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lunes, 2 de julio de 2018

Un buen día de hace tanto

- Vi a un adolescente con buzo de Educación física y pelota en mano esperando cruzar la calle para ir al colegio con un entusiasmo extraño, que únicamente aparece los viernes a la última hora. A pesar de ser un día lluvioso, vi en su mirada la seguridad de que iban a jugar pelota, el tipo sabía que el sol se abría al mediodía y sus rayos secarían la cancha, imaginaba que en caso contrario, le daría una ayuda con sus compañeros barriendo la losa, haría todo lo posible por jugar y estaba convencido que anotaría un par de goles alucinando que esa cancha de pocos metros sería como el Bernabéu en un clásico.
Me recordó a alguien que perdí hace mucho, un hombre con los mismos sueños e idéntica actitud para el fútbol.
Era viernes por la mañana, mis primos y amigos cercanos ya se alistaban para la fiesta futbolera de los fines de semana, sabían todos que a eso de las cuatro y cuarenta la losa deportiva al frente de mi casa se presta para la epopeya futbolística.
Salían equipos de todos lados con nombres muy particulares y curiosos que nunca supieron que se llamaban así. Pues era yo quien le daba los nombres a los equipos, a veces por personajes de Dragon Ball u otras veces por asociación de rasgos físicos o simplemente porque era divertido y a la vez estúpido.
Después del almuerzo debía de recoger a mi novia de la academia. Ella salía a la una y media, nos veníamos solo los sábados; pero ese viernes fue la excepción puesto que había pasado treinta días sin vernos. Para mí era una completa joda, a dicha edad no puedes vivir siendo onanista a tiempo completo, ya es momento de despojar del cuerpo algunos deseos carnales y hacerlo cotidiano. Estaba fastidiado por ese motivo; pero a la vez emocionado y contento por poder salir a la cancha y mostrarles a todos mi nuevo tiro, el cual practiqué en el mar durante el verano pasado.
El hecho estaba en que debía de ver a mi chica y luego volver a la velocidad de Flash para jugar pelota.
La relación andaba a capa caída, ella se quejaba mucho de no poder vernos, yo en ese entonces entrenaba para un equipo local y algunas tardes no podía visitarla, por tal razón nos veíamos los sábados y tristemente, ella no podía algunos, puesto que en casa hacían almuerzos familiares y temas hogareños muy especiales.
Resulta entonces que la charla de la noche anterior había sido intensa y melancólica, prácticamente acordamos terminar el romance; pero luego nos dimos cuenta que podríamos darle una oportunidad. Por lo tanto, acordamos vernos el viernes a la salida de la academia. Se lo dije sin pensar en el fútbol, de hecho, al recordarlo, me dije: Bueno, una vez que no juegues, no hará daño. Pero al despertar y ver todo ese folklore futbolístico en el MSN y en mi casa, en las calles y en todos lados, era como si fuera inevitable no estar. Puede que sea un simple campeonato de varios partidos con una apuesta de 1 sol por cabeza; pero para nosotros era como jugar la Champions League, de hecho, yo era Raúl Gonzales.
Se me fue complicando la vida durante el almuerzo, yo no hablaba, solo pensaba en ¿Qué debo hacer? Mientras mis primos que siempre eran invitados los viernes planeaban con esmero el fútbol de la tarde.
Gabriela, mi enamorada, me llamó al teléfono fijo porque no tenía celular y mi tía me pasó la llamada con la frase: Bryan, te llama Gabriela, parece que hoy no juegas pelota; pero si mueves la cama.
Se me hizo demasiado gracioso escuchar esa frase.
Hola amor, le dije con seriedad natural.
Hola amor, te extraño. Ya quiero verte, mi bombón.
(Sí, así me llamaba, que vergüenza repetirlo; pero eran otros tiempos).
El segundo en que dudé, me delató.
¿No vas a poder? Amorsito, por favor, llevamos un mes sin vernos, yo comprendo que entrenas; pero entiende que quiero estar contigo. Te extraño tanto.
Ella era súper romántica, de hecho, mucho más que yo. En la actualidad había leído poesía de Bécquer y Neruda, a veces me relataba algunos poemas, era muy linda. La adoraba; pero, ¿ante el deporte rey? Era complicado decidir a pesar de tener el cuerpo caliente.
También sabía que de no aceptar podría perderla y uno no quiere pasar el invierno solo y triste frente a la computadora. Siempre es bueno tener a alguien con quien salir o estar abrazados en una cama.
Para incrementar la complejidad de mi decisión escuché un silbido familiar, era mi primo y vecino, compañero de equipo y socio en el ataque, acababa de llegar de la academia, apresurado y vivaz, salí por la ventana y le hice un gesto con la mano, me vio con el teléfono y dijo: A las cuatro y cuarenta te busco con Carlos Abat. El solo hecho de verlo sacrificar los otros cursos para venir temprano, imaginar a Carlos saliendo de su trabajo de modelo de radio para llegar a tiempo, me hizo pensar, ¿Por qué tengo que salir con ella si quiero pelotear? Era una decisión cruel, áspera; pero cierta. El fútbol en ese tiempo era una cuestión vital, vives para jugar y sueñas con jugar; pero entonces, Gabriela me dijo: Bryan, estoy enamorada de ti. Sé que no estamos bien; pero necesito que arreglemos, espero verte hoy. Llevamos siete meses juntos, podemos salir adelante. Depende de los dos, cariño.
Siempre he amado a las mujeres con actitud. Esas que te dicen: Vamos a arreglarlo. Hagamos el amor. Quiero estar bien contigo. Esa frase me atrajo por completo y llegó a mi corazón.
Le respondí: Esta bien, Gaby de mi vida, te veo a las tres.
Sigilosamente me di una ducha, vestí y perfumé para salir de casa con peluche en una bolsa de tienda por departamento que tenía guardado durante varias semanas.
Ahora suelo preguntarme, ¿Quién carajos regala peluches? ¡No sirven para nada! En ese presente resultaba tierno.
Nos encontramos en Barranco, el lugar de siempre, la biblioteca, una banca cercana, ella estaría vestida de la forma que acostumbra, blusa, suéter, jeans y botas, bonita, de hecho, sonriente, emocionada y tal vez, nerviosa, por el tiempo separados y eso. Yo andaba pendiente de la hora, de calcular los tiempos, llevaba mi short deportivo debajo del jeans y mi camiseta de fútbol metida en mi canguro. Era cuestión de hablar, ir a un hotel, hacer el amor, volver a charlar un poco, sentir que todo estaba solucionado y largarme de inmediato acordando verla pronto.
La vi y tuve una erección, en esos momentos no controlaba algunas situaciones y cuando nos besamos apasionadamente sin que importara el exterior, con esas ganas que llevábamos guardadas, me dieron ganas de apresurar la marcha, ir al hotel de siempre, encamarnos y ser felices; pero Gabriela quería conversar, me pidió tomar asiento, estaba seria después del beso, la vi preocupada, como pensando cómo empezar a argumentar, siempre he sido intuitivo, estoy un paso adelante de algunos.
Sé que te pican los pies por jugar; pero tenemos que hablar sobre lo nuestro, es de vital importancia.
Asentí con la cabeza con fastidio, como quien se da cuenta que la cuestión tardará horas.
En eso, ocurrió el milagro. Te propongo algo y espero te agrade: Vamos a tu casa, yo me quedo en tu habitación mientras vas a jugar o puedo ir a verte si gustas. Ya después o si hay tiempo antes, charlamos y acordamos lo nuestro.
Sonreí y le dije, ¿en serio? ¡Es una gran idea!
De inmediato abordamos un bus y volvimos a mi casa. Lo gracioso fue que todos se encontraban en los exteriores y fue de esas pocas veces en las que conocen a mi enamorada.
Se hizo algo extraño; pero fue divertido. Entramos a la habitación, hicimos el amor y empezamos a conversar. Yo hablo luego de liberar mi carga pasional, de lo contrario, no puedo, me nublo. Resolvimos vernos seguido, ella trataría de lidiar con algunos asuntos y yo pondría de mi parte para tener opciones de encuentros durante la semana. El pacto fue genial.
Salí a jugar al rato y la vi en la tribuna, el día pintaba para ser perfecto, hice algunos goles y ganamos, lo fue.
Y por la noche, ya pensando en la ducha, me di cuenta del rollo que me hice por nada y sonreí porque algunas veces la vida te genera problemas que son tan fáciles de resolver.
Fue un gran día, hace como doscientos años.


Fin

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