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jueves, 1 de septiembre de 2016

¿Qué dices, nos casamos?

- ¿Qué dices, nos casamos? Dijo. Yo tenía veinte años, era un completo irresponsable, romántico desde todos los puntos, lejos de casa y con ganas de vivir, más que de escribir. Respondí, sí.
Años después, un amigo muy cercano me hizo una pregunta en una de tantas borracheras, ¿Te arrepientes? Para ser honesto, no, le dije. Fueron, no recuerdo bien; pero algo de ocho a nueve meses muy bizarres. Entre emociones intensas, lidiar con una familia afortunada; pero a la vez, escasa, sobre todo en el sentido armónico. Con gente a la que quería ahocar, es decir; abalanzarme y cogerlos del cuello hasta que no respiren. No te miento, mi hermano, me hartaba la típica cuñada que viene de Milano con las nuevas tendencias y presume, el estúpido primo con su Audi del año y el hermano que me agrada, siempre hay alguien que me agrada, ese que es distinto a todos; pero que es un antisocial. ¿Por qué me caía bien? Porque nunca se metió en nuestras cosas.
No obstante a todo ello, dije antes que mi amigo adjuntara algo, yo fui extrañamente feliz.
Este se echó a reír para luego decir: ¿Recuerdas cuando te llamé para tu cumpleaños? Me dijiste, loco, estoy tomando etiqueta azul, ¡Quiero mi ron! Me puse a llorar en ese instante, estaba solo en casa, todavía no salía con Viviana y quería que estés aquí, que hagamos las estupideces que hacíamos; pero andabas en Arica, no sabía porque ni por quien hasta que me contaste todo en esa llamada, dijiste que te habías casado, yo no te creía porque inventas historias para escribir y todo ese rollo; sin embargo, cuando recibí las fotos lo confirmé.
Recuerdo cuando entramos a su habitación, se veía preciosa con el vestido, sus viejos nos habían regalado boletos para un viaje, yo no quería ir; pero fui. Ella estaba muy emocionada y yo pensaba en como contarles a mis padres sobre mi osadía. Era muy loco en esos tiempos, quería cogerme el mundo como dicen vulgarmente, quería hacerlo todo y vivir una vida llena de frenesís. Andaba jodidamente errado; pero me gustaba. De repente por eso le dije que sí, porque quería saber que era estar casado, que era tener una esposa y convivir. Sabes bien que amo vivir para luego escribir.
Cuando decidí zafar, me di cuenta que el verdadero desgaste emocional irradia en no estar con las personas que amas.
Le dije, Mariana, estamos equivocados. Yo no pertenezco a este mundo ni tú deberías lidiar con mis erradas decisiones. No eres tú una equivocación, fue el momento el error; pero ella contestó, si no querías casarte, debiste decirlo. No por querer escribir una historia extraordinaria, vas a tener que involucrarte en ella. Sin embargo, ¿Ya te bastaron estos nueve meses para inspiraste?
Estuve años pensando en esa frase, me dolió tanto que no he encontrado reparo y seguido haciendo lo mismo. Soy así, me involucro intencionalmente para tener historias, esa es mi naturaleza.
Hoy de madrugada mientras caminaba completamente solo por la Avenida Tomas Marsano con botella de pisco en mano, cigarrillos en los bolsillos, picado y furioso, sin dinero; pero con un manojo de tarjetas de crédito, sin celular y nuevamente, enojado, pensé en esto, en mi divorcio. Vino a mi mente porque tenía intenciones de volver a casarme -esta vez, para siempre- pero no.
Tal vez lo que dijo mi amigo aquella vez es tan real como lo es la realidad de este martes feriado.
Bryan, tú no estás hecho para vivir en paz. Olvídate de la estabilidad y el equilibrio, eso; aunque lo sueñes, jamás lo tendrás. Tú vas a vivir por siempre en un caudal de emociones. Y eso, a pesar que tanto lo niegues, es lo que tu naturaleza necesita.

Fin

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