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martes, 12 de diciembre de 2017

Día con Lu

- Despierto con resaca, la bomba de ayer estuvo buena, es Lu quien acaricia mi rostro diciendo: Pa’ llévame a la escuela. En ese instante recuerdo que cuando yo tenía su edad odiaba el colegio, prefería quedarme en mi habitación escribiendo relatos extraños en un cuaderno con hojas cuadriculadas; pero ella adora estar en el salón, de hecho, le tiene mucho cariño a su maestra, quien por cierto es joven y guapa, en mis tiempos eran viejas y arrugadas.
Lu quiere ser comunicadora, siempre alucina estar frente a la tele diciendo las noticias. Es una genio en su totalidad.
Yo ya estoy despierto y le preparo el desayuno, tomamos el yogurt con cereal que tanto nos gusta, no saben lo delicioso que lo suelo preparar cuando me inspiro.
Lu esta hermosa, definitivamente salió a su madre, el esmeralda en su mirada y la sonrisa cándida; su personalidad es mía, caprichosa y rebelde, siempre queriendo hacer lo que quiere, disgustándose cuando algo no sale bien o siendo feliz cuando todo le favorece, como ahora, que por suerte le tocó el muñeco que le faltaba para su colección.
De no obtenerlo hubiéramos abierto una docena de cereales para que lo hallara. Su ma’ no lo hubiera permitido, yo sí.
Veo a Lu y pienso que el trabajo fue estupendo. Una noche de locura con tragos y aniversario número seis fue lo que necesitamos para encargar a lo mejor de nosotros. Yo perdí la cuenta de todo, incluso, de algo de lo que no suelo perder el ritmo. Días posteriores vino la noticia, nos sentimos raros; pero luego fuimos felices. Ella vino, no sabe cómo; pero si de donde y es tan feliz con el dúo de padres que tiene.
Ya tiene su mochila lista, terminamos de comer, la respectiva cepillada y alistamos todo para la escuela. Bueno, yo saco el auto y ella se encuentra a mi lado con ademanes de conducir. Su melena brilla con el sol al igual que la mía, ambos usamos gafas oscuras y realmente nos parecemos. Sacamos un selfie y andamos al colegio a paso de caballo porque no soy de los que se alucinan Rápidos y Furiosos.
Llegamos, me detengo, Lu está ansiosa por bajar al ver a sus compañeritos, me causa ternura, le pido que se espere un momento mientras estaciono. Bajamos juntos, saludo a su joven maestra y me sonríe de una manera particular. Lu ingresa al aula tras darme un beso y su profesora me cuenta sobre un recital, le digo que puedo ser el juez, ella sonríe y añade, que amable. Ya es costumbre que me pidan ser testigo de eventos, acepto con gusto, no tengo problemas.
Vuelvo a casa, son las nueve, estoy de vacaciones y todavía no quiero escribir, por eso resuelvo despojarme de las prendas e irme a dormir de nuevo.
Voy a recoger a Lu a la escuela, ella sale sonriente y con el humor por los cielos, me entrega un abrazo y pide un helado. ¿Quién no ama los helados? Vamos a la heladería más cercana, se encuentra frente a un gigantesco parque y al lado del mismo esta un centro de entretenimiento. Ya ha hecho su lista de regalos para Navidad y ya reservo la tarjeta de crédito con suma impresionante que me acaban de dar -es divertido como de repente te ofrecen tarjetas- y es lindo ir al banco y ver tanta chica bonita bien vestida. Lu exige un helado de sabor extraño; yo soy conservador, me gusta el mango y la lúcuma. Ella le añade hasta chispas multicolor y caramelos. Me causa gracia porque cuando lo deja le pregunto, ¿Por qué pediste tanto si no vas a comer? Ella responde: Lo dejé para que pruebes. A mí no me gusta tanto detalle en los helados; pero debo darle una probada.
Estoy totalmente seguro que al salir va a querer ir a los juegos mecánicos, así les digo aunque ya no tengan tanto fierro visible y sean más digitales. Entramos entonces, trato de darle todo lo que pide, sus calificaciones son excelentes, ¿Qué puedo hacer? Hay que recompensarla.
Se sube a todos los juegos habidos y por haber y yo me entretengo jugando ‘tiro al arco’ porque me recuerda a mis tiempos en Larcomar junto a Daniela donde jugábamos a patear la pelota. Soy el único que lo practica, los niños de ahora se divierten matando muertos vivientes con cascos y armas sin cables. Lu es una asesina en serie, mata a todos sin remordimientos, me encanta verla feliz.
Saliendo nos encontramos con un payaso cretino, ella no les teme, yo tampoco; pero este nos ofrece una bola luminosa media rara y sin uso objetivo que a Lu le encanta porque ama la iluminación, tiene muchas luces en su habitación. Yo ya no tengo dinero, de hecho, solo manejo tarjetas y el efectivo me lo acabo de tirar en los juegos, gasolina y helado. Ah y una corbata para unas cositas personales. Pero Lu quiere esa bola de luz y ese payaso cretino no se la quita de la mano. Yo lo estoy viendo pensando: Payaso, no le ofrezcas esa basura. Lu me mira sonriente y me mata, realmente lo hace, conoce mi debilidad.
Está bien, pienso, le sonrío y le digo al pintarrajeado sujeto: Dame un momento, voy al maldito cajero. Lu sonríe, se sale con la suya y lo disfruta, sabe que su madre jamás le aguantaría un berrinche, sabe que ella dice no y es no, en cambio yo, soy débil a sus encantos.
¿Saben cuánto cuesta esa bola luminosa? ¡Viente soles! Payaso rata, pienso entre risas. Lu es feliz y yo se que va a usarla una hora y luego aburrirse por completo y dejarla en su cajón. Yo hacía lo mismo cuando era niño y siempre he pensado, ‘si mis viejos me dieron todo, yo también quiero hacer lo mismo’. En cambio Mariana es distinta a pesar de ser de familia acomodada, ella no te aguanta pulgas, quiere que te lo ganes, que valores lo que te dan y hay fechas para los regalos. Admiro su tenacidad para cumplir normas; pero yo soy totalmente diferente, ya lo he dicho, Lu llega a casa como si fuese Navidad todos los días. Mariana dice que soy muy engreidor, yo le digo que es inevitable, ella dice que iremos juntos a hacer las compras navideñas y propone hacer intercambio de regalos porque Navidad es un motivo para dar.
De vuelta en el auto escuchamos una de Frozen, alguna vez debería filmarnos cantar; pero me aterra quedarme sin seguidores.
Lu lee un libro que le di, es sobre los griegos con caricaturas, me encanta que sepa tanto sobre mitología. Yo suelo contarle aventuras de Aquiles, Odiseo y los dioses del Olimpo. Ella se cree Artemisa y yo suelo ser Perseo.
Es una tarde bonita, el sol es radiante y nos espera la llegada a la casa y el almuerzo delicioso.

Fin

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