Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

sábado, 26 de diciembre de 2015

La pastilla

- Caminando por la avenida me encontré con un amigo, nos estrechamos la mano en señal de saludo y me sorprendió que dijera, casi de inmediato, la siguiente frase: ¡Justo el hombre que estaba buscando! Sonreí y añadí, ¿Qué ha pasado? Necesito que me hagas un favor, comentó colocando su mano en mi hombro, en ese instante, como la gran mayoría, pensé: Me va a pedir dinero prestado. Y para hacer un tanto menos seria la situación, acoté: Estoy más misio que el chavo del 8.
El sujeto sonrió para luego aclarar con seguridad: Es lo que menos quiero, acabo de cobrar por un trabajito. Entonces hazte los rones, le dije de inmediato. Más tarde te la pinto, respondió con rapidez y froté mis manos.
Pero; no nos desviemos del tema, dijo después, todavía manteniendo su mano en mi hombro.
Cuéntame lo que sucede, le dije. Caminemos, dijo y empezamos a andar, ya separados, de lo contrario, hubiera sido un tanto extraño.
Lo que pasa es que ayer tuve relaciones con mi flaca y me vine dentro, dijo y extrañamente empezó a reír. Admito que no me resultó chistoso, parecía un imbécil riéndose por la situación.
¿Y ahora que piensas hacer? Pregunté de un modo, de repente, ingenuo. Simple, comprar la pastilla del día siguiente.
En ese preciso instante entendí para qué me necesitaba, por ello, lo vi con los ojos entre abiertos.
Y supongo que esperas que sea yo quien vaya a comprar dicha pastilla, ¿Verdad? Asintió con la cabeza con la misma sonrisa de idiota.
¡Estás huevón! Yo no voy a comprar eso. Es tu responsabilidad.
No te sulfures, dijo. Me dio risa el término “sulfures”, tanto que solté una breve risa.
Escúchame, dijo después, detenidos en medio de la avenida. Yo no puedo ir porque todavía no saco DNI y de repente te piden. Además, me ven cara de chibolo, nadie piensa que tengo dieciocho recién cumplidos y en ese laburo no me pidieron nada.
Loco, yo tampoco puedo ir porque la chica de la tienda me conoce.
¿Qué chica? Quiso saber. ¡La de la farmacia pues! ¿La flaquita de rulos? Si pues, esa misma.
¡No jodas! ¿Estás saliendo con esa flaca? En ese momento sentí que me había vendido por intentar zafar de la situación.
Ese no es asunto tuyo, le dije con una sonrisa.
Luego me vas a tener que contar eso. Te lo tenías guardadito, dijo dándome un golpe en el hombro.
Me encontraba más calmado, seguimos caminando y mientras lo hacíamos trataba de convencerme acerca de ello.
Yo nunca antes había ido a comprar dicha pastilla y si lo haría sería en otra farmacia que no fuera la de la siguiente esquina.
Loco, te voy a hacer el favor; pero, no voy a comprar en esa farmacia.
¡Gracias! Dijo y casi me besa. Vamos a otra farmacia, no hay problema, añadió feliz.
Caminamos varias cuadras y llegamos a una farmacia independiente, de esas que no pertenecen a cadenas. Sabía que atendía un señor de lentes poto de botella, vestido con mandil y caminar tan lento como una tortuga, aparte, era medio sordo y debías de repetirle varias veces el pedido. Sin embargo, pocas personas solían asistir a ese lugar.
¿Has traído tu DNI? Preguntó. Sí, claro, siempre lo llevo. ¿Hace cuanto lo sacaste? El año pasado, le dije; pero todavía no voy a votar. Este año lo haces, quiso saber. Así es, le dije y me adelanté luego de recibir el dinero.
Tenía 20 soles exactos. Yo no sabía cuánto costaba; pero si por alguna razón faltaba, no iba a quedarme otra que acotar un par de monedas.
Rumbo a la tienda recordé que hace no bastante tiempo, con mi primera novia, hicimos el amor en la cama de mi habitación; yo no tenia preservativos y tuve que salir de casa en busca de uno, no tenía un amigo como el que tiene él ahora, por tal razón tuve que comerme la vergüenza de preguntar por condones. Tenía quince años, lo único que había ido a comprar a una farmacia eran curitas.
Entré a la tienda y por mala suerte se hallaban dos señoras con pinta de chismosas, me pareció haberlas visto antes; pero hice
caso omiso a un posible saludo. Me detuve a un lado mirando una vitrina y esperé a que sea mi turno de pedir.
El tío de lentes poto de botella me vio y preguntó, ¿Qué se le ofrece, joven? ¡Mierda! Pensé y con inseguridad, bastante nerviosismo y algo de sudor en las manos, dije: Una pastilla del día siguiente.
Nadie volteó a verme, tampoco hubo susurros, fue como si a nadie le hubiera importado; sin embargo, el viejo no había escuchado.
¿Cómo dice, joven? ¿Pastilla para qué? ¡Pastilla del día siguiente! Dije fuerte y rápido. No lo entiendo, joven, dijo el señor acercándose al mostrador. Deme, por favor, la pastilla del día siguiente, le dije con claridad y despacio; pero las viejas escucharon y empezaron a verme de pies a cabeza. Me sentí muy avergonzado.
Tiene dieciocho años o de repente menos y ya anda comprando esa clase de cosas, habrán pensado al tiempo que me observaban a profundidad y yo que no dejaba de transpirar.
El señor prefirió guardarse sus inquietudes, me dio la espalda y se fue a traer el producto. En ese tramo de tiempo las dos viejas chismosas no dejaron de observar y susurrar, en otro momento, hubiera encarado; pero estaba ruborizado.
Enseguida, volvió el sujeto dándome el producto y luego de pagar sin recibir vuelto salí disparado de la tienda.
¿Qué fue? Quiso saber mi amigo. ¡Puta, loco, qué vergüenza! Le dije y nos empezamos a reír mientras le contaba lo sucedido.
Agradeció el favor y efectivamente, horas más tarde, nos tomamos esos rones a su nombre y con su dinero, el mismo que obtuvo por contar agujas.
Mientras bebíamos en mi habitación junto a otro par de amigos, mi vieja entró como un demonio y preguntó con desenfreno, ¿A quién carajos has embarazado?
¡Sabía que había visto a esas viejas en alguna parte! Pensé y luego tuve que explicarle lo sucedido; aunque, por supuesto, tuve que cambiar el contexto y los nombres, tengo mucha imaginación, me resulta sencillo.
Tal cual el mundo da vueltas, más adelante, este amigo me hizo un favor de igual magnitud; pero no con una pastilla. Sin embargo, esa, es otra historia.

Fin



No hay comentarios:

Publicar un comentario