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viernes, 19 de junio de 2015

Disfraz de ángel

- Estoy aquí de nuevo. Despedazado por el incansable paso de los años. Solitario como la luna en plena madrugada.
Ingreso subiendo la reja que cada vez resulta más difícil, el obstáculo deja yagas en rodillas y cicatrices en mis codos. Pero aquí estoy de nuevo, abriendo paso entre lápidas, arbustos y cimientos extraños, con la tenue luz de una vieja linterna hago camino para no caer en algún foso olvidado. Irónico resulta pensar que alguna vez quedaré atrapado en uno similar.
Sigo el sendero del pasto molido, del barro abundante y de insectos que destrozo con mis botas. La luz guía el camino, ya no se leen los nombres en las lápidas, algunos ya están más que olvidados; pero tú no, querida esposa, todavía no te vas porque te sigo yendo a ver; aunque el cierre de este lugar haya sido inminente me las ingenio para acudir cuando la vigilancia duerme.
Taciturno recorro el lugar una vez por semana, nadie me ve, nadie sabe que aquí estoy y nadie imagina que volveré. Se hace largo y agobiante encontrar tu tumba, por más que regreso siempre olvido el lugar. Es como si se moviera, como si se escondiera; pero también como si se ocultase o desapareciera.
Pero aquí estoy de nuevo, acercándome a tu reposo, al lugar donde duermes eternamente, donde el de arriba quiso mantenerte. Donde te mandaron para arrancarte de mí.
Es de madrugada, la niebla imposibilita la visión de mis ojos; pero la linterna alumbra un poco el porvenir y logro hallar el lugar luego de tanto recorrer, después de leer nombres olvidados, derribar escombros como piedras y arbustos y andar por caminos de barro e insectos escalofriantes.
Esto está olvidado por el pueblo, abandonado por los seres quienes familias habitan aquí y desolado como esta madrugada en la que vine a visitar a mi amada.
La tengo al frente, la niebla no me permite la visión y la linterna acaba de morir. Alguien toca mi hombro de repente y sudo al instante. No giro, cuentan mucho sobre este lugar, que no giro. Tampoco cierro los ojos, solo intento encender la linterna presionando de nuevo el interruptor; pero no prende y enfoco la mirada al frente. La niebla se disperse y la veo.
Aquí estoy de nuevo, es lo primero que aclamo. No pronuncia palabra alguna, es su rostro, es su cuerpo; pero flota y abre las manos en señal de bienvenida. Quiere abrazarme, quiere tenerme, anhela abrazarme y yo me acerco, lentamente, a converger con sus brazos.
Pero escucho mi nombre en plena penumbra. Alguien más fue capaz de entrar en tan desolado y peligroso lugar. Giro y lo contemplo, es un amigo cercano, alguien que me aconseja que no vuelva, alguien de confianza, alguien que grita asustado al ver al fantasma de mi amada tendido al frente, hermosa pero sin piernas, flotando en el aire como un ángel. Pero el tipo no la ve como tal, no ve su bello rostro, ve la maldad en su cara, no alas saliendo de su espalda, ve cuernos despiadados; no observa su aureola, mira fuego alrededor.
¡Demonio!, grita con furia y terror. Desaparece de mi vista el fantasma de mi esposa y se escucha un ruido desgarrador, el último grito mi amigo.
Vuelve a aparecer al frente, con una cándida sonrisa y ofreciéndome un abrazo, nunca antes ha sucedido y yo me siento contento de tenerla de nuevo; aunque me hayan querido hecho entender que es una trampa diabólica.
Me abraza y ya no me encuentro aquí. Y ya no sé donde estoy y ya no quiero volver. La tengo a mi lado y no me importa el lugar con más candente que esté. Ella está aquí y eso me hace sonreír.

Fin.

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