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viernes, 26 de febrero de 2016

Historia de un perro

 - Conocí a un perro, este vivía en las calles deambulando por lugares inhóspitos, buscaba un hueso que roer, un pedazo de carne que comer, el agua de lluvia que se acumula en cráteres de la pista servía para beber y cuando el sol yacía su lengua larga y reseca caía de su hocico junto a un triste sonido que añora beber y de noche refugiaba su voluptuosa figura en desolados lugares, donde gente malvada lo hacía huir, compartiendo lugar con jaurías rabiosas y a veces, solo a veces, en un cálido rincón de una casa abandonada, donde cerraba los ojos deseando esperanzando poder cobijarse en un mueble, ser acariciado por una mano amorosa y ver el filete listo tanto de día como de noche; pero el despertar era cruel, una visión tenebrosa de una vida sin esperanza, la necesidad por beber y comer aparecen y a veces no se van y el caminar se hace arduo porque los años pasan y el cuerpo no da.
Añoraba el hogar de los canes que por tener nombres extranjeros vivían como reyes, de esos que compran con dólares y adoras porque lleva pedigrí, que diablos va a entender de eso, si ve a todos iguales. Algunos con más suerte que otros.
Gente de buen corazón le entrega alimento, devora como salido de prisión, el agua y la carne se acaban tan rápido que parecen espejismos, agradece lamiendo la mano muy tímidamente y vuelve a andar por las calles en busca de otro buen samaritano.
No es vida la que lleva; pero es la que le ha tocado vivir por no salir de un Pet Shop, por no tener cadena con nombre ni quien pueda cargarlo para decirle cuanto lo quiere. Solitario anda, nostalgia irradian sus ojos y su única fe es hallar quien logre saciar su necesidad más primitiva.
Una tarde cuando andaba moribundo echado sobre la calzada con la irrisoria idea de ser atropellado, muerto de hambre y de desesperanza encontró a alguien quien lo sacó con sus brazos de una muerte segura, lo cogió y lo llevó a su morada. Se echó tímidamente en el mueble soñado y el olor le pareció sacado de un cuento, vio al tipo y este le sonrió acariciando su lomo y su nuca y las palabras “ahora vas a tener un hogar” lo llenaron de una esperanza desconocida, cayó en profundo letargo y al despertar creyendo que todo se tratase de una fantasía vio a su lado tres tiras de filete recién cocido junto a un largo envase lleno de agua.
Emocionado bebió y comió hasta saciarse y cuando el amo volvió sonriente movió la cola como nunca antes lo hizo y sacó la lengua y sus ojos brillaron y se sintió amado al ser cargado y amó al sujeto que lo levantaba y por primera vez en su vida logró ser feliz.
Ahora tiene nombre y hogar, le dicen Salvador, valga la ironía, come tres veces al día y tiene un mueble, juguetes y caricias. Sale a pasear reluciente y juega tal cual cachorro. Se siente amado y ama con profunda honestidad.
Es un perro feliz como todos deberían serlo.

Fin



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