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domingo, 22 de diciembre de 2019

¿Por qué murieron si hubo tanto por hacer?

- ¿Por qué murieron si hubo tanto por hacer?

No creo en otras vidas ni mundos celestiales en donde cantamos con risas infinitas y nos volvemos a encontrar en alma.
¡Solo existe este presente! Pues, ni siquiera el mañana está escrito.
Lo hacemos en cada andar, tras cada decisión, tras cada momento.
Nosotros lo tuvimos, miramos de reojo el porvenir en una risa fácilmente perpetua y supimos danzar ante la vida como entes enamorados. Creímos en la eternidad de nuestros sueños y el motivo de cada suspiro nos produjo un nuevo sendero, pues sabíamos que colmaríamos nuestra existencia con fantasía hecha realidad y viviríamos al compás de nuestros ratitos más bellos, feroces, piadosos y complejos; pero vividos al fin, únicos y estables, grandiosos e inolvidables. Creímos que así sería antes que las luces se apagaran, antes que la muerte nos sorprenda, antes que perdamos el camino.
Nos hizo falta conocer el universo, los designios de los nuevos senderos, las historias maravillosas de personajes de antaño, los mitos que faltaron contar, los hechos que vivimos en la rutina y compartimos sobre la mesa, nos hicieron falta una y mil cenas, dos mil almuerzos en la calle y tres desayunos sobre la cama, nos hicieron falta otras citas, una llamada de madrugada, una buena riña, tres puteadas, una bofetada y luego todo solucionado en la cama, nos hizo falta amarnos con odio, odiarnos un ratito y luego volver a besarnos, nos hizo falta ver el amanecer y el atardecer sin despedidas. ¡Nos hizo falta tanto! Pero nunca hizo falta amor.
Las luces del adiós se fueron al tiempo que tu mirada dio un último brillo y aunque jamás supimos los motivos, entendemos la vida aceptando el camino, vencimos mil barreras y lidiamos con tanta insensatez que intentan volver al amor un acto banal sabiendo lidiar con sucesos tediosos y complejos, saliendo adelante con acciones valerosas para gozar en una rutina espléndida de un amor que no supo de fronteras ni de limitaciones, que jamás dio marcha floja a saltar por los cielos y tuvo siempre una dosis de locura que nos hizo eternos al tiempo que vivimos cogidos de la mano o abrazados y desnudos, pegados en cuerpos y almas -que ya no sé si existen- pero unidos en esta realidad que nos condujo y supo detenerlos en un espacio de tiempo como la materia del universo que nunca supimos mirar juntos porque nos enfocamos tanto en nosotros, en las miradas, sonrisas, aromas y anécdotas que ignoramos el exterior.
Y sin embargo, aunque parte del horizonte se haya hundido y borrado, quien lleva la posta repleta de recuerdos flameando en el corazón y en la vida entiende que aceptar es sinónimo de amar, amarte a ti y a quienes fueron, dejar en alto el recuerdo y reflejar los hechos en escritura o algún tipo de arte para plasmar un legado de quienes fueron mientras existieron, entonces nadie muere, nada se fue, nadie desapareció y todos viven.
No creo que nos volvamos a encontrar con quienes se fueron, tal vez es una sensación imaginaria de la mente, una cuestión monumental de sucesos que fueron pasados de boca en boca por los años para hacernos creer que esto no termina aquí; pero no creo sea un asunto real, me hubiera gustado pensar que estamos destinados a aparecer en otros mundos, sin embargo, mi ser y conocimiento no me permiten pensar y analizar esa manera, tal vez sea distinto como todos los somos, cada uno con una idea. He allí lo grandioso, la mutación de ideas.
Entonces, aunque el cuento haya acabado cuando las luces se apagaron y las miradas perdieron sabemos que en el corazón habitan y en los recuerdos también, por eso escribo, así mantengo los hechos en vida y sonrío sabiendo que aunque jamás nos tendremos de nuevo nos tenemos todo el tiempo cuando cierro los ojos.
Y también cuando escribo.

Fin

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