Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

viernes, 1 de diciembre de 2017

Katrina, mi amante

- Cuando la calentura ataca, el libido se nota en el aura y una epopeya sexual es lo que necesito, suelo coger el teléfono celular, marcar el número con nombre Carlitos y hacer que resuene con ansiedad al tiempo que sujeto el escroto como quien calienta motores.
Del otro lado se escucha una voz muy sensual como la de esas chicas de última página de diario chicha que solía llamar antes de conocer a Katrina, la mujer que contesta con un ¿y ese milagro? ¿Ya te acordaste de mí o llamas cuando quieres, cretino? Sabes bien que un par de piropos poco estructurados y algo cursis son buenos para calmar su malestar. Ella sonríe y añade, ¿Qué se te ofrece, demonio? Me gusta que me llame de ese modo, pues soy un demonio en la cama como un Íncubos pervertido. Le comento mi deseo sexual del momento, esas ganas imperiosas de tenerla de rodillas al frente mío prefiero guardarlas para el instante hecho realidad; pero le digo que quiero tener sexo con el eufemismo que usan los románticos para ello. Siempre he dicho que debo enamorarla antes de cogérmela.
Katrina lo sabe, por eso se mata de la risa y comenta: Estoy libre de cuatro a ocho, entro al trabajo a las nueve y salgo a las nueve de la mañana por si quieres invitarme a desayunar.
Sí, claro, mi amor, le digo sabiendo que nunca en mi sano juicio recorrería el mundo exterior a su lado.
Lo acordado me pone como diría un adolescente ‘recaliente’ y chapo un taxi con dirección a Chorrillos, en la Curva, a dos cuadras donde caga el diablo. A veces uno debe arriesgarse con tal de follar, pienso mientras le pago al taxista apretón.
Conozco el lugar de pies a cabeza; pero igual me da miedo, es un callejón complicado, hay tipos con tajos desde la ceja hasta el tobillo y ladronzuelos rondando como pirañas por todas las esquinas, por eso dejo el celular y la billetera, a Katrina le gusta como se la muevo y cuanta palabra bonita le diga después, le encanta la charla breve al inicio y el abrazo cálido y rápido al final. Por eso la prefiero ante las putas que te hacen venir al toque y cobran un huevo.
Llego al lugar, su casa tiene como número el 666, es una maldita coincidencia que me hace reír. Toco el timbre y me adentro tras la reja, las ratas están al asecho en las esquinas, ya me conocen; pero igual uno siempre debe tener cuidado.
Toco el timbre tres veces seguidas esperando que salga. Ella suele salir con el atuendo que tanto me excita, esa lencería color negro que me hace vibrar, la puerta semi abierta para que entre metiendo la panza y al entrar todo es oscuridad, salvo una pequeña luz de la lámpara. Nunca le pregunté, ¿con quienes vives? Era una cuestión de respeto, yo entraba y salía en una o dos horas, no hacía preguntas personales, solo hablaba de lo trivial de mi vida de abogado, de los preciosos que llevo a la cana o los maficiosos a quienes libero por billete y a veces me invento historias absurdas mientras espero que se levante lázaro para el sexto round.
Eso sí, ella es bien ardiente, primero, me lo chupa hasta ponerlo duro, luego se lo mete en la vagina desde arriba, el mejor placer en una posición cómoda y ligera, después hago mi parte, un séquito de poses que he aprendido viendo porno durante años y cuando me pongo exquisito le pido que saque el armamento de rarezas, es decir; látigos, trajes de latex, garrotes y un cinturón para amarrarla.
Una vez la tuve sujeta durante horas, yo la cogía por el orto mientras no podía zafar de la atadura, que rico por Dios.
Ella decía: Humbertito, por favor, no me des más duro.
Yo decía: No me jodas, mierda. Yo te cacho con rudeza.
Toda la vida ando sediento de sexo, adoro el anal y sobre todo los tacones, me gusta que lleve puestos y algunas veces he introducido su interior en la boca para taponarla y no dejarla gemir.
Ya hemos vivido tantas aventuras sexuales, solo que ahora la cuestión está débil, uno ya no puede verla seguido, ya sabes, me he casado y tengo esposa, un tanto hogareña, no acepta mis rituales perversos ni mis locuras y hoy tuvo la mierda de Andrés y me jode la noche, por eso me vine a cachar aquí.
Me pongo de jodido mal humor si no culeo una noche.
Katrina me deja pasar; pero me asombra negativamente la presencia de un tipejo, un hueverto con traje elegante y ramo de flores, ¿Qué demonios pasa aquí? Pienso mientras le abro los brazos. Ella no viste como lo hace seguido, entonces, añade: Betito, te presento a mi esposo, Diosdado Gino Ramírez Aguilar, abogado como tú.
Acabamos de casarnos y nos vamos a mudar.
Sigo asombrado al punto que mi pija erecta decae como lo hace un borracho. Me entrega un beso diciendo, estoy con la hora, ya vienen los nuevos dueños. Diosdado no se qué diablos, me entrega su mano y se marchan dejándome completamente solo en aquella sala donde tantas veces fornicamos de lo lindo.
Y como hay tanto recuerdo y tanta arrechura me meto un pajazo en el mueble justo cuando otras personas entran a la casa.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario