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viernes, 19 de febrero de 2016

La cita

- Kerry nunca tuvo una cita con una mujer, no estoy seguro si habrá tenido alguna con un hombre.
En su tienda, a unas cuadras de mi casa, atendía a los clientes cuando no andaba chateando en el MSN. Se ponía muy nervioso cuando la clientela aumentaba -cosa rara, obviamente- pero en dichos momentos solía trabarse y tartamudear haciendo ineficiente su labor como vendedor. Sin embargo, al ser sus compradores mayormente vecinos, entendían su nerviosismo y por ello le tenían paciencia.
Luego de atender volvía a la computadora y continuaba chateando en el MSN con sus dos únicos amigos.
Un día le comenté que había una página para conocer chicas, no recuerdo el nombre; pero si recuerdo que se registró. Lo hizo un instante después de haberle enviado el link de la página.
Según dijo, su Nick era: Stam.one (nunca entendí de que se trataba aquello).
Rápidamente se familiarizó con el lugar al punto de conocerlo de memoria y pues, enseguida, empezar a tener contacto con chicas alrededor del mundo.
Todo me lo iba contando al tiempo que, según decía, atendía a los fastidiosos vecinos que no dejaban de comprar. Yo trataba de decirle, también con humor, que aquello era bueno por el asunto de las ganancias; pero el buen Kerry estaba harto, extrañamente, de atender por lo que le quitaba tiempo para chatear con mujeres.
Resolvió disminuir el horario de atención en su tienda, algo que me resultó inverosímil porque de por si atendía prácticamente cuando quería. Sin embargo, no soy de meterme en las decisiones ajenas.
Kerry se introdujo de lleno en ese mundo de citas virtuales hasta el punto de llegar a sentirse todo un galán en el tema de conquistar, incluso, recuerdo que más de una vez se atrevió a darme algunos trucos. Definitivamente era un sujeto con muy buen humor.
De repente, aquellas citas virtuales se volvieron tangibles. Una mañana me contó que saldría con una chica al día siguiente.
En ese momento me preocupé. Pues, de intercambiar ideas, aficiones y pasatiempos cambió a acordar un encuentro formal.
Resulta que Matilde, quien llevaba de Nick “La loca” llevaba chateando con Kerry más de un mes y por dicha razón habían quedado en verse. Ella vivía en Iquitos; pero viajaría por estudio a Lima, entonces, podrían tener un encuentro.
Acordaron el día de mañana porque su avión saldría en unas horas y ambos, muy románticamente, se sentían atraídos y ansiosos por toparse.
Le dije que tuviera cuidado, que cualquier cosa podría suceder y que debía de ser precavido; pero Kerry hizo caso efímero a mis sugerencias. Además, añadió que la conocía bien porque llevaban hablando un mes y se habían contado alguna que otra cosa.
No quiso ser claro en el asunto emocional, de repente sabía que le diría mi verdad y no estaría de acuerdo.
Naturalmente, si la chica le gustaba y ella le agradaba, podría suceder algún romance del cual me sienta orgulloso; pero si algo extraño sucedería me sentirá culpable al haberle enviado el link de la página, que, casualmente, nunca usé.
Todo el día me habló de su cita. Estaba entusiasmado y emocionado con conocer a “La loca” y seguramente, como según relataba, ella también se hallaba en la misma posición.
El plan consistía en encontrarse en Larcomar, luego ir a caminar por los alrededor, tomar helados, conversar de todo un poco y ver lo que dos cuerpos que se atraen pueden realizar.
En ese instante, mientras leía lo que contaba, olvidé mencionar que la custer azul que cotidianamente lleva a Larcomar había cambiado de ruta. Quizá, según pensé después, no lo dije porque imaginé que iría en taxi (olvidando que los ingresos de la tienda, debido a su fanatismo con la web habían reducido considerablemente).
Kerry se duchó, vistió, perfumó y salió de casa con una sonrisa de oreja a oreja (la que nunca les muestra a los clientes). Caminó rumbo al paradero y esperó que la custer azul apareciera.
Minutos después, apareció por la esquina y al notar su presencia elevó su mano para que el conductor pudiera detenerse.
Lo hizo a pesar de no haberlo visto desde lejos, de repente por su pequeña estatura.
Subió, pagó el pasaje y se acomodó al fondo justo al lado de una voluminosa señora que aparte de estar rodeada de niños escandalosos llevaba consigo una impresionante bolsa repleta de abarrotes. Pues, no quedaba otro asiento libre.
Sin embargo, para no arruinar su viaje se animó a pensar en el futuro encuentro, entonces sonrió. Además, se colocó los audífonos para escuchar su música japonesa.
El bus comenzó a avanzar a una velocidad impresionante, rápidamente se encontró por la curva de Chorrillos, Kerry miraba su reloj y sonreía sabiendo que llegaría puntual. De repente, ante su sorpresa, poco antes de Metro, resolvió girar e ir por otro camino.
Kerry no se sorprendió, pensó que tal vez se tratase de un sendero más corto o quizá, haya alguna obra en progreso y tenga que ir por otro lado.
Por ello siguió concentrado en la música japonesa y obviando a los parlanchines y voluminosa señora que no dejaban de hacerse notar a base de movimientos, gritos y demás.
Tuvo suerte que bajaran dos paraderos más adelante, aquello lo alivió al punto de abrir la ventana y dejar que el aire refrescara su rostro; pero no arruinara su peinado. De hecho, se había echado tanto gel que ni siquiera un huracán podría malograr el look.
La custer azul siguió avanzando hasta detenerse en un semáforo, en ese momento, Kerry empezó a visualizar las calles con mayor detenimiento como quien empieza a ubicarse; pero no lograba hallar en su mente el recuerdo del lugar. Entonces, pensó, ¿Dónde diablos estoy? Enseguida la custer siguió avanzando y pudo reconocer, por fin una calle; pero, lo que tendría que ser Barranco, era Surco (La Bolichera para ser exactos). Quiere decir que ha ido por Chorrillos, dado una tremenda vuelta y regresado a Surco – La Bolichera, pensó con cierta angustia debido a que tenía el tiempo controlado.
Iba a reclamar al conductor; pero al ver su tatuaje de calavera se sintió atemorizado. Volvió a su asiento y esperó que siguiera el rumbo adecuado hacia Larcomar.
Eran las 3.45pm y su cita era a las 4.30pm. Todavía tenía tiempo.
Resolvió relajarse. Sintonizó una de sus canciones favoritas y mirando por la ventana comenzó a refrescarse con el aire y deleitarse con el paisaje urbano (a pesar que no haya mucho que mirar).
Era extraño que la custer azul haya ido por Tomas Marzano, usualmente estaría por Barranco, luego Miraflores y por fin, Larcomar. El rumbo era distinto y Kerry que no llevaba mucho dinero en los bolsillos no podía darse el lujo de bajar y abordar otro bus. Además, ¿Qué custer podría llevarlo a Larcomar desde allí?
Prefirió esperar. De repente, la custer acelera y llego rápido, pensó de un modo optimista.
Subieron más pasajeros en el Ovalo Higuereta, se sintió cómodo en ese momento. Cosa rara porque hace un tiempo se andaba quejando de los niños chillones.
Supuso que una pareja de enamorados iría a Larcomar, por ello, imaginó que no serían tan tontos de subir a un bus que no los llevase al lugar indicado.
En lugar de seguir por la avenida Benavides y luego llegar a la avenida Larco para al fin estar cerca a Larcomar, la custer azul siguió su rumbo por la avenida Aviación, entonces, Kerry no pudo resistir tanta confusión; pero en vez de conversarle al conductor le hizo una pregunta a la pareja, que se andaba besando en el preciso instante en que un narizón con peinado gracioso asomaba su cabeza para preguntar con voz chistosa, ¿Este carro lleva a Larcomar?
El tipo vio a su chica y la chica vio al tipo, ambos sonrieron y soltaron una breve risa en señal de una burla espontanea. Luego ofrecieron una disculpa y contestaron a la par: ¡No! Hace bastante tiempo que la custer azul cambió su ruta.
¿En serio? ¿Desde cuándo? Quiso saber el buen Kerry y nuevamente los muchachos sonrieron.
Pues, desde hace un año, me imagino, respondió el sujeto.
Fue en ese preciso momento, según me contó tiempo después, que le llegó mi mensaje de texto.
Bro, por si acaso, no te subas a la custer azul, no va a Larcomar. Ve en otro carro o no seas duro y chapa taxi.
Me maldijo, según añadió después de contarme ese episodio; pero no tenía tiempo para otros pensamientos. La custer azul estaba en medio de la avenida Aviación y los paraderos se hallaban más adelante. Aún así, se acercó al chofer y le pidió para bajar en la siguiente esquina. El serio conductor lo vio y respondió: Solo se baja en paraderos establecidos. Pues, a pesar de tener rostro malhumorado el tipo sabía respetar las normas.
Kerry tuvo que esperar otras cuadras parado a un lado de la puerta para poder descender mientras que la pareja de enamorados, luego de besuquearse, lo miraban y se reían.
Lo primero que hizo al bajar de la custer azul fue preguntarse, ¿Y ahora donde chapo bus para Larcomar? Tardó algunos minutos en consultar a un par de peatones, un datero y un zángano que andaba fumando hierba para lograr encontrar una salida.
Resolvió volver al Ovalo Higuereta y detener un bus directo hacia Larco (No estoy seguro de donde sacó un par de soles más).
El tiempo apremiaba, faltaban tan solo diez minutos para el encuentro y todavía se hallaba en la avenida Benavides sumamente congestionada.
Avanza, por favor, avanza, le pedía al señor que hiciera que el bus avanzara con rapidez y parece que lo escuchó porque enseguida aceleró y pudo llegar a Larco en cuestión de minutos.
Dirigiéndose a Larcomar recibió una llamada. Era Matilde “La loca” que llamaba para preguntar por su ubicación.
Estoy cerca, estoy a unas cuadras, estoy cerca, estoy a unas cuadras, repetía por lo nervioso y ansioso que se encontraba. Llevaba diez a quince minutos tarde y la chica lo esperaba en el lugar acordado.
Su camiseta favorita sudaba, su rostro sudaba; pero su look se encontraba pleno.
Llegó y lo primero que hizo fue entrar al baño de Larcomar para lavarse el rostro una y otra vez para quitarse el nerviosismo y el sudor. Enseguida, salió y se dirigió al lugar en donde la halló parada y mirando hacia todos lados. Era tal cual su foto, con el cabello largo y negro, delgada como un lápiz y llevando zapatos de tacón y bolso del mismo color.
Hubo una fuerte atracción en el instante en que se vieron. Además, ya venían hablando desde antes y afirmaban conocerse. Por tal razón obviaron tanto el hecho de charlar como el de ir por unos helados para pasar de frente al encuentro carnal.
Se besaron un minuto después. Kerry tenía la mente en blanco cuando sucedió; pero luego se dio cuenta que fue real. Entonces, resolvió darle otro beso y luego y otro.
Al rato quedaron en ir a un lugar más íntimo. Entraron a un hotel cercano, que curiosamente, ya había sido cancelado. Detalle poco menor que Kerry quiso pasar por alto.
Si yo estuviera en sus zapatos pensaría que me quieren robar el riñón y saldría corriendo en cuestión de segundos.
Pero Kerry estaba emocionado y excitado, quería tener una tarde llena de placer y fogosidad a más no poder.
No dudó ni un segundo en desvestirse al momento de entrar. Al hacerlo, ella lo arrojó con suma violencia sobre la cama, en ese preciso momento creyó que se encontraba en el paraíso.
La loca empezó a desvestirse al tiempo que el buen Kerry la miraba ansioso y deseoso por tenerla encima. Poco a poco fue quitándose la ropa hasta quedarse únicamente en bragas.
Se quitó el sostén y lo tiró exactamente sobre sus ojos dejándolo ciego por un minuto. Con una sonrisa lo sacó y al verla desnuda notó una enorme y gruesa verga de 19 centímetros apuntar en dirección a su cara.
Desde entonces no ha vuelto a ser el mismo.

Fin



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