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jueves, 1 de septiembre de 2016

Historia de un anillo

- Hoy me llamó una chica de dulce voz. Señor Barreto, ¿Vendrá mañana para su cita en la joyería? Recordé; pero le dije: Lo siento, señorita. Va a ser para otra oportunidad. 
Esa conversación me trasladó a una situación muy particular y como estoy malhumorado quiero reírme mientras escribo. 
Un tipo me trajo un anillo de oro para que le prestara dinero. Con el paso del tiempo y como era de esperarse, este sujeto no volvió por el anillo y yo pensé que saldría ganando porque el dinero fue mucho menor al precio de la joya según Mercado libre.
Tuve una novia, cumplíamos un año juntos, estábamos en mi habitación, yo me colocaba un suéter y ella descolgaba el suyo del colgador del closet cuando de repente, tras un movimiento, el anillo que estaba oculto en una de mis casacas, cayó al suelo.
Ella me vio, sus ojos brillaron, se llevó las manos al rostro en un acto de suma sorpresa y cogió el anillo para preguntar lo supuestamente obvio, ¿Es para mí? ¿Quieres que nos casemos? Qué lindo, amor, seguro ibas a dármelo en el restaurante. Perdona que haya arruinado la sorpresa del año; pero, si, si, acepto, acepto.
Yo estaba paralizado. ¿Qué rayos hago? Pensaba con mi rostro sin gestos.
Este… Le quité el anillo de las manos. Es el anillo de mi hermano, va a dárselo a su chica. Me dijo que lo guardara. 
Se le fue la cara de asombro y la ocupó la tristeza. Además, también se le fueron las ganas de salir e ir a comer. Antes de irse, porque quiso irse de mi casa, me dijo: Tu hermano tiene mucho menos tiempo que nosotros y ya se quiere quedar con ella toda la vida. Tú no quieres lo mismo, me dio la espalda y se fue. Ella tendría sus diecinueve años y para ser franco; aunque resulta cruel, fue gracioso que actuara de ese modo. Yo no pensé que terminaría la relación un par de días después. 
El anillo estuvo guardado un tiempo importante hasta que un amigo cercano me preguntó de casualidad, ¿No tendrás algo para regalarle a mi flaca? Yo le dije, tengo un anillo de oro. De inmediato vino a mi casa, se enamoró del anillo y como no tenía efectivo me dio unos lentes Arnette. Claro que le conté la anécdota del anillo con la ex y nos echamos a reír.
Al cabo de una semana, en una maldita borrachera en el sur, los lentes cayeron al suelo y fueron casualmente pisoteados. Curiosamente, días después, este amigo me vino a buscar. Estaba furioso y la vez riéndose, como quien dice: Si que me la hiciste, eh.
Tras recibirlo, me dijo con esa mezcla de enojo y gracia que tanto lo caracteriza: Bryan, te pasaste de rata. Mi flaca me tiró el anillo en la cara. ¿Por qué? Quise saber desesperado. ¡Es fantasía! Me dijo.
Fue uno de esos momentos en los que eres, simplemente, el tipo más feliz del universo.
Se me acaba de ir el mal humor, que gracioso es recordar esta clase de anécdotas.
Me volvió el anillo; pero no pude darle los lentes. Le dije que cuando consiga algunos le daría uno. 
El anillo estuvo otro tiempo en mi casaca hasta que mi ex, una chica muy posesiva, rebuscando mis cosas, logró encontrarlo. Yo pensé que diría, ¿Es para mí? Se lo quedaría y fin del asunto. Pero, me dijo: ¿Para quién mierda es esto? ¡Si tú nunca le has comprado un anillo a ninguna de tus mujeres! Yo estaba con ganas de joder, había fumado un porro y quería molestarla, por eso le dije con naturalidad: Era para Claudia, iba a dárselo antes de su viaje.
Ella odiaba a Claudia y Claudia la odiaba, entonces, cogió el anillo y me lo tiró directo al ojo diciendo: Dale pues, ve a Londres y busca a esa pituca hueca. 
Recuerdo que tuve que levantarme e ir al baño a lavarme el rostro. Cuando volvi tenía su cara de inocente pidiendo disculpas. Es solo un anillo que me empeñaron hace años, le dije y se tranquilizó; aunque en un momento me hizo una pregunta extraña, ¿Todavía piensas en ella? Yo me empecé a reír, no sé si por la hierba o porque fue una pregunta estúpida. 
Con el tiempo, el anillo siguió en el mismo lugar de siempre, hasta que hace poco, en un acto sumamente particular, el mismo tipo que me empeñó la disque joya, volvió. Se lo di tal cual, con el dinero adquirí unos lentes para vender, tuve que darle unos al chico del anillo, que todos los días jodía, otros para mí y le vendí uno a mi ex.
Que historia tan graciosa. Un anillo que pasó por algunas aventuras.


Fin

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