosidad, observé cuando detuvo a un sujeto de mochila que aparentemente estaba apurado (andaba muy rápido por la acera) y fue entonces que me sorprendió bastante la actitud de dicho sujeto al regalarle unos cuantos minutos de su vida para escuchar los relatos, consejos, sermones de aquella anciana a pesar de encontrarse muy apurado.
Por un instante me sentí mal, pensé en que no hubiera perdido nada si le hubiese brindado algunos minutos de mi vida; no obstante, continué leyendo mi diario.
Unos cinco o diez minutos después, la señora le entregó un afiche al fulano de mochila y este le regaló un beso en la mejilla.
El tipo parecía contento, no tan apresurado como lo vi antes y leyendo aquel afiche continuó caminando rumbo a su destino.
No tuve tiempo de encontrarle respuesta a las preguntas: ¿Qué pasó?, ¿Por qué se fue tan contento? Porque mi celular sonó y me distraje conversando con una amiga.
Cuando la charla estaba interesante, una anciana con un parecido físico a la señora anterior me sorprendió cuando se acercó a la ventana y muy contenta me dijo: Hola. ¿Estás ocupado?
La miré, ella sonrió, dejé el celular a un lado y decidí prestarle atención.
Me contó un montón de cosas, no entendí algunas pero sí me parecieron interesantes otras. Luego de cinco minutos, me entregó un afiche, me dio una bendición y se marchó.
No sentí incomodidad, tampoco molestia y mucho menos vergüenza. Aquella anciana adquirió cinco minutos de mi vida y se fue contenta dejándome con una sonrisa en el rostro porque hice bien en simplemente prestarle atención durante cinco minutos.
Ahora entiendo porque aquel sujeto de mochila que andaba apurado se detuvo para escuchar a la señora. Lo hizo porque nada cuesta regalarle cinco o diez minutos a alguien, reflexioné respondiendo a mi anterior pregunta.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario