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martes, 29 de diciembre de 2015

Te encontré

—Oye, ¿Dónde has estado? Te he buscado en todas partes; pero nunca te he encontrado. Y ahora que estas aquí, frente a mí, por favor, no vayas a marcharte. —Disculpe, ¿Qué le sucede? Creo que se ha equivocado de persona. —No, no puede ser cierto. Eres tú, eres como te vi en mis sueños y como te describí en mis textos.
—Dice cosas bellas; pero siento no ser ella. —Te entiendo. Sé que resulta difícil darse cuenta, de la nada, que resultas ser el amor de su vida, de alguien que encuentras, de la nada, en esta vida llena de sorpresas. Ella sonríe.
—No quiero molestarte, déjame invitarte un café y contarte de mí. No de ti, porque de ti ya lo sé todo. No me preguntes cómo, porque decirte que lo imaginé sonará muy difícil de creer.
—Acepto, solo porque tengo curiosidad. —Sabía que diría eso.
— ¿Eres adivino? —No. Soy escritor y que con esa frase empezará una historia de amor que escribiré muy pronto.
En aquel café.
—Debido a que dices saber todo de mi, ¿Qué podrías contarme de ti?
—Mi vida se basa en una gran búsqueda. Busco al amor de mi vida para permanecer a su lado por siempre, ese es mi sublime y loco pensamiento romántico. La musa, como así la llamo, es una mujer encantadora. El color de sus ojos es igual al de su cabello, el mismo que produce un aroma exquisito y del cual anhelo drogarme. Me gusta tanto su sonrisa que me empeño incansablemente en crearla y ver reproducirse ante mis ojos, los mismos que únicamente se dedican a contemplarla. Sus besos, derrochan delicioso néctar que resuelve ser sumamente adictivo. Es por eso que no me canso de besarla.
Su cuerpo, un templo, cuando abre los brazos y me invita a quedarme allí, en donde escucho sus latidos y encuentro paz, una paz desconocida por el mundo y que solo ella sabe entregarme.
Lleva saco gris, blusa blanca, el cabello suelto, brillando y radiante, con las piernas cruzadas y cogiendo la taza de café con suma elegancia.
Ella sonríe al darse cuenta que se trata de su persona.
—Has hablado del amor de tu vida; pero no me has contado de ti.
—Soy escritor. Con defectos, virtudes, manías y pasiones. Con un innato romanticismo y -como te comenté- paso mi vida en busca de alguien -que, apropósito- ya encontré.
Vuelve a sonreír. Esta vez sus ojos brillan de emoción, él lo sabe.
—Es escritor, no se olvida de ningún detalle.
— ¿Y qué harías -O bueno, en el caso que fuese yo, que harás- al encontrarla?
—Amarla.
La respuesta fue solo una palabra. Una palabra que lo contiene todo. La respuesta no tuvo argumentos, fue sincera y directa.
Fue perfecta.
Entonces, ella se expresó:
—Sabes, llevo años imaginando que al salir a la calle, caminando o trabajando, manejando auto o sentada en la banca de un parque mientras leo, alguien se iba a acercar y me iba a decir exactamente todo lo que tú dijiste. Trataría de no sorprenderme ni emocionarme, mantener la calma y aceptar la invitación a tomar el café. Por alguna razón, esa persona sabría que me gusta el café.
Físicamente, no sabría con exactitud cómo sería; pero no te voy a mentir, me pareces muy atractivo. Además, eres escritor y a mí me encanta leer. Eres sincero, lo veo en tus ojos. Yo también te conozco; pero si te dije que quería saber de ti era porque quería escuchar de tus labios que eres como te imagino: Un romántico escritor. Te he encontrado. Escribamos juntos nuestra historia.


Fin

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