Mi nuevo libro

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jueves, 9 de agosto de 2018

Mi mañana

El café me devuelve. Activa los sentidos todavía aferrados al sueño.
La pequeña duerme y se hace complicado despertarla; pero hacían exactamente lo mismo conmigo para que fuera a la fucking escuela.
Ya instalados en la mesa y tomando desayuno empezamos a contarnos nuestros sucesos nocturnos, ella dicta que apareció cabalgando unicornios y luchando contra robots que cargan rayos láser, mientras que yo, naturalmente, he evitado contar esos húmedos sueños, para compartir el que estuve volando mismo Goku y luego jugando pelota a lo Ronaldo el brasilero.
Anduve con mi café de arriba hacia abajo, algo de tiempo en el escritorio aprovechando las primeras luces del día y la inspiración que viene con ella para luego interrumpir el sueño de la damisela que me acompaña devorando su cereal con leche como si sus manos fuesen palancas. Me causa gracia la forma como lo toma, yo en su caso, hace miles de años atrás, era capaz de dormir en la mesa. Ahora los niños tienen otras energías.
Veo el reloj, la guapa señora de la movilidad vendrá en cualquier momento, pienso y resuelvo alistar su lonchera. Luego sigo comiendo los huevos revueltos al estilo que manejo.
Ella lee una revista mientras me sonríe, yo no soy de leer diarios o ver noticias, no quiero decir que me importa un diablo la misma cagada que veo todas las mañanas; pero debo hacerlo de vez en cuando, así tengo temas de conversación con los tipos que esperan que tenga todas las respuestas o simplemente me devuelvo al mundo tras mi puerta de salida y tras la oficina en casa. En fin, suena el claxon, veo por la ventana y la señora sonríe. Un rato, le digo con una sonrisa. Hace un gesto con la mano, la pequeña alista su mochila luego de cepillarse los dientes, esta preciosa como todas las mañanas, tardes y noches y aunque sé que cuando la traigan va a estar un desastre por completo y su madre tendrá que lidiar con lavar las prendas, todavía se verá divina.
La acompaño al bus, la puerta se abre automática, sube y saluda a sus tigrillos, así me gusta llamarlos y luego la señora dice algo sobre una
reunión de padres, le sigo la corriente, no estoy interesado en socializar con abuelitos.
Ella se va y a pesar de estar rodeada de sus amiguitos, se da un instante para aparecer por la ventana y mostrar su sonrisa con un gesto de manos. Una genio de las expresiones de amor y aprecio.
Regreso a casa, cojo la taza de cafecito pasado, prendo la tele con mi control remoto mágico y sintonizo una canción instrumental para relajarme un rato. Pienso, volver a la oficina o tirarme a dormir un rato. Ya estoy en la oficina, debo acabar el libro antes de fin de año, es mi meta y objetivo, lo siguiente que debe venir, según lo establecido, son buenas satisfacciones literarias, a menos que las editoriales me den una patada en el trasero; pero seguiré adelante a pesar de todo.
Soy una constante en lo que hago y no me detengo hasta obtener resultados. Una vez alguien dijo: Quien hace lo que ama está condenado al éxito.

Fin

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