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lunes, 11 de diciembre de 2017

Su novia es rica

- Subo al bus un lunes por la mañana, cansado por el trajín corporal y etílico del fin de semana. Todavía no llegan las vacaciones y es la semana de finales, me estresa por completo el hecho de pensar que no vaya a venir lo que he estudiado; pero ese asunto es minimizado por la presencia de un tipo, conocido, mas no amigo, que aborda el bus (habiendo tantos) en la siguiente parada con ánimos sobrenaturales. Me reconoce enseguida y se sienta, para colmo de males, a mi lado.
Mis audífonos están arruinados, me di cuenta al momento de salir de casa y sufrí un colapso instantáneo; pero resolví pensar en la nada mientras avanzaba a la escuela, aunque eso de pensar en nada es para sabios.
Con resaca, fatiga muscular e irritación contemplo la presencia de este fulano de apellido extraño y nombre que no quiero recordar que lo primero que hace al saludarme con varios gestos raros (mismo saludo de rapero) es decir: Oye, tengo novia, ¿lo sabes, no?
A mí qué demonios me interesa, pienso, si deseas hablarme de algo, cuenta una experiencia graciosa, añado con mi mal humor de los lunes por la mañana.
Es rica, comenta, tiene más dinero que Donald Trump, acota y comienza a reírse haciendo su lucir su deforme dentadura.
Les juro, nunca he hablado con este tipo más de dos palabras, una vez charlamos un rato en una fiesta a la que fui por culpa de un amigo y como andaba borracho charlamos de un sinfín de estupideces, ese fue mi error.
Sonreí y le dije: Qué bueno, eh. Y en ese rato pensé, ¿entonces, qué demonios haces en el bus?
Como si hubiera leído mi pensamiento, respondió: La otra vez nos fuimos al sur con su Porsche, avanzamos a una velocidad impresionante -de hecho, hizo ademán de tener el volante y moverse para los lados- Parecía drogado.
Yo pensaba en las supuestas preguntas del final y este fulano me contaba: Fui a su casa, un palacio, mi estimado. Jardines, autos, lujos por todos lados, cuadros de famosos y demás.
Me llevé la mano a la frente y pensé, ¿Por qué no se calla? Pero como suelo ser muy condescendiente, le sonreí.
¿Sabes? Creo que me voy a casar con ella, ya sabes, tendremos hijos blanquitos y bonitos, espero que saquen sus ojos y hereden su fortuna. Tiene millones y millones de dólares, huevas. Imagina, ni en cientos de años podríamos ganar esa fortuna.
La vi con el ceño fruncido como quien piensa ‘este tipo necesita un psicólogo con doctorados y maestrías’ pero le dije: ¿Y por qué no le pides un carrito? ¿Ya sabes? Para que no andes atorado en el bus. Sonreí con el sarcasmo que me caracteriza.
Si pues, eso me falta, voy a pedirle uno por mi cumpleaños.
Seguro te va a dar una bolsa llena de carbón, pensé y empecé a reírme por primera vez en la mañana.
¿Ella en qué trabaja? Quise saber.
Pues, no hace nada, todo el tiempo para en su casa o en su piscina.
O sea, el dinero es de su padre.
Sí.
¿Y él sabe que está contigo? Perdón, ¿tú que haces?
¿Yo? Pues nada, ahora voy a la casa de un amigo a jugar play desde temprano.
Su padre es un juez muy conservador, no sé porque no le agrado.
Comprendo, ¿Cómo no podrías agradarle, no? dije aguantando la risa.
Y o sea, ¿piensas que te va a regalar un carrito? Añadí.
El tipo no entendió mi tono irónico.
Claro pues, ‘si se la muevo bien’, dijo con total vulgaridad.
Sentí repudio. Lo vi con ojos de desagrado y pensando, este sujeto necesita un baño de agua helada, le dije: Si y yo voy a ser presidente de los Estados Unidos.
No comprendió mi chiste. Yo ya estaba de mejor humor.
Esta clase de sujetos me causan bastante gracia. Al instante, añadió: Oye, no tengas envidia, tengo una gran novia, tiene dinero, belleza y se muere por este pechito.
Por suerte, a la siguiente esquina debía de bajar, entonces, le dije: Bueno, ha sido un terrible gusto, debo partir.
Dale y a la otra que me veas voy a estar con un Ferrari y tú en caballo.
¿Caballo?
Claro, como en el viejo oeste.
Ah, era un chiste, le dije y sonreí.
Definitivamente había fumado una cosa rara.
Pasaron dos días, volví a verlo, estaba triste y desolado, yo subí al bus y lo encontré en el asiento de al fondo, de inmediato y con la confianza que nunca le dije; pero se otorga, me dijo: Terminamos, estoy hecho pedazos. Voy a matarme.
¡Mejor ve a trabajar y deja de fantasear! Le dije y esta vez sí tenía audífonos.

Fin

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