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martes, 21 de abril de 2020

Lima - Chile (escala)


- Nos quedamos regados en uno de los salones del aeropuerto de Santiago, el cual resultó mucho más bonito de lo que podría imaginar si es que en algún momento lo imaginé y aunque llegamos agotados por el trayecto no pudimos conciliar el sueño, a pesar que debíamos de permanecer sentados o echados en la hilera de asientos que por suerte estaban realmente cómodos, durante toda la madrugada.
Al inicio conversamos acerca de lo que haríamos al llegar, pisoteamos las ideas que pensábamos realizar al instante en que tocáramos tierra gaucha por el compromiso con el sueño que no rentábamos pero seguramente volvería de golpe para azotarnos y tendernos en la cama.
Previo a la cabeceada en el aeropuerto, dentro de uno de los tantos salones creo que exclusivos para dormir, salimos en busca de una comida y unos cigarrillos con nuestras mochilas pesadas por el conato de prendas cuando en reflexión creo que debieron ser menos y nos encontramos con una maraña de sujetos cuyo acento inentendible supuso la búsqueda de turistas para un paseo largo con dirección al hospedaje. Nosotros no queríamos ese recorrido, pues solo buscábamos una salida para fumar un par de filtros que nos relajen un poco por el trajín de la espera en el aeropuerto de Lima y la siguiente larga noche que se nos avecina como si nunca hubiéramos estado pegados frente a un ordenador chateando, viendo petardas o jugando en línea durante el reinado de la luna; es por eso que yo estaba tranquilo, no relajado, pero muy calmado sabiendo que podría rendir una noche en vigilia o intentar dormir acomodado en posición fetal y usando mi mochila como almohada luego de revolotear las zapatillas para que no golpeen la cabeza.
Tras los cigarrillos de rigor volvimos a entrar al aeropuerto, el tema de salir fue tedioso pero sirvió de experiencia, nos revisaron hasta el ano y nos escapamos un rato para esos filtros de relajo, que luego de consumir, hicieron que nos adentremos otra vez en busca de una cena en forma de pizza o hamburguesa, menos comida de allá porque no nos atrajo la atención y en un comentario gracioso, Gonzalo dijo: No vine a Chile para comer jamonada con pan, eso lo preparo en mi casa. Claro y directo, hasta chistoso, por eso tuvimos que reingresar, pasar de nuevo por migraciones, tener el sello bonito que tanto presumimos y le sacamos foto ante sonrisas y risas, recorrer los pasadizos de compras altamente caros y encontrarnos con un notable, prodigioso, afortunado, riquísimo y barato Mc Donalds 24 horas, el cual, nos condujo a la primera victoria de la noche: Satisfacer la necesidad de la barriga.
Gonzalo seleccionó los combos, no teníamos moneda chilena, pero suficientes tarjetas de crédito. Pedimos tres combos con todos los complementos agrandados para satisfacer el hambre que provenía desde el avión, en donde únicamente comimos gaseosa y papitas porque el vuelo no quiso darnos ni agua. Es mentira, si nos dieron agua.
Pero a nosotros no nos gusta tanto el agua, preferimos la gaseosa y si es Coca Cola mucho mejor, por eso lo primero que hicimos fue tragar en el servicio automático luego de una caminata con salida incluida. A la comilona se le sumó una videollamada, mensajes a todos lados, fotografías y demás, todo lo que nos haga sentir viajeros. Después volvimos al salón donde nos quedamos hasta el amanecer. Allí cargamos los celulares en un sitio explicito para eso y amoldamos las mochilas para usarlas como almohada tras estirar los cuerpos con las sillas juntas para no perdernos de vista o mantenernos alerta a intrusos; pero nadie venía, salvo una mancha de sujetos que estaban en las mismas condiciones y una familia con niños cuyos gritos se oían hasta dentro del sueño.
Bruno y Gonzalo hilvanaron el sueño, yo no estoy seguro si pude, aunque creo que estuve en el letargo por un plazo corto, no recuerdo el sueño, quizá vi a niños jugando a un lado con gritos malditos y una señora intentando calmar en idioma extranjero. 
El punto es que fue una noche larga, pero no tan tediosa como lo supuse al comienzo, sino una especie de puente que debíamos cumplir para lograr estar en la Buenos Aires soñada y por eso nos mantuvimos cuerdos y contentos a pesar del cansancio físico.
A las siete nos despertamos todos, aunque yo ya lo estaba, pero como dije, andaba en el limbo del sueño y la realidad; sin embargo, al verlos despiertos o ya lo estaban antes, hablamos y se nos fue el cansancio, vimos la hora en celulares, chateamos un rato, nos levantamos y enlistamos en un baño para lavarnos la cara y algo del cuerpo para enseguida afrontar la cola que nos llevara al avión.
Ahora que lo pienso no recuerdo con exactitud mis emociones de entonces porque fueron reemplazadas por los futuros hechos cuyos sentimientos fueron gratificantes, en un plan global: Los sacrificios se olvidan con facilidad mientras que la gloria dura la eternidad.
De repente exagero, es solo una escala, no hagas tanto drama, pero fue genial compartirla con tipos del mismo género en son de locura.
Subimos al avión repartidos en asiento a diferencia de la ida y nos dirigimos a Buenos Aires en un viaje relativamente corto. Fue un cerrar los ojos.

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