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jueves, 18 de junio de 2015

Desagradable encuentro

- Salgo de casa rumbo al mercado a comprar una deliciosa y necesaria raspadilla. Llevo gafas oscuras para ocultar mis ojos rojos, camino pensando en qué escribir y reflexionando sobre algunos temas, para variar. Al llegar a la esquina observo adelante al sujeto más desagradable que te puedas imaginar. Chato, con un peinado extraño, barba a medio afeitar, sonrisa de llama, jeans en pleno verano y haciendo ademán de tocar la guitarra. Se alucina Kurt Cobain y estoy seguro que me ha visto desde que salí de mi casa.
Tengo resaca, no quiero aguantar a este idiota, pienso. Entonces, hago ademán de cruzar la pista pero me voy a la izquierda como quien se hace el despistado; sin embargo, de reojo observo que el tipo hace lo mismo desde al frente. No corro por evitar sudar, con este calor cualquier movimiento implica sudor y me acabo de bañar luego de cargar algunas pesas. Camino veloz; pero él hace lo mismo. Para ese entonces todas mis ideas se han desvanecido, solo pienso en como deshacerme del sujeto. Cruzo la pista porque debo hacerlo y sé que el fulano me sigue con su sonrisota, sus jeans rasgados y todavía realizando esos movimientos alucinándose guitarrista.
—¡Bryan, Bryan, Bryan! repite varias veces— pero me hago el sonso y sigo avanzando-. Este corre y me detiene con su terrible mano sudosa. —¡La putamadre, me acabo de comprar este polo blanco! —reviento en cólera.
—¿Qué sucede, demonio? le digo rendido—, —¿Cuándo unos tragos?. Quiero beber hasta morir— y admito que me hace reír. Siempre que me encuentro a este detestable sujeto me realiza el mismo comentario. No tiene otro.
Avanzo; pero me sigue. Me detengo como quien recuerda adonde ir y digo en voz alta: Ah, debo ir al banco. —¡Vamos pues! Te acompaño, dice, muy entusiasmado— con esa sonrisota y su aliento de dragón. Me sujeta del hombro y al tiempo que avanzo sigue a mi lado hablándome cojudeces. —¿Qué tal tu hembrita?. Está bien rica. La otra vez la saludé pero ni me miró. Es bien sobrada la germa, dice en el sentido más vulgar que existe—.
Es verdad que cualquier sujeto le hubiese dado un puñete; pero ni así se le quitaría lo idiota.
Noto que el banco, lógicamente, está cerrado y la señora que vende raspadillas se encuentra al frente. El tipo sigue a mi lado, sonriendo y con su mano en mi hombro como si fuese mi amigo de años. Me habla huevadas. Estoy seguro que si vuelve a meter a mi flaca le zampo uno bien fuerte; pero pienso que soy muy pasivo o de repente no tengo ánimos para lidiar con estas situaciones.
—¿Cuándo volvemos a tomar?. Quiero beber como mierda, chuparme todo el ron posible—. Solo una vez he tomado con ese ser, yo estaba borracho y llegaba a mi casa, lo vi en la esquina junto a un amigo que andaba en la misma situación, me quise juntar con él pero el tipo estaba con mi amigo, entonces no me quedo otra. Y yo suelo ser agradable cuando estoy tomado.
—Que carajos, voy a comprar una raspadilla, me repito— y me acerco a pedir una. La amable señora me atiende y el tipo, en un afán extraño e insensato, afirma de este modo: ¿Qué?, ¿No le vas a invitar una raspadilla a tu causa? Se golpea el pecho y empieza, sorpresivamente a afanar a la chica. —Amiguita, este es mi amigo. ¿Tú quieres ser mi amiga? —. No sé donde esconder la cara.
Quiero borrarle la sonrisa del rostro. Sé que el tipo es medio demente, tal vez por eso lo aguanto. Pero me harta verlo y tener que lidiar con estas cosas.
De regreso a casa me sigue. Es como si tuviese su enamorada famosa y la estuviera luciendo por todo el mercado.
—¿Cuándo nos metemos una tranca?. Quiero tomar hasta morir, hace años que no tomo. Quiero beber hasta el agua de los floreros, dice— y la verdad es que me hace reír.
—Ese Bryan, mi pataza carajo. ¿Cuándo tomamos pues? Tú ya no tomas, tu flaquita te tiene seco. Hay que beber pues. Yo te busco en estos días, eh—. No me asusta, no va a hacerlo, le teme a mis amigos porque ellos no lo aguantan y lo botan en una. Me resulta gracioso; pero me suele dar pena.
El tipo es loquito; pero jode como la mierda. Es espeso y habla cojudeces; por suerte llego a mi casa y logro tener la satisfacción de decirle: Nos vemos, demonio. Y le cierro la puerta en la cara con una sonrisa en el rostro. Le comento a mi hermano y este se caga de la risa.
Una vez en mi cuarto enciendo la tele para ver algo en H2, mi canal favorito y por suerte dan mi serie predilecta. Me siento a disfrutar de la raspadilla. ¡Qué delicioso carajo! Me siento satisfecho.
En ese momento, mi vieja grita: Bryan, te llaman afuera.
Suelen buscarme muchas personas, a veces vienen por libros o para jugar pelota o de repente por algún consejo. Atiendo a todos, me encanta lidiar con buenas y agradables personas.
Salgo y veo a ese maldito con su misma sonrisota, haciendo el bendito ademán de tocar la guitarra y para mi mala suerte acabo de cerrar la puerta.
Bryan, dime pues, ¿Cuándo tomamos?.


Fin

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