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viernes, 9 de octubre de 2015

La pícara muchacha

- Es extraño ver a un hombre en una tienda de accesorios para mujer. Tan raro que cuando ingresas todas te observan.
Pregunté por un detalle, una chica muy amable me atendió. Vestía un polo rosa con la frase “Practicante” se me hizo gracioso, ¿Por qué te ponen practicante? ¿Tan difícil es vender accesorios que antes hay que ser practicante? Me guardé la risa. La tímida muchacha resolvía comentarme acerca de todos los detalles, pero yo estaba enfocado en algo distinto y a la vez simple, no tan huachafo como diría una vecina criticona ni tan sencillo como para que no te digan tacaño.
—Esto es lo que quiero, le dije de repente y albergó en ella una fuerte curiosidad. Entendí su mirada de extrañeza y le dije luego de una sonrisa: No es para mí, por si acaso. Empezó a reír, de hecho, cubriéndose la boca con la palma de su mano; aunque fácilmente se podría notar su dentadura.
— ¿Dónde pago? Pregunté después. Cogió el regalo y se acercó a la caja. Al lado se encontraba otra muchacha, ella no era practicante.
En un momento ambas comenzaron codearse, se me hizo muy chistoso. Recordé los tiempos de colegio en un breve instante como cuando te pones nervioso con tus amigos.
Debió ser al revés; pero la practicante me atendió en caja y la otra se marchó luego de guiñarle el ojo de un modo tan obvio que resultó cómico.
Lo que vino a continuación fue muy singular. Amigo, ¿El regalo es para tu hermana? Sentí por su sonrisa y el movimiento que le hacía a una mecha de cabello con los dedos que no era una pregunta rutinaria.
Es para mi novia, le dije y sonreí.
Mi respuesta cambió todo. Se le borró la sonrisa y la gracia. Además para colmo me entregó el paquete sin pronunciar palabra alguna, mostrando un gesto de inconformidad.
Di las gracias y me fui con naturalidad.
A mi chica le gustó el regalo y esta anécdota quedo para ser contada.

Fin

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