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miércoles, 9 de marzo de 2016

Shio

- Su nombre es Gisella; pero siempre la llamé Shio. Nos encontramos en el Cine Planet de Primavera mucho antes que se convirtiera en un centro comercial después de haber charlado durante un par de semanas por el entrañable MSN.
Ese mismo jueves era el concierto de Alejandro Sanz, la cita era a las nueve de la noche según mi entrada Vip y yo estaba parado en una esquina esperándola a alrededor de las cinco y media.
Tenía todo bajo control, lo había planeado durante toda la semana.
Pensé en verla a la hora indicada, ir a caminar durante un rato, platicar de todo un poco y luego quedar en vernos en otra oportunidad. Llegaría a mi casa y le diría a mi viejo que me llevase al concierto después de haberme dado una ducha.
Los planes empezaron a cambiar cuando llegó veinte minutos tarde; pero poco importaba en ese momento, lo que interesaba es que estaba ahí y le proponía para ir a caminar un rato.
Me gustó de inmediato. Era bonita y pequeña, muy agradable y súper amena. Le gustaba escuchar todas las anécdotas que iba contando mientras andábamos y luego comenzaba a relatarme algunas cosas que había realizado durante el inicio de vacaciones.
Cabe resaltar que yo acababa de terminar el colegio meses antes y me encontraba vacacionando.
El tiempo fue transcurriendo muy rápidamente, se hizo de noche y ambos continuábamos caminando por la Avenida Aviación intercambiando ideas acerca de muchos temas en común.
Eso me gustaba de Shio, que se podría hablar de todo y siempre tenía una opinión. Me gustaba que diera su punto de vista y por supuesto, que le gustara el fútbol.
Llegamos hasta la última cuadra de la Avenida Aviación casi sin darnos cuenta y nos detuvimos antes de cruzar una avenida de doble sentido para, simplemente, dar la vuelta y regresar hasta donde nos encontrábamos; aunque no llegamos de nuevo al cine Planet porque nos desviamos un poco convergiendo con un enorme y bonito parque que nunca antes había visto. Casualmente, ella tampoco. Entonces, resolvimos quedarnos ahí para descansar y seguir charlando.
Me quedé callado mientras se explayaba contando sobre sus gustos y aficiones, pasatiempos y demás. Me resultó agradable que tuviera buenos hábitos y por supuesto que le gustara ver y practicar fútbol.
El tiempo apremiaba; aunque me haya olvidado del mismo. Vi que el reloj de mi nuevo celular -uno no tan grande- marcaba casi las ocho de la noche y me sentí con la obligación de abandonar la cita; pero tuve que contarle el motivo.
Le pareció estupendo el hecho de saber que iba a ir al concierto de Alejandro Sanz y me dijo que le contara todo cuando nos volviéramos a ver. De hecho, quedamos en encontrarnos el lunes o martes, siempre por la tarde.
Caminamos juntos hasta la avenida y nos despedimos con un abrazo y un intercambio de sonrisas.
Era posible que nos hubiésemos gustado en ese momento y a pesar que no hubo besos sentí que más adelante lo habría.
Llegué a mi casa a las nueve en punto, me bajé del taxi, recogí mi entrada y arribé junto a mi padre al concierto. Me dejó en la puerta de ingreso y se fue.
Alejandro Sanz tardó veinte minutos en salir, eso me tranquilizó. Por un instante creí que me perdería de las primeras canciones; pero no fue así y me divertí mucho.
Efectivamente volví a encontrarme con Shio el martes por la tarde.
Quedamos en vernos en dicho parque que conocimos la vez anterior. No sabía exactamente como llegar; pero pude lograrlo con sorprendente facilidad. Siempre se me hicieron complicadas las direcciones; aunque me dejé guiar por la intuición.
Ella llegó minutos después. Nos dimos un abrazo y nos sentamos en la primera banca que vimos.
Platicamos un rato. Shio quiso saber todo lo que hice durante el concierto de Alejandro Sanz y fui contándole a detalle todo lo acontecido. De hecho, se me ocurrió comentarle que por azares del destino pude tocarle la mano. Se emocionó muchísimo con dicho comentario y yo reía por dentro sabiendo que se tratase de una pícara mentira.
Entre tanta palabrería y bromas, anécdotas y experiencias, compartiendo distintos puntos de vista sobre algunas situaciones fue asentando ese hecho pasado de una atracción mutua; pero ninguno de los dos quería dar el primer paso.
Creo que la conversación solía ser tan interesante que no podía impedirla con un beso. Resultaba extraño; pero ese inevitable acercamiento físico tuvo que suceder.
Nos juntamos por el repentino viento y la abracé colocando mi mano por encima de su hombro y cayendo cerca de su pecho. Se sintió cómoda, no lo dijo; pero lo sentí. Yo me sentía genial, no lo dije; pero se lo hice saber tocando su rostro y dándole un leve giro para quedar al frente mío y entonces poder, simplemente, besarla.
Luego le dije que me gustaba mucho, ella me dijo exactamente lo mismo y volvimos a besarnos.
Enseguida, nos cogimos de la mano y en lugar de conversar sobre temas como los anteriores lo hicimos sobre lo que quisiéramos iniciar. Fue lindo charlar sobre ese tema.
Propuse una relación seria y honesta, le pareció una idea estupenda y aceptó acotando que detestaba las mentiras. Yo le dije: ¿Quién, no? Reímos y volvimos a besarnos.
Resolvimos caminar un rato, estábamos cogidos de la mano mientras recorríamos el parque por la acera y charlábamos de lo bonito que era lo que habíamos comenzado. Esos primeros minutos de relación fueron grandiosos y sublimes.
A partir de ese entonces lo que hicimos fue encontrarnos constantemente en dicho lugar. Sabía exactamente como llegar desde cualquier lugar de partida. Yo siempre solía ser quien llegase tarde, sobre todo por el asunto de vivir lejos; aunque nunca se molestó y comprendió. ¿Qué eran diez minutos tarde ante horas de dichosos momentos?
Nos abrazábamos y nos besábamos por largo tiempo, charlábamos de todo un poco y reímos de todo. Debo decir que aparte de enamorados éramos buenos amigos.
Tiempo después quedamos en vernos en otro sitio, no me gustaba mucho la idea de cambiar de lugar; pero a ella le parecía genial.
No era un parque, tampoco un centro comercial y mucho menos una esquina, nos veíamos en un ancho pasaje desolado donde podíamos sentarnos sobre una especie de banca. Me encantó el lugar por lo que se encontraba mayormente desolado y podíamos besarnos con mayor intensidad. Me encantan los besos intensos.
En aquel lugar hacíamos lo mismo de siempre, platicar sobre varios temas, besos apasionados, abrazos calurosos y reír de todo lo que se nos ocurriera. Ambos éramos muy ocurrentes y algo elocuentes.
Hubo un tiempo en donde dejamos de vernos. Exámenes parciales para ella, imprevistos partidos de fútbol para mí, a veces por eventos sociales con los amigos y reuniones familiares de ella, muchos contratiempos; pero siempre nos encontrábamos en el MSN, en donde ella solía tener un Nick dedicado para mí.
Shio siempre fue muy paciente, yo solía tener muchas actividades futbolísticas y a veces prefería jugar pelota que salir con ella.
En esos tiempos se jugaban grandes partidos de fútbol y lo realizábamos varias veces a la semana con mucha algarabía y pasión desbordante que solía terminar exhausto.
Llegamos a solucionar ese asunto y todo fue mejorando a excepción de mi tardanza en las citas. Ante ello quiso que lo mejor fuera visitarla en su casa; entonces no tendría que esperarme quince a veinte minutos. Me pareció genial; pero yo nunca antes había visitado la casa de alguna enamorada. Le dije que cuando llegara le mandaría un mensaje para que saliera a recibirme.
Cuando acordábamos en vernos iba a visitarla a su casa. Descendía del bus y le enviaba un mensaje. Salía a recibirme a los cinco minutos y nos abrazábamos en medio de la acera.
Ella vivía cerca al cine Aviación, digamos, a unas cinco o seis cuadras.
No entrábamos a su casa porque me daba vergüenza, lo que hacíamos era ir a un parque cercano y sentarnos a platicar como tanto nos gustaba.
Todo el tiempo junto a ella era ameno, siempre nos divertíamos, reíamos y la pasábamos estupendo. Era paciente, ocurrente y muy graciosa, tal cual, tantas veces solía ser yo, a excepción de la paciencia.
Me escribía cartas, entregaba lindos detalles y tantas otras cosas que todavía conservo y recuerdo.
Estuvimos alrededor de seis o siete meses juntos en un marco esplendido, en donde disfrutamos de muchas noches de diversión y ocurrencias.
Exactamente no sé porque nos separamos; pero si de algo estoy seguro es que éramos más amigos que novios. Tal vez fue por eso que todavía mantenemos comunicación. Y de hecho, existe un importante aprecio.

Fin

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