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lunes, 25 de abril de 2016

Tres clases de sujetos

I
Kersy vino a buscarme, al inicio no quise salir porque andaba ocupado lidiando con un texto; pero luego recordé que unos puchos me caerían bien. Además, debo de salir a la calle de vez en cuando, no tengo que andar encerrado escribiendo.
Lo recibí con una sonrisa, este respondió de la misma manera y nos estrechamos la mano. Enseguida, sacó un par de puchos y pidió encendedor, no tenía, por ello hizo un ademán de burla y sacó uno del bolsillo de su casaca. No entendí la razón de preguntar por encendedor cuando llevaba uno.
—Mira lo que me acabo de comprar, dijo con aires de soberbia emulando al cachetón del Chavo del 8—.
Honestamente no me había dado cuenta del detalle y de repente esa fue la razón de su molestia.
— ¡Mira pues! —, —A ver, muéstrame—. Cogió el encendedor y prácticamente lo condujo hasta mis ojos.
Era uno de esos llamados Zippo color marrón y con un detalle más.
Yo tenía uno, una ex novia me lo regaló hace mucho; pero no lo usaba, se me hace tedioso llenarlo a cada momento, corro el riesgo de perderlo en una borrachera y dañar el valor sentimental.
Además, no iba a ser lo suficientemente estúpido para presumir de un encendedor.
— ¿Te gusta? —. Su pregunta era extraña, ¿Qué si me gusta su encendedor? Lo que realmente me interesaba era prender el cigarrillo que llevaba en la boca casi tres minutos.
—No hables huevadas y pasa el encende-prende, le dije con humor— y lo cogí con brusquedad. Prendí el cigarrillo y se lo devolví como si fuese un encendedor común y corriente.
Hizo lo propio y lo guardó en su casaca. Estuvimos hablando de temas relacionados a los animes que vemos cuando de repente, cambiando rotundamente de tema, añadió, ¿Qué sabes de El Gran Colisionador de Hadrones? Quedé absorto con su curiosa y muy llamativa pregunta.
¿Qué iba a ser yo sobre ello? Pensé antes de empezar a reír.
Al notar mi risa dijo con seriedad: Sabía que no tenías idea de lo que estaba hablado.
La seriedad en sus palabras no me devolvió al estado de silencio,
sino que hicieron que me ría todavía más.
—Como no sabes que es te voy a culturizar, dijo con la misma seriedad—. Admito que el último término me incomodó; pero luego pensé y recordé la razón por la cual no quería salir a recibirlo.
Empezó a hablar de aquello como si lo supiera todo, pues, resulta que el buen Kersy había llevado un curso de ello y por ende hablaba de lo que únicamente sabía. En pocas palabras: Quería presumir ante mí lo aprendido en el curso.
Resultó patético porque hablaba y daba ejemplos utilizando palabras técnicas y demás. En un momento dado confieso que me dieron ganas de echarme a reír porque empezó a sentirse limitado, incluso, no daba explicaciones de algunos factores que seguramente no le habían explicado en el curso.
Kersy es de la clase de sujetos que cuando sabe un tema te lo comenta hasta el cansancio, suele hablar de lo que él sabe y lo ha aprendido un día antes o ese mismo día.
Me acordé que en un capítulo de The Big Bang Theory comentaron sobre dicha maquinaria y entonces comencé a contrarrestar sus argumentos preguntándole algunas cosas que no supo cómo responder, por eso comencé a reír.
El buen Kersy se fue quedando sin argumentos y le daba vueltas y vueltas a sus comentarios y para no estar dejándolo en ridículo con mis preguntas, que admito las hacía para joder, cambié de tema.
No es la primera vez que lo hace, a veces sabe algo y te lo quiere comentar; pero la forma no es la adecuada porque presume de ello, es como si yo leyera un libro y otro tipo no lo ha hecho y comienzo a decirle que es un tonto al no leerlo, que la trama es así y que los personajes evolucionan de tal modo y me lleno de palabras incomodando al receptor por el tono soberbio de mi voz.
No obstante, Dios me libre, ese tipo me agrada; aunque no le caiga bien al resto de mis amigos por muchas razones, en especial esta que acabo de relatar.
II
Carlo y yo fuimos a un supermercado a comprar cervezas, queríamos beber antes de ir a alguna fiesta que no sabíamos donde sería ni la hora; pero que seguramente saldría de la nada como suelen suceder las mejores juergas.
Compramos dos six pack de cervezas Corona bien heladas, salimos del supermercado y caminamos rumbo a mi casa conversando y bebiendo. De repente, oí un celular sonar, no era el mío y le dije que era del él.
Nos detuvimos para que pudiera coger el móvil y contestar con tranquilidad. Se me hizo graciosa la manera como respondió la llamada, utilizó un cambio radical en su voz, fue como si un galán de telenovela mexicana contestara la llamada.
Hablaba en uno de esos Nextel que usan los poseros para que todos oigan la conversación.
—Hola promoción, ¿Cuándo la hacemos? Le dijo un sujeto con voz de pito—. Al saber que no era una mujer volvió con su voz natural.
—Hola promoción, respondió ante mi asombro—.
Hizo ademán para seguir caminando y yo me extrañé porque no iba a llevarlo todo. Entonces le devolví el ademán para que cargara un six pack. Lo hizo de mala gana y no me importó.
— ¿Y qué planetas para hoy? Dijo Carlo a su supuesto promoción—.
—Tengo una reu en La Molina de un pata de la promo, ¿Vamos? —.
—Ya pues, vamos, en una hora te llamo para coordinar bien, respondió Carlo muy emocionado—.
Al terminar la llamada como si yo fuera su esposa me explicó con lujo de detalles lo ocurrido.
—Me ha llamado Claudio, ¿Te acuerdas? —
No tenía idea de quién diablos podría ser Claudio, solo conozco a Claudio Pizarro y el gallo Claudio, pensé y comencé a reírme.
—Me ha dicho que la promo se va a juntar y quiere que vaya—.
Esa frase me sorprendió, entonces se hizo imposible no preguntar: ¿Qué promoción?
—Mi promo pues, dijo como si yo supiera—.
— ¿Qué promo? No te entiendo—.
Realmente no sabía de qué promoción me hablaba.
—Mi promoción del colegio, dijo al fin—.
Y fue inevitable no dejar de reír.
En ese momento, ya cuando estábamos cerca a mi casa, vimos a Matías, quien al verme reír quiso saber la razón.
Entusiasmado y contagiado por la risa se acercó para preguntar, ¿De qué tanto te ríes, huevonazo?
Yo no podía detener la risa y solo repetía: Dice que va a ir a una fiesta de su promoción.
Matías no entendía y se reía por contagio.
Carlo estaba avergonzado y tomaba para no hacerlo evidente.
Cuando detuve la risa pude contarle a Matías el motivo de mi estruendosa carcajada.
— ¿Quieres decir que Carlo va a ir a una reunión de su promo? Pero, ¿De qué colegio? —.
Cuando lo dijo comencé a reírme con desenfreno. Él también se rió.
—Si yo estudié en ese colegio, dijo Carlo defendiéndose—.
—Claro, estuviste solo un año, respondió Matías— y empezamos a ahogarnos con la risa.
Este es el caso de Carlo, quien estudio un año en un colegio y no deja de mencionar que es promoción cuando ni siquiera terminó allí. Es motivo de risa las veces que repite dicha frase y desde entonces, Matías responde con la misma ironía.
III
Varias veces organizo reuniones en mi casa, me gusta compartir con mis amigos cercanos y algunos otros que invito de vez en cuando. Todos ponemos para el trago y cada uno se compra sus puchos; pero existe un tipo de esos que andan bien vestidos y presumen sus prendas nuevas; pero a la hora que le dicen para poner su cuota se demoran horas en el baño o se ausentan apropósito.
Se llama Thiago, no voy a decir su apellido; pero resulta ser un tipo desagradable a la hora de la chancha para el trago. A veces es muy obvio cuando se ausenta para no aportar, creo que ni siquiera Alan Harper ha actuado de manera tan ridícula.
Contradictoriamente a lo dicho, anda vestido de pies a cabeza con prendas sofisticadas, buen calzado y hasta lujosos accesorios; pero a la hora de beber se corre cuando dicen, es tiempo de la chancha.
Pues, una vez, quisimos realizar algo para que entrara en razón, para que se diera cuenta de su error, porque por más que uno le dice, aporta pues, este nunca lo hace.
Era un viernes por la noche, organizamos una reunión en la casa de un amigo, a diferencia de las otras veces que era en mi casa, entonces, invitamos a los chicos y chicas de siempre. Este amigo a quien voy a reservar el nombre se encontraba harto de las artimañas de Thiago por no aportar para el trago y beber como rico toda la noche.
En el momento en que Alan Harper bamba llegó a la reunión nosotros escondimos los tragos. El sujeto saludó a los presentes y se acomodó en una silla.
El resto del grupo siguió conversando de lo más tranquilo sin importar que la mesa se encontrara vacía.
Con el paso del tiempo una natural inquietud fue floreciendo dentro de Thiago, quien seguramente imaginó que los licores estarían esperando por él.
Hizo algunos gestos abriendo las manos como preguntando, ¿Y los rones? Pero nadie le hacía caso, seguíamos conversando.
Cuando por fin expresó su malestar el dueño de la idea le dijo con solemne elegancia: No tenemos dinero, si gustas puedes comprar un trago para la gente.
El tipo se sintió confundido, sonrió de nervioso o de repente por inercia, se fue a un lado, se fue a otro lado y dijo para todos, voy a comprar puchos y de repente traigo una botella de whisky.
—Ya pues, eso sería chévere, le dijo el dueño de la casa—.
Nunca volvió.
Honestamente por un instante creí que en verdad traería el trago; pero no lo hizo.
Y cuando pasó cierto tiempo y no supimos nada resolvimos sacar las botellas y empezar a beber riéndonos por lo ocurrido.
Fue una lección impecable para un sujeto que siempre anda de gorrión.

Fin

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