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sábado, 17 de octubre de 2015

Nadando en el cloro

- Me encontré con Clo en el paradero. Charlamos por un rato quedando para chupar mañana por la noche en una fiesta de Barranco. Este aceptó emocionado y me dijo que se iría a realizar una operación con un tigre. Yo sabía lo que ello significaba, por eso le dije: Espero que sea de la buena.
Nos despedimos quedando en vernos mañana por la noche. Vi que abordó la custer azul y zafé rumbo a mi casa.
Clo llegó tarde a la cita con el tigre. El sujeto vestía traje negro y sombrero, Clo estaba con su típico pantalón de bolsillos y una casaca oscura.
Se dieron la mano e intercambiaron bienes. Clo le dio un billete y este un par de chamos. La operación fue efectuada.
—Ya tengo clorito para toda una semana, se dijo así mismo.
En el bus de regreso a casa no pudo contener las ganas y cogió un poco con la ayuda de su uña anular, se la introdujo en la ñata para luego chupársela.
—Esta buenaza, dijo. Notó que nadie lo vio y lo guardó.
Cuando llegó a su casa recibió la llamada de su flaca, quien enfurecida le dijo: ¿A qué hora piensas venir, eh? Ya son pasadas las nueve. Te estoy esperando, carajo.
—Ya amor, ya voy amor, le dijo de un modo muy timorato. No tuvo tiempo de bañarse ni de cambiarse, solo sacó dinero y arribó hasta la casa de su chica, quien seguramente iba a abofetearlo como la otra vez.
El chamo estaba guardado en una cajetilla de cigarrillos que solo contenía un par de los mismos (para disimular, obviamente).
El buen Clo olvidó, estúpidamente, el chamo en su bolsillo y fue a la casa de su flaca
Al llegar metió la mano al bolsillo y se percató que llevaba dicha cajetilla. Dijo una maldición y procuró ocultarlo cuando entre.
Su flaca desconoce sus aficiones químicas; aunque ha sospechado por las historias que un amigo siempre pública. Pero este siempre dice que todo está sujeto a una realidad inexistente.
Entra a la casa de su novia, ella lo recibe amorosamente y de inmediato se realiza el encuentro carnal.
Satisfecho se va a la ducha para darse un baño olvidando el pantalón en el suelo. Lleva bata blanca y una enorme sonrisa en el rostro.
— ¡La putamadre! Dice al saber que dejó la cajetilla en el bolsillo.
Sale del baño apresurado, graso error. Su flaca nota su ansiedad; pero lo deja pasar imaginando que ha olvidado dinero en el bolsillo o alguna otra cosa de valor.
Nuevamente en el baño, más tranquilo, deja la cajetilla en un compartimiento a un lado de los cepillos y pasta dental y empieza a evacuar como soga de barco.
No ha comido nada durante toda la tarde, salvo un enorme choclo que se compró antes de ir en una de esas carretillas de dudosa procedencia.
La razón de dicha enorme cagada en el baño es nada más y nada menos que el dengue.
— ¡Carajo!, ¡Carajo! Repite.
Quiere meterse unos tiros; pero intenta aguantarse. Sigue cagando; aunque no deja de mirar el compartimiento.
— ¡Que chucha! Me meto unos tiros, se anima.
Se levanta del baño sin limpiarse el culo velludo que se maneja y empieza a preparar el cloro para inhalarlo sin piedad.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis tiros.
— ¡Ah, que rico carajo! Dice. Y vuelve a hacerlo.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, tiros de nuevo.
Se siente fascinado. Le encanta su merca, le fascina jalar vaina.
Peina el cloro, vuelve a inhalar. Uno, dos. Nada más.
En ese momento, suena el pomo de la puerta.
— ¡Carajo! ¿Quién es?
— ¿Amor, que haces?
—Estoy haciendo el dos.
Ella ríe y agrega: No demores para el segundo round. Esta vez dura más de cinco minutos, por favor.
No responde. Se encuentra jalando nuevamente.
— ¡Que rico carajo!
—Amor ¿Vas a tardar? Vuelve a preguntar.
—Ya salgo, ya salgo.
Lo curioso de esta escena es que Clo, totalmente duro, no se ha percatado de cerrar la puerta con seguro.
—Oye amor, ¿Sabes qué hora es?
— ¡Carajo! Dice molesto. Y sin embargo gira su muñeca para observar el reloj. En ese momento el chamo que se encuentra sobre la palma de su mano se cae al suelo ocasionando rabia en él.
Maldice un par de veces y su novia abre la puerta victima de la curiosidad.
Lo ve nadando en el cloro que yace en el suelo. Su nariz esta empotrada sobre el suelo blanco del baño.
Tres semanas en rehabilitación. Mil perdones, cuatro arreglos florales y la promesa de no volver a inhalar tuvieron que suceder para volver a su casa.

Fin

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