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domingo, 4 de octubre de 2015

Un divertido paseo a Cañete

- Mi hermano me prestó su USB para que registrara canciones. Las estuve escuchando durante el trayecto al taller de redacción. Me detuve en el tráfico que para variar tardó largo tiempo en avanzar. En ese preciso momento oí una canción aparentemente desconocida que con el paso de la letra comencé a familiarizar al punto de empezar a tararear y recordé que se trataba de “Ser mejor” de Robbie Williams (versión en español). Curiosamente la letra me trasladó a un viaje que realicé hace un tiempo atrás, donde, durante el camino escuché -o mejor dicho, me hicieron escuchar- esa canción.
Hoy vengo a relatar ese recuerdo.
Mi buen amigo York me vino a buscar para coordinar la reunión de la noche, era el inicio de la semana santa y nosotros le decíamos: Semana blanca (no voy a detallar el motivo) y resultaba razón de chupeta. Sin embargo, había quedado con mí entonces chica en realizar un pequeño viaje a Cañete junto a su familia.
Tuve que despachar a mi amigo, quien se fue a su casa con el rostro acongojado porque sabía que sin mi presencia era poco probable que organizaran una fiesta.
No podía cancelar a mi enamorada, me llamó treinta minutos antes de ver a York informándome que salían para mi casa. Tardaron una hora y media en llegar y en un pasaje de esa espera creí que se habían olvidado de recogerme (se me hizo chistoso porque tendría que volver a llamar a York y organizar la reunión). Sin embargo, un auto antiguo y enorme apareció afuera de mi casa. Mi vieja para variar salió a recibir a mi chica y su familia. Enseguida, luego de pedirle dinero a mi viejo, salí a saludar. Me presentaron a todos, hasta al novio de la mamá de mi flaca, quien conducía ese gracioso, antiguo y enorme auto (quiero resaltar lo grande que era, parecía un barco).
Subimos y arribamos hacia Cañete (a un par de horas de casa) pero antes resolvieron ir al mercado al frente de mi casa a comprar algunas provisiones, fue entonces que tuve que lidiar con la charla -a veces tediosa, otras veces chistosa- que se da con la suegra.
Todo salió bien e iniciamos el trayecto.
Mi discman estaba malogrado; pero Sandra me prestó uno de sus audífonos para así evitar el momento de la plática. Debo admitir que siempre me costó socializar con los padres de mi enamorada. Antes porque solía ser más tímido, ahora no lo soy tanto; pero a veces prefiero ser reservado. Es que no soy una persona habladora, me gusta charlar de temas que me gustan (libros, fútbol, Goku) y detesto que me anden preguntando cosas; aunque me agrada que quieran saber acerca de lo que hago (que es escribir, obviamente) pero en ese entonces, allá por el año 2006, tenía como alma mater a la holgazanería y obviaba el hecho de estudiar. Entonces, cuando querían preguntarme acerca de lo que hacía -como toda madre quiere saber- resolvía evitar la fatiga de contestar con la verdad y mentía como ella me autorizó que lo hiciera.
Dije que estudiaba Ciencias de la comunicación en la universidad de Lima y dada la casualidad -ahora que recuerdo bien- en algún pasaje de mi vida quise estudiar eso. De repente porque era y soy bueno en letras contradictoriamente a lo que soy en números.
Volviendo al auto grande y olvidado, Sandra me prestó uno de sus audífonos y comenzamos a escuchar canciones de su CD. Había grabado un montón de canciones y el término que utilizó para resumirlas fue: De todo un poco. Y era de ese modo, empezaba una canción de Alejandro Sanz y le seguía una salsa de Niche, luego un latín de Fonseca y a continuación Sin Bandera.
Tararea las canciones movimiento la cabeza. Ella miraba por la ventana, yo estaba en el centro, a mi izquierda se hallaba su hermana, silenciosa y en otro planeta, adelante el novio de su madre y al lado la señora teniendo en sus piernas a la pequeña, de quien me apena no recordar el nombre porque mientras siga este relato escribiré que tuvimos un lindo momento.
Resulta que una de esas canciones era “Ser mejor” y ella la conocía a la perfección. Yo no tenía idea de cómo era la letra.
Comenzó a gustarme y le pedí que la repitiera varias veces, al punto de saberme le letra e imaginar que la descargaría de ARES al llegar a casa.
Su madre nos miraba por el retrovisor y sonreía, lo notaba pero me hacia el desentendido, es una de mis habilidades el darme cuenta de todo y hacerme el sonso. Pero parece que la señora vio mi cara de no haber tomado desayuno ni almorzado que me comentó que si gustara pudiera comer algo, señaló a la vez las decenas de bolsas de Metro que había en la parte trasera. Agradecí con una cálida sonrisa y le dije a Sandrita que me sirviera algo. Ella estaba concentrada con la canción, nuevamente, “Ser mejor” que no me hizo caso a primera instancia, entonces tuve que codearla para que prestara atención. Recordarlo me causa cierto humor.
Luego de devorar un par de panes con tamal y beber una exquisita chicha helada me sentí satisfecho y al llevar lentes solo tuve que cerrar los ojos para descansar mientras oía, otra vez, la misma canción.
Después de caer dormido olvidé cuantas veces la habría escuchado; pero si de algo estaba seguro, es que me sabía la letra.
Abrí los ojos y vi el camino oscurecido, pensé, ¿El tipo sabe adónde va? y vi a Sandra dormida sobre mi hombro, a mi izquierda su hermana yacía con la mirada hacia arriba y la cabeza en el espaldar, pensé en el dolor de cuello que tendría al despertar; sin embargo, para mi tranquilidad, adelante la señora charlaba con el tipo, me importaba poco de que hablaran, lo bueno era que el sujeto estaba concentrado en el camino, que era de trocha (lo notaba por los constantes movimientos bruscos) y se me hacia extraño que siendo recién las seis ya era de noche. De repente porque demoraron bastante en llegar a mí casa y salimos tarde.
No quise despertar a nadie y tampoco me quise sacar los lentes, al verme despierto podrían iniciar una incómoda charla de la cual no podría zafarme; pero a la vez parecía un idiota con lentes sin sol.
En el transcurso de esa disyuntiva se oyó el peor sonido que puedes escuchar de noche y en una carretera desconocida, el maldito pinchazo de un neumático que hizo abrir los ojos a las tres hermanas. En ese momento, solté para mis adentros una de mis lisuras favoritas.
Me cogí la frente instintivamente y traté de ser optimista. Carlos (ahora recuerdo su nombre) salió del auto rápidamente e hizo un gesto con el rostro que inmediatamente me preocupó.
La conch… dije para mis adentros, esta vez con la mano frotando el cabello. Sandra quiso saber que pasaba, estaba media somnolienta y tuve que explicarle lo sucedido; pero para mí -no sé si gracia o mala fuerte- dijo: ¡Esta bien, pues!
Resulta que ella no se llevaba del todo bien con el tipo; no me encontraba familiarizado con el tema porque nunca quise involucrarme tanto en temas de familia. Ahora no se cómo se llevaran, espero que bien.
Carlos entró al auto y le dijo la situación a la señora. Entonces, al estar todos enterados del asunto, decidieron idear un plan para solucionar el contratiempo.
Yo estaba callado, pensaba en la fiesta que me perdía; pero a la vez trataba de verle el lado bueno, el cual era que me hallaba al lado de mi chica en una carretera oscura y lejana y que era posible que todos salieran del auto y entonces podría darle un apasionado beso, que no le he dado durante el resto del camino.
Efectivamente, todos salieron del auto, besé a mi enamorada y también abandonamos el carro para observar la llanta.
Mis esperanzas se desvanecieron cuando el sujeto dijo, prácticamente con angustia desbordando de sus poros, que no tenía una llanta de repuesto.
En ese tiempo no conducía; pero si de algo estaba complemente seguro es que todo auto debería de tener una llanta de repuesto. Peor aún, no recordaba haber pasado un grifo; aunque había dormido parte del trayecto.
Ofuscado, frustrado y triste, Carlos no sabía cómo manejar la situación y debe de ser complicado lidiar con la familia de tu pareja, a quienes quieres caerle bien y ganarte su cariño; pero te terminen sucediendo este tipo de eventos. Para colmo de males, la hija mayor te detesta y se burla internamente de tu fracaso como pareja. Nunca estuve de acuerdo con Sandra por la forma como se comportaba con el sujeto; pero como dije antes, no me metía. Ella siempre fue como una especie de niña resentida y caprichosa, de hecho, la amaba y sobre todo, soportaba. Muchas veces creí que mi error fue darle cabida a esos dos factores, debí de ser duro; pero adoraba darle sus gustos. Es parte de estar enamorado a la edad de ese entonces.
¡Vamos Carlos, inspírate!, quise decirle, se lo dije con mi mente y se le ocurrió la locura de ir en busca de un grifo.
Creí que me diría para acompañarlo; pero por suerte no lo hizo y en un acto heroico se marchó en busca de uno. Fue en ese momento que empezó a caerme bien. Me agradan las personas con actitud.
La señora se quedó esperándolo en el asiento del copiloto mientras que Sandra y yo fuimos a explorar el lugar. En realidad no había mucho que observar, todo era negro, solitario y hasta terrorífico, habíamos visto una película de terror donde unos horribles caníbales salen de un bosque y te cazan que por ratos creía que sucedería algo similar.
Volvimos al auto y escuchamos música. No recuerdo cuantas veces escuché la misma canción. “Ser mejor” la oía cientos de veces y hasta la cantaba tímidamente. Sandra estaba harta; pero no podía hacer mucho, ella me la había metido en la cabeza.
Horas más tarde se apareció Carlos con un neumático nuevo, el tipo es un completo héroe, pensé y sonreí.
No tenia noción del tiempo, no llevaba reloj y mucho menos celular, quien tenía un celular (moderno para la época) era la hermana de Sandra, a quien le pregunté por la hora. Y fue lo único que hablamos. En dicho momento era una chica algo emo (no estoy seguro).
Me sorprendió que fueran las diez de la noche. Estábamos varados en la completa nada, a la disposición de cualquier amigo de lo ajeno o aun peor, locos y hambrientos caníbales.
Por suerte, Carlos hizo su solemne aparición y restauró la llanta herida. Me sentí emocionado cuando encendió el auto y retomamos la marcha.
Justo cuando creí que todo mejoraría llegamos a un pueblo ya dentro de Cañete y no hallamos hospedaje. La maldita semana santa trajo cientos de turistas que coparon las habitaciones.
Resolvimos dormir en el auto; aunque la palabra dormir no va conmigo porque creo que me mantuve alerta durante toda la madrugada. Envidiaba a mi chica que descansaba con serenidad y su hermana que no paraba de roncar, agregando a esto que Carlos y la suegra se habían ido al baño, a comer, que se yo; pero no estaban y temía que alguien pudiera sabotearnos.
Estuve más tranquilo cuando volvieron y tuve que hacerme el dormido para evitar las incomodas conversaciones olvidando que nadie charla en circunstancias tan insatisfactorias.
Amaneció rápido. Todos salimos del auto a acomodar el cuerpo a base de estiramiento.
Había un riachuelo cercano que fuimos a investigar y terminamos lavándonos el rostro y los dientes en aquel lugar.
Nos acomodamos a un lado y observamos el agua pasar por sobre las rocas y luego quisimos saber el inicio pero no pudimos porque se hallaba lejano.
De mi bolsillo saqué un trozo de papel e hice un barquito (ahora no recuerdo cómo hacerlo) su hermanita me dijo que le hiciera uno igual y cumplí su petición. Después la acompañé a arrojarlo al mar y nos estuvimos divirtiendo ver a nuestros barcos de papel flotar un tramo para hundirse después.
Hice varios barcos de papel y continuamos jugando durante un buen tiempo. Nunca antes había tenido contacto con niños, fue una sensación espectacular, en ese momento me dieron ganas de tener un hijo y compartir gratos instantes.
Más tarde, fuimos a pasear y recorrer el pueblo mientras que los otros se quedaron esperando habitaciones libres. No se adonde fue a parar su hermana, creo que se quedó en el auto escuchando música.
Subimos una especie de cerro y hallamos una iglesia, no entramos e hice el mismo chiste de siempre: No entro porque me quemo.
Caminando nos encontramos con una señora que vendía mandarinas, yo estaba harto de los panes con tamal y chicha morada que se me hizo imposible no comprarme un kilo de mandarinas. Es más, las devoré enteras ocasionando la risa de Sandra, quien me veía asombrada y reía inmediatamente.
Cuando regresamos nos informaron que regresaríamos a Lima por la noche por culpa de la falta de habitaciones. Sandra se puso engreída, solía ser como una niña caprichosa, creía que únicamente lo era conmigo; pero también se comportaba de ese modo con su mamá. Me dio risa que se resintiera por ese hecho, admito que a veces me resultaba tierno que fuera tan engreída.
Lo siguiente que ocurrió fue que tuvieron una charla madre e hija y llegaron al acuerdo que cenaríamos su comida favorita -la verdad es que no me acordaba e iba a inventar un platillo; pero no me gusta tergiversar las historias metiéndole ficción, por eso hice un esfuerzo mental y logré recordar-.
Por la noche comimos carapulcra con sopa seca en un lugar del pueblo donde según dijo un lugareño, la preparan como los dioses.
Honestamente estaba deliciosa, todavía recuerdo el sabor o de repente es una alucinación porque hace unos sábados un amigo de mi hermano trajo esa comida y terminamos encantados con la sazón de su madre, al punto de exigirle que traiga cuando prepare.
Me acabo de acordar y el hecho de mencionar ese platillo se me ha hecho agua la boca.
Terminamos de cenar y en plena sobremesa empezaron las preguntas que tanto quise evitar y tuve que mentir sin parpadear; aunque ahora que me acuerdo realmente debió haber sido estúpido mentir. Hubiera sido sencillo decir: No estoy estudiando porque me estoy dedicando a vivir. Una respuesta sincera; pero posiblemente no tolerable para cualquier madre.
De igual modo estoy seguro que no creyó ninguna de las palabras que dije, las mamás se dan cuenta de todo.
Antes que describir los sucesos próximos quiero hacer un paréntesis y comentar que en ese entonces me encontraba con un look peculiar que me caía muy bien, era mucho más delgado que ahora y me hallaba en un momento de mi vida en donde me dedicaba a disfrutar de la misma. Es curioso que a veces extrañe esos momentos de diversión, ahora tengo muchas responsabilidades; pero bueno, no quiero irme por las ramas.
Resolvimos caminar durante un largo rato para ayudar a la digestión y tiempo después abordamos la lancha -digo, el auto- y arribamos hacia Lima.
El regreso fue mucho más ameno, nadie se quedó dormido y estuvimos conversando de varios temas. Creo que llegué a soltarme un poco más y puedo sonar equivocado pero imagino que se llevaron un buen concepto de mí.
Llegué a mi casa pasada la media noche y me fui a dormir de inmediato.
¡Ah, olvidaba algo! También recuerdo que en un momento de la tarde paseamos a caballo.
Es curioso como una simple canción te trasporta a un periodo de tiempo, me acaba de suceder ahora que oyendo dicha canción he recordado estos momentos.
Sandra fue mi primer gran amor, alguien que puedes dejar de amar; pero no olvidar. 

Esbozo una sonrisa y termino el relato.


Fin

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