Mi nuevo libro

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viernes, 16 de octubre de 2015

Camino correcto

- Acordé con una chica en entregarle un par de libros, ofertar el libro a 2 x 1 resultó ser una buena idea.
Quedamos en vernos en el Parque Kennedy de Miraflores a las seis de la tarde, quien llegara primero enviaría un mensaje vía WhatsApp para decir su ubicación.
Salí de casa con treinta minutos de anticipación, abordé la 73 como hace mucho no lo hacía y resolví colocarme los audífonos para escuchar a Joaquín Sabina, específicamente “A la orilla de la chimenea”
El recorrido siempre me resulta feeling por el hecho que en tiempos pasados solía aventurarme a Larcomar justo en el mismo transporte. Hace bastante tiempo atrás no dejaba de visitar Larcomar, era, como dicen, mi segundo hogar.
Traspasar Chorrillos y luego Barranco me dejó sentimientos encontrados, debido a que hace mucho tiempo no asisto a dicho Boulevard, diría que no he vuelto a ir desde el 2010 o menos, no estoy seguro. Aunque el paso por ese lugar es efímero logro ver todo como si se tratase de una película en cámara lenta y los recuerdos aparecen en mi cabeza, son diversos y bonitos.
Llego a Miraflores a la hora pactada; sin embargo, un par de minutos antes de descender del bus recibo un mensaje de la chica.
Ya estoy en el parque, exactamente en el centro. Ya, llego en diez minutos, le respondo luego de descender y empezar a caminar.
Estoy relativamente lejos, debo de caminar unas siete cuadras; pero el andar es relajado, no tengo apuro, de igual modo, sé que voy a llegar y la voy a encontrar; pero lo que realmente me preocupa es que siento una terrible congestión en el estomago, he tomado jugo de naranja por la mañana y una ensalada de frutas en el almuerzo, por ello todo pronóstico dijo que en cualquier momento tendría que visitar el trono, mas no lo hice al salir y comienzan a darme unas ganas tremendas. Acelero el paso y llego a Ripley, en ese momento, pienso: Voy al encuentro o entro al baño. No debo hacer esperar tanto al lector, reflexiono e ingreso al parque.
La muchacha me espera ansiosa sobre una banca y acariciando a un gatito.
Hola, la saluda al verme. Hola, contesta sonriente. Le entrego el par de libros, pide que firme uno y lo realizo muy amable. Enseguida, acordamos que si a alguien le gusta, avise gustosa. Otro par de sonrisas y nos despedimos.
Guardo el dinero en la billetera mientras avanzo a velocidad, entro a Ripley, subo al tercer nivel temiendo por lo ocurrido en Japón con las escaleras eléctricas y entro al baño a pesar que afuera dice: En limpieza.
No tengo tiempo para esperar a que terminen de limpiar, pienso mientras me acomodo en un baño y cierro la puerta con seguro.
Salgo más relajado, incluso, doy una vuelta por algunas instalaciones, desisto de comprar (por el tema que ando comprando mucho) y salgo contento por la decisión; aunque más por el hecho de sentirme libre.
Decido encender un cigarrillo y atravesar el parque para detener el bus en el cine Pacífico donde se baja la gente. Aparte, disfruto del cigarrillo mientras camino con tranquilidad.
Andando al tiempo que escucho música porque volví a colocarme los audífonos observo a una pareja de enamorados, se besan apasionadamente entrelazados en la misma banca, parece como si los cuerpos impidieran que fueran a unirse. Avanzando encuentro a un par de muchachos conversando, sujetos de la mano, mirándose tiernamente y soltando algunas risas que evidencian una natural alegría. También contemplo a una pareja cruzar por mi lado, manos cogidas y miradas que reflejan amor. Todo ello resulta tierno, pienso en que me gustaría estar de ese modo, disfrutando de un amorío con alguien especial.
Sin embargo, al seguir el camino noto a una pareja discutiendo, ambos realizan además y sueltan palabras groseras, más adelante, unos chicos sentados en la misma banca están distantes, ella mira hacia un lado, él hacia arriba, parece que han peleado y ahora se encuentran callados. Luego veo a la pareja gritarse entre sí y uno se adelanta para que el otro lo siga. Pienso que me estoy librando de esos sucesos y suelto un suspiro de alivio.
En ese momento, poco antes de llegar al paradero, escucho a alguien pronunciar mi nombre con efusividad. Es una voz de mujer y parece que luego se ríe.
Volteo y contemplo a una chica, agita su mano sonriente, no logro reconocerla; pero se acerca para decirme: He leído tu libro, me encanta, escribes bonito.
Entonces, resuelvo pensar que estoy en el camino correcto.

Fin

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