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jueves, 2 de agosto de 2018

Hoy en los juegos mecánicos

- Fui con la bebe a una feria, todavía no puede subir a los juegos que más le gustan; pero la consentí con un dulce de algodón que dejó de lado cuando vio el gusanito y quiso subir de inmediato. Nos instalamos en el centro, fui explicándole las razones de porque el medio, me dio una sonrisa y un movimiento de cabeza de arriba hacia abajo. Enseguida comenzamos a avanzar, lento y luego rápido, lento y después esa curva peligrosa que todavía me zumba la barriga me sorprendió como hace décadas; pero ella y los demás pequeños disfrutaron a cabalidad. Yo había cometido el error de beber café y comer kekitos antes de salir, ella estaba tan ansiosa que prometió comer durante la cena. Ese maldito gusanito cada vez es más jodido y esos chibolos con los años se vuelven más valientes. Después caminamos un rato y nos detuvimos en los disparos contra las latas, yo le dije que nunca se gana en esos juegos, ella quiso jugar por algo llamado, simple diversión. Lo hicimos y perdimos, obviamente, le regalé mi dinero al bigote de brocha que explica el juego; pero sabía que de igual modo iba a comprarle un peluche a la salida. Nunca se va con las manos vacías, es una costumbre que empezó con una rutina a pesar que mi vieja siempre dice: No le compres tantas cosas, se va a terminar volviendo como tú. ¿Cómo soy yo? ¡Quieres tenerlo todo! 
Al rato le dije para que aborde en unas tasitas giratorias, me dijo con el rostro enojado pero derrochando ternura: Ay que feo, quiero eso. Señaló el tren de terror, yo no subo allí hace miles de años, de hecho, la última vez que lo hice me dio mucho miedo y estaba con el muy cabrón de mi hermano que no dejaba de darme pellizcos a lo Don Ramón a Kiko.
Ahora era un carrito que avanza por un laberinto oscuro, quise taparle los ojos mientras salían los monstruos; pero se mataba de la risa de los mismos diciendo: Son disfraces como en las películas que ves.
¿Qué veo? Y entonces me di cuenta que observa mientras creo que duerme. Tiene todas las mías, los mismos trucos para pasar de desapercibido. 
Acabamos el recorrido, ya no me daba tanto miedo como antes, también ya tengo como cien años, pensé y reí. Ella dijo que no daba miedo, se sintió frustrada, le dije para ir a cenar, yo tenía hambre, entonces dijo que otro par de juegos más y nos vamos.
Subió a algunos que su estatura le permitió entrar, a los otros lo haría cuando crezca un tanto y yo se lo permita o sea yo quien maneje el juego o suba conmigo y no con otro sujeto de mierd… Ya, entonces, subimos a los carros chocones, que de hecho, son mis favoritos y yo que soy Racer X quise chocar a todos y lo gracioso es que ella lo disfrutaba y cuando sonreía y me pedía que le diera un choque al auto de su compañero de clase, lo hice gustoso, pues su padre, quien lo acompañaba, era un tipo que en un campeonato de fútbol me dio una patada en las pelotas y no le sacaron roja porque según dijeron, es para confraternizar. Yo nunca hago amigos en el campo de juego, pensé furioso y fui con todo a impactar y cuando lo hice nos empezamos a matar de la risa y chocamos nuestras manos. Fue un momento soñado.
Luego se subió a uno simple para terminar, le dije que subiera a los caballitos para sacarle una foto para sus abuelos, el cuadro en el pasaje de la sala, mi portada en el celular, mi fondo de pantalla de la computadora y estampada en mi corazón. 
Cenamos pizza, yo quería pollo a la brasa; pero le di el gusto a ella y su enorme Olaf para la colección. 
Se quedó dormida en el auto, bajé el volumen de la música de Frozen y recorrí lo que quedaba de camino.
En casa la cargué hasta su cama, se fue a dormir sin querer cambiarse, yo me eché a su lado un rato y me quedé dormido. 
Desperté hace un momento y comencé a escribir.



Fin

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