Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

sábado, 5 de diciembre de 2015

El relato

- Ella piensa que no lo sé. Actúa con normalidad, su humor ha incrementado los últimos días, la escucho cantar y la veo bailar, se siente, según responde cuando le pregunto por la causa de su euforia, viva. Le sonrío y vuelvo a lo mío, al escritorio en el sótano, a la soledad en frente de la computadora, a trabajar y andar creando historias, a romperme la cabeza pensando en nuevas ideas, a realizar lo que me apasiona; pero lo he dejado de lado este tiempo por la noticia que recibí, fue uno de esos momentos fatales, en los que sientes que todo se derrumba. ¿Sabes que me jode más? Que no se atreve a contármelo. Y pensar que cuando nos casamos, hace cinco años, juramos contarlo todo. No sé que duele más, si sus acciones o su mutismo voluntario.
Es hora de cenar, ha tocado la puerta algunas veces y le dicho, ya voy. Se siente, nuevamente, como dijo, viva. No deja de bailar y cantar, todo el bendito día se la ha pasado igual. Sé que debería ser bonito, ver a tu mujer contenta; pero no lo es. Esto no tiene nada de bonito.
La mesa está hecha un desastre, ¿Vamos a cenar en estas condiciones? No me jodas.
Limpio el mantel y acomodo la mesa antes que traiga la cena, no se da cuenta de lo limpia y ordenada que está ahora porque sigue tarareando la maldita canción.
Cenamos, no hablamos, solo comemos, vemos los celulares y ni siquiera nos miramos. Tararea al tiempo que mueve la cabeza, no quiero decirle que apague la radio por más que lo deseo; pero voy a encararla de una vez, estos días no he podido escribir y tampoco dormir, esa noticia se ha robado mi sueño y mi inspiración.
Oye, ¡Ya lo sé todo! La maldita se hace la estúpida, me ve con rostro de sorpresa y pregunta con hipócrita dulzura, ¿Qué sabes, amor? Me has engañado con el sujeto de tu trabajo, maldita zorra, le digo mientras le muestro las fotos en donde sale besuqueándose con el tipo este.
La coge y se echa a llorar. No le creo absolutamente nada y se lo hago saber. Se acerca y la rechazo. Se ve a su habitación con sollozos y lágrimas y para colmo cierra su puerta, es la cumbre de la sinvergüencería. Ahora debo ser yo quien toque y la busque.
Siempre que la caga se le ocurre hacerse la víctima. Le he perdonado algunas cosas; pero esta estupidez no la voy a pasar.
¿No vas a comer? Gordo, ¿Vas a comer?
Ah, sí, voy a comer.
Tú siempre andas volado.
Oye…
¿Qué sucede?
No, nada, olvídalo.
Hace ademán, tatarea la canción y mueve la cabeza.
¿Cómo pudiste engañarme de esa manera tan vil? Pregunto mientras introduzco los tallarines a la boca. Y encima con el imbécil del trabajo, añado con cólera.
Ella sigue en su onda, se siente fresca, está cantando y moviendo parte del cuerpo.
Al rato recoge su plato y se acerca recoger el mío. ¿No vas a comer, no? Pregunta y sin esperar respuesta, lo coge.
No la soporto, la detesto con todas mis fuerzas. No he podido dormir porque pienso en el, ¿Cómo carajos fui tan imbécil de no darme cuenta que me hacían cachudo? Y encima con el estúpido ese, que vino a mi casa a cenar, que asistió a mis fiestas y que leyó mis novelas. Rata despreciable. ¡Par de sabandijas sinvergüenzas!
Ella se encuentra arrojando los platos al lavadero, en ese momento, sujeto un adorno, regalo de su madre por el primer año de compromiso, me acerco lentamente, todavía sigue cantando y me revienta que lo haga. ¡Hey! Le digo, gira y sus ojos contemplan la sangre caer de su cabeza, le doy una, dos, tres veces, la sujeto de los cabellos y la meto al lavadero donde termino de destrozarle la cabeza al tiempo que le grito un sinfín de groserías.
¿Por qué no sigas cantando? ¿Por qué ya no cantas y te sientas viva, maldita zorra? Empiezo a reír con frenesí, estoy ardiendo en ira y coraje; aunque poco a poco se desvanece, tal cual, su vida.
Enciendo un cigarrillo sentado en el asiento de la sala, tranquilo. Su cabeza sigue en el lavadero, pienso en que debo planificar algo para esconder el cadáver; pero antes debo de fumar unos cigarrillos.
Me gusta que todo sentir desagradable, como ira, coraje y decepción, se hayan ido. Estoy tranquilo y fumo en paz.
¿Qué tal? ¿Te gusta el relato? Le pregunto a mi esposa, quien se encuentra a mi lado, notablemente aterrorizada. Enciendo un cigarrillo y vuelvo a preguntar, ¿Que te pareció?
Se mantiene muda, el sudor le cae por las mejillas, siento que tiembla, por ello, resuelvo preguntar con ternura, ¿No tienes algo que contarme?

Fin

2 comentarios:

  1. Wow... eso fue siniestro y perfecto sigue así aunque a mi me dio miedo de ser infiel si tuviera un esposos asi ejejejeje esta perfecto sigue asi

    ResponderEliminar