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viernes, 22 de enero de 2016

El tomatodo

- Alrededor de las diez de la mañana me alisté para salir al gimnasio, es una hora precisa porque quienes asisten temprano suelen partir a dicha hora y el ambiente se encuentra desolado. 
Tomatodo de Goku, toalla, guantes, candado, llave, polo extra, carné y celular, tengo todo listo para la rutina de hoy, pensé mientras descendía las escaleras para salir de casa. Previo a ello entré a la cocina para llenar el tomatodo con agua o refresco sin azúcar. Lo hice con un helado y delicioso refresco de maracuyá. Andaba apresurado, me gusta ir al gimnasio a dicha hora porque a alrededor de la 1pm se empieza a llenar de tipos con cuerpo gelatinoso que piensan que comenzar el gimnasio en verano es mucho mejor, pues, yo lo hago todo el año.
A medio camino empecé a sentir que se mojaba la parte del muslo de mi bermuda y noté que había hecho un camino a base de gotas. Pensé, hace demasiado calor que estoy sudando a por montones; pero vi la maleta húmeda e inmediatamente me detuve para buscar la causa de dicho hecho. Abrí la maleta y vi el tomatodo vacío.
Solté una fuerte grosería al tiempo que comprobaba que todo lo de adentro se encontraba mojado y peor aún, oliendo a maracuyá.
Resolví meditar por un instante, ¿Debía de seguir el camino o volver a casa? Decidí regresar para cambiar los implementos. Estaba enojado; pero mientras caminaba empezaba a verle el lado gracioso a lo sucedido, por eso, de repente, recordé una anécdota similar, hace muchos años, digamos, más de una década.
Junto a un primo y un amigo entrenábamos en las instalaciones de un club deportivo, íbamos todos los martes y jueves a las 4pm.
Aquella vez salimos tarde y tuvimos que correr para abordar el bus y llegar a tiempo, de lo contrario, no nos contarían y tendríamos que esperar en la banca.
Corrimos tan rápido como pudimos y llegamos a tiempo para abordar un bus.
De repente, dentro del mismo, mientras avanzábamos en busca de asientos, comencé a sentir la sensación de humedad recorrer mis piernas y al ser invierno sentí un frío estremecedor. Me di cuenta de la situación al sentarme y notar que todos mis implementos deportivos se encontraban mojados de gaseosa. Dije cientos de maldiciones y se lo hice saber a mis compañeros, quienes no dejaron de soltar carcajadas.
Lo siguiente que ocurrió fue que durante el entrenamiento todos se percataron que mi atuendo pelotero olía a Inca Kola lo cual resultó siendo muy gracioso porque tuve que contar la experiencia y todos terminaron riendo.
Al llegar a casa tuve que cambiar los implementos del gimnasio y manteniendo la sonrisa volví para entrenar.
Me gusta ver este tipo de situaciones con buen humor, hace mucho que no me molesto ni pierdo estribos, prefiero ver todo de un modo deportivo y no perder la oportunidad de reír por mis propios actos cómicos.

Fin



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