- No podemos darle un nombre a lo que somos. Nuestro amor puede ser tan sincero como sublime; pero los factores que interfieren no permiten que se realice. Nunca seremos nosotros, solo tú y yo en un universo propio; pero distantes. Enamorados; pero lejanos. Con ganas de abrazarnos y detener el tiempo; pero tal cual desconocidos cuando crucemos miradas en una cafetería. Puedo amarte, puedes amarme; pero no nos permiten realizarnos. Lo nuestro es una utopía desdichada por humanos que todavía no entienden lo que sentimos porque creen saber que lo saben mejor que nosotros y nosotros creemos saberlo; pero no logramos expresarlo como debemos. Es confuso, es irónico, es real; pero no es posible. Humanos como mi madre, humanos como tu padre, que por azares de la vida vienen a odiarse y no permiten a sus hijos amarse.
Pero; contradiciendo a todo, vienes y te espero en la esquina de siempre, pendiente de quien pueda observarme, mirando hacia todos lados mordisqueando mis uñas y observando un reloj que curiosamente parece detenerse. Te observo y el corazón me vibra, la euforia se multiplica y la tensión agranda. Sabemos que es prohibido, no tenemos la edad para salir a estas horas de la noche sin que nos estén vigilando celosamente; pero es un escape necesario, es el amor quien se escabulle y logra atravesar el concreto para salir victorioso, al menos por instantes.
Ante nuestro amor el abrazo detiene el tiempo; aunque para la realidad este avance rápidamente. No existen palabras, lo que podamos decir hace perder el tiempo. Besos y abrazos aparecen enseguida expresando todo lo que nuestro vocabulario pueda decir y nos convertimos en amantes de la noche sin importar quién nos mire o que suceda después.
Sabemos que existe despedida; pero pensamos, aunque no lo sepamos con exactitud, que nos volveremos a juntar a pesar que por la mañana seamos dos desconocidos que anhelan filtrar su amor en una patética realidad que no les permite, estúpidamente, amarse libremente.
Es así como dicta un escritor: Algunos amores no están destinados a ser relaciones. Solo existen y en su universo eso es lo esencial.
Pero; contradiciendo a todo, vienes y te espero en la esquina de siempre, pendiente de quien pueda observarme, mirando hacia todos lados mordisqueando mis uñas y observando un reloj que curiosamente parece detenerse. Te observo y el corazón me vibra, la euforia se multiplica y la tensión agranda. Sabemos que es prohibido, no tenemos la edad para salir a estas horas de la noche sin que nos estén vigilando celosamente; pero es un escape necesario, es el amor quien se escabulle y logra atravesar el concreto para salir victorioso, al menos por instantes.
Ante nuestro amor el abrazo detiene el tiempo; aunque para la realidad este avance rápidamente. No existen palabras, lo que podamos decir hace perder el tiempo. Besos y abrazos aparecen enseguida expresando todo lo que nuestro vocabulario pueda decir y nos convertimos en amantes de la noche sin importar quién nos mire o que suceda después.
Sabemos que existe despedida; pero pensamos, aunque no lo sepamos con exactitud, que nos volveremos a juntar a pesar que por la mañana seamos dos desconocidos que anhelan filtrar su amor en una patética realidad que no les permite, estúpidamente, amarse libremente.
Es así como dicta un escritor: Algunos amores no están destinados a ser relaciones. Solo existen y en su universo eso es lo esencial.
Fin
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